REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 3ª época. Año 12 N° 35, 2021
Angela M. Rincón M. et al. /// Dimensión ética como límite de lo técnicamente posible… 9-36
DOI: http://dx.doi.org/10.46925//rdluz.35.02
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permitir maneras de vivir como correlatos de la dignidad que quienes están involucrados se
reconocen.
El ser humano es constitutivamente social. No existe lo humano fuera de lo social. Lo
genético no determina lo humano, sólo funda lo humanizable. Para ser humano hay
que crecer humano entre humanos. Aunque esto parece obvio, se olvida al olvidar que
se es humano sólo de la manera de ser humano de las sociedades a que se pertenece.
Si pertenecemos a sociedades que validan con la conducta cotidiana de sus miembros
el respeto a los mayores, la honestidad consigo mismo, la seriedad en la acción y la
veracidad en el lenguaje, ése será nuestro modo de ser humanos y el de nuestros hijos.
Por el contrario, si pertenecemos a una sociedad cuyos miembros validan con su
conducta cotidiana la hipocresía, el abuso, la mentira y el autoengaño, ése será nuestro
modo de ser humanos y el de nuestros hijos (Aquino Britos, 2018:80).
El tercer nivel destaca las relaciones que los seres humanos desarrollan con la vida no
humana; implica acciones ecológicas como sustento, ocupación y cuidado de la existencia. Este
nivel es especial en cuanto se reconoce vida, por tanto, dignidad en quienes carecen de
consciencia para reconocerse tal. Pero, se descubre que el cuidado de la vida no humana además
de reproducir los recursos que favorecen la producción de la vida, a su vez, involucra prácticas
que implican el cuidado de sí.
Subraya el hecho que no existe cuidado de sí valedero que inmiscuya reducciones en la
calidad de vida que los no humanos desarrollan. La ecología se presenta entonces como
reconocimiento de dignidad a otras maneras de vida que favorece invariablemente las formas
humanas de vivir. Así, destaca el hecho que los límites de las prácticas humanas tratan sobre la
necesidad de reproducir vida digna.
El hombre no es sólo un animal político; es, antes y sobre todo, un individuo. Los
valores reales de la humanidad no son los que comparte con las entidades biológicas,
con el funcionamiento de un organismo o una comunidad de animales, sino los que
proceden de la mente individual. La sociedad humana no es una comunidad de
hormigas o de termes, regida por instinto heredado y controlada por las leyes de la
totalidad superordinada; se funda en los logros del individuo, y está perdida si se hace
de éste una rueda de la máquina social. En mi opinión, tal es el precepto último que
ofrece una teoría de la organización: no un manual para que dictadores de cualquier
denominación sojuzguen con mayor eficiencia a los seres humanos aplicando
científicamente las leyes férreas, sino una advertencia de que el Leviatán de la
organización no debe engullir al individuo si no quiere firmar su sentencia inapelable
(Ludwig Von Bertalanffy, 1986:57).