Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
viralizado al extremo de transformarse en quinta-columna de la
democracia. Son las que el mismo Crépon cataloga como nocivas para
la convivencia política, puesto que transforma las instituciones de tal
manera que al permearse en ellas la emocionalidad de la acción, el giro
democrático se ve desdibujado del mapa político por vías de la
atención “urgente” de las peticiones del ciudadano necesitado de
asistencia, creando con ello un Estado asistencialista, a tal extremo
que es redefinido como “procurador de la existencia”, según plantea
el pensador coetáneo de Habermas, Enrst Forsthoff (SPECTER,
2013); según esta concepción, el valor no es para el Estado de forma
directa ni en si mismo, sino que lo es de aquél que acude tímido y
cabizbajo a extender la mano receptora de proventos: esta concepción
eleva la emotividad al grado de teoría política.
En el sentido indicado, la emocionalidad de la acción es
prolífera al reproducirse al ritmo de las necesidades urgentes, que los
mismos actores políticos, los agentes de la emocionalidad de la acción,
son capaces de reconstruirla y de hacerla regenerar a la velocidad que
estos agentes lo necesiten, y así sea detectado por el sector estratégico
de la acción político-emocional. Las emociones al pasar al plano
político transforman toda la estructura geoestratégica de la política,
pues es más fácil gobernar al oído y al corazón que gobernar por la
razón. Las pasiones son entonces un caldo de cultivo, para el gobierno
basado en la emocionalidad de la acción, cuestión que cada vez se
viene expandiendo por todo el Globo Terráqueo.
Los argumentos anteriores, dan pie a la fundamentación del
llamado “populismo”; el mismo se convierte en depredador de las
instituciones democráticas al extremo de socavarla y poner en riesgo
al mismo régimen político que la sostiene; o para decirlo según se
expresa en las palabras del francés parafraseadas en el título de este
comentario: las emociones políticas y el populismo que fundamenta,
son gusano que devora el fruto que lo aloja, es decir, la democracia se
trastoca en dulce y jugosa fruta madura lista para ser engullida por la
pequeña oruga antes de transformarse en bella mariposa. En otras
palabras, la política permeada por las emociones es la que hace que el
régimen democrático, que se supone es el más viable para la
convivencia política pacífica (HABERMAS, 2010; DAHL, 2021)),
dadas las intenciones de resguardo que contempla, se transforme en
búmeran que luego golpea las bases mismas que sostienen la