Revista de Ciencias Humanas y Sociales. FEC-LUZ
contextualizando su existencia. Lo irracional del alma realmente tiene que
ver con la vitalidad de la vida; es decir, el alma sensitiva y el alma
vegetativa, son dos momentos esenciales de la existencia de la vida
humana. Sin embargo, se destaca en su concepción que el alma vegetativa
es propia de todo ser vivo para procurarse la alimentación, o incluso, su
despliegue como tal ser vivo. La otra, el alma sensitiva, es propia de los
seres vivos por la cual despliegan sus apetitos (sus “ganas” de acción),
cumplimiento de sus deseos o de su voluntad existencial, e incluso, lo
mencionado antes, las emociones: ella es propia de todos los animales,
incluidos los no racionales.
De esta manera, aquellas dos almas se unifican en el ser humano
junto con la tercera categoría de la clasificación mostrada por Aristóteles:
el alma racional. En realidad, de lo que se trata aquí es de que los
llamados “instintos” de supervivencia, si entendemos bien la
tridimensionalidad del alma, están presentes en todos los seres vivos. Es
la razón por la cual vemos, por ejemplo, al castor construir un dique para
alimentarse y procrear, o a las aves construir mediante intrincados
diseños, sus nichos para anidar y procrear sus polluelos. Sin embargo,
vemos al ser humano construir bombas para destruir ciudades y vidas
(sus nichos), o diseñar industrias altamente nocivas para el ecosistema
planetario. De verdad que a la luz de la filosofía esencialista aristotélica,
no se entiende mucho esta razón humana. Si el alma racional es la que
permite conocer, en los términos aristotélicos, lo eterno, lo perfecto y lo
inmutable, no se entiende cómo es que la razón instrumental que
caracteriza al pensamiento científico se propone desarrollar conocimiento
que es capaz de desconfigurar la existencia; es decir, de destruirla.
Sin embargo, lo que quiero destacar aquí es la idea de la cuestión
ontológica que está presente en la filosofía aristotélica para entender un
poco el problema de fondo que se está desplegando como gas en el
ambiente acerca de las dimensiones de la materia viviente humana. Su
materialidad, al estar constituida por esa tridimensionalidad mencionada,
nos coloca en un camino seguro para poder desplegar la vida sin más.
Pero, a pesar de ello, pensamos en las transformaciones que están
produciéndose en el contexto de la existencia de la materia inerte y
también en la materia viva. Desde esta perspectiva, se ve un camino
bastante escarpado por recorrer debido a la velocidad con la que la actual
técnica está modificando la materia viva, al procurar incluso la fusión
entre materia, forma y racionalidad a partir de la nueva materia creada.
Esta fusión, que opera a lo interno de los principios que informan la vida