Universidad del Zulia
Facultad de Humanidades y Educación
Centro de Estudios Filosócos
“Adolfo García Díaz”
Maracaibo - Venezuela
Esta publicación cientíca en formato digital
es continuidad de la revista impresa
Depósito legal pp 197402ZU34 / ISSN 0798-1171
Dep. Legal ppi 201502ZU4649
99
2021-3
Septiembre-Diciembre
I. ÉTICA, GLOBALIDAD CRÍTICA Y BIENESTAR HUMANO
II. DIMENSIÓN EPISTÉMICA Y DESARROLLOS CULTURALES
III. LA EDUCACIÓN EN CONTEXTO INTERCULTURAL Y
DECOLONIAL
IV. REPENSAR LA EDUCACIÓN SUPERIOR: TEORÍAS Y
PRÁCTICAS
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Revista de Filosofía
Vol. 38, N°99, (Sep-Dic) 2021-3, pp. 21 -40
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Hacia una conceptualización del Erotismo en Occidente
Una mirada filosófica y literaria en torno de la discusión entre
cuerpo y alma
Towards a Conceptualization of Eroticism in the West
A Philosophical and Literary Look Around the Discussion between Body and
Soul
Mayerlis Ortega Oliveros
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2147-3662
Universidad del Atlántico
Barranquilla Colombia
mortegao@mail.uniatlantico.edu.co
Resumen
El presente artículo tiene como propósito mostrar que la conceptualización sobre el erotismo
no ha permitido la superación de la dicotomía histórica entre el alma y el cuerpo, escisión
que ha obstaculizado la comprensión de este como fenómeno humano que dimensiona al
hombre en toda su integralidad. En razón de ello, en primer lugar, se realizará un bosquejo
histórico-teórico de los diferentes significados que ha tenido el erotismo, comenzando por
las reflexiones filosóficas y literarias que han surgido con relación a Eros desde Grecia hasta
el siglo XX, en pos de develar lo que es, lo que no es y lo que podría llegar a ser.
Seguidamente, se evidenciará cómo el erotismo ha sido abordado desde dos posturas
tradicionales que se han excluido mutuamente; la moralista o cristiana y la inmoralista o
transgresora, para exponer cómo en cada una de estas posturas se ha sopesado una
perspectiva del erotismo sesgada únicamente como práctica espiritual o carnal.
Palabras clave: erotismo; filosofía; literatura; moralidad cristiana.
_______________________________
Recibido 20-08-2021 Aceptado 30-10-2021
Abstract
The purpose of this article is to show that the conceptualization of eroticism has not allowed
the overcoming of the historical dichotomy between the soul and the body, a split that has
hampered the understanding of it as a human phenomenon that dimensions man in all his
integrality. Because of this, in the first place, a historical-theoretical sketch will be made of
the different meanings that eroticism has had, beginning with the philosophical and literary
reflections that have arisen in relation to Eros from Greece to the 20th century, in pursuit of
Este trabajo está depositado en Zenodo:
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5635453
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 22
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
to reveal what it is, what it is not and what it could become. Next, it will be evident how
eroticism has been approached from two traditional positions that have been mutually
exclusive; the moralist or Christian and the immoralist or transgressive, to expose how in
each of these positions a perspective of eroticism biased solely as a spiritual or carnal
practice has been weighed.
Keywords: eroticism; philosophy; literature; christian morality.
Introducción
Como animal erótico, el hombre es para sí mismo un problema. El erotismo es en
nosotros la parte problemática.
1
[Traducción Nuestra]
Para reflexionar sobre el origen del erotismo, o de lo erótico, se debe rastrear cómo y
de qué manera ha sido entendido en los albores de la Antigüedad Clásica hasta nuestros días,
en vistas de poder comprender cómo el hombre Occidental ha configurado el terreno de lo
erótico y le ha concedido un lugar importante en el mundo y la vida cotidiana a partir de las
diferentes cosmovisiones, mitos y tabúes.
En este artículo se realizará un bosquejo histórico-teórico de lo que ha sido el erotismo,
comenzando por las reflexiones filosóficas y literarias que han surgido con relación a Eros
desde Grecia hasta el siglo XX, en pos de develar lo que es, lo que no es y lo que podría llegar
a ser. Seguidamente, se evidenciará cómo el erotismo ha sido abordado desde dos posturas
tradicionales que se han excluido mutuamente; la moralista o cristiana y la inmoralista o
transgresora, para mostrar cómo en cada una de estas posturas se ha sopesado una
perspectiva del erotismo anclada, por un lado, desde lo moral como la práctica espiritual
perfectible del hombre a expensas de lo corporal e instintivo, y por el otro, desde lo inmoral
como el terreno primigenio desde el cual la naturaleza humana puede afirmarse en
detrimento de lo espiritual. Por lo anterior, concluiremos que la conceptualización sobre el
erotismo no ha permitido la superación de la dicotomía histórica entre el alma y el cuerpo
(el espíritu y el instinto, lo moral y lo inmoral) obstaculizando la comprensión del erotismo
como fenómeno humano que dimensiona al hombre en toda su integralidad.
En torno a una definición de Eros y erotismo en la Antigüedad Clásica:
Existe una confusión generalizada en torno al concepto de erotismo, pues
normalmente se lo ha nombrado indistintamente como amor, pasión, inclinación, deseo,
atracción sexual, etc. sin tener en cuenta, que, si bien los griegos querían denotar con él el
1
BATAILLE, Georges, L’Érotisme, Les Éditions de Minuit, Paris, 1957, p. 303
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 23
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
sentimiento amoroso, ello no quiere decir o significar amor, pasión, inclinación, deseo,
atracción sexual, etc. Tras lo anterior, se considera pertinente aclarar que en griego la
expresión empleada para designar el sentimiento amoroso y el deseo sexual entre los
hombres es ρως que significa eros, el cual en su evolución pasa al latín como erotás y,
posteriormente, cuando se le agrega el sufijo -ismós, el cual indica estado o resultado de un
proceso anterior, pasa a enunciar erotismo. Además, debe decirse que el vocablo eros,
también fue utilizado en la mitología griega para nombrar al dios encargado de ocasionar el
deseo sexual y amor entre los hombres.
Por otro lado, debe precisarse que en latín existen los vocablos eros y amor, justamente,
porque señalan aspectos distintos. El concepto de eros, al ser una desinencia del vocablo
griego ρως”, significa exactamente lo mismo, el sentimiento amoroso entre los hombres;
mientras que amor es un vocablo originariamente latino que deviene de la raíz “amor” y,
posteriormente, al agregarse el sufijo -ōris” (que significa orar) se forma la palabra
amoroso. De esta manera, la palabra latina “amor” no deviene de la raíz griega ρως”, por
consiguiente, no puede decirse que estos signifiquen y definan exactamente lo mismo.
En este sentido, se hace evidente el error categorial de confundir el erotismo con otros
términos, no permitiendo dar cuenta de lo que fue y significó en ese contexto particular de
la sociedad griega. Es así como en los inicios del cristianismo se acuña la palabra amor, para
significar todo lo relacionado con los sentimientos amorosos y afectivos entre los hombres,
de ahí que se siguiera perpetuando el error y haya diferentes autores quienes, según Ferrater
Mora (1964), en el Diccionario de Filosofía, “recomiendan el uso de varios términos
(‘agrado’, ‘gusto’,‘afecto’,‘amistad’ ) pero persisten en agrupar sus significados bajo el
concepto común de ‘amor’”
2
. A este respecto nos dice el filósofo Denis de Rougemont (1999),
en su texto titulado Los mitos del amor.
Se dirá que nuestras lenguas modernas tienen también la mayor parte de esas
palabras de amistad, ternura, deseo, pasión, compasión, caridad, etc. Sin duda, pero
llaman a todo ello amor, aunque varíen los adjetivos. Y es precisamente ese término
único lo que falta en griego, como en todas las lenguas de Asia sin excepción. Es
característico de la Europa cristiana y del Occidente por entero que, sólo ahí, todas
las formas humanas del atractivo hayan podido ser incluidas en el vocablo único, que
no designa cierta substancia común sino un movimiento creador del ser, que se
manifiesta en todas ellas.
3
Por lo anterior, encontramos la dificultad de contar con un concepto único que torna
ambiguo y conflictivo todo intento de definir y conceptualizar lo que significa el erotismo,
pues está envuelto en algunas de sus características tales como lo son el sexo, el deseo, la
2
FERRATER, José, Diccionario de Filosofía, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964, p. 87
3
DE ROUGEMONT, Denis, Los mitos del amor, Editorial Kairós, Barcelona, 1999, p. 14
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 24
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
atracción sexual; por ello, tal confusión podemos entenderla desde los griegos para retomar
lo que en sus inicios se entiende por eros.
Eros como principio motriz
El hombre históricamente ha buscado dar explicaciones al origen del cosmos, la
naturaleza y los fenómenos de los que participa cotidianamente, entre ellos: la vida, la
muerte, el mal y el bien y, por supuesto, el amor. Tal búsqueda de los orígenes y causas
primeras del acontecer de las cosas se encuentra particularmente reflejada en los griegos. Es
en la cultura de este pueblo donde se generan los primeros mitos y leyendas, a partir de las
cuales expresaban su realidad, costumbres, maneras de estar y ser en el cosmos.
Concomitante a ello, puede verse que dentro de esa mitología griega uno de los
principios que dará explicación al orden del mundo, según Pierre Grimal, será el amor. Al
respecto, dirá en su libro (1989) La mitología Griega, que “en algún momento de su historia,
todos los pueblos han sentido la necesidad de explicar el mundo. Los griegos, en busca, como
tantos otros, de un principio motriz en el mismo Ser, creyeron descubrirlo en el amor”
4
. A
causa de esto, el filósofo presocrático Empédocles (495 a.c- 430 a.c), según Ferrater Mora
(1964), se preocupó por emplear en sus planteamientos la idea del amor como principio
fundamental de todas las cosas:
Empédocles fue el primer filósofo que utilizó la idea del amor en sentido cósmico-
metafísico, al considerar el amor, Philotés, y el conflicto o lucha, νεικος, como
principios de unión y separación respectivamente de los elementos que constituyen
el universo […] Ahora bien, lo que hace que los elementos se mezclen y separen, son
dos fuerzas externas -el Amor y el Odio-, que representan un poder natural y divino,
que son respectivamente el Bien y el Mal, el Orden y el Desorden, la Construcción y
la Destrucción.
5
Otra explicación cósmico-metafísica del Eros nos la brinda el poeta Hesíodo (1978), en
La Teogonía, en ella hay toda una genealogía divina en donde exalta a los dioses y muestra
su peculiar evolución. Mostrando en el mito de las sucesiones divinas a Eros como ese dios
que incita la adecuada cohesión de los dioses y de los hombres. En este mito, Hesíodo
comienza por saludar e incentivar a las musas del Helicón para que a través de los cantos
con que exaltan a los sempiternos, le digan cómo nacieron en un principio los dioses, los
astros, y todo lo que existe. Es así como las musas aducen que en un principio existió el Caos,
en el cual coexistían Érebo y la negra Noche, los cuales se caracterizaban por ser las dos caras
de las tinieblas del cosmos. Después Gea la de amplio pecho quien cobija de forma segura a
todos los inmortales de la cumbre del Olimpo y; por último, Eros el dios inmortal s
hermoso, pues seduce el corazón y la correcta voluntad tanto en los dioses, como en los
hombres.
6
4
GRIMAL, Pierre, La mitología griega, Ediciones Paidós Ibérica S.A, Barcelona,1989, p. 27
5
FERRATER, José, Diccionario de Filosofía, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964, p. 87
6
HESÍODO, Teogonía, Editorial Gredos S. A, Madrid, 1978.
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 25
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Por otro lado, Pierre Grimal (1981), en el Diccionario de mitología griega y romana,
menciona que para los griegos:
Poco a poco, bajo el influjo de los poetas, el dios Eros ha ido adquiriendo su fisonomía
tradicional. Se le representa como un niño, con frecuencia alado, pero muchas veces
sin alas, que se divierte llevando el desasosiego a los corazones. O bien los inflama
con su antorcha o los hiere con sus flechas.
7
Respecto a lo anterior, puede verse que indistintamente en este mito teogónico, o
posible teoría de la naturaleza, Eros es encontrado como el dios que incita a la adecuada
cohesión entre los dioses y los hombres. De esta manera, puede notarse que, para los griegos,
Eros, por un lado, era el principio motor, poseedor de una fuerza fundamental que permitía
el surgimiento de la naturaleza y; por otro lado, el dios que ocasionaba la atracción sexual,
el amor carnal y el sexo entre los hombres.
El eros platónico: hacia la contemplación de las formas inteligibles
El sentido cósmico-metafísico que tuvo Eros en la Antigüedad griega al considerárselo
como ese principio fundamental que dio origen al nacimiento del universo e igualmente
como el dios responsable de forjar el deseo y la atracción sexual entre los dioses y los
hombres, no fue la única construcción del eros griego a partir del mito; puesto que, más
adelante, en Platón se vislumbrará una idea del eros distinta a la concebida hasta entonces.
Platón, influenciado por su teoría del conocimiento, desvirtúa la importancia del eros
carnal frente a la idea de un eros cognoscitivo y contemplativo de las formas bellas. Así el
eros en el Banquete (1988 [384-379 a.c]) s allá de ser un dios será ejemplificado como un
démon, es decir, una entidad intermediaria entre los dioses y los hombres. De ahí que este
tenga una condición mixta y sea presentado como hijo de Penia (pobreza) y de Poros
(Abundancia):
En primer lugar es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la
mayoría, es, más bien, duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y
descubierto, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos,
compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre.
Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo
bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo
alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo
largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y sofista.
8
Así, Eros primeramente será concebido como el deseo de poseer siempre aquello de lo
que se carece, de lo que se está ausente y se necesita, pero tal deseo de posesión, es posesión
de lo mejor, lo que en la teoría platónica es la búsqueda de la Belleza, pero no la belleza
7
GRIMAL, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana, Ediciones Paidós Ibérica S.A, Barcelona, 1981,
p. 171
8
PLATÓN, El Banquete. En Diálogos, Editorial Gredos, Madrid, 1988, p. 249e
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 26
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
corpórea sujeta al tiempo, la muerte y la corrupción, aquella recreada en los mitos
antecesores; sino la Belleza del alma. Por ello el discurso de Diotima quien es su principal
interlocutora en el Banquete aduce que, primero, en la juventud se busca un cuerpo
hermoso; luego, la hermosura de muchos cuerpos; posteriormente, llegar a la idea de
hermosura en sí; siguiendo así con el alma virtuosa y; por último, la belleza incorpórea o, lo
que es igual, la contemplación de las formas inteligibles: la belleza, la verdad y el bien.
En el Banquete, Platón evidencia otra explicación sobre la naturaleza de eros al poner
en boca de Aristófanes el mito del andrógino original. En el cual Eros es la búsqueda de esa
unidad perdida, pues cada mitad experimentando estar incompleta busca insistentemente
recobrar su estado primigenio. No obstante, al ser imposible recobrar dicha unidad por el
castigo de Zeus, los humanos buscaron a través de la reproducción la realización de esa
unidad primera y la inmortalidad de su alma contemplada en la esencia dejada al hijo de
cada una de las partes.
El eros platónico permite concebir, la ascensión de las almas hacia la contemplación de
la Belleza en sí, es decir, es el movimiento (salida) de ese ser imperfecto, ignorante, corpóreo
que está en el mundo sensible hacia lo más perfecto; mundo inteligible en el cual se hallan
las formas eternas, la inmortalidad del alma y la unidad primigenia de la que fueron
arrancadas. Eros es entonces la búsqueda de las formas eternas en detrimento de lo corporal
y carnal.
Eros femenino y lésbico en la poesía Sáfica
El eros en la cultura griega no solo fue reflexión filosófica, sino que también ocupó un
lugar importante en la literatura, especialmente en la poesía, desde la cual se intentó captar
la profundidad y naturaleza del eros en la experiencia psicológica y afectiva de los amantes.
Así Octavio Paz (1993), en La llama doble. Amor y erotismo, afirma que “los amantes
platónicos, tal como los describe El Banquete, son escasos; no lo son las emociones que, en
unas cuantas líneas, traza Safo al contemplar una persona amada”.
9
La caracterización que hace Safo del Eros difiere de la mirada de la sociedad griega, en
la cual el erotismo femenino se reducía a finalidades meramente reproductivas en donde la
mujer desarrollaba un rol pasivo y debía ejercer su eros desde la inferioridad que
legitimaban las leyes de la Polis.
Safo incursiona, por primera vez en Grecia, en su lírica la caracterización de un eros
femenino y lésbico. Sin embargo, es preciso aclarar tal como lo hace Ana Morillas (2013),
citando a Martos Montiel -en el capítulo “Safo de Lesbos: La Décima Musa” del volumen El
último amor de Safo. Sonetos. Mercedes Matamoros-, “que en la antigüedad “lesbiana” no
tenía la connotación actual de ‘homosexual’, sino de ‘felatriz’ o ‘promiscua’; y que es a finales
9
PAZ, Octavio, La llama doble. Amor y erotismo, Editorial Seix Barral, México D.F, 1993, p. 49
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 27
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
del primer milenio cuando aparece un texto con el gentilicio “lesbia” con el significado de
‘homosexual’”
10
Así el eros sáfico lejos de considerar a la mujer como un ser inferior y pasivo, encerrado
en la vida privada de la familia, le concede las capacidades de aprender, ser útil y mejorar su
sexualidad. Tal aspecto lo podemos ver en el papel que dentro de los grupos educativos
femeninos desempeñó Safo. Al respecto, dice Morillas (2013):
Las teorías explicativas de estos grupos son varias: podían ser thíasos o agrupaciones
cultuales de jóvenes de clase alta dedicadas a Astarté, Afrodita, Eros o las Musas; o
bien coros líricos donde una directora (Safo y sus rivales, Gorgo y Andrómeda)
dirigirían representaciones públicas; o quizá eran una especie de “colegios” donde
recibían algún tipo de formación preparatoria para el matrimonio que abandonaban
para casarse, o donde adquirían conocimientos de música, danza y literatura.
11
En estos grupos, Safo concediéndole importancia a la contemplación y preparación de
sus discípulas en las bellas artes, no solamente le dio importancia al eros carnal, y a lo
hermosas que pudieran resultar sus alumnas, sino al igual que Platón o Sócrates, buscó
encontrar en ellas la belleza y sabiduría admirada en los dioses.
El eros femenino, tal como es planteado por la décima musa, va más allá de la
procreación y la vida conyugal, pues esta fue consciente de que el matrimonio, generalmente,
era un contrato, sin amor. De ahí que, la pedagogía y lírica de Safo según Erika Bermúdez
(2016), en su ensayo Erótica Causa. Filosofía de la razón erótica, “apuntando hacia lo más
elevado del alma femenina [pretendió que la unión de los futuros esposos, no fuera posible]
sin la participación del poder de Eros para unir las fuerzas de las almas”
12
, y pudieran
encontrar mutuamente esa belleza, de la cual se revisten los enamorados, cuando en sus
entrañas poseen la sabiduría y el deseo.
Eros en la Edad Media: entre la ascética y la sensualidad
En la conciencia de la edad media, se forman por así decirlo una junto
a la otra dos concepciones de la vida: la concepción piadosa, ascética,
atrae todos los sentimientos morales; la sensualidad, abandonada al
diablo, se venga terriblemente. Ya sea que una u otra de estas
inclinaciones predomine, tenemos al santo o al pecador; pero en
general, están en equilibrio inestable con grandes desbalances.
13
El eros fue una preocupación fundamental para la sociedad griega, tanto así que fue
parte importante de la mitología, la literatura y la filosofía para dar cuenta de tres aspectos
distintos: primero, el origen del cosmos; segundo, la atracción sexual y el deseo entre los
10
MORILLAS, Ana. “Safo de Lesbos: La Décima Musa”. En Matamoros, M, El último amor de Safo. Sonetos,
Junta de Andalucía, Consejería de Educación, Cultura y Deporte, Andalucía, 2013, p. 88
11
MORILLAS, Ana, Ob. Cit, p. 87
12
BERMUDÉZ, Erika, Erótica causa. Filosofía de la razón erótica, Editorial Kimpres S.A.S, Bogotá, 2016, p.
34
13
DE ROUGEMONT, Denis, L’amour et L’occident, Librairie Plon, Paris, 1972, p. 270
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 28
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
hombres; y tercero, la búsqueda de perfección, completud e inmortalidad que anhelan
alcanzar los amantes del mismo o de distinto sexo a partir de la contemplación de la Belleza
en sí y de la reproducción.
El eros para los griegos no solo confirió los derechos de la carne, sino que también dio
cuenta de los más elevados sentimientos del alma humana. Sin embargo, con la
transformación de la antigua Polis en Impero (romano), el erotismo sufre varias
transformaciones puesto que en este nuevo contexto social los hombres y mujeres gozaron
de otras libertades y restricciones con relación a la Grecia Clásica. De ahí que las prácticas
eróticas, amorosas y sexuales tomaran otras dimensiones, por lo que señala Pascal Quignard
(2005), en El sexo y el espanto:
El amor romano se diferenciaba del griego en los aspectos siguientes: la orgía de las
gens, la indecencia verbal política opuesta a la castitas de la matrona protectora de
las gentes (de la casta) y la obediencia (obsequium) de los esclavos. La moral sexual
era inflexible. En lo que respecta a los hombres, estaba sujeta a leyes y era
rigurosamente activa […]
14
El mundo romano alejado de la preocupación griega por la contemplación de las
formas inteligibles se aventura a hacer de su sexualidad y erotismo, según Erika Bermúdez
(2016) “el ejercicio profundo de la sexualidad desde la genitalidad o el puro contacto físico
a través de las relaciones sexuales”
15
. Paradójicamente, aunque la sexualidad romana fue
desprovista de fines trascendentes como en la sociedad griega, estuvo fuertemente sometida
a las leyes romanas. Esto implicó, según Quignard (2005) que:
En el mundo romano coexistían los actos más chocantes con el más escrupuloso rigor
moral. Virtud (virtus) quiere decir potencia sexual. Si la virilidad (la virtus) era el
deber del hombre libre, la marca de su potencia, el fiasco llevaba el estigma de la
vergüenza o de lo demoníaco. El modelo único de la sexualidad romana es la
dominatio del dominus sobre todo lo que es otro.
16
El erotismo romano fue reprimido y castigado por las leyes de Roma, toda vez que
exigían la actividad sexual por encima de la continencia e imponían una moral rígida que
establecía cómo y con quienes podían ejercer su sexualidad. Justamente, la inflexibilidad de
las leyes romanas y las costumbres restrictivas, es lo que permite tiempo después al
cristianismo hacer de la sexualidad y erotismo en Occidente algo aberrante e inmoral.
Con el surgimiento e instauración del cristianismo en la Edad Media (s.v-xv), se afectan
negativamente las libertades sexuales y la posibilidad de todo erotismo, ya que se negaron
los placeres de la carne y se condenaron a ese espacio de lo inmundo, aberrante e inmoral.
En este largo período, como lo deja ver San Agustín (2006), en La ciudad de Dios, se
pretendió diligenciar en el mundo terrenal los proyectos divinos, por ello se retoma la teoría
14
QUIGNARD, Pascal, El sexo y el espanto, trad. Ana Becciú, Editorial Minúscula, Buenos Aires, 2005, pp. 13-
14
15
BERMUDÉZ, Erika. Erótica causa. Filosofía de la razón erótica, Editorial Kimpres S.A.S, Bogotá, 2016, p.
37
16
QUIGNARD, Pascal, El sexo y el espanto, trad. Ana Becciú, Editorial Minúscula, Buenos Aires, 2005, p. 16
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 29
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
platónica de los dos mundos (la preocupación por la inmortalidad del alma y las formas
inteligibles) adaptándola a las necesidades que pregonaban los dogmas de fe relacionados
con el Dios cristiano.
17
A razón de lo anterior, el eros durante el cristianismo se vio saturado de tabúes,
prohibiciones y sanciones, de tal manera que una de las estrategias empleadas por el
catolicismo haya sido la instauración de los siete pecados capitales, dentro de los cuales
aparecería la lujuria como algo condenable y reprochable, pues como lo deja ver Alexandrian
(1989) en su libro Histoire de la littérature érotique (Historia de la literatura erótica):
En la edad media se desarrolló la noción de lujuria, que no pertenecía a ningún
sistema religioso o moral de la antigüedad grecorromana. La lujuria (o impudicia),
que consistió en entregarse inmoderadamente a los placeres sexuales, fue uno de los
pecados capitales que desviaban al hombre de su salvación espiritual [...]
18
.
La lujuria durante la Edad Media estuvo sujeta a muchas restricciones al punto de que
se encerró casi todo lo relacionado con el erotismo en los lindes de lo aberrante e inmoral,
pues esta suponía la perdición del hombre como hijo de Dios, la entrega de su alma a los
placeres de la carne, por encima del amor que debía ser concedido únicamente al creador.
Este contexto, permitió que en las entrañas del cristianismo, el Ágape (entendido como el
amor fraterno, y a Dios) haya sido opuesto e impuesto al Eros. A este respecto, señala Johann
Fischl (1984), en su texto Manual de la historia de la filosofía, refiriéndose al pensamiento
de San Agustín:
Más, siendo el amor la operación principal de la voluntad, es también el padre de
todas las virtudes: “Ama y haz lo que quieras”. El hombre no puede separarse nunca
del amor. No es menester mandar a nadie que ame, no se puede prohibir a nadie que
ame, sólo puede decirse a los hombres lo que deben o no deben amar. Toda la
moralidad radica en la recta elección del objeto de nuestro amor. Amor consumado
es consumada justicia; amor cumplido es la suma felicidad. Sólo en el recto querer
está la paz del alma, sobre la que una y otra vez habla este inquieto buscador de
Agustín.
19
Con relación a lo anterior, puede afirmarse que de todos los tipos de amor (philias), el
único que privilegia y legítima San Agustín y otros padres de la Iglesia es el ágape, el cual es
visto como el sentimiento de amor y devoción concedido al Dios cristiano en la vida del
hombre occidental. Sin embargo, al no poder dejar lo erótico fuera del mundo del hombre,
la sexualidad y todo lo concerniente a lo sensual fue admitido solo en tanto regido bajo el
sacramento católico del matrimonio, en el que la conformación y multiplicación de la familia
fueron interpretadas como la salvación de la creación. Empero, ocurre que en el seno del
17
SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, Editorial Porrúa, México DF, 2006
18
ALEXANDRIAN, Sarane, Histoire de la littérature érotique, Éditions Seghers, Paris, 1989, p. 33
19
FISCHL, Johann, Manual de la historia de la filosofía, Editorial Herder, Barcelona, 1984, p. 139
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 30
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
cristianismo, surge en el siglo XII el Amor Cortés, un tipo de amor que iría más allá del santo
sacramento del matrimonio y que cuestionaría profundamente sus fundamentos.
En este ideal de amor, la Dama-mujer de la nobleza, generalmente casada, ocupó un
lugar fundamental, pues de ella dependía la iniciación amorosa, debido a que el amante-
trovador debía convertirse en su vasallo, exaltándola física y espiritualmente, valiéndose de
toda suerte de estrategias: trovas y poemas en aras de ser aceptado por ella. Este amor, no
se presenta como consecuencia del matrimonio, sino como una forma de vida que para los
poetas, va más allá de la finalidad carnal o reproductiva, según Octavio Paz (1993), en La
llama doble. Amor y erotismo:
El término «amor cortés» refleja la distinción medieval entre corte y villa. No el amor
villano -copulación y procreación-sino un sentimiento elevado, propio de las cortes
señoriales. Los poetas no lo llamaron «amor cortés»; usaron otra expresión: fin’
amors, es decir, amor purificado, refinado. Un amor que no tenía por fin ni el mero
placer carnal ni la reproducción. Una ascética y una estética
20
.
Por lo anterior, este ideal del amor cortés al controvertir el carácter sagrado del
matrimonio desde la Iglesia católica se convirtió en foco de tensión, debido a que según
Octavio Paz (1993) este era “casi siempre sin la voluntad de la mujer, por razones de interés
material, político o familiar. Por esto exaltaba las relaciones fuera del matrimonio, a
condición de que no estuviesen inspiradas por la mera lascivia y fuesen consagradas por el
amor”
21
El amor cortés o fin’amors no podía ser admitido como algo bueno en la Iglesia, pues
atentaba contra uno de sus más importantes sacramentos: el matrimonio. De ahí que
retomando lo señalado por Paz (1993) para la Iglesia el amor cortés: a) arremete contra el
santo sacramento del matrimonio, en tanto admitía el adulterio como forma de liberar a la
mujer de los yugos impuestos del matrimonio dentro de la sociedad feudal; b) iba en contra
del desprecio de la carne y de la procreación, aspectos condenados por la Iglesia católica,
admitiendo el desprecio a la carne en tanto tuviera como finalidad la procreación; c) la
continua deificación de la dama iba en contravención del amor e idolatrías debidas
únicamente a Dios.
Con todo esto, podemos afirmar que en la Edad Media afloraron varias concepciones
de lo que podrían o deberían ser las prácticas sexuales y la actividad erótica. En los inicios
de Roma, encontramos unas libertades sexuales entre la desmesura y la fuerte restricción
moral. Con el auge del cristianismo, una sexualidad reprimida y llena de tabúes, sólo en la
baja edad media (siglo XII), asistiríamos a los primeros destellos de un erotismo artístico,
en el que los poetas vieron un modo de vida y la creación de una estética-ascética para los
amantes occidentales.
Eros: entre el teocentrismo y el antropocentrismo
20
PAZ, Octavio, La llama doble. Amor y erotismo, Editorial Seix Barral, México D.F, 1993, p. 76
21
PAZ, Octavio, Ob. Cit, p. 87
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 31
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Con el paso de la Edad Media al Renacimiento el hombre ocupará el lugar que antes se
le había negado y reservado para el Dios cristiano. En este periodo surge la transición entre
el teocentrismo y el antropocentrismo, lo que implicó una serie de cambios en la mentalidad
de los hombres con relación a su propia condición, a la naturaleza y al cosmos del que hacían
parte. En este nuevo contexto, todos los aspectos de la vida en sociedad tendrán un giro
drástico, y como no podía ser la excepción, el erotismo también se vería influenciado por
estas nuevas mentalidades. Así, tal como lo afirma Erika Bermúdez (2016), en Erótica
causa. Filosofía de la Razón Erótica, el erotismo de este hombre moderno:
Debe entenderse como una práctica normal y perfectible del hombre, encaminada o
dirigida no con exclusividad a la reproducción, sino con miras a enriquecer todas las
interpretaciones hasta entonces dadas para el hombre mismo, que van desde el plano
de las ciencias hasta el de las artes, campo significativo para esta época.
22
En este sentido, tenemos que con el arte renacentista gozamos con un tipo de pintura
en la que se representará la naturaleza y se incorporaran los desnudos en las figuras hasta
entonces miradas como tabúes. Ejemplo de ello, es la famosa obra florentina de Sandro
Botticelli El nacimiento de Venus, en la que se puede apreciar la incorporación de un nuevo
sensualismo respecto de la edad media.
Por otro lado, se presenta gran auge en la literatura con motivo erótico y amoroso en
autores como Miguel De Cervantes en su Quijote, José Quevedo con su poema Amor
constante más allá de la muerte, William Shakespeare con Romeo y Julieta, y Juan Zorrilla
con su obra maestra Don Juan Tenorio; quienes introducen perspectivas del erotismo
asociadas tanto a lo sagrado como a lo profano en el seno del cristianismo. El hombre
renacentista no estuvo totalmente alejado del factor religioso, pero si fue poco a poco
desprendiéndose de los designios cristianos, para elegir y decidir conforme a su voluntad,
este contexto histórico, permitió la incursión del erotismo como elemento de reflexión, aun
cuando unas veces fue para defender la moralidad cristiana-tradicional, y, otras, para
reivindicar en las prácticas sexuales, sensuales y eróticas, un aspecto normal, que hacía parte
constitutiva y fundamental de ese nuevo ser humano.
Eros como pathos
23
moderno
Siendo la modernidad época continuadora del antropocentrismo, el erotismo segui
afirmándose como práctica perfectible del hombre en la cual el placer del cuerpo y la
saciedad de los instintos serán vistos como algo natural por encima de fines trascendentes.
De ahí que sea la figura de Sade y de su obra filosófico-literaria el emblema de las prácticas
eróticas del siglo XVIII y aún de nuestros as, en tanto glorifican el sexo en exceso como
profanación de las leyes, las costumbres y la moral en Occidente. A este respecto, afirma
22
BERMUDÉZ, Erika, Erótica causa. Filosofía de la razón erótica, Editorial Kimpres S.A.S, Bogotá, 2016, p.
38
23
Para los efectos de este trabajo, el término pathos hace referencia a los sentimientos modernos que
emergieron en torno a las prácticas eróticas distanciados de la mentalidad de la Edad Media. Sobre todo, de
ese pathos erótico inducido por la literatura y la filosofía en el hombre moderno.
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 32
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Juan González (2017), en su artículo “¿Es Sade nuestro semejante? El goce transgresor,
como imperativo y como escándalo”:
Las pasiones que los libertinos sadianos consagran se reducen a la voluptuosidad y la
lubricidad, sin otra ley que el voluble placer ni más freno que el propio deseo. En ese
sentido, las pasiones resultan reducidas a un medio de la naturaleza para lograr que
el ser humano se autocomprenda (como la propia naturaleza nos comprende). En el
universo sadiano, la delectación en las pasiones parece ser la única guía e instrumento
que nos conduce a la felicidad en esta vida.
24
En este sentido, con Sade se inaugura en la modernidad un erotismo asociado a la
transgresión sin límites, es decir, un quebrantamiento de las normas, convenciones y
costumbres de una sociedad en la que reinó, por mucho tiempo, una doble moral con
respecto a la sexualidad. Así, la transgresión a través del goce erótico en Sade excluye
sentimientos como el amor, la compasión, la procreación; proclamando únicamente el goce
corporal en el que ese Otro (objeto de deseo) es reconocido en tanto vehículo para el alcance
del dolor y el placer. De esta manera, el libertino como su víctima deben ser capaces de
encontrar en la voluptuosidad de los cuerpos su destrucción y resurrección. Es decir, “en
Sade la voluptuosidad se erige como un deseo autónomo y superfluo, sin otro objeto que su
propio exceso y la negación constante del otro en el crimen”
25
.
Con relación a lo anterior, afirma Erika Bermúdez (2016), el erotismo transgresor o el
goce erótico en Sade está anclado a “la idea criminal de destruir o acabar con todas las
prohibiciones en las que reside el principio del éxtasis profundo”
26
. No obstante, como
señala González (2017) contrario a la opinión común la idea de crimen y destrucción en Sade
no debe verse como algo negativo, pues no es fruto de:
La crueldad surgida de la brutalidad animal y de la estupidez irreflexiva, sino que se
refiere a aquella crueldad delicada, refinada y resultado de la sensibilidad, que resulta
sumamente placentera, por estar vinculada a la actividad de la imaginación y a la
puesta en escena encantadora.
27
Por ello, Sade escenifica en su literatura, y a través de sus personajes, el
quebrantamiento de todos los límites corporales, psicológicos y sociales para darle paso al
goce extremo donde la naturaleza humana es expuesta más allá del vicio o la virtud. En
resumidas cuentas, habría que decir de acuerdo con González que la obra sadiana:
Ha puesto en escena una de las dimensiones decisivas del pathos moderno, a saber:
la experiencia de un deseo exacerbado más allá de todo límite, meta y regulación; o
bien la aventura paradójica de un goce transgresor, que pone en entredicho cualquier
24
GONZÁLEZ, Juan, “¿Es Sade nuestro semejante? El goce transgresor, como imperativo y como escándalo”,
Revista Amauta, No. 29, 2017, p. 11
25
GONZÁLEZ, Juan. “¿Es Sade nuestro semejante? El goce transgresor, como imperativo y como escándalo”,
Revista Amauta, No. 29, 2017, p. 11
26
BERMUDÉZ, Erika, Erótica causa. Filosofía de la razón erótica, Editorial Kimpres S.A.S, Bogotá, 2016, p.
104
27
GONZÁLEZ, Juan, Ob. Cit, p. 21
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 33
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
expectativa de autosatisfacción, y nos expone al vértigo de la sustracción de todo
objeto de deseo y a la profunda escisión del sujeto deseante, así como a la repetición
apática de los gestos de transgresión ad infinitum.
28
La obra de Sade, más tarde, influenciará los postulados freudianos, pues tal como
señala Erika Bermúdez (2016), en Erótica causa. Filosofía de la Razón Erótica, Freud
retomando las categorías sadianas de dolor y placer con relación al goce transgresor en la
experiencia erótica, construye su teoría psicoanalítica sobre el instinto de agresión y
destrucción, pues “de una propuesta sobre el dolor físico (Sade) se pasó a otra sobre el dolor
psíquico”
29
.
Freud con el propósito de develar la dualidad de lo que denominó: pulsión de vida
(instinto de auto-conservación) y pulsión de muerte (instinto orientado a destruir el mundo
interior), pretendió identificar, en su texto El malestar en la cultura (1997), cómo los
instintos humanos se vieron reprimidos en una Cultura forjada en religiones e ideologías
que exigieron al hombre occidental el cumplimiento de valores morales a expensas de su
propia felicidad.
30
La moralidad cristiana disminuyó el valor de la vida y del hombre en el mundo para
hacer de la felicidad humana aquello que la ética y la moral imperante postularan. A partir
de estos valores morales, se logró configurar según Freud, el aparato psíquico del hombre
anclado a toda suerte de prejuicios y perjuicios en torno a sus instintos primitivos, como lo
son: el instinto sexual y erótico, configurando a su vez, un hombre occidental que sacrificaba
sus instintos y se vigilaba a mismo para no ir en contra de lo que su mundo exterior le
había prohibido.
El hombre occidental arraigado a esta conciencia moral no satisfizo sus instintos
primitivos, y a causa de ello, experimentó la frustración de sentir reprimidos sus instintos
esenciales. Por ello, Freud nos dirá que el hombre occidental, ha padecido todo tipo de
trastornos psicológicos (neurosis) al verse sufriendo por imposiciones morales externas e
interiorizadas que lo han sometido, y no lo han dejado vivir plenamente. Por lo anterior,
Freud propuso en El Malestar en la cultura, la sublimación de los instintos del hombre
occidental, de tal manera, que pueda liberar su sufrimiento o dolor psíquico, producto de las
represiones yoicas y reorientar su vida, sexualidad y erotismo, desde el pleno goce de su
libido.
Concomitante a ello, lo que devela Freud es precisamente el hecho de que a causa de la
moral, sobre todo, de la moralidad cristiana y los cimientos ideológicos en los que se ha
fundamentado la cultura occidental, se creó a un hombre que reprime, desprecia y oculta
sus instintos al ver custodiada y regulada su sexualidad por instituciones externas, tales
como la Iglesia. De ahí que lo constriñe a traumas y sufrimientos, al negarle la felicidad que
28
GONZÁLEZ, Juan, Ob. Cit, pp. 23-24
29
BERMUDÉZ, Erika Erótica causa. Filosofía de la razón erótica, Editorial Kimpres S.A.S, Bogotá, 2016, p.
82
30
FREUD, Sigmund, El malestar en la cultura, Alianza Editorial, Madrid, 1997
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 34
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
proporciona la satisfacción de los instintos. Además de evidenciar que es posible para el
hombre sublimar ese dolor psíquico a expensas de las estructuras vigentes en el mundo
exterior y procurarse su propia felicidad.
El erotismo en la época moderna se concibe cada vez más alejado de los fines
trascendentes de la moral cristiana. De suerte que en la obra filosófico-literaria de Sade el
erotismo es un arma para transgredir los valores morales, los preceptos religiosos y los
tabúes. Y en el psicoanálisis de Freud, el eros es concebido como un instinto de vida (físico
y psíquico) que permite la felicidad en el hombre y el quebrantamiento de todas las torturas
morales que hicieron de las prácticas eróticas un sentimiento culposo y vergonzoso en la
cultura occidental desde la religión cristiana.
Erotismo en el siglo XX: entre lo sacro y lo profano
Hablar de erotismo en la modernidad de Occidente supuso el enfrentamiento constante
entre quienes defendían una moral sexual asociada a la perfección espiritual y racional, por
encima y en detrimento de lo corporal, y aquellos que criticaron fervientemente tales
pretensiones morales y religiosas para proclamar los derechos de la carne y la naturaleza del
hombre a expensas de fines trascendentes.
Así las cosas, tenemos que mientras los moralistas y tradicionalistas (como es el caso
de algunos autores eclesiásticos) pretenden sacralizar y cristianizar todo lo relacionado con
el hombre y su erotismo; los inmoralistas o transgresores (como son algunos
librepensadores) buscaron desesperadamente profanar los preceptos y prohibiciones
contrarias. A causa de esto, se niegan y excluyen mutuamente, ocasionando, la pérdida y
mutilación de dos aspectos fundamentales en el erotismo; el cuerpo y el alma, el espíritu y
el instinto. Tal hostilidad ha terminado socavando la experiencia del erotismo en el hombre
moderno, ya que de un erotismo anclado a la moralidad cristiana durante el medioevo
(expuesto por filósofos como San Agustín) reprimido, alimentado de tabúes y considerado
aberrante, se pasó a un erotismo entendido como el deseo sexual exacerbado (expuesto por
Sade), sin ningún propósito, más allá que la satisfacción inmediata de la sexualidad.
Recordemos que lo sacro, bajo los auspicios del cristianismo en el medioevo, fue
confundido con el cumplimiento de la religiosidad y la moralidad cristiana que impuso una
concepción del hombre, que lo ratificaba como ser racional- espiritual (religioso), por ello,
si lo sexual y erótico era condenado y refrenado por los preceptos eclesiásticos, el hombre
debía apartarse de ello para no incurrir en inmoralidades, ya que iría en contra de lo
moralmente aceptado y lo espiritualmente bueno.
En la modernidad, el hombre apela a la razón para transformar la cosmovisión del
mundo y de su estar en él, eso hace que se distancie de los designios divinos, para entender
su condición animal desde lo racional. De ahí que pensadores como Sade y Freud, insistieran
en reivindicar esa humanidad de la cual el hombre había sido desligado, es decir, de esa
naturaleza instintiva que le había sido refrenada. Las críticas de Sade y Freud apuntaron a
cuestionar esa moralidad cristiana, fundamento de la moral de Occidente, como también esa
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 35
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
concepción racional del hombre que, desde René Descartes, lo condeno a ser un concepto
abstracto, sin cuerpo y amorfo que subyugó a la razón los impulsos primitivos del hombre,
uno de los cuales es el erótico.
Una vez justificada la necesidad de afirmar esa naturaleza instintiva del hombre en su
sexualidad y erotismo, ocurre que se da supremacía de lo corporal y carnal, en detrimento
de lo espiritual-religioso y lo espiritual-racional como fue entendido en el cristianismo, y
posteriormente, desde el Renacimiento hasta nuestros días. Ahora bien, ello implicó una
consecuencia mayor: de la represión corporal en pos de una espiritualidad cristiana o
racional, se pasó a una represión espiritual y racional en aras de una liberación sexual y
carnal, en ambos casos, aconteció la represión de lo espiritual, pues lo espiritual fue
reducido, por un lado, a lo religioso en el dogma cristiano, y por el otro, a la racionalidad en
la tradición filosófica desde Descartes hasta el presente.
En el siglo XX la experiencia erótica se ha seguido explicando desde la dicotomía
histórica: cuerpo vs alma. No obstante, las reflexiones en torno a las viejas disputas se
bifurcan más, permitiendo encontrar en varios autores maneras no binarias de entender el
problema desde una lógica no bipartita, de ahí que pueda notarse en este siglo un esfuerzo
por conciliar esos dos aspectos. Lo erótico en este siglo estará definido como un aspecto
biológico, espiritual, humanizante, creativo y artístico en la vida del hombre. A fin de brindar
una mirada general del problema en la actualidad hemos decidido traer a colación las
perspectivas de autores como: Erich Fromm, Denis de Rougemont, Octavio Paz y Mario
Vargas Llosa, referentes importantes en el tratamiento de este tema, en aras de tener un
bosquejo de lo que podría entenderse como erotismo en el siglo XX.
En este orden de ideas, el primer autor que se inquietó en dar una definición del
erotismo o el amor erótico fue; el filósofo, psicoanalista y psicólogo alemán Erich Fromm
(1962), en The art of loving (El arte de amar), arremete la forma de interpretar y
experimentar el erotismo hoy en día, en tanto lo identifica como un motivo de diversión, de
consumo e intercambio. Por ello, afirma que “debido a que el deseo sexual está en las mentes
de la mayoría de las personas junto con la idea del amor, ellos pueden ser engañados
fácilmente para concluir que se aman cuando se quieren físicamente”
31
. De lo anterior se
desprende que el erotismo no es, exclusivamente el deseo sexual, sino que también supone
el deseo (voluntad) de unión con el otro, pues:
El amor puede inspirar el deseo de unión sexual; en este caso, la relación física carece
de codicia, de un deseo de conquistar o ser conquistado, pero se mezcla con ternura.
Si el deseo de unión física no es estimulado por el amor, si el amor erótico no es
también el amor fraternal, nunca conduce a la unión en más que un sentido orgiástico
y transitorio. La atracción sexual crea, por el momento, la ilusión de unión, pero sin
amor esta "unión" deja a los extraños tan apartados como antes.
32
31
FROMM, Erich, The art of loving, Harper & Row, New York, 1962, p. 54
32
FROMM, Erich, Ob. Cit, p. 54
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 36
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
La unión que pre-escribe el amor erótico ante la perspectiva de Fromm, aunque se
manifieste en la atracción sexual, no termina en ella, es decir, que no necesariamente
conlleva al sentimiento de unidad, pues esta también debe ser producto de “la voluntad.
Amar a alguien no es solamente un sentimiento poderoso-es una decisión, una elección, una
promesa”
33
. Promesa que permita un reconocimiento del otro desde la fraternidad, y en el
cual, las partes involucradas anhelen la fusión completa con el otro, es decir, salir de ese
estado de individualidad en el que experimentan de forma más asidua el aislamiento del cual
son presas por el hecho de existir. Por ello, para Fromm “el amor erótico, si es amor, posee
una premisa. Que yo amo desde la esencia de mi ser, y experimento a la otra persona en la
esencia de su ser”
34
, es decir, más allá de la ilusión momentánea de unidad que representa
el acto sexual.
Así, tal decisión-voluntad de unión-, no se restringe a un proceso dado en el
entendimiento o la razón, sino que además cobija también esa sin-razón (sensibilidad) de
los hombres. A este respecto señala, el filósofo suizo Denis de Rougemont (1999), en Los
mitos del amor, que el erotismo de acuerdo a su tratamiento en las artes, particularmente
en la música y literatura es:
Superación lírica o reflexiva de lo sexual biológico [...] Esos vivos placeres profundos,
ansiosos o tiernos, momentos de gracia del amor humano y colores del lenguaje
místico, proceden de la imaginación. No son, como es evidente, más <<físicos>> que
espirituales, aunque tiendan a ambos campos y sobre todo, tal vez, al segundo. No
pertenecen al mundo de los cuerpos, que es sustantivo, ni al mundo del espíritu, que
es del verbo, sino al mundo animado del adjetivo que es calificación de la substancia
por la emoción.
35
En este sentido, el erotismo puede entenderse como ese aspecto físico y espiritual en
la vida del hombre, en el cual se vislumbra una fuerza de creación artística, que devela lo
más íntimo del ser en los amantes, es decir, que más allá de lo biológico, que es la sexualidad
simple en que tiene asidero la reproducción, el eros convoca a transfigurar y embellecer a
través del lenguaje, los misterios de la emoción. Asimismo, el poeta mexicano Octavio Paz
(1993), en La llama doble. Amor y erotismo, define el erotismo de la siguiente manera:
Aunque las maneras de acoplarse son muchas, el acto sexual dice siempre lo mismo:
reproducción. El erotismo es sexo en acción pero, ya sea porque la desvía o la niega,
suspende la finalidad de la función sexual. En la sexualidad, el placer sirve a la
procreación; en los rituales eróticos el placer es un fin en mismo o tiene fines
distintos a la reproducción[...]En la sexualidad la violencia y la agresión son
componentes necesariamente ligados a la copulación y, así, a la reproducción; en el
erotismo, las tendencias agresivas se emancipan, quiero decir: dejan de servir a la
33
FROMM, Erich, Ob. Cit, p. 56
34
FROMM, Erich, Ob. Cit, p. 55
35
DE ROUGEMONT, Denis, Los mitos del amor, Editorial Kairós, Barcelona, 1999, pp. 19-20
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 37
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
procreación, y se vuelven fines autónomos[...]la metáfora erótica, indiferente a la
perpetuación de la vida, pone entre paréntesis a la reproducción.
36
Tras lo anterior, para Paz el erotismo muchas veces desvía o niega la sexualidad, para
hacer de la actividad erótica; rito, ceremonia y fiesta, en las que el goce y el placer es la única
finalidad, a expensas de lo biológico, así es “sexualidad socializada y transfigurada por la
imaginación y la voluntad de los hombres
37
.
De igual modo, el escritor peruano Mario Vargas Llosa (2012), en su artículo “La
desaparición del erotismo” del libro La civilización del espectáculo, criticando la
banalización y vulgarización de que ha sido objeto el eros en la sociedad contemporánea,
plantea la necesidad de entender en este una obra de arte lejos del errabundeo exasperado
y desesperado de la libido, así señala que:
Hay muchas formas de definir el erotismo, pero, tal vez, la principal sea llamarlo la
desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al
progreso de la libertad y la influencia de la cultura en la vida privada, de mera
satisfacción de una pulsión instintiva en un quehacer creativo y compartido que
prolonga y sublima el placer físico rodeándolo de una puesta en escena y unos
refinamientos que lo convierten en obra de arte.
38
A razón de ello, para Vargas Llosa, el erotismo es uno de los aspectos más importantes
y humanizantes de la civilización, pues demarca una diferencia sustancial entre el instinto
animal y lo humano en las entrañas del sexo. Ello, a causa de que para él, el erotismo “ha
sido siempre un fermento de la creación artística y literaria, y, […] todas las manifestaciones
artísticas de la imaginación humana han contribuido al enriquecimiento del placer a través
de la práctica sexual”
39
.
Por lo anterior, el nobel peruano en comunión con Fromm, Rougemont y Paz (entre
otros) expresa su preocupación por la pérdida de ese carácter sagrado, ritualizado e íntimo
de la actividad erótica en la actualidad, pues bajo la ingenua creencia de que
“desacralizándolo, desvistiéndolo de las veladuras, el pudor y los rituales que lo acompañan
desde hace siglos, aboliendo de su práctica toda forma simbólica de transgresión, el sexo
pasará a ser una práctica sana y normal”
40
, cuestión que ha socavado el erotismo, pues en la
vida cotidiana “hacer el amor en nuestros días, en el mundo occidental, está mucho más
cerca de la pornografía que del erotismo y, paradójicamente, ello ha resultado como una
deriva degradada y perversa de la libertad”
41
.
36
PAZ, Octavio, La llama doble. Amor y erotismo, Editorial Seix Barral, México D.F, 1993, pp. 10-11
37
PAZ, Octavio, La llama doble. Amor y erotismo, Editorial Seix Barral, México D.F, 1993, pp. 14-15
38
VARGAS, Mario, “La desaparición del erotismo”. En La civilización del espectáculo, Alfaguara, Bogotá,
2012, pp. 110-111
39
VARGAS, Mario, Ob. Cit, p. 111
40
VARGAS, Mario, Ob. Cit, p. 109
41
VARGAS, Mario, “La desaparición del erotismo”. En La civilización del espectáculo, Alfaguara, Bogotá,
2012, p. 116
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 38
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
Esta mentalidad contemporánea en torno al erotismo se corrobora en gran parte de las
manifestaciones artísticas y literarias de esta época, dirigidas a mostrar el desfogue animal,
sin ningún misterio, terminan volviéndose pornográficas, por lo que Vargas a denominado
el descuido de las formas. Por ende, según este escritor:
Lo ideal en este dominio es que las fronteras dentro de las cuales se despliega la vida
sexual se ensanchen lo suficiente para que hombres y mujeres puedan actuar con
libertad, volcando en ella sus deseos y fantasmas, sin sentirse amenazados ni
discriminados, pero dentro de ciertas formas culturales que preserven al sexo su
naturaleza privada e íntima, de manera que la vida sexual no se banalice ni
animalice.
42
Las anteriores definiciones apuntan a demostrar que si bien el erotismo, tiene que ver
con la sexualidad animal, va más allá, pues es también una búsqueda psicológica y voluntaria
de unidad, que forja la creación artística como refinamiento del sentir. Pese a lo anterior,
todavía algunos insisten en mantener las mismas discrepancias o, seguir en constante
hostilidad, desde la cual se niega la conjunción en el erotismo de lo corporal y lo espiritual.
Conclusiones
El erotismo debe comprenderse liberado de la lógica binaria en la que ha sido asociado,
únicamente, a la experiencia corporal o espiritual para pasar a entender en la actividad
erótica la conjunción de ambos aspectos. Así tenemos que la actividad erótica, si bien se
manifiesta en el cuerpo, en el orgasmo o la reproducción, va más allá, al ser una experiencia
sagrada en la cual los amantes rechazan las reglas de la razón para abismarse en una
experiencia de unidad con el todo.
El erotismo y todas sus manifestaciones en la vida cotidiana del hombre aún sigue
siendo un problema moral o de doble moral, y más aún, sigue siendo un problema que
requiere de su estudio desde la filosofía, puesto que esta no puede estar de espaldas a una
de las dimensiones más importantes del hombre; la erótica. Es por ello, justamente, que se
hizo una cartografía de las miradas filosóficas y literarias que sobre la naturaleza de eros y
erotismo se han fraguado en la historia de Occidente, todo ello, con la finalidad de identificar
la significación que tuvo eros en las diferentes épocas y en las diversas concepciones del
hombre occidental, y poder comprender cómo es que somos herederos de una ética
reguladora occidental de la actividad erótica.
En este bosquejo teórico, en primera instancia, se mostró eros concebido en la
mitología, la literatura y la filosofía griega desde tres aspectos distintos como: primero, el
origen del cosmos; segundo, la atracción sexual y el deseo entre los hombres; y tercero, la
búsqueda de Belleza e inmortalidad. Seguidamente, se ilustraron las transformaciones que
tuvo el erotismo entrada la Edad Media, período en el cual afloraron varias concepciones de
lo que debería ser el erotismo y la sexualidad. Primero, en los inicios de Roma, encontramos
42
VARGAS, Mario, Ob. Cit, pp. 114-115
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 39
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
unas libertades sexuales entre la desmesura y la fuerte restricción moral, posteriormente,
con el auge del cristianismo, una sexualidad reprimida y llena de tabúes, y al final de la Edad
Media, un erotismo artístico, también llamado amor cortés en el que los poetas vieron un
modo de vida a partir de la creación de una estética-ascética amorosa.
Más adelante, en la época moderna, el erotismo se concibe cada vez más alejado de los
fines trascendentes de la moral cristiana. En la obra filosófico-literaria de Sade el erotismo
es un arma para transgredir los valores morales, los preceptos religiosos y los tabúes. Y en
el psicoanálisis de Freud, el eros es concebido como un instinto de vida (físico y psíquico)
que permite la felicidad y el quebrantamiento de todas las torturas morales que hicieron de
las prácticas eróticas un sentimiento culposo y vergonzoso en la cultura occidental desde la
religión cristiana.
Las reflexiones sobre el erotismo en la modernidad evidenciaron el enfrentamiento
constante entre quienes defendían una moral sexual asociada a la perfección espiritual y
racional, por encima y en detrimento de lo corporal y, aquellos que criticaron fervientemente
tales pretensiones morales, religiosas e ideológicas para proclamar los derechos de la carne.
No obstante, en el siglo XX autores como Erich Fromm, Denis de Rougemont, Octavio Paz,
y Mario Vargas Llosa entendieron la importancia de ver en el erotismo una actividad, que si
bien tiene que ver con la sexualidad animal, va más allá, pues es también una búsqueda
psicológica y voluntaria de unidad, que forja la creación artística como refinamiento del
sentir y dota al hombre de una estética que lo humaniza y que lo hace considerar su erotismo
cada vez más alejado de la sexualidad rudimentaria.
Después de mostrar la hostilidad construida entre los que defienden el erotismo en
tanto corporalidad o espiritualidad, en este artículo se evidencia cómo el pensamiento
filosófico de finales del siglo XX intenta reconciliar tal disputa, proponiendo al eros como
un aspecto afirmativo en la vida del hombre. Estas posturas, reivindican el carácter creativo
del eros, desligado en parte (pero sin excluir) de esa sexualidad simple y rudimentaria con
la que se confunde en la actualidad. Asimismo, retornan al erotismo ese carácter sagrado del
cual ha sido desligado por los preceptos políticos, ideológicos y religiosos-particularmente
de la Iglesia católica-, que han convertido todas las formas en que se manifiesta en
inmoralidades.
El hombre aunque racional no ha dejado de ser animal, es más bien, un estado
intermedio entre la racionalidad adquirida y su naturaleza pérdida. El hombre no podrá
nunca ser totalmente racional, ni totalmente animal, sino la conjunción de ambas cosas, por
ello, por más prohibiciones que establezca la razón a la sensibilidad no podrá eliminar la
violencia de su animalidad, y por más transgresiones que levanten las prohibiciones, no
podrá volver a su naturaleza primera, es a pesar de todo un ser racional. Lo que puede hacer
entonces el hombre es experimentar el vértigo producto de la comunicación y unión de
ambos mundos; el animal y el racional a través de la actividad erótica.
En Occidente por mucho tiempo no se comprendió la necesidad de comunicar estos
dos mundos, y con ello los dos aspectos del hombre: el animal y el racional. La civilización
Ortega, M., Revista de Filosofía, Nº 99, 2021-3, pp. 21-40 40
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es
requirió al hombre racional, por encima y en detrimento de su animalidad, sea por
argumentos filosóficos, políticos y religiosos, llegando al mismo resultado, un hombre que
debía ser ajeno a la violencia de sus arrebatos voluptuosos y sus prácticas eróticas.
En la actualidad, el erotismo ha empezado a verse lejos de las disputas tradicionales en
las que se ha encasillado lo espiritual en detrimento de lo corporal o de lo corporal en
detrimento de lo espiritual buscando reivindicar ambas dimensiones del hombre, sin una
lógica binaria que sesgue la comprensión del hombre en tanto sujeto erótico. Pese a lo
anterior, todavía algunos insisten en mantener las mismas discrepancias desde las cuales se
niega la conjunción en el erotismo de lo corporal y lo espiritual.
La conceptualización sobre el erotismo, en muchos casos y aún hoy día, no ha
permitido la superación de la dicotomía histórica entre el alma y el cuerpo (el espíritu y el
instinto, lo moral y lo inmoral) obstaculizando la comprensión del mismo como fenómeno
humano que dimensiona al hombre en toda su integralidad. Es así como este artículo
pretende ser una de las tantas iniciativas que procuran aportar a esclarecer los conflictos
enfrentados en la definición histórica de erotismo.
www.luz.edu.ve
www.serbi.luz.edu.ve
wwwproduccioncienticaluz.org
REVISTA DE
FILOSOFÍA
Esta revista fue editada en formato digital y publicada
en octubre de 2021, por el Fondo Editorial Serbiluz,
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
Nº 99-3