Volumen 31 Nº 3 (julio-septiembre) 2022, pp. 193-211

ISSN 1315-0006. Depósito legal pp 199202zu44

Fragilidad del poder, personalismo político, sentido común y principios de la bioética contemporánea. Casos: Brasil y Reino Unido

Camilo Vargas Machado y Salvador Cazzato Dávila

Resumen

El personalismo político es un fenómeno sociopolítico que se ha instalado en países donde sus actores principales son figuras carismáticas y de liderazgo sui generis. Con la aparición del COVID-19 y las afectaciones que trajo consigo, éstos tomaron determinados tipos de decisiones y designios no congruentes ni adecuados con la coyuntura crítica generada. Al analizar los casos particulares del presidente Jair Bolsonaro de Brasil y el primer ministro británico Boris Johnson, se observaron conductas y acciones individualistas contrarias a los derechos humanos fundamentales [p.e. derecho a la vida] así como la transgresión de principios éticos y bioéticos. Este artículo analizará políticamente las gestiones y gobernanzas de estos dos líderes políticos considerando sus rasgos personalistas así como el uso del sentido común para afrontar la pandemia. También se consideraron los principios bioéticos de no maleficencia, beneficencia, respeto por la vida humana y el de responsabilidad individual y social, lo que permite abordar sus arbitrios irracionales y sus designios discrecionales. Considerando que estos dos países aún transitan por esta crisis de sanitaria, serios problemas macroeconómicos, honda crisis social y psíquica que ha condenado hasta el respeto por la vida de sus habitantes, se considera la forma como este cuadro general plantea incertidumbre en el futuro político de estas figuras públicas.

Palabras clave: COVID-19; personalismo político; principios bioéticos; principios éticos; sentido común

Universidad Militar Nueva Granada. Bogotá, Colombia. E-mail: u0303623@unimilitar.edu.co

ORCID: 0000-0003-0993-358X

Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela. E-mail: salvadorcazzato@gmail.com

ORCID: 0000-0003-3255-6700

Recibido: 15/10/2021 Aceptado: 03/05/2022

Fragility of Power, Political Personalism, Common Sense and Principles of Contemporary Bioethics. Cases: Brazil and United Kingdom

Abstract

Political personalism is a sociopolitical phenomenon that has been installed in countries where its main actors are charismatic and sui generis leadership figures. With the appearance of COVID-19 and the effects that it brought with it, they made certain types of decisions and designs that were not consistent or adequate with the critical situation generated. When analyzing the particular cases of President Jair Bolsonaro of Brazil and British Prime Minister Boris Johnson, individualistic behaviors and actions contrary to fundamental human rights were observed [e.g. right to life] as well as the transgression of ethical and bioethical principles. This article will politically analyze the efforts and governance of these two political leaders considering their personal traits as well as the use of common sense to face the pandemic. The bioethical principles of non-maleficence, beneficence, respect for human life and that of individual and social responsibility were also considered, which allows addressing their irrational will and discretionary designs. Considering that these two countries are still going through this health crisis, serious macroeconomic problems, deep social and psychic crisis that has condemned even the respect for the life of its inhabitants, it is considered how this general picture raises uncertainty in the political future of these public figures.

Keywords: COVID-19; Political Personalism; Bioethical Principles; Bioethical Principles; common sense.

Introducción

La pandemia de COVID-19, provocada por el virus SARS-Cov-2, ha causado estragos, modificado todos los niveles globales del planeta, no solo ha cobrado múltiples vidas humanas, sino que las recesiones y retrocesos socioeconómicos y financieros no se hicieron esperar a la fecha de este artículo.

En este estudio se abordarán las siguientes variables científicas: el papel del Estado, las políticas públicas de salud, el personalismo político, la pandemia del COVID-19 y los principios bioéticos de no maleficencia, beneficencia, respeto por la vida y el de responsabilidad individual y social. El problema a plantear es el siguiente: con la aparición de la epidemia de COVID-19, se ha presentado una problemática global que no acontecía desde la Primera Guerra Mundial. Con su presencia súbita, se removieron los cimientos de las dinámicas de todos los órdenes de la normalidad planetaria en todos los sentidos, incluso en la esfera de lo público.

Ante este fenómeno epidémico, declarada endémica por la Organización Mundial de la Salud [OMS], la normalidad de las dinámicas institucionales de los Estados nacionales, las dinámicas sociales, económicas y biomédicas fueron trastocadas a la fecha, la alteración general que ha causado no tiene aliteración en los anales de la historia mundial. Un ejemplo de ello es que la enfermedad llegó a los sitios más remotos. Un ejemplo de ello fue que –para diciembre de 2020- se detectaron los primeros casos en la Base Antártica de Chile (DW, 2020).

La segunda variable la conforma junto al papel decisivo jugado por líderes políticos en la gobernanza política particular. Para el presente trabajo se considerarán dos casos nacionales particulares: Brasil y Reino Unido.

Aunadas estas dos variables en consideración, son múltiples las aristas analíticas posibles en cuanto a la problemática pandémica. En este sentido, se consideran las decisiones políticas particulares de los casos nacionales, tanto los líderes como el aparato del Estado inmiscuidas en las coyunturas especiales que sesgaron e incidieron las dinámicas nacionales de cada una de ellas.

Con estas variables aclaradas, se utilizarán herramientas y enfoques como el análisis interpretativo procedente de la ciencia disciplinada de la Bioética para poder desglosar y explicar lo real de ambos contextos nombrados. Las dos naciones serán analizadas remitiéndonos a cuatro principios bioéticos principales que, de acuerdo con nuestro criterio, fueron señalados principalmente como el de: no maleficencia, beneficencia, respecto por la vida y el de responsabilidad social.

Se considerarán los personalismos políticos de figuras públicas e influyentes, en estos casos el primer ministro británico Boris Johnson y el presidente brasileño Jair Bolsonaro. Frente a la aparición del coronavirus, se presentan actuaciones políticas y sociales peculiares, analizables a través de sus declaraciones, decisiones y acciones públicas-estatales, que afectaron efectivamente gran parte de los sectores sociales y económicos de sus respectivas naciones. A través de sus actuaciones sui generis generaron rasgos antagónicos, controversiales y contradictorios que son reflejo de las representaciones decisionales, que básicamente los caracterizaron como figuras en diatriba pública. Los caracteres polémicos de los antedichos líderes políticos atrajeron la atención política mundial por su manejo y gobernanza al interior de sus países. Con sus acciones y declaraciones, no sólo alteraron los escenarios sociopolíticos mundiales, sino también la doxa internacional.

Si bien el presente trabajo de investigación abordará las variables señaladas desde un análisis sociopolítico, también lo hará desde los aportes sustanciales proporcionados científicamente por los principios bioéticos antecedidos. Los mismos fueron transgredidos y hasta tergiversados mediante la importancia capital de sus realizaciones en los escenarios que les toco a cada uno. Asimismo, sus reacciones y discursos posturales fueron distintos entre sí distinguiéndolos por sus rasgos personales en los espacios públicos representativos. Las representaciones sociales del Primer ministro del Reino Unido y el controversial Bolsonaro nos revelan personalismos políticos con similaridades y diferencias propias. Es imprescindible acotar para efectos del desarrollo del trabajo esclarecer que es personalismo político y los cuatro principios bioéticos indicados.

Origen y desarrollo del COVID-19 y crisis política.

Mucho se ha señalado sobre el origen del COVID-19. Una investigación realizada en China se tuvo acceso a información confidencial procedente de las autoridades de Beijing rastreándose una de las primeras personas infectadas en la ciudad de Wuhan. Se ha precisado que fue el 17 de noviembre de 2019 cuando se identificó lo que se ha señalado como el primer caso en el mundo. Presuntamente el llamado paciente cero habría sido una persona de 55 años que vivía en la provincia de Hubei, que se convertiría en el epicentro de la epidemia. Sin embargo, conocida la opacidad política con la que opera el Estado comunista chino, fue solo hacia finales de diciembre de ese mismo año que en los hospitales nacionales se informó que se enfrentaban con una nueva enfermedad. No sería hasta enero de 2020 que se informó oficial y públicamente del brote del virus en la ciudad de Wuhan y su rápida extensión. Y no será hasta el 11 de marzo que la OMS declaró oficialmente la situación de pandemia (Infobae, 2020; Ma, 2020). Prácticamente, se está hablando de cuatro meses para activar los protocolos pertinentes para afrontar la situación.

Para ese momento, los investigadores y las autoridades sanitarias no tenían una amplia comprensión de cómo se propagó la enfermedad y cómo los casos no detectados y no documentados contribuyeron a su transmisión. Durante ese intervalo, los científicos trabajaban contra reloj e intentaron mapear el patrón de transmisión temprana de la enfermedad. Para el 15 de diciembre el total de personas con coronavirus era de 27. Y para finales de 2019, el número de infectados era de 266. El primero de enero la cifra aumentó a 381. Esto implicaba una velocidad de transmisión inusitada (Infobae, 2020; Ma, 2020). Los dígitos nos ofrecen apenas un pequeño esbozo de cómo se produjo su expansión inicial.

Establecido este preámbulo, e inmersos en una crisis sanitaria de magnitudes impensables por la velocidad inconmensurable de su propagación, se han originado transformaciones de fondo en los ámbitos globales, la influencia transformadora de la pandemia decretada por la OMS en marzo pasado ha demarcado y afectado el ritmo de la mayoría de las sociedades y de los países de la globalidad. Pero este ritmo mundial obedece a disimiles variables que al conjugarse generan diferentes dinámicas producidas virológicamente por el coronavirus.

Existen incontables variables a considerar en análisis, aunque la que proviene del ámbito político ocupa nuestro interés central referida a la autonomía de las libertades políticas y democráticas, especialmente en los países de influencia occidental. Pues son capacidades decisorias que responden al paradigma de pensamiento citado, pero que son atribuidas a un personalismo político surgido de una consensualidad societal irradiada por las democracias.

Personalismo político y principios bioéticos en medio de una pandemia

Para personalismo político se prestara categorialmente lo concebido por Graciela Soriano, quien con su intelecto nos puntualiza que es: “… entendido como ejercicio personal del poder, bien como expresión de la pura voluntad de dominio únicamente sujeta a su propio arbitrio, correlativo a la debilidad institucional y/o al escaso arraigo de la norma, bien inscrito dentro de la normativa vigente, amparado tras el «estado de excepción» previsto en los textos constitucionales para situaciones extraordinarias”. (Soriano de García-Pelayo, 1990; 1996).

Los personalismos políticos han sido dinámicas recurrentes en el planeta político, pero con especial énfasis en América Latina, notoriamente ha sido patente en: Alfredo Stroessner, Rafael Leónidas Trujillo, Evo Morales, Lula Da Silva, Hugo Chávez, Álvaro Uribe, Rafael Correa, Néstor Kirchner junto a otros. Y en este papel de trabajo hará parte de una de las herramientas científicas de investigación sociopolítica.

De tal modo que la existencia de un líder carismático –en ocasiones de reciente elección- le es otorgado y se otorga a sí mismo una cuota de poder político y social que, a menudo, cuando alude a líderes de esta índole termina por erosionar las capas diminutas de un sistema democrático, quien con su autoridad autocrática casi autoritaria se acerca al margen del totalitarismo político si se atiende a la filósofa Hannah Arendt (1993; 2002).

Como se puntualizó, el personalismo político hispanoamericano ha sido una concepción desarrollada por Graciela Soriano (1996), la cual también se entiende “… es un ejercicio “personal” del poder, bien como expresión de la pura voluntad del gobernante únicamente sujeta a su propio arbitrio, bien como consecuencia del ejercicio del poder en el marco de los “estados de excepción” contemplados en las constituciones para hacer frente a problemas políticos o de cualquier índole, que afecten a la sociedad entera en épocas de crisis.  Su aguda aproximación al fenómeno la prestó de la clásica tipología de Carl Schmitt (2009). Parafraseando a la autora menciona: en términos generales, el personalismo es un fenómeno social presente en las sociedades en cualquiera de las distintas dimensiones y etapas de la vida histórica.

De manera puede deducirse que el fenómeno del personalismo aparte de ser histórico se encuentra presente en la vida diaria de sectores sociales, de las instituciones o sistemas contemporáneos.

Ese ejercicio personal a menudo es avalado por la experiencia histórico- política de ese contexto o país en específico. Por tanto, cada personalismo político trae consigo sus propias características provocando dinámicas sui generis. En sus disientas dimensiones el actor personalista acciona por sí mismo, asume libertades y decisiones categóricas sin ser un dictador en sentido literal.

En tal sentido, la libertad de dichas decisiones políticas además se origina del fenómeno del personalismo político, es cuando dicha libertad del “líder” se torna en una forma de dominio privilegiada por el calco del poder político que reside o se concentra en su figura, las decisiones políticas de fondo que transitan por un actor personalista generan, en ocasiones, una estructura consensual que se funda en la hipótesis de un “acuerdo común y plural” que se caracteriza por un relación de coerción particularmente especial como lo aseveran Márquez-Fernández y Díaz (2018).

Ciertamente es un tipo de coerción especial y operática porque rebasa las voluntades políticas que lo eligieron, que consensualmente le fueron delegadas democráticamente funciones de poder por el pueblo brasileño en este caso.

Si bien esa consensualidad societal -es producto de una pluralidad- no es tal, puesto que ese orden “…pasa por un enfrentamiento de clases y de intereses, donde la fuerza política es el sinónimo de la participación, pero que requiere de un espacio de poder para realizarse.” (Márquez-Fernández y Díaz, 2018).

En lo que respecta a los principios bioéticos de uso exclusivo para este estudio, se definen de acuerdo con sus corrientes correspondientes. En primer lugar, se entiende por principio de no maleficencia, el cual claramente procede de las fuentes de la corriente del principialismo estadounidense de T. Beauchamp y J. Childress, éste se conceptúa de acuerdo ambos en: “El principio de no-maleficencia hace referencia a la obligación de no infringir daño intencionadamente. Este principio se inscribe en la tradición de la máxima clásica primum non nocere («lo primero no dañar»)”. Sigue el principio de beneficencia de la misma línea de los autores que consiste en: “… en prevenir el daño, eliminar el daño o hacer el bien a otros.” (Beauchamp y Childress, 1999).

Luego, tenemos, el principio bioético de respeto por la vida, propio de la corriente personalista, está amparado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, ya que el respeto por la vida humana es un bien universal e insustituible, es considerado un principum eminente de la Bioética, además de ser un imperativo ético del hombre porque es un bien consigo mismo y para los demás parafraseando a Berti (ONU, 1948). A éste lo define su razón de ser: puesto que para una persona la vida humana es:

“…bien fundamental, del cual depende la realización de todos los demás. Pues, la vida es la condición sin la cual la persona humana no puede desplegar el resto de sus potencialidades.”, sobre decir que “Este principio de respeto absoluto por la vida humana es y ha sido siempre reconocido tanto por las ciencias médicas, como por las ciencias jurídicas. La ética médica considera este principio como constitutivo del arte de curar” (Berti, 2015).

Este principio fundamental, sin dejar de mencionar, que hace Parte del artículo 1º de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, aprobada el 2 de mayo de 1948, que expresa: “Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (ONU, 1948).

Finalmente, y no por ello menos esencial, se nos presenta el principio de responsabilidad social –mirado desde la bioética-, cuya condición humana rebasa el principio de responsabilidad individual. Cuyo concepto ha sido concebido desde una generalización, para ser adaptado a los temas empresariales y de competitividad actual, de lo cual se asumirá la concepción de Schwalb y Malca Guaylupo (2004), quien asevera que es: “…la responsabilidad social como una filosofía de los actos; ser socialmente responsable es”, “…ser consciente del daño que nuestros actos pueden ocasionar a cualquier individuo o grupo social”. Es observable como dicha responsabilidad social guarda relación con la ética y la bioética; y su relación con los 2 principios básicos del principialismo norteamericano. Al respecto Mestre (2008) precisa categorialmente significados que se derivan de la responsabilidad: “La responsabilidad, buscando precisar su significado, es una cualidad del responsable, es la obligación de responder de una cosa. El responsable está obligado a responder de sus actos o a responder de alguna cosa.”.

Explicado esto, es primordial tener presente que los personalismos políticos de determinados líderes. En adelante, será probado cómo Boris Johnson y Jair Bolsonaro privilegiaron sus intereses bien sea políticos-económicos o de otra índole desestimando las voces profesionales de los expertos en la salud (desestimó desde la OMS hasta increpar abiertamente de las opiniones válidas de sus ministros y gabinetes).

El primer ministro británico Boris Johnson, en el mes de marzo del año 2020 (al negar y negarse a entender la complejidad virológica del COVID-19), hecho que terminó por perjudicar a más a sectores sociales dado que primó beneficios de otros intereses claroscuros o solo obcecación personal. Johnson negó de plano el peso negativo del virus anteponiendo haberes o pendientes subyacentes alrededor de él o de su entorno de ultraderecha, arrastrando con sus decisiones cruciales la salud pública y la protección colectiva rehusándose al uso de mascarilla en las alocuciones públicas –y a menudo fuera de ellas- solía hacerlo. Su mensaje era tácito y subliminal en sincronía, con ello quiso significar que la pandemia –ya declarada por la OMS- no era tal o tan “grave”; ni que sus alcances podían afectar de sobremanera a los ámbitos de la nación bajo su cargo, evidenciado una vanidad política inusual.

Los fenómenos mostraban su marco cognitivo sobreentendiéndose de antemano que su personalidad política era controversial y hasta antagónica. Subestimando, siendo indiferente o ignorando las consecuencias negativas y pandémicas que se desprendían de sus decisiones determinantes. La pandemia del COVID-19 ha puesto a prueba el papel decisivo del Estado británico, y el de sus guías anteponiendo intereses frente al hecho inexorable de garantizar y resguardar la vida de sus connacionales, o al menos actuar con mayor cautela epidemiológica.

Asimismo, subestimar las diversas secuelas mediatas del COVID-19 implica, en estos casos, que sus decisiones representan intereses ajenos a los principios básicos de la bioética como lo son el respeto por la vida y la responsabilidad individual y social.

Sin duda, el caso de Bolsonaro es emblemático en esta área, quien despide abruptamente a su Ministro de Salud Luiz Mandetta el 16 de abril del 2020 -al manifestar su desacuerdo frontal con éste-, asumiendo desde ese mismo día Nelson Teich, siendo éste con renuncia exactamente un mes después por haber contrariado y discrepado a Bolsonaro sobre la reapertura de gimnasios y salones de belleza en plena pandemia, siendo el tema del aislamiento y distanciamiento social el detonante para la controvertida personalidad del Presidente, quien con declaraciones y decisiones públicas demostraba arbitrariedades con características autocráticas y autoritarias dignas de una tozudez palpable.

Cabe añadir que, en la misma línea, su predecesor también había criticado el manejo del mandatario de Brasil de la pandemia, cuando se había opuesto a las recomendaciones sanitarias que afectarían a la economía global (BBC News Mundo, 2020). En concordancia con esta variable, Bolsonaro llegó a declarar sin tapujos ni filtros que el COVID-19 su subestimación de la situación, con lo que atrajo criticas recalcitrantes a su doxa, más aún cuando minimiza o procuro minimizar la importancia sanitaria y los alcances virológicos nefastos de la actual pandemia.

Cuando éste prima intereses diversos como el de los grupos de poder económico en Brasil u otro, Bolsonaro maximiza extrapolando una visión del conocido modelo neoliberal o de remarcado cariz desarrollista que prevalece por encima de una política pública sanitaria adecuado para el resguardo de las vidas saludables de los brasileños. Mientras el mandatario Bolsonaro ha minimizado y se ha mofado con sarcasmo sobre el tema del COVID-19, lo que le ha atraído críticas del resto del mundo, Brasil superó a Alemania y Francia en casos del nuevo coronavirus.

Personalismo político, Brasil y las circunstancias de una pandemia en ciernes

Así como la pandemia del COVID-19 se extendió por el mundo, el caso de Brasil no fue la excepción. Pero su prevención y manejo sí lo fue. Es en esto que radica polémica de una figura como el derechista Jair Bolsonaro.

El presidente de Brasil se representa fiel este fenómeno social e histórico, su marco cognitivo esta demarcado por el constante manejo discrecional de su voluntad autocrática y hasta obscena del ejercicio personalizado de poder político. Desde la llegada de los primeros casos al Brasil, Bolsonaro -fiel a su personalidad y creencias- se rehusó a aceptar las influencias, consecuencias y secuelas negativas develadas por el virus en otros países como los de Europa. Con su postura política y de política pública, se convertirá en el target de interés analítico. Obcecado por su postura irremisible de comportamiento político negará irracionalmente el avance y más aún las consecuencias del COVID-19. El hecho de no tomar las medidas y previsiones adecuadas para hacer frente a éste que no distingue estamento ni clase social.

Su comportamiento político encarna un neocaudillismo latinoamericano que lo condujo hasta el punto de reprimir las protestas y sublevaciones sociales de las cuales fue objeto a finales de mayo y principios de junio del 2020. La agencia AFP (2020) señala el cómo el domingo 07 de junio los “Brasileños salieron a las calles este domingo en varias ciudades para manifestarse a favor y en contra del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro, en medio de críticas a la gestión del gobierno por el avance del nuevo coronavirus”.

Luego ante el avance viral su ligero juicio de adjetivó al COVID-19 como «una simple gripecita» vociferando por los medios de comunicación (EFE, 2020). Da tal modo que no solo se conformó con negar el impacto y las consecuencias inmediatas del coronavirus sobre el vasto territorio, sino que reprimió las manifestaciones que en su contra se palparon. En este sentido, Yussara Baso, vocera del Movimiento de Trabajadores sin Techo, movimiento social de significativa presencia pública en el país, expreso con inquietud: “Estamos muy preocupados porque no han sido tomadas medidas para ayudar a las comunidades de las periferias que son las que tienen más desafíos para mantener la cuarentena” (Fabal, 2020).

Para abril, mayo e inicios de junio de 2020, Bolsonaro era tildado como fascista y autoritario por no acatar las medidas y las condiciones sanitarias ante el impacto epidemiológico producido por la epidemia en ciernes. Las manifestaciones activas no demoraron en aparecer en contra de la polémica figura. Asimismo, la misma agencia comunicacional AFP (2020) se reseñó que: “En Brasilia, más temprano, cientos de personas, vestidas de negro y con máscaras, caminaron con instrumentos de percusión y bengalas hacia el paseo de los ministerios a media mañana portando pancartas con mensajes como: “Todos por la democracia”, “Contra el racismo y el fascismo” y “Terrorismo es la política de exterminio del gobierno”. Esta manifestación fue multitudinaria siendo repelida por las respectivas fuerzas antimotines autorizadas por el ejercicio personal de éste. Y a menos de 6 kms en la avenida Paulista se reunieron menos de cincuenta personas con banderas brasileñas para expresar su apoyo a Bolsonaro quien apostaba por reabrir el comercio general dictaba por las redes.

Fue evidente que la postura del gobernante, la cual abiertamente favorecía, a propósito, los intereses alrededor del comercio económico como lo manifestó públicamente por sus redes. Era inducible su apoyo irrestricto a los grupos económicos, comerciales y financieros, éstos -expresado por empresarios y corporaciones en mayo y junio- por televisión y otros medios presuponen un evidente factor de tensión, fueron un input que ejercía la presión perentoria que necesitaba este actor personalista para abocarse a privilegiarlos (específicamente cuando estaba habituado a una libertad política y voluntad de tomar decisiones inconsultas y a su completa discrecionalidad).

Con ello, Bolsonaro ha demostrado ser abyecto al momento de ejercer su autoridad, quien transitaba por encima de los usuales asesores y ministros cercanos. Destituyendo ministros en ocasiones, suceso que no debería extrañar para quien sigue característica polémica conducta. Su postura es clara favoreciendo un modelo neoliberal amparado una visión neodesarrollista donde los intereses de las elites económicas sobrepasan la seguridad sanitaria de los grupos sociales restantes de Brasil.

Para la fecha del 07 de junio, al mismo tiempo que Brasil contabilizaba más de 600.000 casos y 35.000 muertos (John Hopkins University, 2021), la tensión política se incrementaba. Sin embargo, el presidente no cedía en su posición. Tanto así, que no fue solapado su interés por minimizar o disipar el impacto del virus que arreciaba globalmente. Es claro que esta denodada decisión obedecía a la preeminencia otorgada a los intereses de “algunos sectores comerciales” que omitían las difundidas exigencias de bioseguridad global; perjudicando los preceptos de una Constitución donde prevalece el sagrado derecho a la vida.

Nuevamente con lo planteado, se está en presencia de una tendencia neodesarrollista sin miramientos, con esta conducta Bolsonaro prima unos fines de Estado por encima de otros para los cuales fue elegido. Es la acción de un “sujeto principalmente de Estado nacional” pero sin detenerse a cavilar en la hondura de sus decisiones inconsecuentes.

Su postura habitual ganaba adeptos que simpatizaban con el líder de ultraderecha, quienes acostumbraban a manifestar los fines de semana con la presencia del propio Bolsonaro, siempre colocándose al frente de las sedes de los poderes públicos “para solicitar” el fin de las medidas de confinamiento. Las mismas habían sido acogidas por el gobernador de Sao Paulo; y amenazándolo con una “intervención militar” si persistía; en algunas ocasiones acompañadas de ataques violentos en las entradas contra los representantes del Congreso y de la actual Corte Suprema de Brasil. Además, este actor no daba tregua culpando a autoridades regionales, municipales y de otros poderes por haber aplicado cuarentenas estrictas aludiendo que solo había la publicación parcial de números de la pandemia, sin llegar a los datos sanitarios integrales o daba a entender que fuesen “creíbles” (Goyzueta, 2020).

Aun cuando su argumentación lógica era endeble, pero aun así era respaldada por sus seguidores quienes no lograban la densidad masiva del consenso social que si habían conseguido sus opositores

De tal forma que sus decisiones arbitrarias estaban sustentadas por el consenso de “apoyo social” que reflejaban -una vez más- el fenómeno social conocido como personalismo político. Solo que, de acuerdo con nuestro análisis, se interpreta una clara transgresión al marco normativo regulatorio de Brasil, a pesar de que sus actuaciones políticas estén insertas en un sistema democrático. El marco normativo fue vulnerado de plano asemejándolo -en efecto- a otras circunstancias históricas contra-democráticas como la acontecida “contrarrevolución de 1964” encabezada por el general Olimpio Mourao en esa misma nación el 01 de abril. Salvando las causas, las distancias contextuales de las circunstancias distintas que obedecían a sus propios “momentos de marcos legales”.

Desde la bioética, es Bolsonaro quien no da cabida ni demuestra noción de las esencias de la no maleficencia, ni la beneficencia concebida arriba. Vulnerando así todo precepto de provida sin evitar algún daño por causar a una vida humana, abusando de su carácter autonómico como se sabe. (En virtud del norte del artículo no nos detendremos en la premisa de la autonomía como principio). Es decir, los cuatro- principios básicos son vulnerados por una personalidad política con la denodada intención de quebrantar toda norma que salvaguarde la vida de los brasileños. Tanto los principios de respeto por la vida, como los dos principios básicos del principialismo son alterados en la medida que su gobernanza y poder discrecional es desmedido.

Pero el incremento sostenido de contagios en Brasil no tardaría en confirmar que la conducta del mandatario fue arbitraria, hasta hoy, el virus en su aumento ha sido incesante. Desde el 24 de marzo ya Brasil sobrepasaba los 2 mil casos de COVID-19, y Jair Bolsonaro insistía que no era nada más que una “simple gripecita” (EFE, 2020).

Es consabido que la contundencia de su declaración ante el mundo, una vez más, le atrajo recalcitrantes críticas al interior y exterior de sus fronteras, con ello tergiversando la realidad humana y desdeñando la vida misma. A todo esto, tampoco sorprende entonces que parte de los sectores sociales lo apoyarán, enfáticamente donde había ganado gobernaciones y alcaldías.

Bolsonaro se ha expresado con desdén y con desoídos a las advertencias de la ciencia médica colaborando -en sus inicios- con uno de los peores brotes del virus pandémico de América Latina. Esto quedó demostrado cuando –para el 27 de enero de 2021- Brasil alcanzó a ser el segundo país a nivel mundial con la tasa de mortalidad viral, con 220.151 muertos y un un rango superior al de 8,9 millones de contagios (John Hopkins University, 2021). Sus opositores vehementes lo catalogaron como el «genio memorable» que convirtió a Brasil en el epicentro de la pandemia en América Latina. (Naim, 2020).

Es vital admitir que el obcecado comportamiento hace caso omiso de los principios (de no maleficencia y beneficencia) que propician el derecho a la vida propia y a una vida digna entendidos como derechos inalienables establecidos. Por supuesto, con su arbitrariedad personalista no solo era target de cuestionamientos legales sino de poner en peligro su propia vida, trastocando las políticas públicas e institucionales a cargo del Estado con un estatus quo que se resquebrajaba. El sistema político brasileño y su gobernanza era objeto de ataques propiciados por la actitud irracionalista y retrograda del caudillo.

Se lee entrelíneas en sus “discursos de ultraderecha” un ideario de pulcra modernidad (afincado en el orden y progreso). Desde antes, sus posiciones discriminatorias, o postura extractivista pragmática en contra el medioambiente, o su antifeminismo eran patentes. Este carismático líder representa una pieza genuina de esa modernidad clásica, subjetivamente discriminatoria, desobediente de las leyes de la vida proclive a respetar la naturaleza. Bolsonaro con sus palabras, prejuicios y acciones agrestes no teme en ir en contra de lo que “crea se le opone”; desde su percepción moderna emplea una episteme transgresora e irrespetuosa de los principios básicos de la vida humana.

Además, se le clasifica de neocaudillismo polifacético porque logra articular voluntades políticas con su carisma, aunado a la creada relación individual con la masa; sin obviar el uso de las fuerzas públicas para contener autoritariamente las concentraciones que le adversaban, una vez que erosionaba «las bases democráticas» -incluido la del Ejército- tanto desde la perspectiva del desarrollo técnico general como desde la de las técnicas políticas, incluidas las militares (Soriano de García-Pelayo, 1990; 1996).

La emergencia de un líder carismático sin juicio racional trastoca cualquier enfoque biocéntrico aportado por la bioética, en tanto desconoce profundamente el respeto por la vida, sin mostrar intención alguna de evitar el daño infringido hacia otros connacionales de su misma ciudadanía.

Gracias a estos hechos, es factible asegurar que ninguno de los cuatro principios bioéticos poseía algún valor moral-institucional o social para Jair Bolsonaro. Cobra mayor sentido si se le enfoca desde la deontología cuando Bolsonaro desafía el poder expansivo del virus, para julio seguía sin acatar las normas de bioseguridad fomentando la insensatez al resto de la población, sorteando los marcos cognitivos pertenecientes a las recomendaciones de seguridad desatendidas.

A partir del análisis político es posible pensar que la democracia social sufre una cantidad de erosiones simultáneas cuando infringe contra la salud de todos incluyéndose. Es palpable que el denominado biocentrismo -como principio de vida- está desalojado de su marco cognitivo o perceptivo moderno. Por su mismo carácter atípico de gobernanza, además se le añade el trastocamiento del principio de responsabilidad individual, el cual canaliza otro enfoque de análisis.

Obviamente es razonable admitir que Brasil es gobernado por su sesgo autócrata-carismático, lo cual no significa que sea autoritario o totalitario en todo su sentido gramatical. Puesto que en la medida que se avecinaba el tiempo, el régimen de la mano de Bolsonaro -por ejemplo, sería uno de los primeros que firmaría un acuerdo para una vacuna china contra la COVID-19, pese a ser un régimen timoneado por designios personalistas e ideológicos. Bolsonaro, con su liderazgo ambiguo promovió inicialmente no temerle al COVID-19. Sin embargo, desde junio de 2020, asumió la iniciativa de adquirir el volumen mayor y las mejores vacunas que inmunizaran al pueblo brasileño. Sin embargo, vale recalcar que aún aparecía públicamente sin mascarilla que lo protegiera, aun fomentando que se dejara de utilizar.

A menudo con esta iniciativa alegaba motivos económicos y comerciales, por ello no se puede impedir que la nación continúe con su orden y desarrollo. En fin, es contradictorio su accionar “…como si no hubiese pasado nada en el globo o negando de plano una realidad que nos agobia”; por cuanto las imágenes del presidente Bolsonaro apretando las manos de sus seguidores en frente al Palacio Presidencial en Brasilia el 15 de marzo aún estaban frescas en la memoria colectiva, imágenes divulgadas por el propio presidente a través de sus canales en los medios sociales puntualiza periódico EL PAIS de España. (2020).

Por otra parte, el coronavirus ya había afectado a varios miembros del equipo presidencial, obligando a Bolsonaro a pasar por el test de control varias veces con resultado negativo, asimismo, para los meses de junio y julio no dejaba de justificar “sus manifestaciones ni apretones”, afirmando que “…de todas maneras mucha gente va a contagiarse.” enfatizaba el actor principal. Para junio de 2020 se señala que “Brasil registró 21.432 nuevos casos confirmados de coronavirus en las últimas 24 horas, así como 654 decesos debido a la enfermedad”. El Ministerio de Salud de Brasil apunta que El país suma 1,1 millones de casos desde que comenzó la pandemia, al tiempo que las muertes llegan a 51.271 (Ministerio Da Saude Brasil, 2021; REUTERS, 2020).

Sus declaraciones y accionar político le suscitaron críticas acérrimas a nivel nacional como internacional. Fue el ojo del huracán de miles de cuestionamientos periodizados entre marzo y julio de ese año. Para principios de julio, él junto al Congreso sancionó un proyecto de ley sobre el uso obligatorio de mascarillas contra el COVID-19, pero éste “vetó algunos trechos en los que se exigía llevarlas en comercios, templos religiosos y escuelas, entre otros locales donde pueda haber reunión de personas” (EMOL, 2020).

Pese a que la Justicia brasileña ordena a Bolsonaro “…usar siempre mascarilla en lugares públicos: arriesga multas si no lo hace.” (www.emol.com, 2020), hace caso omiso. Esta institución aprobaba una Ley que obligaba a la población durante la emergencia sanitaria del nuevo coronavirus a mantener “boca y nariz cubiertos por máscaras de protección individual” en espacios y vías públicas. Pero en ese entonces, Bolsonaro objetó otras cláusulas que obligaban a los poderes públicos a distribuir máscaras a la población económicamente más vulnerable y a las empresas a suministrar dicho material a sus trabajadores de forma gratuita. El estatus quo es que Brasil es el epicentro latinoamericano de la pandemia y el segundo país con más contagios (casi 1,5 millones) y muertes (61.884) causadas por el patógeno para julio de 2020 (EMOL, 2020; John Hopkins University, 2021).

Pero sus comentarios controversiales no se detuvieron, llego a proponer “un giro comunicacional” al instar a filmar dentro de hospitales para mostrar si las camas están ocupadas o no y por esta vía desmentir a las instituciones judiciales y jurídicas de la gravedad de las UCIs, y con ello buscaba erosionarlas al punto de buscar restaurar su imagen y la de su gobierno, so pena de la animadversión causada dentro de las matrices públicas. También llegó incluso a censurar las medidas de aislamiento social puesto que se “incurre en una posible violación de domicilio” contrariando la Constitución de Brasil (EFE, 2020).

Es evidente que Jair Bolsonaro aglutinó cuestionamientos de toda clase, una vez que hace notoria la tergiversación de los principios fundamentales del curso humano como el de responsabilidad social e individual; que fue maliciosamente pervertido y manipulado a nivel comunicacional hasta llegar a respaldar la “gobernanza autoritaria social” que ejerce sobre sus simpatizantes.

El margen de irresponsabilidad social atenta e incide sobre cada vida humana que se ubique en el territorio brasileño. Sin atisbos ni remordimientos, Bolsonaro lo vulnera, así como los cuatro principios bioéticos ya mencionados. Y con sus decisiones personalistas se desmarca de otros mandatarios y de la perentoria lógica del sentido común adscrita a los desafíos que representaba una gobernanza comprometida con el resguardo de vidas.

Su nivel controversial todavía no cede, para septiembre del año pasado, la autora Esther Solano Gallego escribirá un apartado de interés titulado: ¿Por qué repunta Bolsonaro?, donde a pesar de las duras críticas Bolsonaro mantendrá un margen de votantes radicales a su favor de los 57, 8 millones que votaron en la última elección presidencial. Solano indica que existe un núcleo duro bolsonarista que tiene una adhesión sociológica y emocional hacia el jefe de Estado (signada por la visión machista, violenta, Lgtb-fóbica). Dado que su postura abyecta se debe a que éste “…representa una tendencia política anti-sistémica y antipartidista. Es visto como un outsider, como el único político honesto que, genuinamente, quiere luchar contra un sistema corrupto.” (Solano Gallego, 2020).

De acuerdo a Solano Gallego (2020), su apoyo se mantiene no porque “… confía plenamente en el presidente o porque está totalmente satisfecho con su gestión.”, sino es debido a que los brasileños no reconocen otra alternativa política o electoral viable (Solano), puesto que justamente el sistema político en su conjunto está podrido en corrupción. Y Bolsonaro aún es percibido por este público como “honesto y auténtico”.

El personalismo político de Bolsonaro es acendrado en sus votantes, dado que son sus hijos quienes son mirados como “un problema”, sobre Flavio Bolsonaro -senador por Río- pesan varios procesos judiciales (acusaciones de transacciones financieras ilegales, etc.), y Carlos Bolsonaro -concejal por Río- le radican dos amplios procesos judiciales (nombramientos de cargos fantasma en su gabinete y el de coordinar fakenews y mensajes ilegales durante la campaña presidencial. La misma acusación de coordinar el esquema masivo de noticias falsas pesa sobre Eduardo Bolsonaro, diputado federal por San Pablo. Pese a quienes se oponen ahora Jair Bolsonaro bien sea por percibirlo como un político inhumano e irresponsable ante la pandemia o por ser tildado de violento, su liderazgo se ha visto afectado.

En vista del escenario, los hijos se han disipado de los espacios públicos y de las redes sociales, y Bolsonaro se ha obligado a moderar “su actitud retrograda y comentarios agrestes”, tales giros estratégicos suponen han evitado la caída del target votante. Por consiguiente, la popularidad personalista-controversial no decae del todo, incluso su popularidad se ha sostenido e incrementado levemente para el mes de septiembre.

Durante este mes la mortalidad a causa del virus rebasa los 110 mil decesos (John Hopkins University, 2021), números críticos en el marco de América Latina, pero que no corresponden a su responsabilidad según éste. Ya que la estrategia advenediza de éste es la de inculpar a gobernadores de estados y alcaldes respectivos “… que no siguieron sus recomendaciones de que la gente pudiera salir a trabajar, decretaron confinamientos que solo algunos cumplieron y, de esta forma, no lograron atajar la pandemia y agravaron la crisis económica” (Solano Gallego, 2020).

Cimbrada como táctica política dilatoria que tiende a arrojar frutos a favor, quien, a pesar de mostrarse de ultraderecha ha iniciado una intensa política pública de ayuda social de emergencia asignándole 600 reales (112$) mensuales a los estratos pobres que les ha permitido supervivencia en tiempos endémicos. Su ahora inversión pública populista está destinada al Nordeste -región más empobrecida del país, ganándose sectores paupérrimos con dichas ayudas sembraría caminos fértiles hacia su reelección venidera.

Los datos son impresionantes que ponen de manifiesto una mega gestión que abarca más de: 65,3 millones de brasileños que están recibiendo el estipendio y “…un tercio de ellos están en la región Nordeste. No hay que olvidar que parte del apoyo popular a Luiz Ignácio Lula da Silva se basó en este tipo de transferencias de ingresos” (Solano Gallego, 2020). Y esto pese a los desacuerdos con su ministro de economía Paulo Guedes que “…es incompatible con los ajustes presupuestarios y fiscales que el Estado financiero” debe acometer según Solano Gallego. Los fuertes nexos de Jair Bolsonaro con los empresarios brasileños lo condujo por planes privatistas t de reformas tributarias que desdicen estas últimas iniciativas que atentan contra el gasto fiscal del sostenido estatus económico que mantuvo anterior a la aparición de la covid-19 a nuestro entender.

Otra variable a destacar es cómo el bolsonarismo conserva fidelidades con los principales obispos de las mayores iglesias evangélicas pentecostales como de la Iglesia Universal del reino de Dios y la Asamblea de Dios. Solano Gallego (2020) aseguró que “los más pobres componen el mayor contingente de estas iglesias, por lo que su apoyo es un factor muy importante para entender la adhesión popular al bolsonarismo” Su conservadurismo religioso le adjudica pautas ligadas a la moralización y valores cristianos que lo involucran a temas controvertidos como el rechazo al aborto y el combate al feminismo. Pese a ello, esta figura controvierte los principios bioéticos besicos conflictuando aún más la sociedad atinente.

A la fecha de escribirse este artículo, Brasil registró hasta mitad de la tarde de este jueves 968 nuevas muertes por la COVID-19, y con esta marca supera el dígito de 200.000 víctimas a causa del virus desde que registró el primer caso (John Hopkins University, 2021). Si se reflexiona sobre los 210 millones de habitantes que conforman la nación, se deduce esta nación como uno de los epicentros globales de la pandemia, sin soslayar que seguía constituyendo en el segundo país con más muertes por la COVID-19 en el mundo después de Estados Unidos, siendo además el tercero con más casos después de los Estados Unidos y la India.

Fue a comienzos de 2021 cuando –tras tanta negación- cuando comenzaron a desarrollarse campañas masivas de vacunación. Ésta incluso fue declarada como una derrota política del presidente brasileño (Royo Gual, 2021).

Boris Johnson y la pandemia del COVID-19 en el Reino Unido

Uno de los tantos países especialmente afectado por la pandemia ha sido el Reino Unido. Figura clave de esta situación fue su actual primer ministro Boris Johnson, quien sucintamente ha sido un líder polémico y paradójico con ideas propias que tienden a ser intransigentes e ilógicas ante el virus. El electo Boris Johnson se ha erigido como otro personalista de lo político durante la crisis del Brexit acaecido tras la gestión gubernamental de Teresa May.

El primer ministro británico fue uno de los primeros personajes en despejar dudas acerca de su postura retadora frente al COVID-19 sacudió las redes sociales y los medios al ser uno de los primeros en no usar el cubrebocas ni cuidarse debidamente. Desde el mes de marzo del 2020 Johnson se opuso individualmente de hacer uso de mascarilla, aunque tampoco insto tácitamente a otros a seguirlo en su postura.

Argumentativamente, Johnson se perfila altivo, ególatra y hasta obtuso, desconoce sin tapujos esta realidad infecciosa asistiendo a plenos espacios públicos como bien se ha apuntado arriba [En retrospectiva, para el 28 de febrero 2020 se confirmó la primera muerte de un ciudadano británico con coronavirus (que se encontraba en el crucero Diamond Princess en Japón). Johnson aseguró que iba a ralentizar el contagio de coronavirus en Reino Unido. A los pocos días, en conferencia de prensa -3 de marzo-, el primer ministro presenta su plan para combatir el coronavirus, pero asegurando que “…para la abrumadora mayoría de las personas que contraigan el virus, esta enfermedad será leve, de la que se recuperarán rápida y completamente”. Sin embargo, indicó “…también señaló que no dejaría de estrechar manos a causa del coronavirus y admitió que había saludado a varias personas de esa manera durante una visita a un hospital en la que… creo que había algunos pacientes con coronavirus” (France24, 2020). Probablemente en su afán de distinguirse de otros mandatarios del mundo, el primer ministro connotaba un mensaje subliminal de desacato a la normatividad y a los consejos de salud, desoyendo las recomendaciones de la OMS entre otros aspectos.

Entre los meses de febrero y marzo del 2020, Johnson se negó a cerrar sus aeropuertos y puertos, a sabiendas de que su posición geográfica era objeto de frecuentes de escalas en vuelos habituales, Johnson se mostró escéptico, reticente, tajante y hasta con una sonrisa irónica cuando se le tocaba el tema. Su posición contrastó con la de otros líderes europeos, como fueron los casos de Emmanuel Macron y Angela Merkel, quienes señalaron públicamente estar ante una amenaza inusual dentro de un contexto de alerta mundial.

En el Parlamento o en declaraciones públicas que a menudo se mostraba, Johnson hizo comentarios en la Cámara de los Comunes antes de una votación retrospectiva posterior sobre las medidas de bloqueo. Insistió que la legislación se extendía hasta el 31 de marzo para permitir una flexibilización “controlada de las restricciones en los niveles locales”. Se opuso con firmeza a tomar las decisiones correctas bajo una gobernanza que el sentido común le exigía a tiempo. Fue objetado por el líder laborista, quien señaló que las decisiones del gobierno “nos han llevado a la posición en la que estamos ahora”. Esto sucedía mientras el secretario de Salud señaló que había 30.074 pacientes con coronavirus en los hospitales del Reino Unido (France24, 2020).

Pero ocurriría lo inesperado: el propio primer ministro se contagió de COVID-19, quien se vería afectado a los pocos días que se le detectó se le confirmó el cuadro epidemiológico agravado y fue hospitalizado (France24, 2020). Los detalles informativos revelan que fue dado de alto el 12 de abril.

Paralelamente al mes de junio cuando este líder particular se había recuperado de la enfermedad, solo que ahora le toco afrontar cómo la economía de su país se había contraído, desde abril, un 20% como puntualiza la agencia noticiosa Bloomberg (2020) el 12 de junio, a la vez la OCDE dictaminaba una proyección de desempleo alcanzaba cifras no vistas desde 1990, con recortes de más de 7.500 empleos debido a una cantidad “en proceso” cerraron sus puestos operativos, siendo un impacto inevitable, a pesar de los esfuerzos denodados del gobierno por evitarlo. La OCDE también registro tan solo para abril un daño causado “…por una caída del 19% en la industria de servicios, la más importante del país. Las manufacturas cayeron un 24,3%, mientras que la construcción se desplomó un 40,1%.”. Este mismo importante organismo que: el Banco de Inglaterra, que ha revelado un supuesto que sugiere que el producto interno bruto podría contraerse un 14% en 2020, ya ha reducido las tasas de interés a poco más de cero y ha aumentado su plan de compra de bonos para ayudar a amortiguar el golpe.

No obstante, existen excepciones de conciencia en el oficio del quehacer político, y Boris Johnson representa una, quien -el 24 de julio del año 2020- reconoció públicamente su error y admitió haberse equivocado a voluntad cuando adopto una ‘posición política pública inapropiada’ vinculante al venidero escenario sanitario complejo del virus. Es digno recalcar que los niveles de contagios en Reino Unido hasta le fecha son exorbitantes y desmedidos, consecuencias irremediables de las decisiones erróneas en momentos claves para este pueblo.

Es enfático destacar que por medio del primer ministro rectificando en su actitud fue uno de los pioneros en gestionar las primeras vacunas en ingresar y ser colocadas para inocular el virus conocido. El 8 de diciembre de 2020, se colocó la primera vacuna contra el COVID-19 en una adulta mayor, iniciando así un programa de vacunación masiva. Para la segunda semana de enero, Gran Bretaña abrió otros 10 centros de vacunación masiva de 24 horas diarias en hospitales de Londres. Para entonces, en el Reino Unido se contabilizaron 134. 975 y un total de 7.346.826 contagios (John Hopkins University, 2020).

Conclusiones

El análisis señala que existen semejanzas entre el caso de Bolsonaro y Johnson. Los enfoques -desde la bioética- ameritan la inducción de que no hubo un respeto por la vida, se condujo a una nación entera por las desatinadas sendas de la insensatez, y con ello no se le evitó un daño al pueblo británico como tampoco se produjo la concreción del principio bioético de la beneficencia, ya que no se pensó en la sanidad integral de quienes constituyen la soberanía de dicha democracia parlamentaria. Puesto que con designios personalistas y abyectos Johnson prevaricó, desacatando inicialmente, las insistentes advertencias de sus homólogos europeos, quienes si acudieron a la racionalidad lógica a fin de salvaguardar a sus pueblos sin que prevalezcan totalmente los intereses de poder por sobre la humanidad.

Los personalismos políticos son fenómenos sociopolíticos que se han anidado con firmeza en algunos países, esos son los casos de Brasil y Reino Unido. Sus líderes, Bolsonaro y Johnson respectivamente, se enmarcan dentro de dinámicas complejas, especialmente si se considera las incidencias contraídas con la llegada del COVID-19 a cada uno de sus territorios con lo cual relucen sus características acendradas en sus diferentes y similares personalidades.

Con la aparición impertérrita del virus, las trasformaciones de las cotidianidades de las naciones obligaron a los gobernantes y sus equipos a toma de decisiones cruciales para el continuum del desarrollo humano de los países mencionados. En general, estos dos actores políticos apoyados en sus rasgos carismáticos y contradictorios contrajeron compromisos complejos con las decisiones o arbitrariedades asumidas durante este año y medio, pese a que la creación de las vacunas y aprobaciones eran inminentes.

Es claro que con sus transgresiones y vulneraciones de las leyes sanitarias de lo público condenaron a miles de individuos de toda clase a la exposición casi inmediata del patógeno que ha cambiado las dinámicas cotidianas del 90 % de las naciones en el globo. Ante este escenario sombrío, los citados jefes de Estados con sus abyectas conductas reflejan deposiciones que perjudican en el más elemental de los derechos fundamentales las vidas humanas que a su cargo fueron encargadas con el poder soberano que les fue entregado por vías democráticas.

Con la sumatoria de decisiones estatales contravenidas y cuestionables atacaron cada uno de los indicados principios bioéticos básicos y muchos más, prevaleciendo sobres estos intereses subrepticios del poder político que detentan. Recuérdese que tales países se caracterizan por descripciones propias que los contrastan entre sí. Los cuatro principios bioéticos de no maleficencia, beneficencia, respeto por la vida humana y responsabilidad individual y social fueron socavados en sus cimientos.

Cada uno de los brasileros e ingleses fue convertido en un target masivo potencial de ser atacado por el virus del COVID-19, es indudable la afirmación referida a que éste no discrimina ni estrato ni clase social es cierta por razones obvias. Cada una de estos seres humanos están a merced irresoluta de los personalismos políticos que con particular énfasis se demarcaron en estos dos países disimiles.

De hecho, con cada decisión arbitraria contradicen el carácter democrático sistema bajo el cual fueron elegidos. Puede tildarse a cada uno de estos líderes como antidemocráticos, autoritarios hasta despiadadas en determinadas decisiones. Porque se atenta contra vida de sus electores -quienes le otorgaron el poder individual que detentan con soberanía- permitiendo afirmar lo anterior. Si cada una de esas vidas humanas no están por encima de “sus intereses” gana contenido significativo el predominio de intereses oscuros de poder que ameritan ser profundizados en investigación a posteriori.

Pueden discernirse que la inquietud central de al menos uno de los dos mandatarios referidos se aboco a presentar planes económicos de emergencia o de reactivación del sector comercial, por lo que se inducen que sus motivaciones eran económicas y motorizaban los esfuerzos estatales específicamente en el caso de Bolsonaro.

El poder político y social que residía en cada uno fue objeto de un dominio exacerbado y arbitrario al instante de afrontar las consecuencias inmediatas que acompañaban el arribo del virus epidémico a espacios territoriales de Latinoamérica. La discrecionalidad de los poderes en manos de personalistas y demagogos al margen de lo absurdo no podía sino causar estragos en el mapa poblacional de Brasil.

Los escenarios suscitados por estos dos actores subjetivos y sui generis connota una carencia de sentido común que se refleja a través del desacato e insurrección a las normas y leyes de salud y sanitarias básicas establecidas por la OMS, organismo acreditado a nivel global para tales fines. Ninguno de ellos tuvo la conciencia temporánea -en justo momento que se requería tomar las medidas necesarias frente a la pandemia-. Ninguno de ellos gano terreno en lo relativo al uso adecuado del sentido común y de la lógica racional para actuar con la premura que se demandaba a fin de proteger y resguardar el elemento primordial de las naciones bajo sus cargos: el derecho inalienable a la vida humana.

Por todos es consabido que no se le puede privar de la vida a ningún ser humano, salvo en casos excepcionales. Tanto Bolsonaro como Johnson asumieron la postura de preponderar intereses no primordiales ni inherentes a sus ingentes responsabilidades políticas como jefes máximos de Estados. Aunado esto a una soberanía autónoma mal entendida que provocaba fallas densas en cuanto a la credibilidad de sus gobernanzas; que derivan en certezas científico-sociales que ponen en tela de juicio la adecuación de sus gobernanzas nacionales en congruencia con la suficiente conducción sensata y consciente con el propósito de afrontar un virus gripal que llegó para quedarse.

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