NSAYO

Revista Arbitrada de la Facultad Experimental de Arte de la Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela AÑO 12 N° 23. JULIO - DICIEMBRE 2017 ~ pp. 50-55


Visiones de lo vampírico en el contexto venezolano a partir de la novela Un Vampiro en Maracaibo Vampire-like visions in the Venezuelan context from the novel A Vampire in Maracaibo



Recibido: 30-05-17

Aceptado: 28-06-17

Luis Manuel Pimentel

Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Barqui- simeto, Venezuela

luismanuelpimentel@gmail.com


Resumen Abstract



En la actualidad la presencia del vampiro en la literatura, el cine y las artes visuales ha dado mucho de qué hablar. En este caso, Venezuela cuenta con un vampiro oficial y es el que reconstruye Norberto José Olivar en su novela Un vampiro en Maracaibo (Alfaguara, 2008). En esta narración encontramos una visión particularmente regionalista del engendro. Generamos un acercamiento de este singular personaje, desde ciertas nociones de lo vampírico (Bravo, 2008; Glanz, 2006; Olivar, 2012; Quirate, 1995) con la idea de explorar los aspectos míticos e imaginarios de estos personajes. En este ensayo, nos permitimos establecer vínculos creativos entre juegos de sentidos fragmentados con notas de prensa aparecidas en el diario El Informador de Barquisimeto (Venezuela), junto a notas de prensa del diario Panorama de Maracaibo (Venezuela). Por tales motivos, proponemos un acercamiento sobre el vampiro como un ser mítico universal, que ha habitado en el contexto venezolano.


Palabras claves: Vampiro, monstruo, imaginario, Maracaibo.


Currently the presence of the vampire in literature, film, and the visual arts has given much to talk about. In this case, Venezuela has an official vampire and is the one that Norberto José Olivar reconstructs in his novel Un vampiro en Maracaibo (Alfaguara 2008). In this narrative we find a particularly regionalist vision of the monster. We generated an approach to this singular character, from certain notions of the vampire (Bravo, 2008; Glanz, 2006; Olivar, 2012; Quirate, 1995) with the idea of exploring the mythical and imaginary aspects of these characters. In this essay, we allowed ourselves to establish creative links between games of fragmented senses with press releases that appeared in the newspaper El Informador, Barquisimeto - Venezuela, together with press releases from the newspaper Panorama, Maracaibo - Venezuela. For these reasons, we propose an approach to the vampire as a universal mythical being, which has inhabited the Venezuelan context.


Keywords: Vampire, monster, imaginary, Maracaibo.


La sangre brota


Apareció en Barquisimeto, en la edición del diario El Informador el día 21 de junio de 2013 –preciso día del solsticio de verano– la noticia de que 117 reclusos que estaban en la Comandancia de la Policía de Lara, ubicada en la calle 30, emprendieron una protesta que constaba en sacarse sangre, producto de incisiones que se hacían con hojillas en distintas parte del cuerpo. “Queremos que nos den visitas con nuestras cónyuges, de 8:00 de la mañana a las 4:00 de la tarde y con contacto físico, porque nosotros estamos presos pero no muertos y nos tratan como si fuéramos unos perros”, fueron las palabras ofrecidas por un recluso del pabellón 5 de Polilara a la periodista María José Pacheco, quien escribió la nota en la sección de sucesos.

Las fotografías mostraban las escenas de los reclusos en fila india, unos en franelillas, otros sin franelas, en bermudas, unos con zapatos, otros descalzos, todos con la sangre chorreando de sus pechos, piernas y brazos. Aprovechaban el caos para ver a sus mujeres y le gritaban improperios a los policías. Otras imágenes mostraban a familiares de los reos que querían embarcarse en las unidades de transporte, mientras los llevaban para los ambulatorios más cercanos. La algarabía y la sangre brotaban en la calle 30.

Imaginaba que esa escena pudo haberle gustado al vampiro de Maracaibo para saciar su sed milenaria, la que tanto le gustó al autor Norberto José Olivar, al escudriñar en las entrañas de este diabólico personaje.


El monstruoso personaje


El Lechuza, Zacarías Ortega, Ramón Pérez Brenes, El Vampiro del Lago, son los nombres con los que se ha conocido a este vampiro venezolano. Pertenece esta historia a la fusión entre la novela policíaca concebida por Edgar Allan Poe y a la narrativa explosiva de la cultura ocultista, abriendo paso a la imaginería de hechizos, maleficios y seducciones. El resultado de esta fusión es lo conocido como un thriller suspense “criollo”. Parte de la aparente incongruencia que pueda hacernos pensar la presencia de un personaje con tales características en Maracaibo, remite a humor y jocosidad, unido a la posibilidad de reconstruir una ciudad donde el mal se encarga de poner orden, desde una extraña y retorcida lógica. En esta novela verificamos que el tiempo de vida de estos monstruos no es lineal, aparece el personaje del vampiro como un ser que ha vivido en la ciudad por distintas épocas, a pesar de que su origen sea dudoso.

La presencia narrada por vez primera sobre este engendro en Venezuela, se tiene registrada oficialmente en Maracaibo, en el diario Panorama del 18 de junio de 1921, cuando salió publicada una nota sobre El Lechuza, escrita por Elías Sánchez Rubio pero, para cuando fue publicada, la gente lo tomó como un relato de ficción y luego apareció

en una compilación sobre Narrativa Corta del Zulia que harían Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra, según nos relata Olivar.

Han aparecido en diversas ediciones del diario Panorama, como lo deja claro el personaje expetejota (ex funcionario de la policía) Jeremías Morales, la aparición del vampiro desde una particular psicología, pues Jeremías Morales es uno de los pocos que conoce la verdadera historia del vampiro. Se une a esta pesquisa el personaje- investigador-escritor de la novela llamado Ernesto, un profesor de Historia de la Universidad del Zulia, quien va escribiendo en tiempo real los distintos sucesos que van apareciendo en la indagación sobre el origen del monstruo.


Mi nombre es Zacarías Ortega; nací en Yaracuy, tengo cuarenta y nueve años. He vivido en muchos sitios, el último en Campo Lara. Pilar Briceño fue mi concubina hasta hace poco, y algunas veces trabajo como campesino en varias haciendas, incluso ayudo a unos conucos cuando tienen mucho que hacer, otra veces me bandeo en el matadero sacrificando ganado, eso me gusta más… –se oye un risa torpe–, porque se trabaja menos tiempo y pagan mejor, y es un trabajo muy fácil; en cambio la tierra exige mucho. (Olivar, 2008, p. 59)


Esta grabación tiene fecha de domingo 9 de Marzo de 1975, hecha por Jeremías Morales, una vez que pudieron capturar a Zacarías Ortega, el vampiro, donde se evidencia su preferencia por la sangre y el aparente amor. La operación para aprehenderlo no fue fácil, tuvieron que hacer una emboscada en un lugar escondido de Santa Bárbara del Zulia, en un rancho lejano y de precarias condiciones. Esta pesquisa resultó en una lucha descarnada, donde el expetejota Jeremías Morales, así como el doctor forense Guillermo Meleán y el Comisario Roca, funcionarios designados para la operación, vivieron momentos de una oscura tensión:


Lo que vimos fue una verga muy arrecha, mijo (dijo el viejo expetejota sacudiendo la cabeza, agobiado por las imágenes que recordaba), jamás había visto un ser tan flaco como ese Zacarías; estaba desnudo, era un esqueleto cubierto con una piel arrugadísima, pálida, amarilla, asquerosamente sudado; me da asco pensar que tenía que tocarlo. Los dedos de los pies y las manos parecían unidos por una especie de pellejo, grasa, no sé explicarle eso, era una deformidad que nunca había visto. El tipo nos miró y se echó a reír, los dientes eran rojizos y astillados, como vidrios rotos, una lengua inmensa, cochambrosa. El hombre nos miró sorprendido, lo conseguimos de rodillas, y no le he dicho, la sangre le chorreaba de la boca, le caía al pecho, el hijueputa le estaba


succionando la sangre al cuerpo de un muchacho que había puesto en un camastro sin colchón. (Olivar, 2008, p. 57)


Esta descripción se la hace el Comisario Jeremías Morales a Ernesto, mientras toma apuntes, e iba construyendo su propia versión de los hechos. En la vida de Zacarías Ortega, quien siempre supo usar el poder de la palabra, encontramos que se jactaba de precisar una explicación lógica para cometer sus actos; argumentaba desde fenómenos históricos su vida oscura, desvivida por ofrendarla en actos de amor. Un ser pasional que da el todo por conquistar y embrujar a sus víctimas, saciar su sed sexual y sanguinaria, parecido a como lo estuvieron reclamando los reclusos de la comisaría de la calle 30 de Barquisimeto, al sacarse la sangre y pedir la visita conyugal.

Ante distintos hechos que se habían presentado en Maracaibo en la década de los 80, sobre sucesos raros y sorprendentes, fue extraño el caso de unos sospechosos que andaban en una camioneta negra vestidos de curas. La gente generaba comentarios y añadían que unas monjas se hacían pasar por enfermeras, secuestraban a niños y a los jóvenes que iban caminando solos o en parejas, les extraían la sangre y los dejan por ahí, no se sabía si vivos o muertos. Tras este suceso, la Jefatura del Distrito volvió a designar al expetejota Jeremías Morales a una precisa persecución, y este se volcó con todas las herramientas espiritistas del caso a capturar al vampiro, ahora mutado con un nombre distinto, Pérez Brenes, conocido como el mercenario de las tinieblas.

llamaba Ramón Pérez Brenes, quien, luego de hacer pacto con el diablo, se transformó en la leyenda de El Lechuza.


La alteridad del vampiro


La imagen clásica del vampiro es la terrorífica de un monstruo extraño y oscuro aparecido durante el siglo XVIII en ciertos poblados entre Escandinavia, Dinamarca, Alemania, Austria, Rusia, Polonia, con el propósito de aterrorizar a la población y causar pánico por ser un mutante capaz de concebir la vida-muerte en un solo acto.


El vampiro nos enfrenta al profundo abismo que se abre entre la vida y la muerte: tiene el poder de tender un puente entre la una y la otra, “pero no cegar ese vacío espantoso”. He allí los linderos contradictorios del éxtasis y el horror: el acceso a la inmortalidad (esa forma de la plenitud) es, también, el surgimiento en lo abominable, en la forma absoluta de la probación que es el mal. (Bravo, 2008, p. 147)


Las antinomias vida/muerte, bueno/malo, trascendencia/intrascendencia, éxtasis/horror, sexo/ perversión, oscuridad/reflejo, parecen abarcar cosas macabras, hasta llegar a la metamorfosis que ha sido su destino. La práctica de la brujería, la búsqueda de querer hipnotizar a las mujeres, de luchar contra la concepción religiosa, también forma parte de sus características.

Relata el autor, que a Pérez Brenes hubo personas que lo observaron en los espacios fuera de la ciudad de Maracaibo, cerca de un caserío que se llama Los Mayales, aseguraban que se convertía en lobo y hasta en murciélago. Uno de los pocos personajes que lo vio no como hombre- vampiro sino en su etapa mutante, fue Félix, un funcionario de la Guardia Nacional, amigo de Ernesto y Sergio, cuando estudiaron juntos la Licenciatura en Historia en La Universidad del Zulia.

Cuenta Félix que el hecho ocurrió por la vía a Los Mayales cuando, por la noche, le dio el aventón a la Comisaria Núñez.


Vé, yo no sé cómo explicárselos, pero el bicho ése que estaba parado era, cómo decirles, una especie de gorila, pero muy flaco, con alas de murciélago y hasta con un rabo que llegaba hasta las patas, pero les repito, no fue que lo vi clarito, son más o menos las formas que me cuadraron con lo que yo conozco, ¿entienden? (Olivar, 2008, p. 236)


Algunos foráneos de Los Mayales dicen que esa historia del vampiro era un mito que habitaba en el imaginario de sus habitantes, y hasta algunos lo confundían con el chupacabras. Sin embargo, tenían la referencia de que esa era la historia de un profesor de la Universidad que se

El imaginario del vampiro, como el de las misas negras y el de la demonología en general, tiene sus raíces en la avidez y en la fascinación por lo divino, que en las culturas se expresa en las gramática de las religiones. El imaginario del vampiro nos revela, como una pesadilla de la vigilia, dos de los temores que se articulan con dos de las metáforas de la alteridad: la metamorfosis y la sangre; ser otro y devorar al otro. (Bravo, citado por Olivar, 2008, p. 47-48)


En el pacto con el diablo para cambiar el alma por alcanzar la inmortalidad, una vez causada la transformación, no habrá vuelta atrás. Este es el caso de Ramón Pérez Brenes. Un vampiro flaco, arrugado y viejo, de aliento pestilente, que se le acerca a los niños de manera perversa, como revela Agapito –quien no sabe exactamente por qué Ramón es su hermano– y cuenta que, cuando tenía nueve años, entre forcejeos y perversas seducciones, lo violaba y le sacaba sangre de la yema de los dedos para poder seguir viviendo.

Está entredicho que este vampiro de Maracaibo era bisexual. Tenía mujeres, las cuales enamoraba, las veía crecer y a algunas las mataba, pero también tenía a hombres que lo acompañaban en sus ritos orgiásticos para alabar a satanás. Pérez Brenes se va construyendo en la novela


como una imagen espectral de la maldad y la seducción, permitiendo revelar un mundo que para nada está ubicado en castillos y palacetes, como lo recalca la tradición europea, pues a este vampiro en particular, le tocaba sudar y vivir en medio de un clima vaporoso y hostil como el de Maracaibo.


El mito del vampiro que resucita en la literatura cada vez que sus detractores lo guillotinan y le clavan la estaca fratricida en el pecho, es aparentemente eterno. Aparentemente, porque lleva una veintena de siglos de existencia y sigue reproduciéndose como los demonios aniquilados para siempre en las hogueras. Parecería que su existencia y su aniquilación fueran eternas, y que su eternidad vinculada con la palabra siempre definiese al vampiro como una modalidad esencial del hombre. (Glanz, 2006)


El vampiro generalmente se salva de las continuas persecuciones, pero a veces termina con la estaca clavada en el corazón. En el imaginario del que lo crea hay una constante renovación del engendro. Aparentemente muere y renace, pues sus pactos diabólicos generan una sombra eterna en su alma, continúa Glanz:


Pero esta memoria, esta historicidad concentrada en la palabra que evoca su sentido, se revierte en formas incesantemente renovadas y produce nuevas versiones estéticas del mito que ahondan en su sentido y aclaran, entenebreciéndola, su embozada red de extrañas implicaciones. (2006)


La forma como Ramón Pérez Brenes o Zacarías Ortega –son el mismo vampiro– va entramando las acciones en sus autotransformaciones indica las construcciones lógicas y tradicionales de lo que este tipo de personajes toma del cine, la literatura y el arte visual.


¿Qué nos atrae de lo monstruoso?


¿Qué es lo que nos atrae de lo monstruoso?,

¿hasta dónde esa estética negra y de confusiones entre el bien y el mal terminan generando un acercamiento familiar por lo desconocido?, ¿seremos capaces de creer en ese imaginario diabólico?


Tarde o temprano, toda historia de vampiros llega a la frase que niega, categóricamente, su existencia. La historia y nuestra cordura necesitan de esa convicción. Si la fuerza del vampiro consiste en que nadie cree en él, los cazadores de vampiros reales y los amantes de sus historias exigen a sus monstruos que sufran sucesivas metamorfosis, pero que no abandonen su sintaxis original. (Quirarte, 1995, p. 123)

El proceso de trasformación ha hecho que tengamos visiones particularizadas de su existencia, que dependerán, desde donde se enuncia, el contexto y el grado de significancia en la cultura, en nuestro caso, desde un mezcla de ironía con misterio, disfrazada de “una ficción que retrata el horror real del ser humano”, como se refiere a la novela el escritor venezolano Fedosay Santaella (2017), pues lleva implícito en su configuración el reconocimiento y cierta memoria afectiva que envuelve a sus lectores.

También observamos la relación que existe entre estos seres mutantes, desde un sentido estético y filosófico, sobre la presencia de estos monstruos en la cultura occidental:


Añade Friedrich Schiller que somos atraídos por lo triste, lo terrible y lo horrendo, devoramos historias de asesinos, fantasmas y tragedias y que la conexión con lo real es lo que nos causa el verdadero espanto, pero que el placer, en sí, viene de la observación que hacemos desde nuestra propia seguridad y no importa qué tan educados seamos, estos instintos morbosos anidan en nuestro interior. Entonces la posibilidad de la contemplación sumada a la idea de la proporción como condiciones de belleza, puede servir para hacernos una opinión (seguro que errada) sobre lo bello y lo feo. (Olivar, 2012)


Pero tal belleza se contrapone al discurso canónico de ciertos valores humanos, que en ocasiones ayuda a generar una lectura quizá positiva del monstruo, a pesar que el mismo ya esté consagrado como un ser grandilocuente de la perversión. Parece haber una necesidad de reafirmar que este tipo de personajes, necesarios para la cultura contemporánea, ayuda a verse uno mismo, logrando preguntarnos sobre el por qué lo fantasmal también logra cautivarnos.

Con la idea sobre cómo ha configurado Olivar sus monstruos, encontramos una correspondencia que subyace entre el arte visual y la literatura, como discursos que se apoyan para crear efectos de sentido en este tipo de personajes.


Buenaventura de Bagnorea afirma que la imagen del diablo es bella cuando representa bien su fealdad, y Kant, que el arte muestra como bellas cosas que en la naturaleza serían feas. Como sea, todo nos remite al filtro del arte antes que a cualquier otro motivo, y esa elaboración estética acaba por convertirse en nuestro imaginario y en medición del gusto mismo. Umberto Eco escribe que el contento por lo gótico y por las ruinas es característico de lo visual y lo literario, que mientras unos representan lo triste, lo terrible y lo horrendo, otros se preguntan por qué la idea del deleite y el placer ha estado asociada a la


experiencia de lo bello. Tengo la sospecha de que este embrollo no tiene explicación y que, como tantas otras contradicciones de los humanoides, debamos abrazarlas y conformarnos con la pura exploración y acomodo que, gracias al arte, nos permite vivir despreocupados frente a la incertidumbre. (Olivar, 2012)


Ese deleite de lo grotesco junto a lo sublime, nos hace pensar en la conexión visual y literaria que nos permite asociarlos a experiencias estéticas y esotéricas; esclarecer actos horrendos de una sociedad violenta y sanguinaria como la nuestra, un reclamo indirecto del ser venezolano, que se conecta con la imaginería y sus misterios, sumando a esto la pacatería de los personajes de la novela al indagar sobre asuntos inmateriales como si tuvieran una solución en la leyes constitucionales. Esta ironía en la que está compuesta la narración, es una crítica sociocultural ante una sociedad corrompida, mostrándonos cierta indeterminación de los hechos, e incluso apostándole al poder narrativo como un ente superior a las habilidades de estos monstruos.

Un vampiro en Maracaibo cruza los espacios constituidos entre lo real y lo ficticio. A tal efecto, veamos la siguiente reflexión:


La imaginación colectiva no pertenece a construcciones de la razón, como la lógica, las matemáticas o las ciencias naturales, sino, más bien, a una serie de representaciones “imaginarias” que pueden oscilar entre los mitos antiguos y las ideas contemporáneas que circulan en cada cultura y a las cuales todos nos ajustamos, aun si son fantásticas, erróneas o indemostrables científicamente. (Eco, 2012)


En ese caso, Norberto José Olivar abre el compás del mito con esa doble figuración entre lo real y lo imaginario, al insertar el contexto de la ciudad de Maracaibo como un espacio cómplice para que sucedan las acciones, desde una carga simbólica que entra en juego con lo fantástico. Reconstruye desde su horrenda malformación social y física la continuación de una narrativa venezolana, que proyecta un espacio determinado, pues es la ciudad de Maracaibo en Venezuela, donde el personaje se siente a gusto y reconoce sus calles, avenidas, cementerios, barrios, bares, etc., asumiendo como suyos los lugares comunes del transitar cotidiano, y eso lo hace auténtico. Recrea espacios bellos para algunos o desgraciados para otros, donde interviene la idea de la divinidad como sustancia suprema, con argumentos de trampas y artilugios, en una interesante manera de hacernos entender para qué sirve la literatura.


Lo que voy a escribir con los susodichos y me agarren infraganti en los casos que deba ajustarlos a las necesidades de mi narración: o

sea, lo que quiero decir y lo que quiero ocultar, verdades convertidas en mentiras y mentiras en verdades, de eso se trata este negocio y de eso están hechas la vida y la historia. (Olivar, 2008, p. 107)


Otro elemento de verdades y mentiras, es la presencia religiosa entre el bien y el mal, pero en esta narración el enfoque va más hacia desenmascarar prácticas de ritos que tienen que ver con la magia negra como una versión underground de los cultos. Creencias y fe se afianzan en la idiosincrasia que subyace entre el mito de María Lionza y los Babalaos, distintas formas de reconstruir efectos espiritistas que involucran fuerzas de otro orden, incluyendo la vampírica. Olivar burla el contexto religioso en la medida que va profundizando su escritura, como si hubiera aprendido a vivir en la frontera entre lo bueno y lo malo, agudizando un sentido de la maldad ante hechos que parecen no ser justificables.


El último vuelo del vampiro


Apareció al otro día, en la sección de sucesos del 22 de junio de 2013, en el diario El Informador de Barquisimeto, otra noticia relacionada con la idea del brotar de la sangre, que estaba conmocionando al estado Lara, específicamente en la población de El Tocuyo.


A las 8 y 40 de la mañana, los detenidos del Calabozo del Centro de Coordinación Policial de El Tocuyo, hicieron huelga de sangre, debido al hacinamiento en que se encuentran desde hace varios meses sin que hasta ahora las autoridades le buscaran una pronta solución… Los detenidos son 16 hombres y 4 mujeres que llevaron a cabo la huelga de sangre desde el propio sitio de reclusión. (Timaure, 2013, p. 7B)


Los reclusos de El Tocuyo atendieron el llamado que le hicieron el día anterior los presos de la comandancia de la calle 30 de Barquisimeto, para que se sacaran sangre. Algunas fuentes dicen que tienen una red y se ponen de acuerdo por mensajes de texto, para generar este tipo de sacrificios ante las autoridades.

Suponía a Zacarías Ortega, Ramón Pérez Brenes, El Lechuza, el Vampiro de Maracaibo, el mutante personaje de la novela, rondando con su cuerpo flaco, alto, piel arrugada, de dientes rojos como vidrios rotos, volando de comandancia en comandancia, para beber la sangre de los reclusos y seguir el patrón de la inmortalidad a la que está sujeto.

Un vampiro en Maracaibo es una novela perfectamente encuadrada dentro de la literatura del siglo XXI, que juega, que se atreve en un mar agitado y sale airosa. Como novela modernísima (o postmodernísima) no se preocupa por géneros:


toma del detectivesco, del cine clásico, la crónica roja, la pequeña historia y a todo esto le inyecta humor y terror, en una demostración lúdica y fenomenal de lo que puede hacer un escritor de nuestros tiempos sin caer en hermetismos vacíos y sin darle la espalda a sus lectores. (Santaella, 2017)


Para concluir, la novela es una forma extraña de revelar la realidad venezolana, desde una crítica profunda al estar los personajes involucrados en crímenes y persecuciones horrendas, de entender que en esta creación irónica y burlesca hay un grupo social que critica la religión, el sexo, el amor, la perversión y los ritos. Hay en la historia el reflejo de una Venezuela que se quiebra, con mirada retadora a las instituciones, narrada desde el oficio de escritor como una marca social, provista de recursos que nos hace entender que lo mítico y la cotidianidad están a la vuelta de la esquina.

Referencias


Bravo, Víctor (2008). El nacimiento del lector y otros ensayos. Caracas: Editorial Equinoccio.

Eco, Umberto (2012). La realidad como la conocemos. Prodavinci. Recuperado de: prodavinci.com

Glanz, Margot (2006). La metamorfosis del vampiro. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Recuperado de: cervantesvirtual.com

Olivar, Norberto José (2008). Un Vampiro en Maracaibo. Caracas: Alfaguara.

Olivar, Norberto José (2012). En defensa de los bellos monstruos. Recuperado de: prodavinci.com

Pacheco V, M. (2013, 21 de junio). Privados de libertad en huelga de sangre. El Informador, p. 7B.

Quirate, Vicente (1995). Sintaxis del vampiro. Ciencia Desarrollo. Volumen XXI. (123), 19-33. Recuperado de: culturayotredad.files.wordpress.com

Santaella, Fedosy (2017, 28 de mayo).“Un vampiro en Maracaibo”. El Nacional. Recuperado de: el-nacional.com Timaure, Pedro (2013, 22 de junio). Polilara

intervino para calmar los ánimos. El Informador, p. 7B.


Revista Arbitrada de la Facultad Experimental de Arte de la Universidad del Zulia

Año. 12. N°23

Esta revista fue editada en formato digital y publicada en junio de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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