Revista de Literatura Hispanoamericana

No. 74, Enero-Junio, 2017: 76-93


Los papeles de miranda del escritor argentino Mario Szichman; del acontecer histórico al acontecer

de la novela. 1

Juan Joel Linares Simancas

Universidad de los Andes, Venezuela Núcleo “Rafael Rangel”,

E-mail: caicare1@gmail.com

Resumen

La novela histórica que hacia finales del siglo pasado había consolidado mecanismos para establecer una versión de la historia, pudiera estar permitiendo que esta misma logre consolidar un espacio cuyo centro sea precisamente la otra historia desde el campo de la imaginación. En este sentido, la novela Los papeles de Miranda,(2000), del escritor argentino Mario Szichman (1945), parece indicar tales hallazgos en torno al discurso que se ha tejido en relación a su versión que es a nuestro entender una poética del sentido a partir del discurso de la imaginación. La novela recorre, desde la historia como documento fiel y exacto los diversos acontecimientos que se dieron durante los procesos de independencia, y de cómo estos se vuelcan en un discurso ficcional para generar otras versiones, acaso las otras miradas sobre este interesante discurso con referentes históricos de reciente aparición. Además, esta novela intenta desarrollar la desacralización de un personaje heroico, al mismo tiempo, permite la desmitificación de la propia historia como centro del poder.

Palabras clave: historia; imaginación; Francisco de Miranda; novela.


1 Este artículo forma parte de mi trabajo de grado para obtener el grado académico de Magister en Literatura Latinoamericana. De él se ha desprendido otra investigación sobre Nuevas Narrativas Históricas Latinoamericanas que reúne distintas y variadas voces de escritores de nuestro continente.


Recibido: 02-04-2017 Aceptado: 20-04-2017

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Los papeles de Miranda by the argentine writer Mario Szichman, from the historical happening to

the happening of novel.


Abstract

The historical novel that towards the end of the last century had consolidated mechanisms to establish a version of history, it could be allowing that history to consolidate a space whose center is precisely the other story from the field of imagination. In this sense, the novel named Los Papeles de Miranda, (2000), written by the argentine writer Mario Szichman (1945), seems to indicate such findings on the discourse that has woven in relation to its version that is to our understanding a Poetic of Sense from the discourse of the imagination. The novel runs from history as a faithful and accurate document the various events that took place during the independence processes, and how they are turned into a fictional speech to generate other versions, perhaps the other looks on this interesting discourse with recent referents. In addition, this novel tries to develop the sense of sacred of a heroic personage, at same time it allows to eliminate the myths of the own history like center of the power.

Key words: history; imagination; Francisco de Miranda; novel.


La palabra sólo puede ser real, entonces, cuando es capaz de desprenderse de todos esos pólipos de significado, de esas "viscosidades" con que la tiñeron el mundo, la historia y

la cultura preexistente. La palabra sólo es real cuando, como diría Barthes, es capaz de inexpresar lo tantas veces expresado, y

devolver al lenguaje su inocencia primigenia, su exactitud esencial. La palabra sólo es real, podríamos corregir, cuando además de los antiguos y ya gastados sentidos están

presentes en ella los sentidos nuevos, cuando se abre al mundo, cuando la historia entra y sale de ella como un viento saludable.


Tomás Eloy Martínez Para Alberto y Ricardo

Los Papeles de Miranda (2000), del escritor argentino Mario Szichman; novela que forma parte de la Trilogía de la patria boba, junto a Las dos muertes del General Simón Bolívar (2004), Los años de la guerra a muerte (2007 1ª edición; 2011ª edición revisada y ampliada). Las tres novelas forman parte de un conjunto de textos que establecen mediante atrevidos enfoques y métodos las distintas y variadas versiones que sobre el pasado se ha tenido durante el proceso de independencia en nuestro país. La primera novela de esta trilogía Los Papeles de Miranda, narra la historia

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del prócer venezolano Francisco de Miranda, quien narra desde una primera persona los desagravios y encomios que tuvo que atravesar cuando se hallaba en costas venezolanas.


Del registro histórico a la historia textual.

La novela sobre la vida de este personaje se verá envuelta entre dos dimensiones que nos permiten establecer, desde los horizontes de la imaginación, un propósito que no es precisamente dar a conocer una versión fidedigna de la empresa libertadora. La versión que se nos presenta estará signada bajo la mirada de un sujeto que padece los embates de la historia en la que será sumergido, a su vez, en un cúmulo de historias entre las cuales está la vergüenza y la humillación. Esta novela permite, además entrar en una vorágine de controversias que se ponen en evidencia cuando el personaje nos permite vislumbrar los procesos que se gestaron durante las guerras de independencia y, por supuesto, la configuración de aspectos muy ligados a las empresas de liberación e instauración de políticas que se respiraron durante las distintas intervenciones que tuvo que atravesar Miranda para la consolidación de las recientes naciones hispanoamericanas. Sin embargo, los fracasos y posibles desatinos padecidos por el precursor establecerán un puente de reflexión en torno a estos aspectos, los cuales mellarán en su conducta, y hasta pudiéramos señalar en su concepto de diferencia; que es a mí entender


un aspecto cuyo desenlace será el que logre llevarlo a participar activamente en las nacientes revoluciones; y que no desestimará en formar parte y de esta manera poder poner a prueba todo su conocimiento y preparación para lo cual se encuentra en su mejor momento. Para ello Miranda, emprenderá arduamente la difícil y hasta cuestionable tarea de inventarse lo que nos permite comprender que la novela es un intento por establecer los procesos de reconstrucción que sobre la historia se han tenido que llevar a cabo.

Esta dinámica narrativa nos acerca a un personaje que tiene la libertad de construir una versión, así como la tiene quien escribe sobre los procesos históricos; y por supuesto sobre experiencias narrativas con referentes históricos. Un primer acercamiento sobre estos aspectos están muy ligados cuando el propio personaje de la novela nos ubica en un tiempo cuya fecha se remonta hacia 1812; año que según la novela Miranda se halla inmerso entre dos dimensiones, los cuales es preciso tener en cuenta, pues dichas dimensiones se irán convirtiendo en los escenarios donde el presente y el pasado se encuentren en el tramado discursivo de un tiempo cuyo desenlace o resultado será el propio discurso narrativo.

Estaposibilidadqueposeeelpersonaje hará que estos presupuestos contenidos en la obra estén constantemente en distensión al permitirnos comprender desde el plano discursivo los referentes reales y su proceso de cambio que están siendo sometidos por la ficción. Miranda tiene la tarea, y es quizás uno

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de los procedimientos más arriesgados, de someter la historia la cual empieza por sí mismo, al tiempo que fabrica y tiene además la potestad de modificar su historia o la versión de sí mismo.

Este procedimiento hace del personaje un agente móvil que lo dinamiza en el entramado discursivo y lo hace parte de su propia configuración. Miranda solo tiene apenas unas horas para establecer mediante procesos subjetivos la modificación de su propia versión de la historia; lo cual nos hace creer que dicha modificación es inherente a la reconstrucción que tiene la historiografía no solo con los personajes emblemáticos, sino con el propio referente histórico. Esto le permite a Miranda la posibilidad también de someterse en un constante diálogo con su pasado y de tener igualmente la posibilidad de tender una suerte de comprensión con su infortunado destino.

La presencia de los papeles y retratos dejan ver otro escenario acaso más ligado a los procesos de escritura de la historia y también de la ficción cuando se vea reflejado en ellos a razón de un insidioso y mal intencionado trozo de papel “Y entonces, cuando me disponía a huir en la Sapphire apareció el maldito papel. Una simple sentencia, escrita en papel vitela” (Szichman, 2000, p. 13). Este rasgo va a permitir en la configuración discursiva del personaje tomar las riendas de los asuntos que tendría que resolver, a fin de establecer o de crear una versión acaso menos embarazosa que la que venía arrastrando con la historia familiar y


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que debía a lo grado sumo construir una historia cónsona con su personalidad y quizás estilo de vida.

Esta posibilidad de poder configurar hace de la experiencia narrativa una contienda cuyo propósito es poder desarrollar actitudes críticas que el propio discurso de la novela histórica pareciera estar llevando a cabo; sin desmerecer por supuesto la reflexión en torno al propio discurso del cual ha emergido este personaje. Para esto dirá Miranda (Szichman, 2000: 19) “En este simple documento están resumidas las humillaciones de mi vida pasada, la impostura y la cartografía de mi vida futura”.

Esta actitud frente al destino que emerge, como ya hemos dicho sobre este personaje, se dará fundamentalmente en dos dimensiones que estará bajo los dominios de la historia que se ha construido a partir de un referente directo; y la memoria de la cual irán apareciendo los otros discursos sobre la vida del precursor. Esta dinámica se manifestará cuando el personaje comience a recordar en una especie de viaje que emprenderá desde un presente y se volcará en un discurso referencial puesto que los episodios sobre su vida estarán signados por la nostalgia. Este afuera de la memoria se pondrá en evidencia cuando sus recuerdos y los distintos acontecimientos sean traídos al presente de la novela. Sin embargo esta versión, acaso la que pretende ofrecernos el personaje, es una reconstrucción desde el plano de la ficción, y no precisamente

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desde una versión documentada o real que es en primera instancia los fundamentos por lo cual se sostiene la novela con referentes históricos.

Este viraje o, como hemos dicho, este afuera del referente histórico, se llevará a cabo cuando se desarrolle al interior del textoloconcernientedeunahistoriaqueen principio versará sobre los innumerables fracasos y empresas grandilocuentes en las distintas participaciones que Miranda tratará de ordenar entre el cúmulos de papeles y retratos que debe poner en orden para establecer desde una conciencia desmitificadora una versión cuyo horizonte no rompa con lo establecido por la historia que a ratos intenta ponerse en pie. De esta manera, la historia como referente del texto que acompaña al discurso de la ficción no establece una lógica de sentido que sí la ocupa principalmente la ficción; que es a nuestro entender la modificación intencional de la realidad. Sin embargo, la ficción tenderá redes intersubjetivas que hilarán otras historias que aparecen en el interior del texto. Basta mencionar la incesante necesidad que tiene el personaje al referirse al discurso de la historia, lo cual maneja y está dispuesto a crear desde un universo paralelo: la historia que se sabe certeza; y una historia que se alimenta fundamentalmente de aspectos de la imaginación.

Este procedimiento dialógico intenta, al menos en parte, crear desde ese universo de la ficción una dualidad que constantemente establece un vínculo con el discurso de estas experiencias narrativas. Miranda como personaje


se mueve a través del recuerdo e inicia un viaje que solo durará apenas unas cuantas horas. Tiempo que es medido desde la configuración alterna del lenguaje; cuestión que lo hará trasladarse a un tiempo y un espacio de la nostalgia que es íntimo y personal. Miranda atravesado por aspectos emotivos se conducirá plenamente a ser partícipe de los aconteceres más adustos y crueles de las tareas libertarias. En este sentido, Miranda se interroga y coloca en tela de juicio su propio destino en virtud de poner en orden su propia historia y la historia de la patria:

Si mi historia carece de principio, medio o fin, al menos puedo darle el aspecto de un incesante retorno a las fuentes. De la Caracas que me vio nacer a la Caracas que me ha condenado a muerte. De la humillación primera a la humillación última. De uno a otro proceso. Por supuesto, con ciertos matices, pues a lo largo del tiempo he podido ir perfeccionando mis papeles, haciéndoles correcciones al margen, tachando lo que no corresponde, añadiendo, depurando. ! Tantas veces he pasado por las mismas situaciones, por los mismos tribunales, por las mismas excusas. (Szichman, 2000: 18).


Esta representación de la historia y las formas como se van a presentar tiene en la novela de Szichman un ingrediente que a ratos se establece como fundamental. Su personaje está no solo interviniendo en los procedimientos de estilo, sino que además, hace parte de los mecanismos para generar sentido desde el propio plano ficcional; lo cual supone siempre una mirada acerca de este acontecimiento que representa la verdad como hecho que dialoga insistentemente con otras voces e ideas sobre la novela histórica.

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En este campo Miranda no solo fabrica e idea su visión sobre el mundo de lo real, sino que también diseña desde el plano de la ficción un referente activo que intervendrá en el discurso de la historia de una nación. Esta poética reflexiva en torno al gran discurso historiográfico se verá retratado en su máxima expresión cuando aparezcan en escena los diferentes y variados acontecimientos que el personaje de la novela ha diseñado desde su propia horizontalidad discursiva, que es su propia conciencia acerca de la Historia. Miranda como personaje elabora un comienzo para configurar su propio destino. Este procedimiento es un acto ciertamente paralelo al oficio del historiador. Miranda selecciona lo que se intenta decir sobre su vida, y encamina con sumo cuidado para no alterar los tiempos del cual desea tomar ciertas y oportunas distancias; de allí, que parte del principio de poner todo en orden, para ello dirá:

Recorro mis posesiones eligiendo los documentos que van a ir integrando cada uno de los dos rimeros, desbrozando la paja del trigo. Expurgando. De un lado, en orden cronológico, todo lo que he ido pasando en limpio, a fin de ir eliminando los pecados de mi juventud. Del otro lado, todo lo desprolijo, las marcas de la delación y del amor, coexistiendo en etapas superpuestas de mi vida. A la izquierda iré colocando los volúmenes encuadernados en cordobán, todos del mismo tamaño, con el mismo ancho en el lomo, para no alterar la simetría en una biblioteca. Del otro los papeles de tamaños diferentes, escritos en toda clase de cálamos, o con lápiz de carpintero – inclusive uno con un trozo de carbón – denunciando espías y traidores junto con anónimos acusándome a mí de las peores iniquidades, anticipando en sentencias mal construidas,


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con faltas de ortografía, algún desastre que se aproxima, el pánico que convierte a un ejército en una horda salvaje, y pronosticando también las inscripciones rayadas con clavos que adornarán los muros de mis prisiones.( Szichman, ob. cit.: 15).


En este sentido, Miranda como actante pretenderá desarrollar en una trama el oficio de ser quien ordene su espacio de significación y sentido dentro de la novela que es una reconstrucción; al mismo tiempo que es una versión sobre sí mismo. La novela entra pues en una suerte de poética donde confluyen los distintos espacios de refiguración que se intentará manifestar dentro del cuerpo narrativo. La novela histórica desarrolla entonces un escenario cuyo propósito es establecer mediante un ancho campo de lectura, el ofrecimiento de un personaje que tiene la libertad de elevar desde una perspectiva significativa una historia que no solo permita vislumbrar los hechos o acontecimiento sobre su vida; antes bien la aparición de una historia textual que no está sometida a los rigores del discurso de la representación histórica, hacen de esta novela sobre Miranda una versión sobre la historia mucho más humana y por supuesto mucho más cercana a nuestra condición.

En un extenso estudio el investigador Luís Javier Hernández Carmona, señala que (Hernández, s/f) “La perspectiva de la historia textual que hemos venido refiriendo, tiene una finalidad óntica, al pretender devolver a los seres su nombre, y desde allí, su espacio de significación y representación”.

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Significación que permitirá cuestionar desde lo íntimo la generación de procesos intersubjetivos entre la historia como escenario, y una historia que se narra y se imagina. Miranda siente que su versión de los hechos ha sido causa de sus innumerables desgracias y fracasos por una serie de acusaciones en su contra que le permiten desde ese afuera que representa dentro del plano textual, la posibilidad de modificar y así configurar otro destino. Esta revuelta que nos ofrece la historia textual además permite el surgimiento de otra versión sobre la vida del precursor.

La historia documentada y hasta fiel se verá solapada y rebasada por esta historia textual que es a mí entender el vínculo entre historia y ficción. De esta manera hablar, sobre la actualización del género pasa necesariamente por determinar a grandes rasgos la identificación de un personaje cuyo tratamiento no está circunscrito a ser llevado por la consciencia de un narrador que determina desde su atalaya de poder el destino de este. Antes bien, la significación y posterior representación de la cual Hernández expresa se percibe como una figura que está por encima del propio discurso del cual es representado. Esta mirada sobre Miranda de Szichman propone no solo una muy bien lograda versión acaso del personaje o figura emblemática de la historia, sino que es una de las representaciones más humanas y fieles de estas experiencias narrativas de principio del siglo XXI.


Del acontecer histórico al acontecer de la novela.

Los rasgos más sobresalientes que se tienen sobre el plano real que acompaña a la novela sobre Miranda es lo relacionado con el discurso o registro sobre la historia. Si bien los preceptos reales que se enuncian sobre la partida de Francisco de Miranda en la segunda parte de la novela, nos permiten establecer una relación más directa con el referente que se conoce en los documentos sobre la vida y los avatares que debió atravesar nuestro personaje. Sin embargo, la carga reflexiva en torno a él está signado por una efímera línea entre estas dos formas de narrar el acontecimiento en ciernes que está presente en la experiencia narrativa con referentes históricos.

Esta manifestación en cuanto a los principios de composición nos darán una visión crítica como se ha venido consolidando desde los inicios en la novela histórica, y que además desacraliza de manera contundente lo real instaurado desde las ciencias historiográficas. Es decir, la historia se percibe como un proceso de ficcionalización, donde el centro de gravedad es el presente y donde la realidad histórica ya no es una memoria histórica única, ni totalizante ni mítica, sino una complejidad de mil historias ficcionalizadas.

Este complejo pero novedoso tratamiento que logra el encuentro entre estas dos maneras de versionar el pasado se logra cuando la historia en sí, no es un acontecimiento que deba verse como algo que sucedió; antes bien, el supuesto

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real que acompaña a la novela es también imaginado, que es además un campo de interpretación por lo cual se configura la comprensión acerca del pasado. Esta tendencia nos permite establecer en un arco de lectura mucho más amplio del que veníamos señalando con bastante precisión al otorgarle sentido al campo histórico, la novela se vuelca en discurso que representa un ancho cuerpo de acontecimientos que son verídicos pero que pertenecen a ese otro sendero de la imaginación.

Las representaciones reales y concretas con que la historia parece estar siendo sometida por la novela histórica no entran en tensión ante este acontecimiento. Un acuerdo entre ambas versiones acerca del pasado - aunque siempre violado -, nos permite comprender esta condición que se genera en cuanto a su intención que es casi siempre marcada por la línea que las separa. Para esto, el crítico Jitrik citado por Margot Carrillo (2004: 117), ha dicho que como resultado ocurre un pase de frontera hacia territorios que buscan precisamente establecer su sentido. El discurso literario tal como lo ha manifestado el crítico estadounidense White citado por Carrillo (Ídem), quien ha visto en esta tensión una manera de acercar el pasado hacia el presente y constituir un discurso que rompa con lo ofrecido en un primer plano, y así, crear el sentido de la ficción que es también una de las formas que tiene la novela para comprender ese pasado histórico, además de interpretar los procesos que han girado en torno al personaje y al discurso en su dimensión propiamente concebida.


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El pasado que es traído de vuelta mediante enfoques verbales establecerá desde la sucesión de historias una versión mucho más rica en cuanto a que el discurso que nos ofrece la novela histórica es con el sostenido propósito de comprender ese pasado como una versión más sobre la vida y el propio acontecimiento. En este sentido, Pons (1996: 234), señala que la novela histórica de reciente aparición no establece (como tampoco lo hace la historia en cuanto texto) una total identificación entre lo “histórico” y lo que realmente sucedió.

Si hacemos dicha identificación en cuanto al texto se refiere, notaremos con cierta carga la presencia de pequeñas leyendas que se logran configurar con relación al gran y cuantioso discurso que pesa sobre la Historia como ciencia. Rasgos definitivos en tanto que esas historias van a lograr el sentido sobre la novela histórica. Este sentido como rasgo definitivo en estas experiencias con referentes reales acerca del pasado van a conformar todo un corpus, lo cual nos permitirá elaborar un esquema cuyo horizonte es precisamente el establecimiento de una verdad que logra finalmente ser parte de esa actualización del género.

La novela de Szichman presenta en todos los sentidos características que nos permitirá elaborar todo un mapa por medio del cual las historias entre ellas: lo que hemos venido sosteniendo con bastante precisión en que muchas de estas novelas dejan de lado lo presuntamente glorioso del pasado, así como a los ganadores convencionales de la puja histórica, en cambio, intentan a

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saber presentar el vasto campo de los errores, las traiciones, las derrotas, y los fracasos de la historia que se homologa además con los fracasos íntimos hasta convertirlos en isotopías recurrentes.

Tal tendencia, se pone en evidencia cuando encontramos a un personaje como lo es Francisco de Miranda en los linderos de un derrotero que más que simbolizar a un personaje heroico en el contexto real hallamos a un ser que comienza a poner en orden su propia historia. Esta capacidad que posee el personaje dentro del entramado textual de la novela nos permite establecer un acercamiento mucho más humano: Miranda está puesto en los márgenes pero además tiene la plena conciencia de su derrota. Esta posibilidad de estar en conciencia sobre su propio destino nos dice mucho acerca de lo que se pretende desarrollar en estas experiencias narrativas. El personaje que ocupa la gran escena de la Historia no es el comúnmente conocemos mediante los manuales de historia. Antes bien, una figura que es conducida por los innumerables errores de la empresa independentista es puesta en total escarnio por los demás personajes quienes establecen también juicios en su contra.

Este procedimiento que persigue la experiencia narrativa histórica tiene la posibilidad no solo de encarar los dictámenes acerca del pasado, sino también de generar actitudes que ya se venían perfilando en las diversas novelas históricas de las primeras décadas del siglo XX; sin olvidar el profundo desmoronamiento de la historia como


versión única. Miranda como figura que representa la novela de Szichman tiene la tarea de ordenar y sistematizar los acontecimientos de los cuales va a tener que dar cuenta y razón. De allí, que tenga la tarea de ordenar el espacio de la historia a través de los espacios de la ficción, que también pertenecen a un proceso cuyo sentido es precisamente la imaginación.

En este sentido, Miranda no es solo un recurso que es tomado como referente inmediato de la historia; sino que es puesto en los márgenes para contrarrestar los principios mismos de la tradición sobre el discurso de la propia novela. Para ello dirá Margot Carrillo (Carrillo, 2004: 139) “Si la novela histórica actual promueve una revisión crítica y dialógica de la tradición histórica”. En la novela sobre Miranda, el personaje a través del juego de la representación va a cuestionar los referentes que sobre su vida se han vuelto cimientos.

Miranda en la novela de Szichman, desarrollará un conjunto de acciones que versarán sobre el cuestionamiento mismo de la propia historia como versión igualmente narrativa. Miranda al igual que un historiador, ofrecerá en medio de los desaciertos de la empresa libertaria una historia configurada desde un plano subjetivo, y que estará además estrechamente ligada a la memoria la cual atravesará toda la novela. Sin dejar a un lado como hemos venido asentando que estas representaciones narrativas de nuevo siglo aún sostienen un interesante diálogo en torno a las novelas decimonónicas.

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Este acertado rasgo y que es distintivo de las novelas con referentes históricos hacen ver que el planteamiento del cual se desprende esta construcción narrativa, se abraza a una manifestación que tiene en la historia un fuerte lazo, lo que nos permite seguir insistiendo en que la novela sobre Miranda es una constante revisión y transformación de la historia sobre el precursor; sin dejar a un lado por supuesto a las versiones que sobre él se han escrito.

Esta versión que además es una excelente manera de acercarse al pasado tiene en estas experiencias narrativas un asidero donde el propio mecanismo histórico del cual se alimenta la novela también es tomado como ficticio. De allí que como lo ha señalado con bastante fuerza el escritor argentino Tomás Eloy Martínez (1986: 18) “ la historia es una ficción”, lo cual nos permite deducir sin mayores atajos que la novela no es solo histórica porque tiene entre sus núcleos de sentido a la historia como una versión mucho más cercana a la verdad; sino que igualmente la ficción tiene sentido dentro de estas manifestaciones acerca del pasado, por lo que es también una poética cuyo horizonte es la compresión de los sujetos y de sí mismo.

Si bien el espacio histórico es conducido por el propio personaje como ser enunciante dentro de las categorías narrativas, esto va a permitir que el propio personaje como sujeto de acción establezca también las lógicas de sentido propuesto por el propio texto. La disposición sobre el discurso


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de la historia como versión cercana a la verdad estará en plena capacidad para ser igualmente sometida al cuestionamiento que es una característica de estas representaciones narrativas.

Esta tendencia la sostendrá el personaje de la novela cuando comience a desarrollar actitudes frente a su propio pasado y ordenar el espacio histórico. Esto nos permite comprender que tanto la historia como versión fidedigna de los hechos y la ficción comparten escenarios dialógicos y que son estos lo que permiten el intercambio entre estas dos maneras de acercarse al pasado. Miranda tiene plena conciencia del cambio y de los procesos de los cuales es y será sometido desde el dictamen de la historia. De allí que tenga la posibilidad desde el plano discursivo ofrecer una versión mucho más humana e íntima, la cual dependerá mucho más cuando la historia tome su rumbo. En esta dinámica ciertamente discursiva Miranda emprenderá difíciles decisiones cuando tenga que, “elegir mi destino entre estos papeles. Pero sólo en ellos puedo descubrir mi rumbo, basar mi defensa”. (Szichman, 2000: 17)

Esta característica de la cual Miranda va a tomar partido nos permite establecer además de lo ofrecido con anterioridad la posibilidad de comprender la historia como un hecho que en definitiva puede entenderse como una versión sobre la verdad; pero en resumidas cuentas no nos permite en términos absolutos mirar la historia que sobre el personaje se han dirimido. Antes bien, la conciencia histórica que posee Miranda sobre

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su propia versión es llevada desde la ficción. De esta manera la representación que emplea el personaje está basada fundamentalmente de aspectos ligados a la memoria. Una memoria que permitirá que otros escenarios del pasado logren acercarse hacia el presente del personaje. Una memoria como lo afirma Tomás Eloy Martínez (1986) en acontecimiento.

En este sentido dirá Miranda en la novela “Si mi historia carece de principio, medio o fin, al menos puedo darle el aspecto de un incesante retorno a las fuentes”. (Szichman, 2000: 18). Este procedimiento ciertamente estético obedece en primera instancia a un ejercicio propio de la disciplina histórica que se verá reflejada desde la propia dinámica discursiva en tanto que los papeles para Miranda ejercerán un componente necesario para la revisión no solo desde lo personal como individuo, sino que igualmente el conocimiento hacia el contexto se amplía haciendo que el discurso cobre un sentido mucho más completo en función de la relación entre ambos tratamientos acerca del pasado. En este sentido, los papeles serán los soportes donde historia, como acontecimiento veritivo; y la ficción harán su parte en función de manifestar desde la configuración tiempo espacio una versión cuyo horizonte sea precisamente la ubicación de un sujeto que no solo participa en el diseño de los procedimientos y la reconstrucción de la historia, sino que además tiene la potestad de intervenir sobre ellos. Para ello la investigadora Alexis Rojas ha señalado que:


El recurso estructural de los papeles no es más que la recreación de las memorias de su vida, los documentos que representan el caudal de vivencias, llenas de agravios, injustas acusaciones, persecuciones; pero también de correspondencias oficiales, proclamas y resoluciones, que en su conjunto encarnan el escenario sociopolítico recorrido por el continente americano y europeo. Los papeles llegan a encarnar la historia de su vida como una repetición de eventos. (Rojas, 2014, p. 66).


A partir de allí comienza un largo e infructuoso viaje hacia el pasado y un retorno hacia el presente del texto. Miranda desde que inicia su reflexión en torno a su vida y su participación en las innumerables intervenciones que el destino le tenía reservado al precursor de la independencia, se manifestará una comprensión acerca de la necesidad de generar un proceso el cual ya se venía prefigurando desde que parte hacia España hasta que retorna años después a tierras venezolanas.

Este intervalo entre ambas versiones acaso constatables sobre su vida se irá despedazando en cuanto a que las historia que aparecen al interior del texto establecerán un ordenamiento desde el plano ficticio. Miranda tiene la intención de interceder sobre los procesos que a su vez ponen en constante interrogación acerca de su propio destino, no solo como personaje enunciante, sino que revisa y pone en tela de juicio los procedimientos de revisión y posterior enjuiciamiento que es en definitiva una respuesta acaso parcial sobre lo que se está por configurar como historia personal homologada a una historia patria que está igualmente por

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hacerse. La presencia del diario que lleva el personaje de Miranda y que en el texto se conoce como los papeles representa la negación de un discurso que pretende instaurarse desde el poder.

La novela Los papeles de Miranda, es una suerte de discurso que intenta a ratos corporeizarse y hacerse parte de los procesos que han sido ya escritos y que forman parte de una memoria colectiva; pero también pudiéramos pensar que los papeles es una manifestación de lo real como consecuencia de los acontecimientos ya ordenados y puestos en los anales de la historiografía. De esta manera los papeles al igual que otros recursos que son señalados en el texto se abrazan en un constante diálogo que también será histórico.

La presencia de retratos del prócer venezolano establecerá otro de los mecanismo donde se logrará fijar a una memoria que formará parte de un conjunto de acciones que terminarán por asistirlo en cuanto a registros y documentos que tuvo que ordenar en aras de recuperar su versión no solo como personaje sino como figura histórica que será lo que termine de definir la propia novela histórica que será igualmente tejido y, que constantemente se hace lectura y escritura. Lectura y escritura como ejercicio interpretativo en consonancia con una capacidad para comprender el pasado como un entramado que será también discurso que traerá al presente del texto y los hará versiones desde el campo de la imaginación.


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La historia hallará sentido desde una conciencia que se reconstruye con cada acontecer y con cada historia narrada. De allí que la novela histórica como experiencia discursiva establecerá un diálogo permanente con los referentes que se encuentran y se entrecruzan constantemente. De ser un hecho que ha acaecido en un determinado tiempo y espacio éste mismo será ordenado desde un imaginario en el cual la historia que se ha contado tenga que gravitar y estar sujeta a concepciones netamente imaginarias. Por lo tanto el discurso de la historia como acontecimiento monumental no es traído a través del recuerdo por un personaje glorioso, más bien estamos en presencia de un personaje derrotado, puesto en el margen y en la discontinuidad histórica.

A partir de allí, y con la aparición de ese trozo de papel que no acaba por definirse y que además plantea uno de los presupuestos reflexivos en torno al propio campo de la verdad; hace ver que la historia como epicentro del acontecer real sacude el cimiento que le otorga sentido al texto también como acontecimiento del discurso. Ese insidioso trozo de papel el cual dicta de manera axiológica una suerte de rechazo que va ligado a su pasado que pesa sobre nuestro personaje y que deja en el camino una estela cuya certeza lo va a seguir durante todo su vida. “¿Qué otra cosa podía esperarse del hijo del tendero?” (Szichman, 2000: 147).

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Es este particular episodio de la novela donde el personaje inicia el gran recorrido por los espacios inciertos de un pasado cuyo desenlace será lo que ha contado el discurso histórico. Desde aquí da cuenta de los distintos y variados escenarios que se describen en torno al gran discurso de la novela, siendo el referente real, tela de fondo para que se manifiesten los otros ámbitos contenido en la propia novela.

La presencia de un referente que da parte de los innumerables recorridos por distintos espacios serán puestos en el texto desde concepciones que irán del recuerdo hasta permitir la reconstrucción o versión acerca de un pasado que ya no es referencial sino que es consecuencia de un recuerdo que será el escenario veritivo de la novela. En este sentido, Miranda al igual que el personaje que encarna Bolívar en la novela Las dos muertes del general Simón Bolívar, (2004), de Szichman, según la autora Lucía Parra es:


Es un ser que deambula en los espacios de la memoria a través de la introspección para cuenta de sus acciones del pasado mediante el acto de narrar; convirtiendo la memoria íntima en la base desmitificadora de las versiones históricas consolidadas a través del tiempo. (Parra, 2014: 111).


A partir de la memoria, Miranda pone en movimiento los procesos que se consolidaron en la historia patria, pero este movimiento será llevado por la memoria que es un mecanismo también de contrarrestar los dictámenes de la propia historia como acontecimiento que niega y desplaza la condición humana.


Desde allí desfilarán un conjunto de acontecimientos y episodios, además de personajes que entrarán en este entramado ciertamente discursivo y que formarán parte de una historia íntima no solo del personaje que ha ocupado el centro, pero no como figura emblemática, sino que la historia que se narra en torno a Miranda será una historia novelada.

De acuerdo a este principio en cuanto a contar desde una memoria Miranda no atiende a los presupuestos que han delimitado lo concerniente a relatar desde una conciencia ajena. Antes bien, la presencia de una conciencia que no se distancia de un discurso cuyo horizonte está centrado en lo pasional, y que será igualmente una suerte de revuelta puesto que esta revive desde la otra mirada la consecución de escenarios inéditos que a decir de Luis Javier Hernández (2011: 101), “es desde donde, debe producirse la relación con el hecho histórico, asimilado a una cotidianidad que diversifica lo identitatario a partir de las relaciones de intersubjetividad”.

Además de los diversificados espacios que son esencialmente lo que revive el personaje son consecuencia de un proceso que los ha determinado precisamente el espacio de la memoria que ordena y define los entramados textuales y de la historia como hecho que ha sucedido en un pasado.

Miranda paciente de los acontecimientos medulares de la historia patria que se construye desde dos dimensiones permite vislumbrar la ubicación de un tiempo que es el tiempo que aparece desde el recuerdo y la nostalgia, para ello dirá:

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Miro por la ventana de esta Casa de la Aduana que algunos traidores intentan convertir en mi prisión. La Guaira es un paisaje de sombras furtivas, en dos dimensiones. Sólo los ladridos de algunos perros y los insistentes gemidos de un herido permiten adivinar su profundidad. Los perros están más lejos, posiblemente cerca del muro que corre a escasos metros de la playa. Y el herido se ha ido arrastrando de a poco hacia esta Casa de Aduana. El herido llora quedamente, como una mujer golpeada por un amante al que todavía no ha dejado de querer. Quejándose en busca de caricias. (Szichman, 2000: 11-12).


Un tiempo íntimo que es medido desde la configuración subjetivada y no desde la distancia cronológica, el cual es precisado a partir de los constantes gemidos proferidos por un herido de guerra quien se arrastra por las inmediaciones de la Casa de Aduana. Este tratamiento acerca del tiempo el cual es el tiempo de la novela ofrece una suerte de correspondencia con el documento oficial y que está siendo manejado desde los confines de una memoria que está por definir los tiempos de los cuales se desprende el texto. Apartir de allí, se da un intento por descifrar y además el espacio de la novela comenzará a ordenarse con el propósito de dar una versión acaso manipulada desde una conciencia de un personaje que tiene la facultad de contar su propia versión sobre los hechos y de esta manera generar una serie de leyendas que permitan el afianzamiento de actitudes que desmitifiquen los postulados de la historia. La otra historia que habita en los márgenes, que en boca de Miranda será “una justificación que pueda confundir a los historiadores”. (Szichman, 2000: 12)


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Esta tarea más adelante tenderá un arco de presumibles actos del cual Miranda tomará ciertas distancias cuando se halle frente a este insidioso y comprometedor trozo de papel que permitirá enlazarlo con los mecanismos de composición que serán revisitados en posteriores documentos referidos como sentencia que lo acusa y lo somete a los rigores inapelables de la historia que se resiste a ser nombrada y a generar un conjunto de acciones en torno a él. Pero también esta interpelación que hace el personaje es para dar cuenta de ese distanciamiento que establece para generar desde esa representación que es característico en estas formas de representar el pasado. Miranda acude a la memoria como se acude a las verdades; y de esta manera toma distancia en torno a esa verdad que simboliza desde concepciones reificadoras el orden y el sentido que deriva de lo causal y lo veritivo. Para ello dirá Miranda:

Una simple sentencia, escrita en papel vitela. ¿Arrancado de un libro, surgido de un cartapacio? Y ese papel, y los rostros de mis subalternos, terminaron convenciéndome. La perfidia del primero, la inocencia de los segundos. Este insidioso trozo de papel escrito por alguien que me comprendía muy bien, sumado a esa gente que no comprendía en absoluto que se me había enfriado el guarapo

– que seguía confiando en mí contra toda esperanza, contra toda evidencia – me hicieron desandar los pasos, reformular mis planes, asignarle un nuevo papel al general Miranda, algo que no figuraba en mis antecedentes, y crear un personaje que ha perdido toda coherencia y tiene muy poco que ver con su vida pasada.( Szichman, 2000: 13-14).

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Este pasaje permite en relación a los procesos que se han venido perfilando en torno a la figura del personaje, las distintas correspondencias con las otras historias que narra a partir como hemos dicho desde una memoria que reconstruye los demás escenarios narrativos que conforman este gran corpus de la novela histórica, una suerte de entramado por donde lugares con sus tiempos particulares, además de personajes van a visibilizarse, en tanto figuras diezmadas por el discurso de la historia. Sin embargo, también pudiéramos decir que estas correspondencias son propias del discurso histórico literario para generar un proceso cuyo horizonte es el intercambio y un posible diálogo con las otras versiones sobre ese pasado, el cual es puesto como referente del personaje; y desde allí abrazarlo a otras disposiciones que tiene en el campo narrativo histórico un referente inmediato.

La presencia de lugares que Miranda trae desde la memoria es con la finalidad de tender un puente que es el diálogo con un pasado cuyo presente es el tiempo íntimo que ha permitido que el propio personaje corrija en medio de los desaciertos y temores que padece por la traición de sus coterráneos. Una traición que aún en el presente de la novela parece seguir persiguiéndolo hasta que baje el telón de fondo que es el escenario de la propia historia que está presente en retratos y papeles:


Basta observar estos retratos míos en dos dimensiones que he arrumado contra las paredes para advertir que mi historia no tiene ni principio ni fin. Basta observar estos papeles


diseminados por el suelo para corroborarlo. (Es así como me he fabricado las tres dimensiones de mi eterna huida. Con retratos en las paredes y papeles en el suelo). (Szichman, 2000: 14).


Miranda en el presente de la novela huye hacia un pasado glorioso que lo hizo grande. Desde esa huida van a aparecer las ciudades con sus proyectos y empresas que de alguna u otra manera servirán al prócer para escapar de un presente que lo atormenta. Esta huida convertida en discurso a partir de la configuración de una memoria que se traslada hacia otros ámbitos de la historia permite a Miranda dar su propia versión acerca de su vida.

Este procedimiento donde el personaje es actante directo pero además paciente de los innumerables embates del propio dictamen histórico, determinará lo sucesivo en su carácter como figura histórica, pero también encauzará sus propios proyectos libertarios que lo conducirá por distintos y aciagos territorios como representante militar del reino de España. Es importante señalar desde este planteamiento que hace la historia en relación al personaje no es con el fin de revisitar los hechos tal y como sucedieron en ese tiempo histórico, incluso como los vivió el personaje de la novela en tanto proceso discursivo que permite recordar esos insidiosos episodios que se han traducido como procesos históricos marginales; puesto que es la versión real de la novela al decir de Pons (1996: 260) es, “el pasado se recuerda desde los márgenes, desde los límites, desde la exclusión misma”.

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De ese pasado que se recuerda, se dan a conocer los modos de vida de los habitantes de Caracas a finales del siglo XVIII, las dinámicas, las costumbres, los acontecimientos que se respiraban en torno a la independencia y al nacimiento de las naciones americanas. Además de los procesos en ciernes sobre las grandes revoluciones tanto de Europa como de Norteamérica. Miranda asiste desde el recuerdo que es el presente histórico de la novela a una contemplación que lo distancia del presente, y desde allí redimensiona los espacios que constantemente se mueven en esa dinámica discursiva; pero no con la finalidad de proponer una versión alternativa de la historia sino de sostener desde la otra orilla lo que ofrece precisamente la historia particular de esos procesos que no se constituyeron en discursos fundacionales. En este sentido, María Cristina Pons asienta que:


Desde esta perspectiva, lo que la novela histórica de fines del siglo XX se propone es afectar esta memoria histórica colectiva desde una percepción del cambio. Para ello buscan recuperar lo particular, lo singular, lo heterogéneo y la dimensión del tiempo histórico en el cual el pasado no es un tiempo fijo y concluido, sino cambiante que se conecta con un presente también cambiante, inacabado, en una contemporaneidad inconclusa. (Pons, 1996: 262–263).


Esta percepción de cambio es lo que permite que un personaje como Miranda genere un conjunto de versiones desde su condición de cautivo, pero también de exiliado en la Casa de Aduana en la Guaira. Esta doble condición


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lo distancia de ese referente el cual pretende modificarlo desde el poder que le confiere la memoria. Una memoria que colinda con los referentes de la historia monumental pero que toma distancia precisamente para contrarrestar los dominios que esta confiere al pasado de la novela.

Desde esta condición, Miranda trae de vuelta un pasado que es el detonante de sucesos y eventos que serán revisitados por una memoria. Desde este principio de cercanía el cual se orienta esta producción literaria con referentes históricos serán posibles cuando los personajes lleguen a “discursivisarce” mediante atrevidos mecanismos de acción. Marat, Robespierre, Danton, Catalina, José Cajigal, Ezra Stile, miss Van Weetle, quienes desfilan en la escena narrativa pero son llevados fundamentalmente por la memoria de Miranda.

Esta reconstrucción en la novela histórica cuenta con un mecanismo que va recorriendo escenarios y episodios que pre existen en la memoria colectiva de un determinado grupo social. De allí que Miranda personaje ciertamente histórico haga referencia directa a un pasado cuyo sentido sea parte relevante de la historia de una nación. Para ello, el personaje revisita el diario, cartas e informes que definirán todo un corpus que existe como documento o referencia directa.

Todo es referencial guiado desde un principio de cercanía y ajenidad por donde se mueven tanto los discursos oficiales como los mismos personajes que entran y salen como en una suerte

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de teatro clásico; pero que están bajo el orden atento del personaje central como figura que recuerda algún pasado. Es por ello que nadie dialoga en las polimetrías del discurso. Antes bien, son llevados por un concepto que se distancia a ratos por el recuerdo generando de esta manera otros dinamismos que no buscan verdades, ni siquiera generar controversias en torno al discurso que ofrece el documento oficial. Antes bien, la novela tal y como lo ha sostenido Maria Cristina Pons (1996:

197) “va más allá del limitado y limitante uso de los documentos oficiales que sólo pueden expresar el punto de vista oficial”.

De allí que Miranda construya un referente a partir del recuerdo de innumerables espacios por donde transitarán las historias y personajes marginados y que son consecuencia de una historia volitiva, a ratos íntima de este personaje que ordena los discursos innominados de la historiografía otorgándole sentido desde el imaginario. Esta exploración que hace el mismo personaje permite la indagación acerca de un pasado cuyo centro gravita esencialmente en el recuerdo. Miranda trae a la memoria eventos y acontecimientos de las grandes escenas históricas pero tamizadas y ofrecidas desde la configuración imaginaria que es un campo de acción importante en la reconstrucción de ese pasado también glorioso de la novela histórica.

Solo unos instantes separan el orden cronológico de un espacio cuyo sentido se pierde en la memoria de su personaje. Francisco de Miranda en la obra de


Szichman acude al breve tránsito de ésta entre la imprecisión de una hora que no acaba por definir los tiempos que apenas hace su aparición en terrenos casi olvidados y desechados. Entre la noche del 31 de Julio de 1812 y la madrugada del 1 de agosto, se esparcen todas las historias contenidas en una obra que acude a la introspección para hacer posible la aparición de diversos personajes que ocuparon la gran escena desde un imaginario que indudablemente se fueron haciendo desde una memoria íntima, que intenta a ratos generar un diálogo con la historia que se ha vuelto también discurso del ser.

La novela sobre la vida del precursor de la independencia de América es una demostración que ha arropado desde una mirada ficcional la otra cara de la moneda que no escatima esfuerzo alguno por decir la otra versión acaso inédita de un pasado determinado. Si bien esta novela establece signos diseminados en torno a la ficcionalización del discurso histórico, debemos aclarar que la versión que se ha “discursivizado” es con el propósito de ofrecer una lectura novedosa; y es a partir de allí que se generarán al menos parcialmente, miradas sobre ese pasado y sobre la misma historia, lo que nos invita a sostener que es al lector a quien le corresponde proponer nuevas y amigables comprensiones acerca del pasado.

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Nº74 Enero-Junio 2017


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en junio de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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