REVISTA ARBITRADA DE LA FACULTAD EXPERIMENTAL DE ARTE DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. AÑO 17 Nº 29. ENERO - JUNIO 2022
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SituArte
Introducción
Bien quisiera ser hija de la diabla y no de la virgen,
para que mi cuerpo moreno, oscuro, negro, no hubiese sido
esclavizado, ultrajado, violentado y colonizado.
Bien quisiera haber oscurecido el alma del agua,
para que los barcos no hubiesen llegado con sus blancas y
virginales costumbres.
Bien quisiera ver expuestas imágenes llenas del
ánima negra, para que contaran libertad y no la despojada
historia de la vida, los sueños y la tierra.
Bien quisiera ser grieta, para ver como cae su hoy
tan civilizada y blanca vida.
En el mundo contemporáneo la exposición de
imágenes en lugares turísticos representa la lectura de lo
que puede signicar la historia en el presente de una ciudad
y sus habitantes. Por consiguiente, las imágenes no están allí
presentadas a los turistas o espectadores como “adorno o
decoración” de un espacio, sino que construyen identidades,
miradas, lecturas, y saberes sobre quiénes somos o fuimos,
como cultura colonizada. Las “culturas dominadas están
impedidas de objetivar de modo autónomo sus propias
imágenes, símbolos y experiencias subjetivas, (…) con sus
propios patrones de expresión visual y plástica” (Quijano,
1998, p. 120).
Es por esto, que en el presente artículo expondré
algunas de las reexiones suscitadas, desde cierta
porosidad, sobre los discursos, símbolos y signicados que
se entrevén, de mi visita a la exposición permanente del
convento “La Virgen de Nuestra Señora de la Candelaria”
1
,
especícamente en dos piezas ubicadas en el salón
mariano: la imagen Adoración del cabro que representa el
mal llamado “culto diabólico al diablo Buziraco” y la que
está enfrente, la imagen: Descendimiento de Jesucristo en
Brazos de la santísima virgen María y el apóstol San Juan. No
quiero situarme únicamente en la producción de la imagen,
es decir, materiales, ritmos, paletas, composición, etcétera;
sino comprenderla, también, como imagen-corpórea en el
espacio, para poder observarla en relación con la historia
de una ciudad colonizada. En suma, este escrito es un
intento de presentar algunos elementos de la colonialidad
enmarañada en el lugar de la exposición permanente,
peculiarmente en las imágenes mencionadas, lo que
representó su leyenda, su historia y el impacto simbólico
que generó en mí como espectadora, lectora y habitante de
un país colonizado.
1 “El cerro de la Popa, con su convento e iglesia, constituye
uno de los signos históricos y culturales de Cartagena
de Indias. En su iglesia, La Virgen de Nuestra Señora de
la Candelaria se erige como el símbolo religioso más
representativo de la ciudad; se puede decir, que su imagen
se instituye como la patrona de los cartageneros católicos.
Su ubicación permite identicarlo” (Sierra, 2008).
Algunas consideraciones metodológicas
y teóricas
Quiero empezar por mencionar que se tomaron
algunos elementos metodológicos y teóricos para el
análisis de la imagen. Por un lado, están los planteamientos
principales de Aníbal Quijano sobre la colonialidad, ya
que comprenden el fundamento de la clasicación y
dominación racial en América Latina. Esta perspectiva me
permitió ver la colonización en las imágenes, entendiendo
cómo la colonialidad se funda en:
La imposición de una clasicación racial/étnica
de la población del mundo como piedra angular
de dicho patrón de poder, y opera en cada uno
de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales
y subjetivas de la existencia cotidiana y a escala
social. Se origina y mundializa a partir de América.
Con la constitución de América (Latina), en el
mismo momento y en el mismo movimiento
histórico, el emergente poder capitalista se hace
mundial, sus centros hegemónicos se localizan
en las zonas situadas sobre el Atlántico que
después se identicarán como Europa, y como
ejes centrales de su nuevo patrón de dominación
se establecen también la colonialidad y la
modernidad. (Quijano, 2014, p. 93)
Asimismo, la idea de que las diferentes culturas
están asociadas a “desigualdades biológicas y no son
producto de la historia de las relaciones entre las personas y
la conquista, ha constituido una matriz de prácticas sociales,
actitudes, valores, imágenes, que consolidan el complejo
ideológico del racismo” (Quijano, 1993, p. 167). Es el
racismo el que impregna todos los ámbitos de la existencia,
congura los modos de ver, poder, saber y relacionarse con
otros, a partir de artefactos visuales, como en este caso las
imágenes presentes en la exposición permanente de la
Popa, lugar turístico.
Ahora bien, el concepto de imagen-corpórea que
utilice para articular la composición de la imagen con la
experiencia sensible que genera en los espectadores, es
comprendida como “una experiencia sensorial potente,
evocativa y es posible encontrarla, allí donde un espacio
nos llega a afectar sensiblemente” (Fajardo, 2018, p. 260).
Esta idea se vincula con el principio de cuerpo situado,
construido por Borja en el análisis de la imagen del periodo
Barroco neogranadino, donde establece que:
La conciencia corporal tenía en la colonia, una
condición arquetípica: el cuerpo se convertía en el
lugar originario que engendraba un orden, donde
se integraban todos los valores, un microcosmos
en el cual se reejaban tanto modelos de mundo
como estructuras sociales. (Borja, 2007, p. 262)
De acuerdo con lo anterior, la observación que
realizo se sitúa en analizar y reexionar sobre las imágenes: