DEPÓSITO LEGAL ZU2020000153  
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ISSN 0041-8811  
E-ISSN 2665-0428  
Revista  
de la  
Universidad  
del Zulia  
Fundada en 1947  
por el Dr. Jesús Enrique Lossada  
Ciencias  
Sociales  
y Arte  
Año 12 N° 34  
Septiembre - Diciembre 2021  
Tercera Época  
Maracaibo-Venezuela  
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 3ª época. Año 12 N° 34, 2021  
Elizabeth B. Arámbulo S. & Roberto C. Dávila M. /// Desafíos epistémicos de las Ciencias Sociales 469-482  
Desafíos epistémicos de las Ciencias Sociales: movilidad social,  
territorialidad y poder  
Elizabeth Beatriz Arámbulo Santiago *  
Roberto Carlos Dávila Morán **  
RESUMEN  
El objetivo fundamental de este análisis es el reconocimiento y la legitimación de las prácticas  
ancestrales de saberes territoriales como parte de los desafíos epistémicos contundentes de  
las Ciencias Sociales, a fin de reivindicar los lugares, la territorialidad y la movilidad social  
como ejercicio propicio para la descolonización del saber social. Se pretende develar que las  
formas de ocupación del espacio por el hombre y su organización en sociedad han surgido de  
las prácticas hegemónicas de la modernidad. El principio de territorialidad que emerge desde  
las diferentes manifestaciones del poder tiene una incidencia muy notable en la construcción  
de saberes. En tal sentido, se estudian las categorías de movilidad social, territorialidad,  
saberes y poder, en el contexto latinoamericano, para identificar su complejidad histórica. El  
abordaje del conflicto político- histórico se analiza desde el posicionamiento epistémico del  
eurocentrismo. De esta manera, se visibilizan las determinaciones socioculturales de los  
saberes territoriales como dinámicas en conflicto, entre resistencias y poderes locales que  
generan un contraste de la diversidad epistémica de la territorialidad y el sentido de  
movilidad social, como necesidad de un saber subalterno.  
PALABRAS CLAVE: Filosofía; Epistemología; Ciencias Sociales; poder político; movilidad  
social.  
*Investigadora del Laboratorio de Estudios Latinoamericanos y Transformaciones Políticas,  
Docente de la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, Venezuela. ORCID:  
http://orcid.org/000-0003-3644-5231. E-mail: lizarambulo@hotmail.com  
** Docente Universitario. Universidad Privada del Norte (UPN). Perú. ORCID:  
https://orcid.org/0000-0003-3181-8801. E-mail: rdavila430@gmail.com  
Recibido: 09/06/2021  
Aceptado: 05/08/2021  
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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 3ª época. Año 12 N° 34, 2021  
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Epistemic challenges of the Social Sciences: social mobility,  
territoriality and power  
ABSTRACT  
The fundamental objective of this analysis is the recognition and legitimation of ancestral  
practices of territorial knowledge as part of the overwhelming epistemic challenges of the  
Social Sciences, in order to claim places, territoriality and social mobility as an exercise  
conducive to decolonization of social knowledge. It is intended to reveal that the forms of  
occupation of space by man and the organization of him in society have emerged from the  
hegemonic practices of modernity. The principle of territoriality that emerges from the  
different manifestations of power has a very notable impact on the construction of  
knowledge. In this sense, the categories of social mobility, territoriality, knowledge and  
power are studied, in the Latin American context, to identify their historical complexity. The  
approach to the political-historical conflict is analyzed from the epistemic position of  
Eurocentrism. In this way, the sociocultural determinations of territorial knowledge are  
made visible as dynamics in conflict, between resistance and local powers that generate a  
contrast of the epistemic diversity of territoriality and the sense of social mobility, as a need  
for a subordinate knowledge.  
KEYWORDS: Philosophy; Epistemology; Social Sciences; political power; social mobility  
Introducción  
El ejercicio hegemónico del poder constitutivo, la ciencia emanada de la labor  
civilizatoria del denominado Nuevo Mundo, cuyo imaginario reinó los atributos del modelo  
hegemónico europeo -para la formación de escenarios de desarrollo y conformación de  
nuevos estatutos en las nacientes naciones latinoamericanas-, devino en la implantación de  
regulaciones y organizaciones, en torno a un modelo de progreso y desarrollo, que en la  
historia acarreó la expulsión de la sociedades originarias; propiciando, en consecuencia, un  
desarraigo de los espacios y el territorio, como posicionamiento para la instalación de nuevas  
estructuras en la dinámica del poder, representado en lugares que habían sido históricamente  
propios de una dinámica socio histórica autóctona.  
Los desafíos actuales en relación a la ciencia ponen en evidencia la interpelación, la  
crítica y posibles alternativas ante las emergencias del siglo XXI; el posicionamiento de la  
geopolítica del conocimiento ha generado ciertos enclaves que se definen en los imaginarios  
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y permiten el reconocimiento y establecimiento de prácticas discursivas; ejemplo de ello lo  
podemos precisar en cómo ha sido ejercida la concepción del territorio, la dinámica del poder  
y el tratamiento que se le ha otorgado a la geografía en cuanto a ciencia que busca determinar  
el espacio como ejercicio interpretativo del ordenamiento jurídico y geopolítico del poder, en  
sus diferentes formas de imposición y justificación, accionadas en una lógica de la razón  
omnipresente europea; de esas prácticas discursivas devienen categorías impositivas llenas  
de ideología: tiempo, espacio, progreso, desarrollo , subdesarrollo, riqueza-pobreza, todo lo  
cual se estableció y se fue instituyendo mediante una línea del tiempo que ha permitido la  
estratificación y divisiones sociales en todo el andamiaje del poder. De acuerdo con Porto  
(
2009:20):  
hasta la misma utopía es un no-lugar, o mejor, es un lugar imaginario que se sitúa  
en otro tiempo mejor que nuestro tiempo, lejos del nuestro espacio del aquí-y-  
ahora. Hasta las mismas coordenadas geográficas latitud y longitud- que  
enmarcan el espacio se hace por medio del tiempo, esto es, en grados, minutos y  
segundos. Consideremos, de paso, que establecer el parámetro del tiempo del  
mundo por el meridiano de Greewich es un marco de afirmación de una Europa  
Noroccidental que así, se distingue, bajo el manto de la ciencia, de otra Europa.  
Según Lewis Munford (1973), la primera máquina verdaderamente moderna,  
consagra la hegemonía del tiempo como categoría hegemónica de la concepción de  
modernidad-colonialidad”.  
Al repensar la ciencia como forma de humanidad civilizatoria, que responda al bien  
común de los pueblos y sociedades desde su eticidad, su invención, sus lógicas y sociologías,  
se hace necesario retomar el pensamiento de De Sousa Santos y su propuesta de una  
Epistemología de Sur:  
El ocaso de la civilización, no muere con Occidente, sino que renace desde el Sur  
con el “Sumak Kawsay”, la distancia fantasmal entre teoría y práctica no es  
solamente el producto de las diferencias de contextos. Es una distancia más bien  
hasta ontológica. Los movimientos del continente  
epistemológica  
o
latinoamericano, más allá de los contextos, construyen sus luchas con base en  
conocimientos ancestrales, populares, espirituales que siempre fueron ajenos al  
cientismo propio de la teoría crítica eurocéntrica” (De Sousa Santos, 2011).  
Hablar de la movilidad social, territorialidad, saberes y poder es un asunto que permite  
establecer conexiones con varios elementos que se podrían conjugar para ser un abordaje  
concienzudo de realidades que matizarían muchos desencuentros sociales, entre lo que se  
destaca la desigualdades, exclusión, racismo, xenofobia; en muchas ocasiones se podría  
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considerar como fenómenos de tensiones que generan disputas sociales, es un asunto  
netamente socio histórico, sociocultural que podría otorgarnos múltiples aristas, lo cual es  
parte del resultado del acontecer del capitalismo y el establecimiento del eurocentrismo, que  
han permitido posesionarse de un imaginario, el cual ha generado caos en las sociedades,  
determinando dinámicas sociales diferenciadas (clases sociales) como formas de sociedad, y  
eso se expresa en la economía, el desarrollo y la políticas públicas, que de manera progresiva  
han logrado el agotamiento sorprendente de la dinámica social y han provocado una  
movilidad si se quiere inducida, y que se vuelve manifiesta y reveladora de un proceso forjado  
por un sistema instaurador de injusticia, un modelo de sociedad contemporánea que se hace  
inalcanzable.  
La movilidad social se hace un derecho humano compartido entre sociedades diversas,  
es una de las realidades que se ha descuidado en el acontecer internacional; no existe un  
amparo internacional en sus dinámica real, que permita concretar que el derecho puede  
tener movilidad, que la movilidad debería funcionar como un sistema de relaciones sociales  
dinámico y sustentable en el tiempo y en el espacio; más que un sistema de control social, la  
movilidad social podría generar una nueva perspectiva en las relaciones sociopolíticas.  
Resulta paradójica la categoría resistencia, que se ha venido legitimando en la  
narrativa de la concepción de los pueblos, como una necesidad humana (Flores, 2021) de  
ejercer un criterio común de humanidad. La resistencia forma parte de una lucha social  
compartida, que permite propiciar la construcción discusiva de un nuevo tipo referencial de  
ciudadanía, que se extiende como valor otorgable, generando un proceso dialéctico para  
disponer de nuevos miramientos contundentes de la dinámica sociopolítica, que permitan  
propiciar desafíos en asuntos tan cuestionables como los derechos. Para Bonfil (1991: 191):  
los caminos de la resistencia forman una intrincada red de estrategias que ocupan un amplio  
espacio en la cultura y en la vida cotidiana de los pueblos”.  
Los criterios abordados en relación a la resistencia tienen como base epistémica lo  
social, como modo preponderante de coexistencia, en un primer orden; pero en sí mismo  
encierra todo un andamiaje político que permite la organización social, la necesidad  
imperiosa de lucha si se quiere ambivalente, tal como ha sido la experiencia histórica de las  
sociedades indígenas. Según Smeke de Zonana, Yemy (2000:99): “La resistencia se mueve,  
cambia de lugar y puede adoptar diversas formas, desde la resistencia o lucha frontal, hasta la  
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resistencia subterránea. Estas formas se conectan entre sí formando parte de una sola  
estrategia de sobrevivencia”.  
Entre los criterios para entender las relaciones de poder en el acontecer de los pueblos  
indígenas de Latinoamérica en disputa, se podrían considerar las lógicas de los sistemas de  
opresión y la categoría de interseccionalidad, esta última como una metodología que  
permitiría develar los fundamentos e interrelaciones de poder. Tal categoría ha sido empleada  
en las tradiciones epistemológicas de Estados Unidos. Hill Collins (2000) afirma que la  
interseccionalidad es “un paradigma alternativo al antagonismo positivismo/posmodernismo  
que haría parte de las dicotomías que estructuran la epistemología occidental”.  
En este sentido, Hill Collins (2000) plantea que la interseccionalidad contribuye a la  
comprensión de fenómenos macrosociales que interrogan la manera en que están implicados  
los sistemas de poder en la producción, organización y mantenimiento de las desigualdades  
o interlocking systems of oppressión (sistemas de opresión entrelazados), lo cual tienen relación  
estrecha con un proceso macrosocial ligado a la problemática de saberes en relación al  
imaginario del territorio y de los lugares en el marco del sistema capitalista mundial o sistema  
de globalización.  
La interseccionalidad podría resultar parte de un sistema complementario  
multidimensional de los procesos de opresión, y funcionaría para disponer de amplios  
criterios de relacionar y correlacionar las interferencias antagónicas a las realidad social  
latinoamericana, en este caso la movilidad social. La concepción del territorio podría tener un  
sentido epistémico, con amplia correspondencia en relación al sentido histórico de lucha y  
resistencias; podría considerarse como un nuevo tipo de ejercicio que tiene que ver con la  
lucha de los imaginarios, donde se le otorga cabida a una diversidad de razonamientos  
emergentes (conocimientos subalternos), que justifican la necesidad de ejercer criterios  
epistémicos para develar la desventaja y la necesidad de ruptura de continuidad histórica del  
sistema capitalista mundial, que transgrede las formas societarias de coexistencia, porque los  
limites no son equiparables a los ritmos, ni fisonomías económicas, lo que crea un choque  
civilizatorio con grandes brechas sociales.  
A su vez, Lugones (2005:70) presenta la interseccionalidad como una la lógica de  
fusión, una posibilidad vivida de resistir a múltiples opresiones mediante la creación de  
círculos resistentes al poder desde dentro, en todos los niveles de opresión, y de identidades  
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de coalición a través de diálogos complejos desde la interdependencia de diferencias no  
dominantes.  
De acuerdo con Lykke (2011:208), la perspectiva inclusiva de la interseccionalidad  
debe ser utilizada con precaución, para no convertirla en una caja negra en la que todo cabe.  
Este riesgo puede evitarse, al menos parcialmente, contextualizando las teorías o posturas  
teóricas que se ponen en diálogo y sacando provecho de ellas para aplicarlas políticamente de  
forma creativa y crítica.  
Tanto para Lugones (2005) como para Lykke (2011), la interseccionalidad tiene sus  
límites: por un lado podría ser considerada una fórmula para mitigar las relaciones de poder  
identificándolas y ejerciendo criticas contundentes; por otro lado, la disposición de la  
interseccionalidad permite contextualizar teorías y posturas teóricas, lo cual da cierto  
criterio de acción, para ejercer categorías contextualizadas que guardan relación muy  
estrecha con asuntos microsociales, pero entendiendo siempre que su raíz primaria tiene la  
interferencia de los asuntos macrosociales.  
En relación con la movilidad social, podría establecerse que los fenómenos sociales  
forman parte de una necesidad imperiosa de ejercer ciertos criterios de libertad; esa libertad  
de disposición que poseen los seres sociales para lograr su autodeterminación es lo que los  
mueve; ciertas disposiciones se podrían determinar para mitigar y legitimar la autonomía de las  
migraciones. La movilidad social y la diversidad en relación con la disertación (saberes) sobre  
la territorialidad, entrarían en nuevas perspectivas sociales, que trascienden el imaginario  
geopolítico y trastoca el sentido de lo social como derecho necesario inalienable de la vida. Al  
respecto, Mezzadra afirma que (2012: 2):  
El enfoque de la autonomía de las migraciones debe ser comprendido como una  
perspectiva distinta hacia la «política de movilidad»: una perspectiva que enfatice  
la participación subjetiva dentro de las luchas y confrontaciones que constituyen  
materialmente el campo de esa política. El enfoque en cuestión muestra cómo la  
misma «política de control» se ve forzada a establecer un acuerdo con una «política  
de migración» que exceda estructuralmente sus prácticas de (re)fronterización.  
De hecho, permite analizar la producción de irregularidad no como un proceso de  
exclusión y dominación, administrado por el Estado y las leyes, sino como un  
proceso tenso y basado en conflictos, en el que los movimientos subjetivos y las  
luchas relacionadas con la migración son un factor activo y fundamental”.  
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En este sentido, en la autonomía de las migraciones se hace imperativo lo  
intersubjetivo en el marco del imaginario de bienestar social en una lucha controversial; la  
idea de movilidad lleva implícito un modo de resistencia que es ambivalente y forma parte de  
dos condicionantes socioeconómicas: la primera está representada por la necesidad de  
movilización; y la segunda por la incertidumbre ante el panorama sociopolítico, una  
condición fortuita y ambivalente donde prevalece la esperanza del éxito frente a las  
complejidades de la política migratoria, que funciona como un poder paradójico donde no  
existen responsabilidades legales sobre la condición del migrante.  
Según Mezzadra (2012: 164), la autonomía de las migraciones plantea una relación de  
producción en la subjetividad de los migrantes; resulta ser un campo disputado y  
contradictorio.  
El excedente de movilidad en relación con este complejo dispositivo conforma el  
principal aspecto en las luchas y políticas migratorias. Por un lado, el capital  
intenta reducir el excedente de movilidad a su código de valor a través de la  
mediación del Estado y otros mecanismos políticos y administrativos, lo que  
significa que lo explota. Por el otro, las luchas migratorias suelen caracterizarse por  
la transformación de este momento de excedente en una base material de  
resistencia y organización”  
Se hace interesante plantear que dichos estatutos en relación a la movilidad social, la  
autonomía migratoria y la amplitud de concepción sobre la territorialidad y el poder, podrían  
ser parte de un presupuesto corresponsable que comporta elementos primordiales para  
cualquier investigación concienzuda, que pueda generar nuevas categorías de análisis social,  
en cuanto a apertura de derecho y ciudadanía.  
Las resistencias como formas sociales de encarar el poder, los planteamientos de la  
movilidad social como expresión naturalizada de supervivencia, serían parte de un proceso  
que permitiría ampliar los estatutos de una nueva Epistemología, donde se conjugaría el  
estado de cosas del imaginario latinoamericano; la otra Epistemología del pensamiento  
podría resultar uno de los principios para confrontar los desafíos del siglo XXI.  
1
. Diversidad de lugares  
Los lugares y la memoria, categorías que definen la vida cultural; el sentido del lugar  
como espacio de invención, recreación, relaciones sociales, diversidad, igualmente los lugares  
de la memoria, son para Pierre Nora (1986:15)  
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no solo a los monumentos, espacios, paisajes u objetos, sino también a las fiestas,  
los emblemas, las conmemoraciones, los cantos, etcétera; en definitiva, todas las  
representaciones materiales o simbólicas portadoras de memoria. Su función en  
cuanto patrimonio memorial es la transformación de la memoria del pasado en una  
cuestión crítica del presente; gracias a un ejercicio colectivo de reflexión. Estos  
lugares de memoria, que también son de comunicación y difusión, nos llevan a una  
toma de conciencia basada no en las sombras del olvido, sino en la necesidad de  
reflexión”.  
La memoria de los lugares forma parte un proceso histórico complejo: la  
representación en cuanto a cosmovisiones, atributos, fiestas, artefactos, música,  
instrumentos musicales, que amplía los escenarios para el planteamiento en relación a  
perspectiva de tensiones, problemas, interferencias sistémicas, dentro del acontecer  
histórico. Las pretensiones del eurocentrismo y su geopolítica del conocimiento permitieron  
el posicionamiento de un tipo de vida cultural autóctona. La interpelación de la memoria de  
los pueblos como elemento histórico frente a su condición colonial, es interpretada por  
Vargas y Sanoja (2013:37) en los siguientes términos:  
La condición colonial es la característica de un proceso que está presente en la  
historia de muchos países asiáticos, africanos y americanos como una instancia  
particular de la totalidad social capitalista, en la cual se produjo la conquista, la  
colonización de las tierras y la reducción de las poblaciones originarias. Dicho  
proceso estuvo determinado por la imposición de instituciones tales como la  
Encomienda, los Pueblos de Misión o las comunidades indias sometidas a la  
autoridad de un Corregidor, las cuales establecieron el régimen jurídico de la  
propiedad de la tierra, de las relaciones sociales, de la producción y de la  
distribución de lo producido”.  
Memoria y territorio están presentes en las reflexiones de Vargas y Sanoja (2013:18)  
acerca de las Regiones Históricas, espacios íntimamente ligados con una dinámica sociocultural  
arraigada a los valores culturales:  
existe un proceso gradual de acumulación y transformación de los logros del  
trabajo humano, de las experiencias sociales vividas en el transcurso de centurias  
o milenios que denominamos herencia histórica. Este proceso tiene una definición  
espacial y se fundamenta en un sentido de identificación con un territorio  
determinado, en el cual conviven mayoritariamente personas que tienen una  
ascendencia y una historia comunes y que se expresan y comunican utilizando una  
misma lengua, mediante el compartir las experiencias y vivencias de la vida  
cotidiana, se van creando rutinas e torno a la manera de hacer las cosas, de las  
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conductas gestuales, de los códigos estéticos que norman la forma de vestirse, las  
costumbre de mesa, los usos sociales etc., todo lo cual desemboca en la creación de  
sentimiento de identidad cultural”.  
La memoria latinoamericana forma parte de un proceso de resistencia que en su  
conciencia histórica podría generar autonomía (inmanencia) del mundo diverso; espacios de  
reflexión y participación para posicionarse y construir cultura propia a lugares heterogéneos.  
Al respecto, Bonfil (1992: 107) reivindica la autonomía cultural: “una cultura será autónoma  
cuando ejerza realmente las decisiones sobre los elementos propios; y apropiada cuando estas  
decisiones versen sobre elementos ajenos, incorporados mediante un proceso de adopción  
selectiva, al que acompaña una adaptación, es decir, una resignificación y una  
refuncionalización”.  
La memoria como ejercicio y alternativa del conocimiento histórico, se construye  
significativamente a través de los contextos, permitiendo inferir en las problemáticas  
inherente del acontecer cultural y colectivo, las identidades culturales. En este sentido, la  
reconstrucción de la memoria en su dinámica de relaciones, tiene la misión de hacerse de un  
proceso donde el contexto (los lugares) represente la vida cultural en sus múltiples  
manifestaciones como un saber compartido.  
2
. Territorialidad en su perspectiva decolonial  
América Latina se propone la participación en cuanto a derecho legítimo, así como la  
organización de movimientos, el ejercicio del poder y la emancipación social como formas de  
lucha protagónica ante las pretensiones de territorialidad eurocéntricas, en sus variadas  
formas de dominación. Las prácticas hegemónicas de dominación territorial están imbricadas  
en la uniformidad de voces. Porto Gocalves (2009: 160) advierte que:  
El poder decir y nombrar lo que es y lo que no es y, así, hacer de su mundo algo  
propio, rigurosamente, apropiárselo, escapa a los lugares, a los de los lugares. La  
oralidad, esencial en regímenes políticos-culturales deliberativos y no-  
deliberativos que piden que la comunidad se presente (y no re-presente) implica,  
es claro, espacios donde las voces pueden ser escuchadas (escala local,  
comunitaria). Es este cuerpo a cuerpo que está siendo evitado y el contacto,  
sabemos, engendra sentidos y emociones muy concretas y palpables, para lo que,  
en la lógica hegemónica, es preciso un saber que se abstrae en una pretendida  
universalidad, como si fuera de ningún lugar (atópico). Como se ve, epistémes y  
territorios se conforman”.  
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La interferencia en su dinámica socio histórica, a la que ha estado sometida la vida  
cultural latinoamericana, ha introducido en esta la coexistencia de una dualidad cultural en  
las formas de humanización: por un lado, arraigada al sentir originario; y por otro a los  
patrones de dominación. Sus identidades y diversidad han sido muchas veces reinventadas;  
su esencia cultural siempre ha estado en constante tensión. Porto Gocalves (2009: 171) afirma  
que:  
El arraigo espacial que las poblaciones subalternizadas se vieron creativamente  
obligadas a conformar en contextos históricos en el límite de la sobrevivencia  
genocidio, etnocidio), nos muestra que invariablemente ocupan áreas remotas o  
(
de difícil acceso o desconectadas de los circuitos mercantiles, y que hoy en día son  
vulnerables desde el punto de vista hegemónico debido a la revolución de las  
relaciones sociales y del poder tecnológico, ya que representan una gran diversidad  
biológica, agua, energía etc. …”.  
La territorialidad para Latinoamérica presenta amplios desafíos en el ejercicio de la  
emancipación social: encara un sistema cargado de conflictividad histórica, que se traduce en  
los condicionantes y antagonismos en las prácticas discursivas que hacen de la lucha por el  
territorio y los lugares un proceso permanente de participación activa, que ha permitido el  
resurgimiento de tradiciones y ha marcado un proceso de re-existencia en pleno ejercicio.  
La territorialidad en el siglo XXI cobra sentido en las prácticas sociales del mundo  
diverso, creando espacios de lucha y emancipación; igualmente permite la superación de la  
colonialidad, mediante el establecimiento de la crítica, la visibilización de la hegemonía.  
Junto con esta, la participación es parte de la materialización  posicionamiento que permite  
distinguir el fallo de la dinámica hegemónica en sus expresiones: discriminación, división  
social y racismo.  
En este sentido, el cambio profundo en América Latina, su proceso de emancipación,  
se fundamenta en la tesis de la pluraversalidad del conocimento, como contrarespuesta y  
alternativa al bien común de los pueblos. Para Mignolo (2010), parte de la re-existencia se  
fundamenta en una desobediencia epistémica, que fundamente sus raíces en las formas cómo  
la geopolítica del conocimiento ejerció y estableció los condicionantes epistémicos para el  
ejercicio del poder. La pluraversalidad se ejerce para generar la descolonización del saber;  
toma en cuenta las razones históricas de los conflictos sociales, culturales, territoriales que  
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han moldeado la razón Latinoamérica. La perspectiva que fundamenta la pluraversalidad es  
la superación del eurocentrismo.  
Figura 1. Pluraversalidad. Desobediencia Epistémica (Mignolo, 2010)  
Eurocentrismo:  
Formas de representación de poder  
hegemóico (Colonialidad/Modernidad)  
como matriz de esferas interconectadas.  
Desnaturalización de la concepción  
Ejercicio de construcción de un  
pensamiento diverso (tomando en  
cuenta la idea de liberación, Dussel)  
y decolonización del conocimiento)  
Construcción de una gramática de la  
decolonialidad: perspectiva de la  
corpo-política y geo-política del  
conocimiento (teoría  
crítica/“aprender a desaprender, para  
poder así re-aprender”. El  
universalista de una sola realidad  
social (Diversidad cultural,  
diversidad epistémica,  
interculturalidad)  
pensamiento crítico de frontera.  
La pluraversalidad es una opción decolonial, la cual permite la construcción de una  
gramática interpelativa del acontecer y la necesidad de un cambio profundo. La tesis de la  
pluraversalidad genera la interpretación, para el establecimiento de un pensamiento que  
permita tener miramientos sobre la coexististencia ética y política; se trata de un  
pensamiento entre fronteras del saber, para el posicionamiento del derecho a la diversidad.  
3. Territorialidades y diversidades  
En América Latina existen tentativas de búsqueda de un quehacer compartido. Para  
ello es importante consolidar la visión del contexto de los lugares como diversidades, que  
permiten la autonomía en cuanto a igualdad cognitiva, y de paso a la resistencia como forma  
contestataria para generar un derecho pluralista, que tome en cuenta la diversidad como valor  
contundente de sus elementos socioculturales, donde la ancestralidad (a pesar de las  
circunstancias históricas del territorio, movilidad social y los lugares) tiene cabida en el  
quehacer sociopolítico.  
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En este sentido, Rogério Haesbaert (2020:268) destaca la trascendencia de la  
territorialidad, asociándolo a un estado de corporalidad, que requiere ser potencialmente  
valorado en su recorrido ancestral:  
La conceptualización de territorio en nuestro contexto, va mucho más allá de la  
clásica asociación a la escala y/o a la lógica estatal y se expande, transitando por  
diversas escalas, pero con un eje en la cuestión de la defensa de la propia vida, de  
la existencia o de una ontología terrena/territorial, vinculada a la herencia de un  
modelo capitalista extractivista, moderno-colonial de devastación y genocidio  
que, hasta hoy, pone en jaque la existencia de los grupos subalternos,  
especialmente, los pueblos originarios. Desdoblándose así, desde los territorios  
del/en el cuerpo íntimo (comenzando por el vientre materno), hasta lo que  
podemos denominar territorios-mundo, la Tierra como pluriverso cultural-natural  
o conjunto de mundos -y, consecuentemente, de territorialidades- a los que  
estamos inexorablemente unidos. Todo eso se desdobla hoy dentro de aquello que  
se designa como pensamiento decolonial, una búsqueda por pensar nuestro  
espacio y, de alguna forma, el propio mundo, considerando las bases espacio-  
temporales -la geo-historia, en fin- en la que estamos situados”.  
Las diversas sociedades indígenas con sus saberes ancestrales, expresiones de  
convivencia pluriversal, que obedecen a las condiciones territoriales, son un ejemplo de la  
concepción de territorialidad y corporalidad. En tal sentido, el estudio de lo social y las  
Ciencias Sociales en Latinoamérica supone un desafío epistémico, signado por la  
revalorización de la corporalidad. En tal sentido, Viveiros de Castro: citado por Haesbaer  
(
2020:275), afirma que:  
[...] los regímenes ontológicos amerindios divergen de aquellos más difundidos en  
Occidente precisamente en lo que concierne a las funciones semióticas inversas  
atribuidas al cuerpo y al alma. Para los [colonizadores] españoles [...] la dimensión  
marcada era el alma; para los indios, era el cuerpo. [...] El etnocentrismo de los  
europeos consistía en dudar [negar] que los cuerpos de los otros contuvieran un  
alma formalmente semejante a las que habitaban sus propios cuerpos; el  
etnocentrismo amerindio, al contrario, consistía en dudar que otras almas o  
espíritus fuesen dotadas de un cuerpo materialmente semejante a los cuerpos  
indígenas “Viveiros de Castro (2015, 37)  
Conclusiones  
Las reflexiones de este artículo abordan un proceso que marca un sentido epistémico  
contundente, donde el resurgir de los pueblos del Sur-global exige establecer miramientos  
acerca de las complejas realidades que coexisten (Balbás, 2020), logrando disponer de un  
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proceso que permita establecer la ruptura con los sistemas de opresión que han lesionado de  
manera permanente la coexistencia de los diversos mundos que integran parte importante  
del contexto latinoamericano.  
América Latina debe transitar hacia una realidad corpo-política decolonial, que se  
manifiesta como categoría que merece ser analizada, con la intención de avanzar hacia un  
proceso dialéctico de reinterpretación desde las Ciencias Sociales, a fin de interrelacionar e  
interpelar nuevos escenarios que permitan confrontar sus problemáticas históricas.  
La corpo-política posee principios imbricados en sistemas culturales, apostando al  
mantenimiento de nuevas posibilidades de invención del pensamiento, donde hablar de  
pluriversalidad en América Latina sería una alternativa, con plena correspondencia con su  
proceso histórico imbricado en la coexistencia real de un tejido social diverso y pluricultural.  
De esta manera, reivindicar la movilidad social, la concepción de la territorialidad, la  
interseccionalidad, forma parte de un quehacer teórico heterogéneo envolvente, que pone de  
relieve lo controversial de las luchas sociales, y donde el principio de contingencia tiene que  
elevar el razonamiento circundante emergente latinoamericano.  
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