ESTUDIOS

UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 22, n°. 77 (ABRIL-JUNIO), 2017, PP. 13-28

REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL

CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA.


Gobetti y Mariátegui: la búsqueda de una teoría política nuestroamericana entre liberalismo y socialismo

Gobetti and Mariátegui: The Search for a Political Our-American Theory between Liberalism and Socialism

Alberto FILLIPI

Universidad de Roma La Sapienza y de Camerino. Italia.

Escuela del Servicio de Justicia del Ministerio Público, Universidad de Lanus, Argentina.


Resumen


En este artículo se presentan ciertas analogías y equivalencias, entre el pensamiento revolucionario de Gobetti en Italia y el de Mariátegui, en el Perú, de gran actualidad para el desarrollo del socialismo crítico en América Latina. Dos posiciones que se deben contextualizar en el plano teórico y práctico para comprender el presente y futuro de la revolución socialista para aquella (y en cierto modo, también la actual) época. La influencia de las prácticas de movilidad de la clase revolucionaria a través de Lenín, la reforma de los dogmas de la Iglesia por medio del pensamiento protestante, la insuficiencia de liberalismo para lograr los cambios sociales, determinan en ambos pensadores la expresa convicción del paso a una visión socialista de la libertad que haga posible conjugar las voluntades populares en una causa común, a fin de crear las correspondencias con la fase de profundización del liberalismo en sentido marxista.

Palabras clave: Gobetti; Mariátegui; Liberalismo; Socialismo.

Abstract


This article presents certain analogies and equivalences between the revolutionary thinking of Gobetti in Italy and that of Mariátegui in Peru, which is highly relevant to the development of critical socialism in Latin America. Two positions that must be contextualized on the theoretical and practical level to understand the present and future of the socialist revolution for that (and in a certain way, also the current) epoch. The influence of the practices of mobility of the revolutionary class through Lenin, the reform of the dogmas of the Church through Protestant thought, the insufficiency of liberalism to achieve social changes, determine in both thinkers the express conviction of the passage to a socialist vision of freedom that makes it possible to combine popular will in a common cause, in order to create the correspondence with the deepening phase of liberalism in the Marxist sense.

Keywords: Gobetti; Mariátegui; Liberalism; Socialism.



Recibido: 14-03-2017 ● Aceptado: 23-05-2017


A la memoria de mi querido amigo Sandro Mariátegui, hijo de José Carlos y de Anna Chiappe,

que nació en Roma, durante los años del exilio de su padre.


  1. El SOCIALISMO ANTES Y DESPUÉS DE LENIN: REFORMAS Y REVOLUCIÓN

    Como Simón Rodríguez en los inicios de su siglo, Mariátegui ha sido en Suramérica, al comienzo del siglo XX, el pensador y el político revolucionario que con mayor capacidad crítica y empeño militante, ha intentado concebir y realizar una “vía peruana” hacia y para la emancipación social e institucional. Tarea ardua e imprescindible que, de manera análoga, intentó toda una generación, desde los protagonistas de la Revolución mexicana (y los constituyentes de Querétaro, de la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, en 1917), hasta Manuel Ugarte, Juan Bautista Justo o, cuatro décadas después de Mariátegui, a Salvador Allende.

    La perspectiva del socialismo era difícil y compleja de transitar para concebir y realizar su “implante” en Nuestra América. Los partidos socialistas agrupados en la II Internacional (que se había formado en 1889, en ocasión de los festejos del primer centenario de la revolución francesa) no habían “tomado” el poder en ningún país del mundo, y tampoco habían podido resolver la crucial cuestión teórico-política de la relación entre “reformas” y “revolución”. Tampoco habían afrontado y resuelto el problema heredado precisamente de las revoluciones burguesas europeas del posible vínculo positivo entre “derechos de libertad” y “derechos sociales”, y más en general, entre “política” y “economía”.

    La deslumbrante toma del poder por parte de Lenin en la Rusia Zarista había llamado con excepcional interés la atención de Mariátegui (tal y como lo había sido para muchos jóvenes socialistas europeos, como Antonio Gramsci) porque planteaba la necesidad (teórica y política) de buscar caminos de acción revolucionaria capaces de permitir, en Perú (y en Nuestra América en general) llevar al gobierno de la patria a las fuerzas populares, a los campesinos y a los obreros. Representaba, en ese momento histórico, un salto formidable, cualitativo se decía entonces, de las reformas a la revolución.

    El italiano Piero Gobetti, felizmente maravillado como Mariátegui (y el joven Gramsci) por la Revolución encarnada en Lenin y el “mito bolchevique”, como lo llamaba Georges Sorel, trató de observar desde un comienzo las diferencias entre la situación italiana y la que había permitido la insurrección leninista. Si bien, en el norte de Italia había un movimiento obrero que podría llegar a ser protagonista de una revolución, digamos análoga, por otra parte no era menos cierto que la tradición política eslava, mística y dominada por la tiranía zarista, establecía diferencias esenciales con Italia1.

    A pesar del entusiasmo con la figura de Lenin, Gobetti reconoce en un artículo titulado “La rivoluzione italiana” (30 de noviembre 1920) que “Lenin es el más grande estadista de la hora presente, pero una revolución italiana que quisiera inspirarse en él sería condenada al más clamoroso fracaso”. Porque el nexo entre “reforma” y “revolución” se presentaba de manera diferente en Italia (y en América Latina, supone Mariátegui) siendo la revolución en la península posible sólo en la medida en que fuera la continuación y la culminación de las reformas liberales que habían quedado interrumpidas o abortadas en el siglo XIX, culminación capaz de llevar al proletariado del Norte y a los campesinos del Sur a la emancipación política no disociada de la emancipación económica.


    1 Acerca de la centralidad de las influencias del pensamiento de Sorel en Gramsci y en Mariátegui, me permito remitir a mi trabajo: “Sorel, Gobetti, Mariátegui: teorie e forma del mito politico”, in: CAVALLARI, G & PASTORI, P (eds) (2003). Georges Sorel nella crisi del liberalismo europeo, Collana del Dipartimento de Scienze Giuridiche e Politiche, Universitá degli Studi di Camerino, Camerino. Reditado in: Mil Neuf Cent. Revue d'Histoire intelectuelle, número 22, Paris, 2004. Sea dicho de paso que Lenin facilitó la elaboración de “mito revolucionario” y, precisamente, partiendo de ese paradigma desarrollado por Gramsci y Mariátegui, he razonado para escribir el ensayo sobre Il mito del Che. Storia e ideología dell’utopia guevariana, Einaudi, Torino 2007.


    Para Gobetti, en Italia, se trataba de hacer avanzar y desarrollar la revolución liberal y no de negarla tout court como había ocurrido en la Rusia soviética: “En Italia –escribía en 1919 en la “Rassegna di questioni politiche. Esperimenti di socialismo”– las clases inferiores han ido conquistando el poder desde hace muchos años, dependiendo de sus fuerzas y del valor efectivo de sus luchas; la revolución se realiza gradualmente dentro de las formas […] legales”2.

    Por su parte, Mariátegui ya en los Siete ensayos había citado el texto de Gobetti Paradosso dello spirito russo en el cual el italiano sostenía polémicamente contra los imitadores abstractos y sumisos del “modelo bolchevique” que: “El verdadero realismo tiene el culto de las fuerzas que crean los resultados, no la admiración de los resultados intelectualísticamente contemplados a priori. El realista –insiste Gobetti– sabe que la historia es un reformismo, pero también que el proceso reformístico, en vez de reducirse a una diplomacia de iniciados, es producto de los individuos en cuanto operan como revolucionarios”3.

    Texto que inspira de manera directa y evidente a Mariátegui en su lapidaria reflexión metodológica referida a las personalidades que le aparecían como paradigmas revolucionarios, aparecida en el n° 17 de Amauta: “Consideramos como Gobetti, que la historia es un reformismo, pero con la condición [de] que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia” (la cursiva es mía)4.

    Obsérvese bien que cuando entonces se hablaba de revolución, se entendía la “sovietista” de Lenin, la única que había ocurrido en Europa después de la francesa y que obligaba a todos los socialistas y liberales, desde los reformistas hasta los más izquierdistas, a tomar posición a favor o en contra. Toma de posición que se argumentaba partiendo de un gigantesco equívoco, digamos lingüístico, establecido

    –con insuperable astucia táctica– por Lenin.

    Trastocando los términos de lo que se consideraba (hasta entonces) una posible revolución socialista, por los de una (futura) “revolución comunista” Lenin introdujo así, un objetivo inusitado para los socialistas europeos: nombrar desde el comienzo a la Revolución como si hubiese alcanzado su meta final: la realización del comunismo.

    Este cambio, en apariencia (sólo) nominal, replanteaba en términos teóricos y políticos la entera y compleja relación táctica/estrategia, desconcertando a todos los socialistas europeos y occidentales en general, incluyendo los americanos. De hecho, Lenin, que era uno de los mayores dirigentes del socialismo seguía calificándose como tal y pregonando que era necesario promover la “revolución socialista europea”.

    Con una afirmación teórico-política de incalculables consecuencias para los partidos socialistas latinoamericanos (y no sólo para los italianos presentes en el Congreso de Livorno de 1921, por el cual se funda el partido comunista de Italia), Lenin había argumentado –sobre todo en su libro El Estado y la revolución– que el “socialismo” era sólo la “primera etapa” en el avance hacia el post-capitalismo que llevaba (que habría de llevar) al comunismo. De tal suerte que desde esta formidable y totalmente innovadora confusión ideológica era (y fue) posible o casi tácticamente necesario, llamarse al mismo tiempo “socialista” y “comunista”, confundiendo de manera sistemática ambos conceptos/palabras. “Confusión” que llegaría rápidamente a América Latina.


    1. GOBETTI, P (1960). “Rassegna di questioni politiche. Esperimenti di socialismo”, en: Scritti politici. Torino: Einaudi, p. 138ss.

    2. Cfr. MARIÁTEGI, JC (2007). 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana. Fundación Biblioteca Ayacucho. República Bolivariana de Venezuela, Caracas.

    3. Para profundizar el análisis de estos temas pueden leerse mis trabajos reunidos en: De Mariátegui a Bobbio: ensayos sobre socialismo y democracia, Editorial Minerva (fundada por José Carlos Mariátegui y dirigida por Sandro Mariátegui Chiappe), Lima y en: “Los 7 Ensayos en su tiempo y en el nuestro: consideraciones historiográficas y políticas sobre el socialismo de Mariátegui y de los otros”, Actas del Seminario Internacional en 7 Ensayos, 80 años. Simposio Internacional Conmemorativo, Universidad Ricardo Palma, Lima 2-3 octubre 2008, Editorial Minerva, Lima y en Actualidades, revista del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Caracas, nº. 21, enero-diciembre 2010.


    Deliberada ambigüedad que culmina en las consignas, que darán la vuelta al mundo, acuñadas por Lenin para interpretar y divulgar su revolución en curso, abiertamente magnificada en vivo y en directo. Al comienzo, en las palabras que en octubre de 1917 pronunció en la estación ferroviaria de Finlandia en Petrogrado, entonces capital de Rusia, cuando a la opinión pública mundial, exclamó: “Queridos camaradas, soldados, marineros y obreros. Me siento feliz de saludarlos en nombre de la victoriosa revolución rusa, de saludar a la vanguardia del ejército proletario internacional [...]. La revolución rusa que han hecho ustedes ha abierto una nueva época. ¡Larga vida a la revolución socialista mundial!”5. Y al día siguiente, desde el balcón del segundo piso de la sede del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, insistió: “A partir de ahora comienza una nueva fase en la historia de Rusia. La tercera revolución rusa será la cumbre de la victoria socialista [...]. “Poseemos la fuerza de las masas organizadas capaces de superar todos los obstáculos y de conducir al proletariado a la revolución mundial. Ahora hay que construir un Estado del proletariado en Rusia. ¡Larga vida a la revolución socialista del mundo!”6.

    Esta interpretación de los hechos, para que la “Revolución” entrara en la historia como la Gran Revolución Socialista de Octubre, había sido reforzada por una de las mayores decisiones tomadas por Lenin en la Séptima Conferencia que tuvo lugar el 6 de marzo de 1918 cuando el jefe de la minoría bolchevique logró que “se cambiara el nombre” del Partido Obrero Socialdemócrata por el de Partido Comunista Ruso.


  2. GOBETTI Y MARIÁTEGUI: LA NECESIDAD DE UNA TEORIZACIÓN PROPIA DE LAS HISTORIAS Y LOS GRUPOS SUBALTERNOS

    En este justamente celebrado aniversario de Amauta, por iniciativa de la encomiable Sara Beatriz Guardia, y volviendo a Mariátegui, quiero subrayar un aspecto todavía no suficientemente estudiado de su permanencia en Italia y de su relación con la cultura política de aquellos años, especialmente con su admirado Piero Gobetti, con el cual, escribía José Carlos, había establecido intelectualmente una “amorosa consonancia”. Mucho se ha escrito sobre el viaje decisivo a Italia que en los años 20, resultaba ser, si bien en negativo, el laboratorio político más interesante de Europa, precisamente porque venía embestido por el aluvión fascista concomitante, como consecuencia y como causa de la crisis profunda del liberalismo y el socialismo7.

    Tantos años después, me permito volver a insistir en un texto relevante, muy poco conocido y divulgado, sobre Gobetti citando in extenso la larga nota del propio Mariátegui, publica en Mundial de Lima del 12 de julio de 1929 bajo el título de “Presentación de Piero Gobetti”:


    5 Cfr. Wilson, E (1972). Hacia la estación de Finlandia. Aianza Editorial, Madrid.

    1. Ibídem. Para una visión de conjunto de los tantos y complejos desarrollos históricos del “socialismo/comunismo” en la Unión Soviética en los tiempos de Mariátegui hasta el colapso “nacional” e “internacional” del sistema remito al reciente ensayo de PONS, S (2012). La rivoluzione globale. Storia del comunismo internazionale (1917-1991), Einaudi, Turín. Para una visión de conjunto de los distintos impactos en América Latina remito a las voces que he escrito para el Dizionario del Comunismo, a cargo de Silvio Pons y Robert Service, Einaudi (2 volúmenes) Turín 2008 (Especialmente las “voces”, “Partiti comunisti in America Latina”; “Crisi de Cuba (1962)”; “Guerrilla in America Latina”; “Ernesto Guevara de la Serna”; “Pablo Neruda”; “José Carlos Mariátegui”; “Unidad popular (1970-1973)”; “Rivoluzione Sandinista”). Traducción al inglés por la University Press de la Universidad de Princeton, Dictionary of 20th-Century Communism, 2010 (en un sólo volumen).

    2. Especiales referencias al viaje de Mariátegui a Italia aparecen en el volumen, a cargo de Giovanni CASETTA, G (1994). Mariátegui, el socialismo indoamericano, pensamiento político y las relaciones con la cultura italiana. Franco Angeli, Milán. En cuanto a las lecturas italianas de Mariátegui en su biblioteca – conservada ahora por la Universidad de San Marcos en Lima

      - he podido ver, cuando la conocí guiado por Sandro Mariátegui en 2008 (en ocasión de mi conferencia magistral “José Carlos Mariátegui y la escena contemporánea, entre Europa y América”, en ese ateneo), obras de Buonaiuti, Croce, Gentile, Gobetti, Mariani, Marinetti, Prezzolini, Rensi, Tarozzi: todas obras adquiridas por Mariátegui después de su regreso al Perú en 1923.


      “[...] Si Benedetto Croce no ha sido aun debidamente explicado y comentado en nuestra Universidad

      –en la que en cambio ha gozado de particular resonancia el mediado renombre de diversos secundarios Guidos de las Universidades italianas – es lógico que Piero Gobetti, muerto en la juventud en ardiente batalla, permanezca completamente desconocido. Piero Gobetti era en filosofía un crociano de izquierda y en política, el teórico de la “revolución liberal” y el mílite de L’Ordine Nuovo [la revista que dirigía Antonio Gramsci]. Su obra – explica el líder socialista a los lectores peruanos – quedó casi íntegramente por hacer en artículos, apuntes, esquemas, que después de su muerte un grupo de editores e intelectuales amigos ha compilado, pero que Gobetti, combatiente esforzado, no tuvo tiempo de desarrollar en los libros planeados mientras fundaba una revista, imponía una editorial, renovaba la crítica e infundía un potente aliento filosófico en el periodismo político”.


      He leído los cuatro primeros volúmenes de Piero Gobetti (Risorgimento senza eroi. Paradiso dello spirito ruso, Opera Crítica. Parte Prima y Opera Crítica. Parte Seconda, Edizioni del Baretti, Turín), y he hallado

      — explicaba José Carlosal lector peruano — en ellos una originalidad de pensamiento, una fuerza de expresión, una riqueza de ideas que están muy lejos de alcanzar, en libros, prolijamente concluidos y retocados, los escritos de la misma generación a quienes la política gratifica con una fácil reputación internacional. Un sentimiento de justicia, una acendrada simpatía por el hombre y la obra, un leal propósito de contribuir al conocimiento de los más puros y altos valores de la cultura italiana, me mueven a exponer

      – concluye Mariátegui - algunos aspectos esenciales de la obra de este ensayista, a quien no se podría juzgar en toda su singular significación por uno de sus volúmenes ni por un determinado grupo de estudios porque su genio no logró una expresión acabada ni sus ideas una exposición sistemática en ninguno y hay que buscar la viva y profunda modernidad de uno y otras en el sugestivo conjunto de sus actitudes […]”.


      Pocos días antes, Mariátegui, esbozando un retrato del dirigente revolucionario liberal, había escrito en la revista Amauta (de junio de 1929, n° 24):


      Piero Gobetti, ensayista de brillante talento y rica cultura, se clasificó muy joven entre los primeros valores de la crítica italiana. Espíritu organizador y constructivo, dio vida en Turín a una de las más interesantes empresas editoriales de la Italia moderna, con la publicación de los cuadernos de La Revolución Liberal. Gozaba ya de sólida reputación como crítico, ganada en no ínfima parte con sus escritos en L ’Ordine Nuovo, el diario comunista de Turín (Prezzolini lo cita con deferencia y encomio en La Cultura Italiana). Su campaña antifascista lo obligó a dejar Turín. El propio Mussolini había ordenado al prefecto de Turín que hiciera imposible en esa ciudad la permanencia de Gobetti, tildado con desprecio por el “Duce” como «un insulso enemigo del fascismo». Gobetti encontró la muerte en el destierro. Murió en París, atacado de bronconeumonía, cuando gestionaba el traslado de su casa editorial a la capital francesa. No había cumplido treinta años y era ya una gran figura del pensamiento italiano. La obra de Gobetti ha sido recogida, con profunda devoción, por sus admiradores y amigos, presididos por el valioso escritor Santino Caramella. Por su espíritu –concluye con seguro aprecio Mariátegui-, por su modernidad, por sus muchos admirables aspectos, merece ser difundida en Hispanoamérica, en estos tiempos en que, con el concurso de ciertos italianistas superficiales, atentos al éxito y al espectáculo antes que a las ideas, se pretende hacernos pasar como representantes exclusivos o dominantes de la Italia intelectual contemporánea a los literatos más o menos reclamistas que forman en el cortejo de Mussolini. No hay equidad en que se propague ruidosamente a Malaparte, mientras se ignora absolutamente a Gobetti. Amauta, revista revolucionaria, cumple con un deber al rendir homenaje en Hispanoamérica a la memoria de Piero Gobetti y al ofrecer a sus lectores tres breves ensayos del gran escritor italiano.


      Entre las relevantes cuestiones teórico-políticas que debe encarar Mariátegui, sobre las que deseo llamar vuestra atención, destacan un par de especificidades que marcaban el posicionamiento de Nuestra América. Por un lado, si bien asistimos a la difusión planetaria de las ideas liberales y socialistas,


      debemos reconocer que los teóricos europeos del liberalismo y del socialismo no conocían, en forma concreta y documentada, las condiciones sociales, culturales y políticas vigentes en los pueblos de los tres continentes que cincuenta años más tarde se denominarían “tercer mundo”.

      Por otra parte, desde la perspectiva de la teoría política, las proyecciones sobre el mundo no europeo y la concepción misma de la “revolución” aparecían ancladas (solamente) en lo que se debatía en el ámbito de la clase obrera de Europa occidental y en las teorizaciones del austro-marxismo y de la socialdemocracia alemana, desde Kautsky a Bernstein.

      Una de las razones de la excepcional personalidad intelectual de Mariátegui debe buscarse en su peculiar condición de haber sido uno de los primeros latinoamericanos en establecer una relación crítica con la cultura europea (reducida y degradada en grandísima medida a “ideología europea”), la cual pretendía imponer sus modelos para comprender las historias extraeuropeas (haciendo caer en esta determinante limitación incluso a mentes lúcidas como las de Marx y Engels)8.

      Hay que hacer una ulterior y esencial constatación: tanto para unos como para otros, la configuración histórica de América Ibérica se escapaba de los esquemas establecidos por Marx siendo, por lo tanto, incomprensible para las mayores corrientes dominantes del pensamiento europeo, generadas en países en los cuales de distintas maneras se había realizado una revolución liberal-capitalista-burguesa.

      Este anacronismo ideológicom de las teorías liberales y marxistas respecto al continente latinoamericano, implicaba la incapacidad, incluso metodológica, para la comprensión de ese objeto histórico específico constituido por América Ibérica. Es precisamente dentro del campo de esta dificultad teórica y política por parte del liberalismo y el socialismo frente a la realidad concreta de esa región, que se debe entender la difusión y recepción del pensamiento de Gobetti, a través de la mediación cultural y política del socialista Mariátegui.


  3. EL RETO DE LA DECOLONIALIDAD: LA CRÍTICA DE LAS TRADICIONES ANTIDEMOCRÁTICAS Y OLIGÁRQUICAS-REACCIONARIAS DEL PODER, ENTRE ITALIA Y PERÚ

    ¿Por qué fue y sigue siendo tan relevante este vínculo conceptual e histórico-político de Mariátegui con Gobetti?

    Por varias razones que presento a la atención de ustedes en esta ponencia, cuyo núcleo central es la relación entre la herencia histórica de la tradición liberal y de la tradición socialista en el pensamiento y la acción política en los tiempos que preceden y acompañan la obra de Gobetti y Mariátegui en Italia y en Perú respectivamente. Pero, además, porque es un tema central de nuestros días, cuando la ofensiva de las derechas, desde Europa hasta nuestros países, usa y abusa del concepto de “libertad” y de “liberalismo” de manera sistemática, ideológica y denigrante. Cuando es más necesario que nunca entender el concepto jurídico-político de libertad, de los derechos de libertad en su inescindible vinculación con los derechos sociales, de igualdad y de justicia de los cuales son privados muy a menudo nuestros pueblos.

    Tanto Gobetti, como Mariátegui, estaban bien conscientes de cómo –con todas las esenciales diferencias entre ambos países- la posibilidad de una revolución socialista no podía soslayar la cuestión de los “derechos sociales” junto a los “derechos de libertad”; es más, entendían que había una relación de recíproca implicancia entre el avance (o el retroceso) de tales valores políticos y las posibles, efectivas

    1. Sobre los temas indicados en éste parágrafo remito al clásico ensayo de Manuel Caballero, Latin America and the Comitern, 1919-1943, Cambridge University Press, Cambridge y Londres 1986 (del cual también existe una traducción al Español, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, Editorial Nueva Sociedad, Caracas 1987), y a José Aricó, Marx y Amérca Latina, Debate, Lima 1980 y Alberto Filippi, “Gramsci, Bobbio, Aricó: sociedad civil e instituciones jurídico-políticas hispanoamericanas” in: Id. Filosofía y Teoría Política. Norberto Bobbio y América Latina, Hammurabi, editor, Buenos Aires, 2016.


    prácticas institucionales del ejercicio de ambos9.

    Sabemos bien de qué manera en la actualidad, tanto en Perú, como en Italia (en Suramérica como en Europa), la recuperación teórica y política de las luchas por los derechos de libertad y de igualdad ha sido —y sigue siendo— tan necesaria debido al legado de tradiciones antiliberales y antidemocráticas muy arraigadas y todavía fuertes, al poder secular del despotismo político y del despotismo económico, de los dominios imperiales y la consecuente colonidad cultural en los países dominados. En Efecto, desde el siglo decimonónico no fuimos centros libres o hegemónicos de la historia occidental, sino periferias disgregadas y penetradas por colonización ideológica más reaccionaria.

    Tradiciones, respecto a los derechos fundamentales, y a sus negaciones, antiliberales y anti- igualitarias defendidas y divulgadas por los medios de las grandes corporaciones informativas y de la “telepolítica”, que se han encargado, a lo largo y ancho del mercado mundial, en sucesivas metamorfosis y epifanías en estos terribles años (a partir de la crisis de 2008) de la “financiarización” planetaria y de los capitales y de los recursos naturales, años de despotismo de los mercados y de privatización de los bienes comunes. Tiempos dominados por esa “financiarización” de las economías y el neo-capitalismo financiero “tecnocomunicacional”, que a pesar de que con desvergonzada ironía se (auto)define como “neo-liberal”, en realidad, ejerce su dominio con formas de negación planetaria de los derechos de libertad y de igualdad, tanto de las personas como de los pueblos.

    En efecto, comprobamos cotidianamente cuánta más libertad, indiscriminada y concentrada, tienen los poderes económicos en el control monopólico de los mercados globales, de menos libertad disponen los pueblos a causa de su debilidad jurídica; incapaces para asumir la defensa de sus derechos fundamentales violentados, relegados a la impotente “protección” de los Estados.

    Debemos reconocer que la palabra misma “libertad”, sin una hegemonía civil y colectiva que imponga

    —mediante un ejercicio efectivo— la defensa de los derechos humanos y de los bienes jurídicamente comunes —generada por los que denomino los “movimientos instituyentes, sociales, horizontales”, que luego deberán cruzarse con los “movimientos constituyentes e institucionales verticales”— se vuelve palabra sacrílega y ofensiva.

    Pero, volvamos al debate de los tiempos de Gobetti y de lo que pudo conocer y analizar Mariátegui en sus años italianos (y hasta 1930) fuertemente dominados – como él nos lo explicó– por la filosofía de Benedetto Croce, mientras Mussolini tomaba y consolidaba su poder como Duce, de la revolución fascista primero y de la dictadura después.

    Comencemos por la cuestión preliminar y fundamental de los léxicos (propios de cada época) y

    veamos, con precisión, la filología específica de los conceptos/términos de “liberalismo” y “liberismo”10.

    El término “liberismo” (nótese bien: existe sólo en italiano) difundido por Croce (durante su célebre polémica con Luigi Einaudi, en la segunda mitad de los años ‘20), viene empleado para referirse al pensamiento económico y distinguirlo de manera explícita del “liberalismo”, es decir, de las ideas políticas liberales de: John Locke a John Stuart Mill, hasta las del mismo Croce en Italia. Porque, como bien


    9 El autor europeo de referencia en estos temas de filosofía política, que asumió en Italia la tradición de Gobetti y del socialismo reformista de Carlo Rosselli, del “socialismo liberal” es Norberto Bobbio, sobre cuyas influencias en el pensamiento político nuestroamericano contemporáneo, remito a mi trabajo: ID (2016). Filosofía y Teoría Política. Norberto Bobbio y América Latina, Ed. cit.

    1. Para algunas indicaciones metodológicas para la elaboración de un “léxico nuestroamericano” del pensamiento filosófico y político remito a mi trabajo: “Historia e historiografía del léxico jurídico-político y filosófico en la América Hispana”, in: CASCIONES, C & MASI SIRA, C (eds) (2009). Tra Italia e Argentina. Tradizione romanística e cultura dei giuristi, Satura editrice, Napoli, y más en general, sobre las diferentes, específicas, connotaciones y denotaciones políticas en los distintos siglos de nuestra historia remito a mi ensayo: Constituciones, dictaduras y democracias. Los derechos y su configuración política, Prólogo de Raúl Zaffaroni, INFOJUS, Buenos Aires, 2015.


      sabemos, la lucha por la libertas, precede miles de años a la organización política de la sociedad, y la “economía del libre mercado” se corresponde con una etapa reciente, de apenas dos siglos, sin visos de eternidad, de la organización económica11.

      El Partido Liberal Italiano había sido fundado en 1922, siendo declarado ilegal por la dictadura en el año 1925, y permanece en la clandestinidad hasta su reconstitución en 1943 (con la caída de Mussolini) por iniciativa de Croce y de Luigi Einaudi. Es precisamente en ese año de la proscripción del partido, cuando el liberalismo de hecho había colapsado en casi toda Europa, y se afirmaban, en clave abiertamente anti-liberal, tanto el fascismo italiano como el «sovietismo ruso», Croce en un artículo titulado, de manera provocadora, “Liberalismo”, sostenía con empecinada tozudez que


      (…) la afirmación […] que se hace con particular insistencia, según la cual la función del liberalismo ya se ha agotado y que presente y porvenir corresponde al contraste y a la lucha entre las dos tendencias fundamentales, el socialismo o comunismo de una parte, y el reaccionarismo o «fascismo» de la otra, [es insostenible]. Que esta afirmación no tenga valor doctrinal alguno —insistía Croce en contra de la opinión de casi todos—; es algo que ni siquiera amerita ser demostrado: las tentativas de algunos filósofos de construirla doctrinalmente, usando los conceptos de «Estado fuerte» y de «Estado ético» son filosóficamente ilegítimas y caen en el sofisma y en el altercado verbal. Y —concluía Croce con vigilante sabiduría— en cuanto a su valor de previsión o de profecía, esta no supera el valor de las previsiones y profecías históricas, son todas muy inestables y expuestas a inesperadas e irónicas desmentidas12.


      Sin embargo, años antes de la distinción de Croce y del derrumbe del sistema liberal –proclamado y celebrado por Sorel– Gobetti sostenía que muchas eran todavía las tareas históricas que el propio liberismo económico tenía por delante en los países europeos capitalísticamente atrasados y periféricos, desde Portugal a Italia del Sur, desde Polonia y los países Eslavos hasta España.

      Con un criterio parecido, Gramsci denunciaba en Italia la política reaccionaria de los sostenedores del “feudalismo económico” y escribía, en 1918


      El liberismo es una lucha en favor de los oprimidos porque combate a los nuevos feudatarios del trigo, los barones del azúcar, los explotadores de la siderurgia, […]. El Liberismo es «lucha por la justicia» o lo es «en favor de los oprimidos». Lucha por la justicia, porque [el liberismo] pide, simplemente, que los que compiten lo hagan [sólo] con sus fuerzas, para que los mejores puedan triunfar13.


    2. Para el estudio de la entera polémica, remito a los textos compilados de Benedetto Croce, Luigi Einaudi, Liberismo e liberalismo, a cargo de Paolo Solari, Ricciardi editor, Nápoles 1988, que recoge los textos de la discusión pública iniciada en 1927. Sobre la concepción de la libertad política en Locke y su trascendencia respecto al modelo económico del capitalismo de este comienzo de Siglo XXI, reenvío al agudo ensayo de Diego Fernández Pychaux, La resistencia, formas de libertad en John Locke, Prometeo, Buenos Aires 2015. Una visión histórica de las milenarias concepciones de la “libertas” (y de sus teorizaciones) es abordada en el ensayo de Francesca Izzo, Le Avventure della liberta. Dall’antica Grecia al secolo delle donne, Carocci editore, Roma, 2016.

    3. CROCE, B (1925). “Liberalismo” (1925) ahora in: Cultura y vida moral. Intervenciones polémicas, edición española a cargo de Ana Jaramillo para las ediciones de la Universidad Nacional de Lanús, Lanús, 2011, p. 239. Sobre la historia conceptual y política de la idea de libertas/libertad (y de su pareja no menos milenaria «isonomia») remito a las “voces” que había redactado Bobbio para la Enciclopedia Italiana entre los años 1977 y 1978, ahora reunidas en un libro editado por Einaudi, Egualianza e Liberta, Turín 1995. Sobre la interpretación del liberalismo entendido como invocada ausencia del Estado y coincidencia entre “mercado” y “democracia” remito a los escritos de Fridrich Von Hayek y al respectivo capítulo dedicado al apogeo del pensamiento “liberal y neo-liberal” en la Storia del pensiero liberale, de Giuseppe Bedeschi, Rubettino, Soveria Mannelli, (Cz), 2015.

    4. Este desconocido texto (escrito en evidente sintonía con el pensamiento de Piero Gobetti) apareció en la revista socialista de Turín Il grido del popolo, n°, 710, 2 de marzo de 1918, con el título precisamente de “Liberismo”. Para entender la vinculación ideal de Gramsci con Gobetti véase el cap. 2 (“Liberalismo revoluzionario”) del ensayo de POLITO, P (2007). El liberalismo de Piero Gobetti, Centro Studi Piero Gobetti, Turín, pp. 59-76.


      Pero, entremos en el mérito de como afrontaba el problema Mariátegui en sintonía con Gobetti, en los meses en los cuales introduce el pensamiento político de Gobetti en Perú. La primera consideración que debe hacerse es que la historia de América Ibérica (como de gran parte de Italia, según la interpretación de Gobetti) se caracterizaba por la no concreción de una revolución burguesa, la cual, contrariamente, fue remplazada por la que Gramsci denominaba la “revolución pasiva”. Razón que explica las diferencias sustanciales entre la historia peruana e italiana, a la vez de excéntricas, en relación con el modelo clásico europeo de la interpretación ideológica e historiográfica liberal.

      Esta diferencia histórica y conceptual que Gobetti establece entre los modelos teóricos del liberalismo y del socialismo europeo (referidos esencialmente a Inglaterra y a Europa como centro occidental) y la realidad italiana es precisamente lo que interesa particularmente a Mariátegui, pues le permite comprender mejor la peculiaridad pre-industrial peruana, respecto al modelo capitalista-céntrico formulado por Carlos Marx. Explica Mariátegui:


      Así pues, Gobetti, al observar la historia italiana partiendo del Piamonte, domina el panorama de la política” determinando de ese modo las diferencias específicas con el resto de Italia.


      Partiendo desde esta óptica,


      (…) la Unidad Italiana, como expresión de un ideal victorioso de modernidad y reforma, se presentaba, a la inquisición apasionada y señera de Gobetti –resume Mariátegui– incompleta y convencional. Las corruptelas de la Italia meridional, agrícola y pequeño burguesa, provincial y pobre, palabrera y gaudente, pesaban demasiado en la política y la administración de un Estado creado por el tesón de las élites septentrionales. El Estado demoliberal era en Italia el fruto de una transacción entre la mentalidad realista y europea de las regiones industriales del Norte y los gustos cortesanos y demagógicos de las regiones campesinas del Sur […]14.


      Tales condiciones, de explotación y dependencia del Sur, determinadas por la política reaccionaria de la derecha conservadora, que sólo una revolución liberal, que se extendiese por toda la península italiana, parecía una meta todavía por alcanzar; con mayor razón, la misma revolución socialista todavía resultaba imposible, bloqueada, como estaba por las “diversas fuerzas negativas y reaccionarias” que ya habían minado la constitución del Estado liberal. Incluso las grandes transformaciones introducidas “por los cuadros de la revolución proletaria” en los consejos obreros de la Fiat en Turín y por las


      (…) fuerzas que partían del Norte y anunciaban vigorosamente una democracia obrera” sostenida por el “Orden Nuevo” [de Gramsci] que representaban –observa Mariátegui– el impulso de una Italia absolutamente moderna, entonada económica y mentalmente al ambiente más estrictamente occidental, se esterilizaba por la resistencia de una Italia provincial, íntimamente güelfa y papista, deformada en la superficie por el espectáculo parlamentario, cuyo verbalismo inconcluyente y cuya retórica espumante inficionaban al propio socialismo, basado en clientelas electorales y agitaciones de plaza mal avenidas en sus móviles con el entendimiento y la actuación de una política marxista15”.


      El juicio final de Mariátegui —el cual, sin que él pudiera saberlo está en profunda sintonía con lo que elaborará Gramsci en los Cuadernos de la cárcel, especialmente entre 1929 y 1932-, es tajante y esclarecedor del pensamiento de Gobetti sobre la revancha de las fuerzas oligárquicas “negativas y reaccionarias” que hundieron el liberalismo y toda posibilidad de socialismo.


    5. MARIÁTEGUI, JC (1929). “Piero Gobetti y el Risorgimento”, Mundial, Lima, 15 de agosto. Asimismo, en: Alma matinal y en el tomo primero de Mariátegui Total (p. 543) a cargo de Sandro Mariátegui, Editorial Minerva, Lima 1994.

    15 Ibídem.


    Puede decirse que el drama del Risorgimento nunca apareció, más vivo, en sus consecuencias, que en los días dramáticos en que, vencida sin combate la revolución socialista, se preparaba por la interacción de las diversas fuerzas negativas y reaccionarias la revancha de la Italia pequeño-burguesa contra el Estado liberal. Este es, sin duda —concluye Mariátegui—, el factor que excita la clarividencia de Gobetti para reconstruir tan lúcida y apasionadamente la génesis ideal del Risorgimento16.


    En resumen: digamos que la cuestión de método planteada por Gobetti imponía la necesidad de hacer un análisis comparado entre las instituciones políticas de la Europa burguesa y las del Piamonte así como las de la Italia del Sur. Comparación que, en la visión de Mariátegui, se extiende a los múltiples niveles económico-institucionales, presentes en las diversas latitudes del continente americano: desde el Norte de los Estados Unidos, cristiano-capitalista y burgués, al Sur de este mismo país, dominado por modelos pre-burgueses y pre-capitalistas, hasta la grandísima e imprevisible América Ibérica donde conviven diversos modos de producción así como diversas formaciones políticas, económicas y sociales, en una mezcla muy sui generis de “feudalismo” y “capitalismo”17.

    De tal suerte que se trataba de analizar las formas históricas del “retraso de la conciencia política” latinoamericana y de las instituciones liberales, análogas a lo que Gobetti había constatado en Italia, y las implicancias que aquel “atraso” habría tenido en la perspectiva del socialismo en América andina. El tema de fondo que Mariátegui trae de Gobetti es la fallida realización de la reforma protestante, en los países “latinos” y católicos de Europa y en América Latina, reforma a la cual Hegel –y luego Max Weber- ya le había atribuido una función decisiva en la génesis de la modernidad que prepara la revolución capitalistico-burguesa.

    Al contrario, en las “naciones católico latinas”, no sólo no se dio la Reforma, sino que la Contrarreforma condicionó negativamente las dinámicas culturales, sociales y económicas que hubieran podido generar la revolución liberal-burguesa18. La Reforma protestante introdujo una nueva civilización del trabajo y


    (…) con ella aparecían en Europa – explica Gobetti y concuerda Mariátegui - nuevas tipologías morales en base al libre examen: el capitalismo nace de una revolución individual de la conciencia, educada a la responsabilidad personal, de manera que la democracia en los países protestantes se impregna de liberalismo, con reflejos de pasión libertaria en las masas, en evidente oposición a la plebe católica condicionada negativamente por el pauperismo y los halagos de la beneficencia19.


    Al comparar el proceso religioso y social de Italia con los países capitalistas [hegemónicos en Europa]

    –comenta y aclara con gran agudeza Mariátegui – Gobetti formuló este juicio de fondo:


    1. Ibídem

    2. Se puede considerar que el debate importantísimo (que tuvo lugar entre los años 60 y 80 del siglo pasado) sobre la peculiaridad “feudal” o “capitalista” de la economía latinoamericana de los siglos XVIII y XIX empezó precisamente con las reflexiones sobre la realidad peruana de Mariátegui, y luego retomado parcialmente por Sergio Bagú en su clásico trabajo Economía de la sociedad colonial: ensayo de historia comparada de América, Buenos Aires 1949.

    3. Consideraciones sobre la “historiografía imperial–católica” referida a América latina que valorizan la lectura mariateguiana de Gobetti y su interpretación crítica de la historia Iberoaméricana, en: FILLIPI, A (1988). Instituciones e Ideologías en la Independencia Hispanoaméricana, prólogo de José Aricó, Alianza Editorial, Buenos Aires, cap. IV e Id. “Para una crítica de la historiografía antiliberal europea sobre la Independencia Hispanoaméricana y el pensamiento político-insitucional de Bolivar”, In: Bolivarium, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Simón Bolívar, Caracas, Año V, n°. 5, 1996, pp. 69-132.

    4. GOBETTI, P (1923). “Le democrazie del lavoro e la civilita della Reforma”, Conscientia, año II, n°. 5, Diciembre. Pero sobre este punto esencial en la lectura mariateguiana de Gobetti, léanse ahora los trabajos recogidos por Alberto Cabella y Oscar Mazzoleni, Gobetti tra Riforma e Rivoluzione, Angeli Editor, Milán, 1999.


      En la historia italiana, los tipos de productores resultaron de las transacciones a que constriñe la dura lucha contra la miseria. El artesano y el mercader decayeron después de las comunas [de la Edad Media]. El agricultor es el antiguo siervo que cultiva por cuenta de los patrones o de la curia y tiene en la enfiteusis su única defensa. La civilización más característica luego es la que se forma en las cortes o en los empleos y que habitúa a las astucias, a los funambulismos de la diplomacia y de la adulación, al gusto de los placeres y la retórica. El pauperismo italiano se acompaña con la miseria de las conciencias: quien no siente cumplir una función productiva en la civilización contemporánea, no tendrá confianza en sí mismo, ni culto religioso de la propia dignidad. He aquí en qué sentido el problema político italiano, entre los oportunismos y la caza descarada de puestos y la abdicación frente a las clases dominantes, es un problema moral20.


      Cada vez que se quiera profundizar –concluía Mariátegui– en la explicación del retraso de la lucha de clases y de la conciencia política italiana, Gobetti retorna a este concepto. «El atraso de la economía impide que Italia eleve su progreso al nivel de los grandes Estados capitalistas de Europa»”21.

      En junio de 1929, en el número 24 de la revista Amauta, – y ello constituye una de las razones para volver sobre Gobetti en ocasión del aniversario de la revista — apareció la traducción del artículo de Gobetti “Nuestro protestantismo”22 donde se argumentaba cómo el capitalismo anglosajón sería incomprensible sin “la revolución individualista” introducida por Lutero y Calvino, precursores de la moral del trabajo postulada por las «nacientes democracias productoras» y que «el espíritu de la democracia protestante es idéntico a la moral librecambista del capitalismo y la pasión libertaria de las masas».

      Gobetti proseguía sosteniendo –comenta Mariátegui – que la “madurez anglosajona, la capacidad de creer en las ideologías precisas, enfrentar los peligros para hacerlas prevalecer, la voluntad rígida de practicar dignamente la lucha política nace de este noviciado, que significa la última gran revolución ocurrida después del cristianismo”. ¿Y en Italia? - se preguntaba Gobetti– “El protestantismo en Italia

      –respondía– debe luchar contra la economía parasitaria, la humanidad pequeño burguesa y debe buscar en los obreros educados para la lucha libre y la moral del trabajo los cuadros de la herejía y de la revolución democrática. De este modo, no será una ideología de importación sino el mito auténtico de una Italia educada con dignidad, el mito de ciudadanos capaces de sacrificarse por la vida de la nación porque son capaces de gobernarse sin dictadores ni teocracias”23.

      En Perú y América Ibérica –reflexiona Mariátegui desarrollando desde la perspectiva peruana las consideraciones de Gobetti– se habían negativamente configurado condiciones históricas similares a las de Italia centro meridional, penetrada por la influencia del conservadurismo católico, no liberal y a menudo activamente reaccionario, donde la “lucha por la libertad y la democracia no se sintió suficientemente en sus fines ideales, en su necesidad histórica del pueblo”24.

      En síntesis: “Italia no superó, ni aún en su más ardiente estación demomasónica, el equívoco del liberalismo católico”. Y ello como consecuencia –prosigue Mariátegui citando a Gobetti–


      (…) del diletantismo literario, que había impedido una reforma religiosa y en el mismo modo un movimiento franciscano de redención autónoma, era sustancialmente anárquico y antisocial. Y una psicología libertaria


    5. Ibídem..

    6. MARIATEGUI, JC (1929). Op. cit., y ahora pp. 143-144 de El Alma Matinal (Ed. Populares, 1988) y en Mariátegui Total, Tomo I pp.

      543, ed. 1994.

    7. Aparecido en la Rivoluzione Liberale, año IV, n°. 20, 17 de mayo de 1925. Artículo que había sido publicado el 22 de diciembre de 1923 en la revista protestante Conscientia bajo el título: “La democrazia del lavoro e la civilitá della Reforma”, que ya he citado (ver nota 12).

    8. GOBETTI, P (1929). “Nuestro protestantismo”, Amauta, n°. 24, Lima. En el mismo número de Amauta, Mariátegui tradujo otros dos artículos de Gobetti.

    9. MARIÁTEGUI, JC (1929). Op. cit., también in: El Alma Matinal. p. 142. También en Mariátegui Total, Tomo I, p. 543.


    así formada podía aceptar por mera inercia una fuerza tradicional como la Iglesia, pero no podía dar su vitalidad a la creación del nuevo Estado; como la historia en su más vasta dialéctica europea desbordaba la contingente voluntad de la mayoría de ciudadanos italianos, se aceptó la osamenta, el mecanismo del Estado liberal, sin vivificarlo interiormente. Las experiencias de los años 1848 y 1849 ayudaron a la formación de la nueva clase dirigente, pero debiendo ésta aceptar el equívoco que la circundaba, tuvo solamente una función de práctica habilidad, no fue revolucionaria no creó el Estado. En estas palabras está expresada la tragedia de una clase dirigente a la que Italia fascista ha vuelto las espaldas, pero a la que debe, sin duda, Italia, su puesto actual en el mundo moderno25.


    Analizada en una perspectiva comparada: la visión gobettiana, sustancialmente compartida por Mariátegui nos explicaba cómo, en las condiciones históricas de la realidad italiana de comienzos del siglo pasado, no se podía plantear la cuestión de la actualidad teórica y práctica de la revolución liberal y en consecuencia de una revolución socialista –en virtud de la intrínseca vinculación entre ambas– sin proceder primero a revisar críticamente el pasado, remoto y reciente tal y como se había configurado en Italia así como en España y América Ibérica. Y sin cumplir, al mismo tiempo, la consiguiente crítica al “neo-revisionismo” ideológico e historiográfico que había mitificado la herencia de aquel pasado, español o italiano, manipulándolo para imponer una celebración apologética del presente: tratando de instalar el paradigma conservador que proclamaba: la reacción como progreso.

    Es por todo ello que, en la visión a contracorriente de Gobetti, el Risorgimento – al igual que las luchas por la Independencia política del Imperio Español en América a inicios del Ochocientos, según Mariátegui – aparece como un proceso histórico no sólo inconcluso sino francamente abortado, habiendo “faltado en la batalla liberal de Italia el estímulo de una afirmación vigorosa de las clases obreras” y habiendo [caído] el “absolutismo incesantemente en tratos con la plebe indiferenciada para tener bajo control al espíritu liberal y republicano. En el siglo XVIII – subraya Mariátegui – el movimiento laico y liberal no se desarrolla en Italia por acción del mismo factor negativo de retraso” que por otra parte iguala la condición italiana con aquella de gran parte de América borbónica.


    Este aspecto de las meditaciones de Gobetti – sostenía desde una innovadora perspectiva de análisis comparado Mariátegui – tiene un excepcional interés, que casi es innecesario subrayar, para los estudiosos de la evolución social de España y sus colonias americanas. Las consecuencias morales, políticas e ideológicas del pauperismo, de la beneficencia, de las cortes y las administraciones apoyadas en la domesticidad de las clases parasitarias, del servilismo de las plebes menesterosas, no son menos visibles ni menos trágicas, en la España de Fernando VII o en la América de Gabriel García Moreno, que en la Italia setentista [del siglo XIX] o neo-güelfa26.


    Para lograr establecer en Italia y en Perú un posible y necesario nexo político entre “revolución liberal” y “revolución socialista”, era indispensable ante todo una acción política capaz de superar las tradiciones económico-políticas reaccionarias que la condicionaron bloqueándolas de manera similar como “revoluciones pasivas”, tanto en la historia italiana como en la iberoamericana. Al mismo tiempo, se trataba de establecer cuáles eran las tareas que la teoría política –y la consciente hegemonía cultural- habría debido enfrentar para reinventar los pasados modelos de origen inglés y francés de liberalismo y del socialismo teórico marxiano, adaptándolos y aplicándolos, si era posible, a la especificidad de las realidades históricas de Italia, y más en general, de las naciones extra-europeas.


    25 Ibídem

    1. Ibíd., p. 144 en El alma matinal (“La economía y Piero Gobetti”) y en Mariátegui Total, Tomo I, p. 542. Mariátegui observa y analiza con formidable conocimiento y precisión el desarrollo de los procesos históricos reaccionarios, antiliberales y anti-democráticos que culminaron con el fascismo en Italia y con la dictadura de Miguel Primo de Rivera en España (1923-1930), fenómenos a los cuales dedica casi cincuenta artículos que considero deben ser leídos aún hoy en día para lograr una compresión de una historia comparada de la configuración histórica y política de las dictaduras y de las culturas reaccionarias.


  4. PARA UNA TEORÍA JURÍDICO-POLÍTICA DE LOS DERECHOS DE LIBERTAD Y DE JUSTICIA SOCIAL EN SURAMÉRICA. DESDE MARIÁTEGUI A SALVADOR ALLENDE.

Afortunadamente, gracias a la gran influencia que en aquellos años tuvo Mariátegui, la recepción del pensamiento de Gobetti termina por trascender el ámbito peruano para extenderse al resto de América Latina. En forma particular, el debate sobre liberalismo y socialismo había tenido especial interés en Argentina, donde tuvo gran relevancia el pensamiento del socialista Juan Bautista Justo (que muere dos años después de Gobetti y dos antes que Mariátegui) y donde, no por casualidad, algunos años más tarde se publicarán, con prefacio de Gaetano Salvemini, algunos escritos fundamentales del principal teórico del Socialismo liberal, el italiano Carlo Rosselli27.

Como hemos visto, la “conexión”, jurídico-política complementaria y simétrica, entre socialismo liberal y liberalismo socialista fue reconocida por el mismo Gobetti en una nota a un artículo de Carlo Rosselli en el cual se sostenía que:


(…) una vez admitido, como lo admite Rosselli, que el socialismo es la conquista por parte del proletariado de una relativa autonomía económica indispensable y la aspiración de las masas para afirmarse en la historia, se ha dado el paso más difícil para entenderse. Incluso nuestro liberalismo es socialista si se acepta el balance de marxismo y socialismo ofrecido por nosotros más veces. Basta con aceptar el principio que todas las libertades son solidarias”28.


Para comprender el sentido y alcance de estas ideas precursoras, recordemos que, a incios de 1924 salió en Milán el nuevo diario de la juventud socialista denominado Libertá en el cual se manifestaron dos orientaciones: la del “marxismo revisionista”, encabezada por Rodolfo Mondolfo y la del “socialismo liberal”, sustentada por Alessandro Levi29.

Con la idea de extender el debate, la dirección de Libertá abre una “discusión serena” invitando a los compañeros a pronunciarse “sobre los métodos y principios del socialismo marxista frente a los múltiples revisionismos elaborados hasta hoy o en vías de elaboración”. En el Número 7 de Libertá (1° de abril de 1924) se publicó el artículo “L’ora di Marx”, firmado por Piero Gobetti,


Es necesario tener el coraje de afirmar –escribe Gobetti – que esta es la hora de Marx; pocos escritores del siglo pasado (sólo Cattaneo entre los italianos) se pueden releer con tanta conmoción febril e indignada. Es necesario reimprimir las páginas de la crítica [de Marx] a la pequeña burguesía: ¡¡son la crítica al fascismo!! A su polémica contra el comunismo utópico y anárquico y a la democracia traidora podremos colocar los nombres de la subversión vana y la incertidumbre socialdemocrática que aparecieron después de la guerra, en lugar de la revolución proletaria. […]. Pero ¿cuántas veces – se pregunta – no vienen a la mente las maldiciones de Marx frente a los intelectuales mussolinianos? […] El movimiento obrero tuvo un objetivo y originalidad cuando lanzó su grito de batalla. No es cierto que Marx habló a las masas con el lenguaje materialista, Mazzini con el lenguaje ideal: el ideal de Mazzini es confuso y romántico; el de Marx realista y laborioso. En Italia, Marx – concluye su crítica Gobetti – fue mandado al desván por la inmadurez


  1. Se trata de Acción y carácter. Escritos políticos y autobiográficos y Socialismo Liberal, ambos publicados por la Editorial Americalee de Buenos Aires en 1944. De Salvemini ya había aparecido en Argentina la traducción española de Carlo and Nello Roselli. A Memoir, publicado en Londres (a cargo de For Intellectual Liberty) en 1937 y publicado por la editorial Hechos e Ideas en Buenos Aires el año siguiente.

  2. GOBETTI, P (1924). “Liberalismo socialista” in: Rivoluzione Liberale, Turín, año 3, n°. 29, 15 de Julio .

  3. En el n° 4 de Libertá, Mondolfo, siguiendo en el debate iniciado por Carlo Rosselli, publica el artículo “Marxismo y Revisionismo”, sobre el cual Levi intervendrá a su vez y repetidamente, insistiendo en la “lección ética” del socialismo y refiriéndose, a la figura moral de Giuseppe Mazzini (Cfr. “Problemi morali”, n°. 5., “Vivere nella realtá”, n°. 7, “Il dovere politico”, n° 10).


    del capitalismo y del proletariado”30.


    No es para nada casual que el mejor comentario sobre la visión gobettiana de la relación entre liberalismo y socialismo lo hizo en Italia Bobbio, cuando al reconocer que la interpretación histórica y filosófica de su admirado Gobetti no sólo “no se distingue del todo de la rosselliana, [sino] más bien la anticipa”. Justamente se ha observado –aclara Bobbio– que “para sintetizar la relación que establece Gobetti entre liberalismo y socialismo hace falta darse cuenta de que la revolución liberal, mediante la cual el proletariado lucha por su propia liberación, es la “forma más avanzada y completa de liberalismo31”.

    Resulta sin duda relevante que en 1927, en plena madurez, Mariátegui sostuviese convencido que: “el destino de todo liberalismo auténtico es preparar el camino al socialismo”32. Para él, como para Justo (así como lo será para Rosselli), se trataba, dentro de las diferentes condiciones históricas específicas de cada país, de dar vida a una batalla teórica y práctica, doble y convergente, para liberar al liberalismo de los axiomas del liberalismo que se había vuelto oligárquico y reaccionario y al socialismo de la lógica determinista y evolucionista de la II Internacional.

    Un año después, en un artículo emblemáticamente titulado “La economía liberal y la economía socialista”, Mariátegui, después de haber sostenido –a la par de Gobetti– cómo “el primer estado socialista se demostró mucho más liberal que los estados que se autoproclamaban liberales”, llegaba a la misma conclusión a la que habían arribado los pensadores liberales al afirmar que la función del liberalismo, desde la perspectiva histórica y filosófica, ha pasado a ser la tarea del socialismo y que “siendo el liberalismo un principio en constante evolución y desarrollo, ahora no hay nada menos liberal que los viejos partidos que llevan este nombre”33. Convencimiento que José Carlos el año antes de su muerte recordaba ser compartido — como hemos visto al comienzo— “por filósofos, tan diferentes, como Bertrand Russell y Benedetto Croce, […] para quienes el socialismo sigue históricamente al liberalismo como principio de civilización y progreso”34.

    Y, en otro contexto, volvía a los mismos conceptos afirmando – en la perspectiva de una posible transición hacia el comunismo, que habría señalado el inicio de un “orden nuevo” – que este futuro nuevo orden “no puede renunciar a ningún progreso moral [logrado] por la sociedad moderna”.

    Razón por lo cual, en su “programa socialista”, Mariátegui consideraba con todo fundamento “que no se podía despreciar ninguna conquista intelectual” del liberalismo. Más bien, el socialismo no habría


  4. Gobetti no sólo interviene en la polémica marxista sobre iniciada por la periódico Libertad, sino que, después de haber leído un artículo enviado por Rosselli, en mayo sostiene en la Revolución Liberal (n°. 20): “Una democracia verdadera debe nacer sobre el terreno histórico del marxismo y los demócratas italianos que maldicen a Marx son lo más selecto de la reacción. Mazzini puede interesar a los diletantes en busca de nuevas formas de filantropía de ánimo reaccionario”. Pero cfr. MASTELLONE, S (2001). “Il socialismo liberale di Carlo Rosselli”, in: Aldo Capitini tra socialismo e liberalismo, a cargo de Gian Biagio Furiozzi, Franco Angeli, Milán, p. 23.

  5. BOBBIO, N (1977). “Attualitá del socialismo liberale”, introducción a Carlo Roselli, Socialismo Liberale, Einaudi, Turín, pp. 16-17, La cita a la cual se refiere Bobbio pertenece a Nicola Tranfaglia, “Sul Socialismo liberale di Carlo Rosselli”, in: AA. VV (1994). I dilemmi del liberalsocialismo, a cargo de Michelangelo Bovero, Virgilio Mura y Franco Sbarberi, NIS, Rom, pp. 85-104. Bobbio recuerda, citando a Pietro Polito, Gobetti y Marx. Il marxismo nella elaborazione di un liberalismo rivoluzionario, que Gobetti había escrito el artículo ya citado “L’ora di Marx” precisamente a pedido de Carlo Rosselli. Pero véase también BOBBIO, N & TAMBURRANO, G (2007). Carteggio su marxismo, liberalismo, socialismo, Editori Riuniti, Roma.

  6. MARIÁTEGUI, JC (1975). “Política Uruguaya”, originalmente en Variedades, 1° de enero de 1927. Luego en Temas de Nuestra América, Lima, p. 136 y en Mariátegui Total, Tomo I, p. 466.

  7. MARIÁTEGUI, JC (1928-1929). “La economía liberal y la economía socialista”, in: Defensa del Marxismo. Polémica revolucionaria. Los ensayos recogidos en Defensa del marxismo (que habían aparecido en Amauta entre septiembre de 1928 y junio de 1929) sólo fueron publicados, junto con otros escritos, en Santiago de Chile en 1934 por Ediciones Nacionales y Extranjeras. Sólo a partir de 1959, en ocasión de la primera serie de la edición popular de las Obras Completas editadas por la empresa editora Amauta se publicó la versión integral que había previsto José Carlos.

  8. MARIÁTEGUI, JC (1929). “Veinticinco años de sucesos extranjeros”, Variedades, 6 y 13 de marzo.


hecho más que “escarnecer y denunciar sus limitaciones. Aprecia y comprende lo positivo de la idea liberal; condena y ataca solo lo negativo y caduco de ella”.

Estos conceptos de Mariátegui, que parecen, a la vez, tanto seguir a Gobetti como anticipar los contenidos en el Socialismo liberal de Rosselli, que por una singular coincidencia, apareció el mismo año de la muerte del intelectual peruano, en 1930 (si bien, el trabajo de Rosselli fue escrito antes, cuando se encontraba confinado por el fascismo en la isla de Lipari en los años 1928-29)35.

Por otra parte, la conciencia histórica y política según la cual el liberalismo europeo estaba atravesando una crisis profunda habiendo agotado toda su carga revolucionaria de “partero de la historia” permitió que Gobetti y Mariátegui observaran al mismo tiempo, y con igual perspicacia los aspectos negativos de la decadencia no menos evidente del Kathedersozialismus “áulico” y “oligárquico”, igualmente necesitado de una radical renovación en su teoría y en su política.

En la polémica contra la creciente decadencia oligárquica y burocrática, continuadora “de las funciones conservadoras”, del peor reformismo europeo, Mariátegui se refirió nuevamente a Gobetti escribiendo sobre la bien conocida crisis y la degradación de la práctica del socialismo en Bélgica: “el país de Europa en el cual se identifica mayormente el espíritu de la II Internacional” (y rebautizado sarcásticamente por Marx como el “Paraíso de los capitalistas”).

El blanco polémico de Mariátegui es el dirigente belga Henri de Man, cuyo caso “se explica, en gran parte, por el proceso de lucha de clases en su país”36. Lucha que, ahora, sostenía con amarga ironía Gobetti, retomado por Mariátegui, “no era consentida por las mismas exigencias idílicas de una industria experimental y de una agricultura que se acerca y se adapta a todas las clases. La mediocridad también es enemiga de la desesperación”. Los leaders del socialismo han terminado —criticaba el líder del socialismo peruano— por reducir “a los obreros de Bélgica sin ideales de lucha. Después de treinta años de vida política, se encuentran como representantes naturales de un socialismo áulico y oligárquico y continuadores pasivos de las funciones conservadoras”37.

La tenaz y razonada búsqueda mariáteguiana de una teoría política crítica que contribuyera a la hegemonía cultural para el “socialismo indoamericano” se interrumpe con la muerte de José Carlos en 1930.

Sin embargo, no se deben terminar estas consideraciones histórico-políticas sin hacer referencia a las contribuciones esenciales y duraderas que ha dado a la “democracia del Estado social de derecho” y al socialismo latinoamericano el “compañero presidente” Salvador Allende. El líder – en sus tiempos dificilísimos de culminación de la Guerra Fría– que con mayor coherencia y formidable, heroico coraje, había intentado conjugar, para el pueblo chileno, socialismo con libertad; y hasta los últimos días de su presidencia “siempre se mantuvo fiel a ambos componentes de su pensamiento, intentando poner en


35 Escribe, en efecto, Rosselli (in: Socialismo liberale, Op. cit., pp. 91-92): “El movimiento socialista es pues el heredero concreto del liberalismo, portador de esta idea dinámica de libertad que se pone en marcha en el movimiento dramático de la historia. Liberalismo y socialismo, bien lejos de oponerse, según [cuanto] quería una vieja polémica, están ligados por una relación muy estrecha. El liberalismo es la fuerza ideal inspiradora; el socialismo, la fuerza práctica realizadora”

  1. Mariátegui, cita la obra de De Man que había aparecido en italiano publicada por la editorial Laterza en 1929, bajo el título de Il Superamento del marxismo, traducida a su vez de la edición francesa de 1927 del volumen publicado originalmente por Diedrichs, en Jena en 1926, bajo el título: Zur psychologie des Sozialismus.

  2. MARIÁTEGUI, JC (1928-1929). “Rasgos y espíritu del socialismo belga”, in: Defensa del marxismo, Op. cit., pp. 34-35 y en Mariátegui Total, Tomo I, pp. 1302-1303. La cita de Gobetti, hecha por Mariátegui, proviene del ensayo “Fiamminghi e Valloni”, aparecido en Rivoluzione liberale, n°. 30, 30 de agosto de 1925. Mariátegui había criticado al autor belga en otros dos artículos registrados ambos en el citado volumen Defensa del marxismo: “Henri de Man y la crisis del Marxismo” y “La tentativa revisionista de “Más allá del Marxismo”, in: Defensa del Marxismo. Polémica revolucionaria, Ed.cit., pp. 7-11.


    práctica un esquema político nuevo, y por eso mismo trascendió a su tiempo”38.

    Casi una centuria después, en Suramérica y en las condiciones históricas de una escena mundial actual, profundamente cambiada, los desafíos teórico-políticos para lograr una sociedad en la que se puedan realizar conjuntamente los derechos individuales de libertad y los sociales de igualdad, constituyen, siguen constituyendo, el revolucionario “mito” mariáteguiano del presente histórico nuestroamericano.


  3. Como bien lo recuerda quien fuera uno de sus colaboradores más cercanos en el gobierno de Unidad Popular (y actual Embajador de Chile en la Argentina) José Antonio Viera-Gallo en sus memorias políticas, tituladas: El compromiso, El Mercurio- Aguilar ediciones, Santiago de Chile 2013, pp. 103 y ss. Sobre las distintas etapas de las elaboraciones jurídico-políticas y las puestas en práctica institucional del socialismo de Allende remito a la detallada reconstrucción cronológica hecha por Mario Amorós en: La Biografía (con un relevante apéndice de 115 documentos inéditos), Ediciones B, Santiago de Chile, 2013. Sobre el tema conductor de esta ponencia, deben volverse a leer en este comienzo de siglo algunos de los discursos y escritos de Allende recopilados por Frida Modak, bajo el título de: "Revolución y democracia" y "Legalidad, revolución, institucionalidad" en el volumen, Salvador Allende. Pensamiento y acción, Clacso,-Flacso, Lumen editorial, Buenos Aires, 2008.


AÑO 22, n° 77


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en junio de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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