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Universidad del Zulia

Facultad de Humanidades y Educación Centro de Investigación de la Comunicación y la Información

(CICI)

Maracaibo - Venezuela


Volumen 18 No. 2 Julio - Diciembre 2021


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QUÓRUM ACADÉMICO

Vol. 18 Nº 2, Julio-Diciembre 2021. Pp. 14-27

Universidad del Zulia


Sobre el problema de la arbitrariedad del signo lingüístico en el estudio de la metáfora conceptual


Maikel Alexander Ramírez Álvarez1


Resumen


Este ensayo tuvo como objetivo cuestionar la aplicabilidad de la noción de arbitrariedad del signo lingüístico en el estudio de la metáfora conceptual. Para tal propósito, se seleccionó un corpus que evidenció que, por el contrario, la noción que permite el estudio profundo de la metáfora conceptual es la de motivación corporal, entendiendo ésta en el sentido natural y cultura del término. Se observó que el esquema del significado propuesto por Saussure (1945) obliga a una búsqueda de imágenes primordiales y similitudes objetivas que son incompatibles con la corporalidad y las correspondencias imaginativas y parciales con las que funciona la metáfora conceptual. Esto apunta a la reformulación de las nociones de significado y metáfora muerta, tal como funcionan hoy.


Palabras clave: metáfora conceptual, arbitrariedad del signo lingüístico, motivación, metáfora muerta.


On the problem of the arbitrariness of the linguistic sign in the study of conceptual metaphor.


Abstract


The aim of this essay was to question the applicability of the notion of


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Recibido: Julio 2021 – Aceptado: Septiembre 2021


  1. Universidad Simón Bolívar, Sede del Litoral, estado La Guaira, Venezuela. Código postal: 1160.

    Profesor e investigador en la categoría Agregado. Profesor de Inglés. Magíster en Literatura

    Latinoamericana. Investigador en temas de análisis del discurso, pragmática, lingüística cognitiva,

    cine y literatura. Correo: maramirez@usb.ve



    image Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual 3.0 Unported.


    arbitrariness of the linguistic sign in the study of conceptual metaphor. For this purpose, a corpus was selected that showed that, on the contrary, the notion that allows the deep study of conceptual metaphor is that of bodily motivation, understood in the natural and cultural sense of the term. It was observed that the scheme of meaning proposed by Saussure (1945) forces a search for primordial images and objective similarities that are incompatible with corporeality and the imaginative and partial correspondences with which the conceptual metaphor functions. This points towards the reformulation of the notions of meaning and dead metaphor as they function today.


    Keywords: conceptual metaphor, arbitrariness of the linguistic sign, motivation, dead metaphor..


    Introducción


    Quien se dedica al estudio de la metáfora conceptual insoslayable- mente topará con el par lingüista contra el que deberá entablar un arsenal de réplicas y contrarréplicas, debido a orientaciones teóricas de éste que no provienen de una mera fuente azarosa, sino de la propia base seminal de la lingüística en su condición de ciencia moderna: el Curso de Lingüística General, de Ferdinand de Saussure, compilación de notas publicadas por sus discípulos Charles Bally y Albert Sechehaye en 1916. En términos es- pecíficos, la noción de motivación del signo lingüístico que informa a los estudios de la metáfora conceptual irá contra la tradicional e influyente idea de la arbitrariedad de éste, según la cual no existe asociación natural o de otra índole entre el significante y el significado, elementos que vienen a ser los componentes del signo.


    La siguiente reflexión presupone un cuestionamiento no sólo a la noción de la arbitrariedad del signo lingüístico, sino, para mayor amplitud, a un conjunto de ramificaciones que se deriva de ella hacia diversas esferas del estudio del lenguaje, y que constituyen los puntos con los que se refutan varios de los planteamientos corrientes en el estudio de la metáfora con- ceptual, entre ellos el significado y las correspondencias entre los dominios fuente y meta. En tal sentido, esta discusión teórica pretende ser un aporte para despejar las dudas que aún persisten para asumir la naturaleza de la metáfora conceptual en plenitud.


    A no dudarlo, cualquier discusión que discurra sobre la metáfora con- ceptual en su cualidad de dadora de significado deberá vérselas con la di- cotomía metáfora viva/metáfora muerta, cuyo punto de partida más idóneo


    lo formula Davidson (2005), en un clásico ensayo que resulta tan categórico como provocador. La idea sobre la que constantemente vuelve Davidson (2005) en esta pieza es que si las metáforas son portadoras de significa- do, éste debería mantenerse cuando la metáfora muere, esto es, cuando se convierte en parte corriente del lenguaje. Para apreciarlo mejor, leamos la refutación directamente en las palabras de este insigne filósofo del lenguaje:


    "El significado figurativo de la metáfora viva debería quedar inmor- talizado en el significado literal de la muerta. Pero aunque algunos filósofos han sugerido esto, la idea parece que está lisa y llanamente equivocada. “Está echando llamas” es genuinamente ambiguo (dado que puede ser verdadero en un sentido y falso en otro), pero aunque las expresiones que pertenecen a la jerga son sin duda el cadáver de una metáfora, esta frase familiar es indudablemente el cuerpo de una metáfora. “Está echando llamas” no sugiere hoy día más que esto: que él estaba muy enfadado. Cuando la metáfora estaba activa, nos lo habríamos imaginado con fuego en los ojos o con humo saliéndole de las orejas". (Davidson, 2005: 571)


    Interesa sobremanera esta exposición de Davidson (2005), en virtud de que reproduce un lugar común del ancho conjunto de estudiosos del lengua- je, entre los que se puede enlistar hasta Pinker (2007), una de las prominen- tes figuras de la lingüística cognitiva, rama de las ciencias del cerebro desa- rrollada tres décadas posteriores a la impugnación arrojada por Davidson:


    "Hasta el aguafiestas debe admitir que las metáforas estaban vivas en la mente de los acuñadores originarios y llamaban la atención de los primeros que la adoptaron. Y la inmensa cantidad de figuras del habla que caben en una imagen (a la que no menciona) indica que la metá- fora debió haber sido transparente para gran cantidad de acuñadores y adaptadores durante mucho tiempo". (Pinker, 2007:319)


    Atiéndase el hecho compartido de que tanto para Davidson (2005) como para Pinker (2007) existió un contexto genético en el que los primeros usua- rios de una metáfora evocaban la imagen del dominio fuente que la constitu- ye y, de seguido, la sobreponían sobre el dominio meta. Siguiendo a David- son (2005), para ilustrarlo una vez más, pensemos que quienes acuñaron la metáfora según la cual alguien enojado está echando llamas, sea el tiempo pasado que fuere, literalmente, vieron en sus mentes que a esta persona le


    brotaban llamaradas de fuego de su cuerpo.


    No obstante la aparente irrebatibilidad del ejemplo que dispensa David- son (2005), el examen de un puñado de expresiones metafóricas adicionales deja al descubierto que algo anda impreciso con tal idea de la imagen origi- naria. Empecemos con la expresión metafórica “eres la cagada de tu mamá

    /papá”, con la que se pretende señalar que los hijos se parecen físicamen- te a sus progenitores, como ha sido el objeto de investigación de Ramírez (2013).


    Si tomamos a pie juntillas las palabras de Davidson (2005), debemos asumir que los primeros usuarios de esta expresión solaparon la imagen del excremento sobre el hijo en cuestión. Sin embargo, se hace evidente, por mucho, que no existieron razones para proyectar la imagen de las heces fecales sobre un bebé en nombre de su asombroso parecido con los padres, pues sobra aclarar que entre el desecho corporal y quien lo expulsa no se establece ningún parentesco físico. Visualizar a un bebé como un revoltijo de excremento parece surgir más de una mente perturbada que de alguien que intenta conceptualizar un parecido entre padres e hijos.


    Ramírez y Ramírez (2016) ofrecen otro ejemplo a cuento con la metáfora que sirve para conceptualizar como “el papá de los helados” a un hombre destacado en alguna disciplina, tal como ocurre en: “Messi es el papá de los helados”. Así pues, si nos valemos de Davidson (2005) y, sobre todo, de Pinker (2007), para quien una: “…inmensa cantidad de figuras del habla caben en una imagen…” (Pinker, 2007: 319), los primeros usuarios de la metáfora imaginaron a un jugador de fútbol como, suponemos razonable, una barquilla gigante. Sin embargo, como se habrá notado, esta expresión es relacional, así que no basta con imaginar al jugador más descollante como una barquilla enorme, sino que, al mismo tiempo, el resto del equipo en cancha, o de jugadores con los que se mida este prohombre, se repartirá los tamaños más pequeños; a saber, un helado de tinita, un helado chupi-chupi, y un helado de teta2, entre otros. Como se observa, parece sencillamente inviable que alguien imagine a veintidós jugadores en el terreno de fútbol como una heterogeneidad de helados desplazándose para anotar y defender- se de goles en contra.


  2. En Venezuela, se designa con estos nombres helados de pequeño tamaño.


Consideremos, ahora, la expresión metafórica de personificación “quiere llover”, con la que los hablantes se refieren a un estado inminente de llu- via, como si de diáfanas intenciones humanas se tratase. Este caso, desde el ángulo compartido por Davidson (2005) y Pinker (2007), implicaría la inverosímil tarea de proyectar un rostro humano, o acaso el cuerpo entero (puesto que también el cuerpo y sus órganos son índices), sobre la amplitud del firmamento desde el que se precipita la lluvia. Notorio es, por tanto, que la imagen prístina de esta metáfora nunca pudo haber existido, como lo mantienen los defensores de la imagen de la metáfora viva.


Un último caso, antes de pasar a otro punto, es la metáfora conceptual ser "un inmoral es ser una rata", que se usa para reconfigurar la condición onto- lógica de una persona, tal como se manifiesta, por ejemplo, en “ese ministro de educación es tremenda rata”. Este caso también hace difícil aceptar que los hablantes de su contexto genético pusieron la imagen del roedor sobre una persona, visto que, en contraste con el ejemplo de Davidson (2005), cuyas llamas son visibles (dable es distinguir el color, la textura, y las for- masque cobra el fuego), la inmoralidad es un atributo abstracto, que resulta imposible de contener en una imagen concreta, salvo que se haga de manera simbólica. De modo que, digamos, la imagen a la que aluden los autores antes mencionados carece acá de un elemento complementario que indique o justifique la presencia de la inmoralidad.


Hemos visto hasta aquí que uno de los pilares que fundamenta la idea de que la metáfora se fosiliza reside en la asunción de que la imagen figurativa que tuvieron los hablantes del contexto genético desapareció cuando la me- táfora se hizo parte de la lengua cotidiana. Esto, como ha quedado acordado, no sólo constituye una línea de combate contra la metáfora conceptual, sino, en esencia, una concepción del significado que ha impregnado los estudios del lenguaje desde 1916. Al margen del influjo que ha seguido después de esta fecha, relevante es señalar que cuando se interpela el texto saussurea- no directamente, el hallazgo muestra que el lingüista suizo se contentó con apenas definir el significado como un concepto, por lo que parece que es su esquematización de éste lo que ha terminado instaurándose y trascendiendo.


En concreto, observamos en el Curso de Lingüística General un círculo dividido por la mitad, en el que la parte inferior la ocupa la imagen acústica; esto es, el significante, en tanto que en la superior se encuentra el significa-


do, cuyo ejemplo, seguido por innumerables manuales de lingüística, es el dibujo de un árbol, con raíz, tallo, ramas, y hojas perfectamente definidas. En síntesis, el significado, tal y como los lingüistas lo han heredado de este libro fundacional, es una imagen tan concreta como inerte, que no se vincula con el significante, sino que guarda con él una interdependencia basada en la arbitrariedad.


La respuesta de la metáfora conceptual ante la insuficiencia de la ar- bitrariedad del signo lingüístico es la motivación de éste, lo que implica considerar la experiencia corporal y cultural como factores determinantes en la producción y recepción del significado. Lo que hace la perspectiva cognitivista de la metáfora es poner en evidencia que el significado humano es decididamente más complejo que una simple imagen estática, que sin mayor explicación se esfuma para ser lexicada en el inventario del lenguaje.


La metáfora conceptual prueba que, más que la inane imagen de un ár- bol, los seres humanos están expuestos desde la infancia a contactos con árboles, que se convierten en diversos tipos dentro de la categoría ‘árbol’, y que la concepción de ‘árbol’, entre otras cosas, tiene que ver con el aire que respiramos, con la sombra debajo de él para disfrutar de un picnic, con la posibilidad de sujetar un columpio, con la acción de tallar un corazón en una de sus ramas, y con la compleja experiencia de talarlo, como en la expresión "del árbol caído todo el mundo hace leña".


Los dos obstáculos que encara el lingüista reacio a asumir la función primordial del cuerpo y la experiencia en el significado son, por un lado, la subjetividad, y, por el otro, la dispersión de la experiencia. El primer caso supone que el mundo interior del sujeto socava la objetividad en la descripción de los objetos del mundo y sus relaciones. La subjetividad es poco confiable porque corrompe la verdad; y el lenguaje, ni más faltaba, está obligado a expresar la verdad última de las cosas en nuestra era positivista científica; mientras que el caso de la diversidad de la experiencia supone un caos imposible de someter a las reglas del método científico.


El punto es que el lenguaje es una de las herramientas más importantes para sostener la subjetividad y la continuidad biológica de los individuos, y la dispersión de la experiencia no es tal, puesto que, como lo ha pormeno- rizado Johnson (1987, 2007), una comunidad de individuos, dado que está conformada por cuerpos que participan en experiencias ambientales y cul-


turales semejantes, extrae patrones y esquemas de acciones recurrentes y las proyectan sobre experiencias nuevas que van surgiendo en la vida, a fin de facilitar la comprensión. Pongamos un niño que en contacto con el esquema de los recipientes (dentro/fuera) empieza a concebir su propio cuerpo y otros órganos como receptáculos. De allí que en la adultez, por ejemplo, metafo- rice el corazón como un recipiente del que saca personas a las que no ama, o la cabeza como uno dentro del cual deposita ideas, metaforizaciones que compartirá con su comunidad.


Conviene acotar que la concepción de motivación del signo lingüístico que defendemos riñe con la afirmación de Saussure de que, en virtud de que el signo es arbitrario, la única ley que obedece es la de la tradición, y, a su vez, es arbitrario precisamente debido a esto. Unas páginas antes de esta aseveración, Saussure aventura señalar que hasta la inmovilidad de la len- gua la aceptamos como natural a causa de un “sentimiento tan vivo” de que no existen más posibilidades que lo arbitrario del signo.


Si hemos de adherir como instrumento de análisis el “sentimiento” al que alude Saussure, al menos por lo que respecta a la metáfora conceptual, el sentimiento contrario no es menos cierto. Fijémonos, por ejemplo, en los conceptos que circulan en la cultura con la incipiente tecnología informáti- ca, cuyo desarrollo ha sido rastreado por una porción amplia de la población mundial. Basta una ligera mirada a esta disciplina para verificar la motiva- ción de los conceptos con los que opera, que incluye desde la metáfora de imagen de un ratón hasta metáforas estructurales de virus empleadas para comprender un desperfecto intangible para el usuario, quien, incluso de for- ma más específica, puede recurrir a un ataque devastador por antonomasia al encuadrar metafóricamente como virus troyano al problema de su com- putador.


Se puede acordar, por tanto, que, en lugar de una sensación de arbitrarie- dad, predomina la certeza de que se impone la invocación de experiencias previas y que, incluso, la idea de Saussure de acuerdo a la cual una combi- nación de significantes cualquiera sería indiferente en su relación con el sig- nificado no funciona en este caso, visto que, por ejemplo, tanto en español como en inglés el dispositivo para mover el cursor del computador obedece al mismo dominio fuente del reino animal. En otros términos, decimos "el ratón" y "the mouse" por lo que parece improbable que en español se dijese,


pongamos, "el elefante", "el zamuro", "el caimán" o "el piojo"; o en inglés, "the whale" ("la ballena"), "the zebra" ("la cebra"), "the bat" ("el murciéla- go"), o "the dog" ("el perro").


Resulta lógico que el problema de la imagen en el significado del signo lingüístico arrastre consigo dos características claves para entender cabal- mente el funcionamiento de la metáfora conceptual: la similitud no objetiva y las correspondencias, puesto que quien piense en imágenes concretas es- pera semejanzas exactas y elementos meridianamente compartidos. De allí que Davidson (2005) manifieste, no sin desdén, que la metáfora comporta falsedad. En contrapartida, podemos pensar, a modo de ejemplo ilustrati- vo, en la conceptualización actual del COVID-19, o Coronavirus, como un enemigo contra el que se libra una guerra. En este caso, la población no pretende falsificar los hechos mediante las metáforas bélicas, por cuanto lo mortífero de un enemigo es lo que corresponde imaginativamente, no obje- tivamente o al calco, con lo deletéreo del virus.


Retomando los casos del segundo apartado, observemos que la noción de la arbitrariedad del signo lingüístico pierde de vista que la metáfora ser la cagada de tu papá/mamá es parecerte a él/ella no depende de la imagen concreta del excremento y su semejanza objetiva para funcionar, pues, en cambio, activa una similitud no objetiva entre el acto de defecar y el parto. Lo que ocurre es que los hablantes proyectan correspondencias entre ambos actos humanos (dolor en el abdomen, expulsión forzada y dolorosa de un contenido corporal, y un residuo físico como resultado final).


Se notará, por otra parte, que una simple imagen inanimada no podrá ex- plicar el proceso del significado de esta expresión, por cuanto se trata de una sucesión de eventos, que comienza con el dolor abdominal y finaliza con el contenido expulsado. En tal sentido, esta metáfora conceptual depende de la amplia experiencia corporal de los hablantes de la lengua, cuyo significado corpóreo es que el hijo puede ser el excremento de sus padres, pues esto sale del cuerpo de manera similar a un bebé durante el parto.


Fuera de dudas, si el binarismo metáfora viva/ metáfora muerta ha de- pendido de la existencia de una imagen primordial usada por los acuñadores de la metáfora, nos encontramos obligados a replantear la cuestión, lo cual, conduce al asunto del significado. Queda profundizar en el conocimiento de si realmente una metáfora conceptual, como la expresada en “eres un


sol”, está muerta porque ya no trae a la mente la imagen del sol, o si, por el contrario, sigue estando viva y con mucha salud, en virtud de que su signi- ficado es absoluta y eficazmente corporal y experiencial: los hablantes han padecido en sus cuerpos la dureza del frío invernal, las lluvias torrenciales y las inundaciones que provocan, la impenetrable oscuridad y los peligros que acechan con ella, por lo que el sol representa lo absolutamente opuesto. Nada hace pensar, entonces, que en su contexto de origen la manida metafo- rización de una persona como sol haya evocado objetivamente rasgos como lo amarillento, la redondez, y la incandescencia.


El ejemplo de la metáfora de un hombre descollante en una disciplina como el papá de los helados nos impone otro reto difícil de superar con la teoría saussureana. Hicimos el experimento mental de imaginar un escena- rio en el que el jugador de fútbol, Messi, era una barquilla gigante, al tiempo que los demás jugadores del terreno de juego eran helados pequeños. Lo que se pone en evidencia es que, aun cuando a nuestra mente acudan los helados de diferentes tamaños, el significado de la paternidad se hace inasible desde la imagen concreta, ya que para ser una familia, en la cual Messi es el papá, el resto de los helados metafóricos debería parecerse a él, lo que sin duda disolvería la idea de jugadores de diferentes equipos.


El atolladero que este caso nos presenta se resuelve si obviamos la ima- gen exacta y la similitud objetiva del esquema de Saussure y optamos por restringirnos a proyectar del dominio fuente "padre" la idea de autoridad. Esto, una vez más, hace patente la motivación cultural de esta metáfora conceptual, teniendo en cuenta que prototípicamente el padre es la autori- dad en la familia, experiencia con la que crecen los hablantes en la cultura. Los prototipos también nos socorren al momento de examinar por qué el "helado" y no otro alimento es el que prueba ser efectivo en la metáfora antedicha. La solución es que el helado es un alimento prototípico porque, primero, tiene verticalidad, disposición espacial clave para hablar de auto- ridad y poder, que se encuentra fijada en nuestro sistema de pensamiento, como suele abundar en expresiones sobre un poder que se encuentra arriba: “estar sobre la cresta de la ola”, “creerse la tapa del frasco”, “mirar a los demás por debajo”, “ser de la clase alta”; segundo, porque el helado representa un postre al que tiene acceso una clase social que ya ha saciado sus necesidades más básicas de alimentación. De hecho, la verticalidad y el prestigio del postre pueden funcionar juntos, como sucede en "la crema de


la crema", una crema por encima de la otra.


En consecuencia, visto que las diversas fuentes que la informan son ex- perienciales, se hace imposible representar en una imagen concreta la mix- tura de la metáfora conceptual del hombre en control de un área como "papá de los helados". Vale resaltar, insistamos, que la motivación del signo lin- güístico de la que hablamos se hace ostensible en la medida en que conside- ramos que este tipo de metáforas conceptuales puede tener equivalencias en otras lenguas, en razón de que, ya se ha dicho, las experiencias compartidas por poblaciones de distintas culturas, como son las expresiones en inglés “the cream on the crop” y en francés “la crème de la crème”, que contienen las correspondencias verticalidad y prestigio en los respectivos dominios fuentes de los que provienen.


En cuanto a la metáfora ontológica, o de personificación, que indica que hay indicios de que lloverá, como en la expresión cotidiana "quiere llover", pudimos observar la dificultad siquiera de proyectar la imagen concreta de alguien contra el firmamento a fin de señalar que la lluvia es inminente. Vimos que tendríamos delante de nosotros una tarea titánica, pues no sabría- mos si solapar un rostro o un cuerpo sobre el vasto firmamento, ya ni hable- mos de encontrar el gesto apropiado para referir las intenciones metafóricas de la lluvia. Este caso particular muestra las falencias en las que incurre Davidson (2005) cuando señala capciosamente que la metáfora expresa fal- sedades, ya que le exige valores de verdades absolutas, mientras que ella, a lo sumo, sirve para aproximarse a los fenómenos que le resultan esquivos a la lengua común.


En otros términos, nadie puede asegurar que en efecto lloverá, incluso a menudo el servicio meteorológico se equivoca. En esta misma línea, debe resaltarse que la metáfora simplifica el conocimiento y la jerga propia de ciertas ciencias específicas. De allí que los hablantes recurran a la perso- nificación, pero no a la terminología propia de un conocedor de la materia. Ejemplos similares a éste los realizan los hablantes de la lengua en el día a día. Escuchamos comúnmente a la gente en nuestro entorno hablar de que "el sol salió por el este", "la luna se ocultó temprano", o de que "ya llegó el mes de julio", como si, respectivamente, el sol hubiese estado encerrado, la luna entrará a un claustro, y el mes de julio se moviera, mas no se habla de los movimientos de rotación y traslación del planeta Tierra, o del tiempo


visto desde el campo de la física.


Complementando su enconada negación al significado proporcionado por la metáfora, Davidson (2005) arguye que, en contraste, todos los sími- les son verdaderos. Sin embargo, basta intentar replantear estos fenómenos naturales mediante símiles para probar que Davidson (2005) reincide en el error, pues la metáfora hace posible no sólo simplificar, sino concebir no- ciones abstractas mediante dominios concretos, como ocurre con el tiempo, cuyo caso específico en el cuerpo de ejemplos revisados es el mes de julio.


El último gran problema que nos toca dilucidar es el de la metáfora con- ceptual de la inmoralidad de la rata. De conformidad con lo expuesto por Davidson (2005), debemos asumir que hubo un contexto genético en el que los hablantes que acuñaron la metáfora conceptual de la inmoralidad de la rata veían literalmente la cara del animal sobre las personas consideradas inmorales. Trascurrido el tiempo y convertida esta metáfora en moneda co- rriente de la lengua, la imagen concreta del roedor desapareció y los ha- blantes piensan directamente que una persona es inmoral. La metáfora, en síntesis, está fosilizada o muerta. Sin embargo, como en los casos anteriores, el simple significado actual de "inmoral" no parece satisfacer la complejidad del uso de esta metáfora.


Un caso homólogo se puede identificar en el genocidio llevado a cabo por los Hutus sobre los Tutsis en Ruanda, en 1994. Se sabe que el discurso de odio se difundía por esos día a través de la señal de la Radio de las Mil Colinas y el periódico Kangura. Desde estos medios, se daban nombres y di- recciones para que los genocidas fueran a matar a personas de la etnia Tutsi. Según se registra, la metáfora que sirvió para deshumanizar a las víctimas y precipitar la matanza fue la de la "cucaracha". Pensemos, ahora, si los acuñadores se limitaban a ver a cada Tutsi como una cucaracha gigantesca, o si lo que activaba la metáfora era un sentido corporal automático y primi- genio de miedo y asco contra este insecto, así que la reacción inconsciente contra la población enmarcada como cucaracha no pudiera ser otra que el exterminio, tanto como cuando alguien ve una cucaracha y no se detiene en cavilaciones, sino que la aplasta de un pisotón.


Ya Sontag (2003) ha advertido la violencia que incitan las metáforas de animales degradantes y enfermedades cuando se refieren a grupos sociales. Lakoff (2009), el más importante estudioso de la metáfora conceptual, arroja


dos datos provechosos para entender el punto que desarrollamos: el 98% del pensamiento es inconsciente y, además, es automático. Así pues, se puede entrever en la metáfora de la rata un plus que, lejos de cualquier duda, habi- lita una disposición anímica o una reacción visceral contra la persona sobre la que recae la metaforización. Este caso nos obliga una vez más a interrogar lo que entendemos como metáfora muerta.


A diferencia de Saussure y Davidson, sentimos que hay una motivación en esta metáfora conceptual y que su significado centrado en el cuerpo cier- tamente emergió en el contexto genético de origen de la metáfora, pero no ha cesado aún, y suponemos que esto se mantendrá mientras existan las ratas y tengamos contacto con ellas, en un orden de cosas que va desde la expe- riencia física y concreta durante la niñez y alcanza a la adultez en forma de conceptos abstractos, tales como la inmoralidad.


La parte del rompecabezas que falta para explicar la motivación de la metáfora de la rata inmoral la apunta Lakoff (2016) en un laborioso ensayo sobre los sistemas de razonamiento con los que se identifican los progre- sistas y conservadores estadounidenses. La clave de ambos lados estriba en su visión moral del mundo, la cual, en su sedimento más básico, deriva de las experiencias placenteras y desagradables de los individuos en sus primeros años de vida. Por tal razón, cuantas vivencias juzgan como parte de un estado de bienestar terminan siendo metaforizadas como, por ejemplo, "dulces", en tanto que las experiencias de displacer son metaforizadas como "amargas".


A renglón seguido, el sistema conceptual enmarca lo inmoral como as- queroso, pútrido, pestilente, contaminante, entre otros atributos que resul- tan metaforizados de manera compleja, como, pongamos por caso, cloacas, manzanas podridas, o animales prototípicos, a saber, cochinos y ratas. Es únicamente de esta manera que la rata puede proyectar la correspondencia "inmoralidad" en su condición de metáfora, pues es evidente que no se trata de un atributo propio de animales.


La metáfora conceptual de la rata inmoral refuerza nuestro argumento sobre la motivación a lo largo de varias culturas, dado que con este animal ellas mantienen una relación en común. Por consiguiente, no resulta indis- tinto un orden cualquiera de significantes respecto al significado de inmora- lidad que conceptualiza esta metáfora. Tienen cabida, por el contrario, sólo


aquellos significantes que, sea la lengua que sea, tienen por motivo compar- tido la rata, como en inglés "rat", en español "rata", en danés "rotten", o en alemán "ratte", cuyo ejemplo más emblemático es el documental "El eterno judío", una producción del nazismo hecha con el propósito de deshumanizar a la población judía, donde la imagen de las ratas llegando y expandiéndose por Europa se funde con la del judío haciendo el mismo proceso. Como es sabido, el resultado de esta degradación de la comunidad judía fueron los campos de exterminio donde murieron millones de ellos.


En conclusión, el examen que hemos emprendido de metáforas concep- tuales tan diversas como representativas de la complejidad con la que in- teractuamos cotidianamente demuestran que la arbitrariedad del signo lin- güístico formulada por Ferdinand de Saussure falla ante lo que se evidencia como una nutrida gama de motivaciones, que van desde lo estrictamente corporal hasta las experiencias en las numerosas esferas de la cultura. La metáfora conceptual pone ante nuestros ojos que el significado es mucho más fecundo que una simple imagen estática y que, además, trasciende el supuesto contrato, según el cual los hablantes de la lengua no intervienen en la modificación de cuanto dicen y escuchan en la articulación de su sub- jetividad y su relación con el entorno. Tras esto, queda revisar una serie de presupuestos teóricos que han servido de fundamento, ya se ve, a estudios parciales sobre la naturaleza del lenguaje y, ante todo, la del ser humano.


Referencias


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