Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.27 No.1 (enero - marzo, 2018): 251-264


Varios autores (2016) Gente de palabra. Edición 13 aniversario Diario Nuevo Día. Coro-Punto Fijo, Editorial Nuevo Día, 104 pp. A Belford Moré y Dunia Galindo, universitarios.

Un ambiente intelectual se muestra a través de su producción, de allí la importancia de calibrar realizaciones: atributos de ejecutorias, soporte de contribuciones, y honestidad del trabajo frente a sus receptores. En un tiempo marcado por la sociedad del espectáculo, por exhibición desmedida, trepadorismo académico, vanidad publicitaria, mediocridad sin exigencia, y frivolidad sancionada como valor, la crítica se convierte en ejercicio fundamental no sólo como instrumento de valoración académica, sino también de defensa de memoria y cultura. Saber recibir la crítica y sopesar sus señalamientos también exhibe calidad de un ambiente intelectual, una comunidad académica o un grupo de

investigación. Sirvan las líneas precedentes para acercarnos a una edición especial que con el título de Gente de Palabra publicó en el año 2016 la editorial Nuevo Día, asentada en las ciudades de Coro y Punto Fijo, en el Estado Falcón, cuyo emblema principal es el diario del mismo nombre.

El caso de Gente de Palabra se trata de una muestra más de un hacer que lleva varias ediciones de igual factura, entre cuyos títulos podemos mencionar: CRP El coloso de Falcón de María Alejandra Carrillo y Mariela Quintero Leal (2008), Josefa Camejo soy yo de Berta Vega (2011), El Anima que surgió del hambre de Juan Bravo (2012), y El despertar de la sierra de María Alejandra Carrillo (2015). Si los autores de los productos antes mencionados son periodistas o investigadores zulianos que por encargo realizaron tareas sobre la historia falconiana para la empresa editora, Gente de Palabra contiene entre los responsables de sus artículos nombres representativos de creación, investigación



y docencia falconiana, en un material cuyo propósito es, de acuerdo al jefe de la empresa: “Abrazados a la literatura y a sus protagonistas, ahondamos en las distintas épocas de las letras, en sus autores, y principalmente, en las corrientes que marcaron la expresión siglo tras siglo en el panorama literario regional. Y lo hicimos con el fundamental aporte de quienes se dedican a la investigación y a la enseñanza de la disciplina literaria desde nuestras universidades, centros de investigación literaria y nuestros acuciosos periodistas. (…) Aquí continuamos enarbolando el esfuerzo por ofrecer una información de calidad para un público de calidad que hoy conocerá a los literatos de un Falcón que si tiene quien le escriba en letras de oro.”(1)

El suplemento especial, cuyo concepto editorial es trabajo de la periodista Isvelys Bracho y del equipo del diario Nuevo Día, la corrección del poeta y docente Gilmer Contín, agrupa textos de los investigadores: Oly Morales Hurtado, Maylen Sosa, Emilis González, José Barroso, Gilmer Contín, José Manuel Navas, Raquel Tirado, Jesús Madriz y Egla Charmell; en su mayoría docentes de la Licenciatura en Educación, Mención Lengua, Literatura y Latín de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda y miembros de su Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias “Lydda Franco Farías”. Acompañan a los artículos de los educadores e investigadores, escritos de los comunicadores Raquel Chirinos, Adriana Pérez Gilson, Isvelys Bracho, Gerardo Morón, Yaneth Chacón y María Gabriela García. Interesante determinar los lazos de trabajo con los cuales se concibió este proyecto conjunto entre profesionales de la comunicación social y de la investigación literaria. ¿Cómo se concibió y estructuró el esquema de estudio? ¿Cómo se repartieron los temas entre profesores y periodistas? ¿Cómo se trazaron las pautas de investigación, redacción y corrección de materiales en una región donde apenas existen esbozos de trabajos que abordan panorámicas de conjunto, y donde no hay textos de referencia como Diccionarios o Repertorios de Autores? Lamentablemente, esos esenciales asuntos no se explican en ninguna parte del material.

Gente de Palabra está compuesto de veinticinco trabajos, divididos en cuatro capítulos, los cuales atienden a temáticas y períodos como: 1º. Las Letras falconianas en el siglo XIX; 2º. El siglo XX como un período de transiciones; 3º. Las expresiones literarias en Paraguaná; y 4º. Los autores del siglo XXI. Los criterios de tan arbitraria división tampoco se explican. Unas temáticas y períodos tienen mayor interés y extensión de páginas que otros, pero tampoco se nos advierte el porqué. Dentro de esa división se tratan temas, movimientos, grupos e individualidades que van desde las letras falconianas en el siglo XIX, las tan manoseadas sociedades Alegría y Armonía, prensa y literatura en el siglo XIX, vanguardias falconianas, el romanticismo en Falcón, Elías David Curiel, el pugnaz clima de los 20, la década de 1930 como retorno a la tierra, Agustín García, Francisco Domínguez, el Grupo Coro de 1956, Reyna Rivas, los 60 y la explosión literaria, Rafael José Alvarez, Lydda Franco, el sentir y la nostalgia de los 70, los 80 en las letras, mítica, cotidianidad y reflexión en la Poesía, Hugo Fernández Oviol, de la calle a la noche de los 90, de los diarios al libro en la escritura de Paraguaná, Guillermo De León Calles, los nóveles, corajudos y eclécticos, hasta la propuesta de la joven Cristina Gutiérrez Leal.



Comencemos formulando interrogantes que consideramos cardinales: ¿Existen investigaciones que hayan abordado el proceso de la literatura falconiana como totalidad?

¿Cuáles son las contribuciones parciales sobre tendencias, períodos, temáticas o autores?

¿Cuáles son las limitaciones a la hora de abordar un trabajo de divulgación sobre la historia de la literatura en Falcón? ¿Existen una crítica e investigación literaria sostenida sobre la producción falconiana? ¿Cuál fue la contribución al esclarecimiento del panorama de nuestras letras realizada a través de espacios como la Bienal de Literatura Elías David Curiel o los Simposios de Literatura Falconiana? ¿Puede investigarse en literatura sin acudir a los esfuerzos precedentes por evaluar la historiografía literaria? Y para comenzar el acercamiento a este material producido por periodistas e investigadores sobre el hacer literario en el Estado Falcón, teniendo en cuenta el esquema citado nos preguntamos:

¿Comienzan las letras falconianas en el siglo XIX? ¿No hay registros para los siglos y períodos anteriores? ¿Por qué se privilegian las expresiones de la Península de Paraguaná por sobre otras subregiones como la Sierra o la Costa? ¿Cómo se consagró el canon literario falconiano que tiene como figuras recurrentes a Elías David Curiel, Agustín García, Rafael José Álvarez, Lydda Franco Farías, Hugo Fernández Oviol o Guillermo De León Calles?

¿Qué papel jugaron espacios académicos como la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia en tal proceso? ¿Tiene una orientación programática de izquierda esa canonización?

La periodista zuliana Isvelys Bracho abre el conjunto de Gente de Palabra con un texto titulado «Las letras desnudan la existencia», en el cual entre otros asuntos señala: “Desde 1990 y 2000 la literatura asume una visión global que rompe con todos los modelos anteriores, recrea las experiencias sociales y personales, fusiona nuevos géneros literarios como el testimonio narrativo. Lo representan Mario Vargas Llosa, Juan Villoro, Daniel Kranze, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis y Gabriel García Márquez.» (2) El texto de Bracho presenta, con el característico estilo del diario Nuevo Día: problemas de redacción, pretensión de principio de autoridad, precaria utilización de fuentes, desfasado manejo de información, descuido en la edición, errada utilización de comas y paréntesis... En el Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (1995) se señala el inicio de las publicaciones de Vargas Llosa para 1959, tres años después del nacimiento de Juan Villoro. Eso se puede corroborar en cualquier página web que trate al autor de Los Jefes o La ciudad y los perros, o al de La noche navegable y Efectos personales. Ante aseveraciones como las de Isvelys Bracho cabe preguntarnos:

¿Pertenecen Vargas Llosa, Fuentes, Monsiváis y Villoro a la misma generación? ¿1990- 2000? ¿Quién es Daniel Kranze? ¿Se tratará del narrador mexicano Daniel Krauze, hijo del historiador Enrique Krauze, y nacido en 1982, es decir más de veinte años después de las primeras publicaciones de Vargas Llosa? ¿No se da en la Universidad Francisco de Miranda, de Coro, Literatura Hispanoamericana? ¿Dónde quedó el trabajo de corrección en este texto? ¿No pudo ninguno de los profesores e investigadores asesorar a la periodista Bracho, con quien trabajaron, y explicarle que hay una gran distancia entre las propuestas narrativas de Fuentes y las de Monsivais? ¿Quién critica la difusión de semejante material a la población falconiana?

Prosigue el trabajo de la Licenciada en Letras por la Universidad de Los Andes, Oly Morales Hurtado, docente de la cátedra de Literatura Falconiana en la Escuela de



Educación de la Universidad Francisco de Miranda. Señala la docente que: “La Literatura falconiana aún (sic) cuando mantiene en vigencia una de las manifestaciones cultural- literaria, como el Baile de las Turas, en la población de Mapararí, asume su origen en los textos producidos durante la Guerra de Independencia, por cuanto reflejaban el ansia y la necesidad de un pueblo por ser libre.”(4) Argumento para el debate. ¿Son el Baile de las Turas, el comer arepa de maíz y las construcciones de barro manifestaciones culturales literarias? Por otra parte, desconcierta que en esta revista de divulgación general una docente universitaria pretenda borrar y desconocer la importancia de la etapa colonial de la región.

Al hacer la aseveración de que la Literatura Falconiana asume su origen en textos producidos durante la Guerra de Independencia, reafirma Morales Hurtado la manida y anacrónica manipulación de la historia dirigida a desconocer el período anterior a 1830 como parte de lo que hoy llamamos Venezuela, y a fundar nuestro proceso como pueblo en la separación con respecto a España. En 1990, la Universidad Francisco de Miranda publicó un número monográfico de su revista Cultura Falconiana dedicado a la “Cultura y Poesía en la Coro Española”, fruto de las investigaciones del historiador Carlos González Batista. Allí el reconocido profesional hace seguimiento desde 1685 a las letras corianas. ¿No es o era Morales Hurtado la encargada de dictar Literatura Falconiana en la Universidad Francisco de Miranda? ¿Por qué los investigadores de la Literatura de la región no conocen ni reconocen esta producción que muestra González Batista? ¿Por qué señala la Profesora Morales Hurtado que la Literatura de la región asume su origen en la Independencia? ¿No contiene acaso un libro emblemático como Antología de Escritores del Estado Falcón (1955) de Luis Arturo Domínguez, los nombres de Agustín de Quevedo y Villegas, Mariano de Talavera y Garcés, Juana Zárraga de Heredia y Pilón, y José Heriberto García de Quevedo? ¿Por qué esos nombres están ausentes en este trabajo sobre la Literatura Falconiana? ¿Qué interés mueve a investigadores de la Literatura regional a no considerar esta etapa de nuestra historia? Eso es improcedente y denota falta de seriedad en la investigación.

Cuando trata la obra de Polita De Lima, la profesora Oly Morales Hurtado señala que: “será una figura fundamental en el desarrollo de la actividad literaria-cultural de Falcón. Aun cuando trató de abarcar algunos géneros literarios, su mayor brillo fue en la poesía...”(4) ¿Acaso la poesía no es un género literario? ¿Escriben así nuestros investigadores y docentes, o se impuso el estilo periodístico del diario Nuevo Día sin que los autores reclamaran? Texto truncado y cortado en sus citas, el de Oly Morales Hurtado para Gente de Palabra, señala que “...a finales del siglo XIX (1890) hasta los tres primeros lustros del siglo XX (1915) (…) Para esos años la ciudad de Coro era una apacible y silenciosa ciudad. Se necesitaba un despertar y qué mejor hacerlo, que a través de las distintas manifestaciones culturales y que la figura cultural fuera el coriano. Así tendrán cabida no sólo los textos poéticos y narrativos, sino también la danza, el canto, la epístola, el teatro y de esta manera se constituyen las Sociedades Alegría y Armonía.”(5) No comparto con la profesora Morales Hurtado su señalamiento de que en la producción literaria de la época a la cual hace alusión se diera el énfasis en la figura cultural del coriano. No sé a qué producción en particular se refiere, pero una revisión de periódicos corianos



de esos años arroja la presencia de copias de cánones y figuras que nada tienen que ver con la ciudad o la entidad. Sería interesante se hicieran ejemplificaciones puntuales, pues llaman la atención e invitan a la duda tales aseveraciones sin establecer su base probatoria.

Luego de hacer la descripción de los integrantes de las Sociedades Alegría y Armonía, Oly Morales Hurtado señala: “De esta manera, nos dejaron varias revistas: Flores y Letras, Armonía Literaria, Mes Literario, La Cítara, Penumbra. Así como publicaciones: Auras de Occidente, Violetas, Diario de Coro, El Verbo Democrático, Gaceta Comercial, La Montaña, Primicias, Prometeo, El Día, El Conciliador, Médanos y Leyendas.”(5) No es cierto. Publicaciones como “El Verbo Democrático” (1909), “Prometeo” (1912), “El Día” (1913) o “El Conciliador” (1903) no fueron producidas por esas Sociedades. Son publicaciones que se declaran “de interés general”, y no encaminadas exclusivamente a la difusión de las artes. Si se quiere remitir a un origen del periodismo en la región hay que reseñar a “El Observador”, de 1843, “semanario de tendencia liberal”. La revisión en la Biblioteca Oscar Beaujon, de Coro, en la Biblioteca Febres Cordero, de Mérida, en Hemeroteca Nacional y Hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia, en Caracas, daría respuestas sobre el particular. ¿Por qué entonces se hace tal aseveración? Insisto en la responsabilidad de investigadores y docentes de la Universidad Francisco de Miranda en ofrecer este tipo de información a través de un medio de difusión masiva como el diario Nuevo Día. Lo menos que los falconianos esperamos de nuestra Universidad es respeto por la tradición cultural de la región y el derecho a ser informados con veracidad.

Más adelante se presenta el trabajo de Emilis González, Licenciada en Educación por la Universidad Francisco de Miranda y con Maestría en Literatura de la Universidad Simón Bolívar, titulado “Armonía y Alegría. La modernización en clave femenina”. González señala que: “Estas señoritas son sujetos activos en el espacio público, sujetos que se encargaron de escribir la historia de la patria y de reproducirlo (sic) en sus revistas. Por ello es lógico encontrar artículos sobre historia, específicamente sobre la del estado Falcón. Y también la tocan en las conferencias que dictan, acerca de las heroínas de la patria. Hay que recordar que durante finales del siglo XIX se hizo patente la necesidad de construir la nación moderna, la patria civilizada, y para ello fue menester acudir a las mujeres. Quienes debían fungir de madres protectoras, que ayudan a educar al pueblo/hijo.”(8)

Además de evidentes problemas de escritura en este texto – “sujetos que se encargaron de escribir la historia de la patria y de reproducirlo en sus revistas...”-, nos parece exagerado el señalamiento de la importancia otorgada a la reconstrucción de la historia nacional y específicamente la del Estado Falcón en las revistas de dichas sociedades, y en especial las de las heroínas de la patria. Asunto quizás de apreciación, que valdría la pena constatar con una nueva revisión de las colecciones existentes. El apuntar que no es una cuestión exclusivamente coriana el de “la necesidad de crear la nación moderna, la patria civilizada”, es elemental para escapar de posturas parroquiales y de exaltación regionalista. Sigue Emilis González, indicando: “Así que ellas esgrimen un discurso aparentemente inofensivo, pero debajo de él subyace todo un entramado de pensamiento que le hacía potencialmente peligroso. Se trata entonces de que “las muchachas” de las sociedades utilizan para su favor el discurso esgrimido desde el poder. Pues lograron



desmontar sus supuestos y utilizarlos para su beneficio. Lograron trabajar en un espacio tensional, a medio camino entre los ideales católicos y los nuevos discursos sobre la mujer; las damas corianas avanzan al apropiarse de nuevos roles, más allá del simple adorno.”(8)

Irremediablemente miramos al pasado con ojos del presente, pero entre otros empeños fundamentales del investigador debe estar ubicarse en el contexto de ideas del tiempo que pretende reconstruir. Ya Emilis González había indicado en un trabajo de mayor extensión – Las escritoras corianas del período finisecular (XIX) y su agenda oculta, Caracas, CELARG, 2010 – que detrás del pensamiento expresado en las publicaciones de Armonía y Alegría existió otro “potencialmente peligroso”, una agenda oculta. Ni en aquel trabajo ni en éste se indican los supuestos sobre los cuales se basa tal aseveración. ¿Cómo lograron “las muchachas” corianas de finales del siglo XIX apropiarse del discurso del poder y utilizarlo en beneficio propio? no queda claro en los trabajos de González. ¿Cómo y en qué testimonios observa la investigadora tal “entramado de pensamiento” que asigna a las señoritas de Coro? ¿Cuáles eran los nuevos roles para esa mujer del siglo XIX que las corianas pretendían ejercer?, tampoco se dice. Es simpático y atractivo difundir una imagen de mujeres subversivas en la Coro del siglo XIX – y en cualquier otra época-, pero cuando el argumento no tiene base, cuando no se evidencia el desmontaje del discurso del poder que hicieron “las muchachas” de Armonía y Alegría en el cual se insiste, eso ni es Historia, ni es Literatura, quizás pueda ser ficción.

Y más adelante, vuelve González sobre el particular: “Aunque ni los textos ni los artículos son, verdaderamente transgresores, feministas a ultranza o revolucionarios en grado sumo, si es rescatable que con el gesto, con el decir pero como si no dijeran, se abren paso, nos abren paso al resto, se osan y muestran el camino para las osadas. Para ello las damas corianas les indican a sus congéneres cuál es su espacio y su radio de acción y no sólo lo señalan sino que lo actúan, lo ponen en escena y, muy importante, lo amplían incorporando otros territorios: ya no solo son madres, esposas o hijas, también son poetas, dramaturgas, novelistas, redactoras, traductoras, editoras, heroínas.”(9) Una notoria ambigüedad muestran esas aseveraciones. Mientras en párrafos anteriores de su artículo Emilis González ha señalado “el discurso potencialmente peligroso” de las damas de las Sociedades Alegría y Armonía, al final de sus escrito indica que “si, pero como si no”. Además de llamarnos la atención tal redacción, es importante destacar – ante el empeño de esgrimir una imagen subversiva de las señoritas de Coro de finales del siglo XIX frente a imposiciones sociales-, que los planteamientos feministas se arraigan en Venezuela en la década del setenta del siglo XX. Ni siquiera en la participación de la mujer en la lucha armada guerrillera de los sesenta encontramos tales reivindicaciones. La participación femenina en las artes y las letras en la segunda mitad del siglo XIX no es exclusiva de las integrantes de las asociaciones corianas, y eso debía saberlo la profesora Emilis González. No hacer tal señalamiento sobreestima el caso coriano, – que aunque relevante no es único ni en Venezuela ni en el mundo-, y convierte en excesivamente parroquial su análisis.

El primer artículo de Emilis González para Gente de palabra presenta un anexo con la mención a 11 asociaciones corianas registradas para finales del siglo XIX. Entre otras la Sociedad Marsal, la Sociedad Fraternidad Escolar, la Sociedad Misteriosa y la Sociedad



Mutuo Auxilio Hijos del Pueblo. No hay fuentes de referencia. Pero ni están todas las que son, ni son todas las que están. La sola mención en un diario de época no indica que muchas de esas asociaciones realmente funcionaran o que permanecieran en el tiempo. Algunas veces no lograban mantenerse y muchos de sus integrantes pasaban a formar otras. No señalar eso contribuye a crear una falsa idea de un sin número de asociaciones actuando en la Coro de fines del siglo XIX. Hay que dejar claro también que no todas esas asociaciones pretendían la divulgación de las artes. Algunas eran de carácter político partidista, otras dirigidas a la caridad y al beneficio de sectores populares depauperados. Es decir, sometidos por la práctica comercial de los maridos, hermanos y padres de las damas de las Sociedades Armonía y Alegría, así como de otras asociaciones. Señores con tal excedente numerario que podían financiar las empresas en pro del arte de sus damas. Nada de eso se señala, inquiere o delibera en un artículo donde la sociedad coriana de finales del siglo XIX parece el mismo “jardín de flores” que cantaran sus distinguidas señoritas en sus veladas y tenidas. Así, lo pretendidamente cuestionador en el retrato y la actitud, termina siendo más bien condescendiente.

En otro trabajo para la misma publicación titulado “Prensa y Literatura en el siglo XIX”, la docente Emilis González expresa: “Es necesario señalar que entre 1888 y 1895 (período que acá nos ocupa), existe un movimiento intelectual que propicia el periodismo en Falcón y el intenso movimiento cultural que tiene lugar en la ciudad de Coro durante el período finisecular.”(12) Además de los problemas de redacción, llama la atención que una investigadora que revisa la prensa del siglo XIX – así lo señala el título – no exprese que el primer periódico coriano es “El Observador” de 1843, y que existe un trabajo como el de Zénemig Giménez Periódicos y Periodistas del Estado Falcón 1843-1953 (Caracas, UCV, 1997) que da cuenta de los periódicos que circularon en la región por ella trabajada. Además, tal como está escrito el texto de González parece que es la existencia de un movimiento intelectual determinado, a finales del siglo XIX, lo que “propicia el periodismo en Falcón”. Eso es incierto, pues la mayoría de los periódicos del momento – como para el resto de las regiones venezolanas – son de carácter eleccionario, y de promoción económica. En este trabajo, como en los dos anteriores presentes en esta publicación, se presenta una visión desvirtuada de la historia regional.

Más adelante indica González: “Al realizar una revisión de estas publicaciones periódicas se puede percatar que, aquellos intelectuales que realizan labor periodística son los grandes intelectuales de la época. Entre ellos tenemos a José David Curiel y Justiniano Graterol y Morles, quienes junto al General Silvestre Colina H., Claudio Teodocio Chirino, David López Fonseca, Salomón López Fonseca, Arístides Tellería, Ceferino Castillo y José del Carmen Manzanares (Todos miembros de la llamada Sociedad Marsal, quien (sic) funge como epicentro ideológico, político e intelectual del partido liberal), quienes pertenecieron al partido liberal y quienes, desde 1881, se erigieron en la directiva del partido liberal de la seccional Falcón.”(12) ¿Seccional Falcón? ¿De qué nos habla la Profesora González?

¿Había seccionales del Partido Liberal, tipo la Seccional de AD? ¿O nos habla de la Sección Falcón del Estado Falcón-Zulia, creado mediante convenio o pacto por zulianos y falconianos para ganar el favor político de Guzmán Blanco? Recomiendo a la autora revisar los trabajos de Manuel Vicente Magallanes sobre historia de los partidos políticos



en Venezuela, también de Inés Quintero El ocaso de una estirpe, de Arlene Urdaneta El Zulia en el septenio de Guzmán Blanco, de Reyber Parra Contreras sobre Intelectuales de Maracaibo y la centralización gubernamental de Venezuela (1890-1926), de Hancer González Creación y disgregación de los grandes estados venezolanos (1881-1899), y en general los trabajos contenidos en la revista Presente y Pasado, Escuela de Historia ULA, número 37, coordinada por el historiador Robinzon Meza, y dedicada a la administración territorial en el último cuarto del siglo XIX.

Expresa Emilis González: ““Los “hombres de letras” que se encuentran haciendo vida pública en la ciudad de Coro, durante el final del siglo XIX, llevan en sí mismos la dicotomía intelectual/político: son hombres de armas, hombres de acción y de palabra, como ya hemos dicho. Este grupo, aunque en apariencia variopinto: periodistas, militares, comerciantes, hacendados, políticos, liberales, masones y hombres, constituyen un grupo bastante cohesionado. Decidido a construir la nación a través de las letras y de las acciones. Ligados directamente al periodismo y la literatura.”(13) Hombres que eran hombres, hombres y hombres. Que estuvieran decididos a crear la nación a través de letras y acciones no es exclusivo del caso coriano. Eso debe establecerse, dejarse claro, pues sino se impone un regionalismo trasnochado, un parroquialismo que dista mucho del ser universitario. Y precisamente si algo distinguió a quienes escribieron en Coro en el siglo XIX fue su constante discurso antiparroquial y su pretensión de diálogo y confrontación con otros círculos de escritores del país. Por lo demás, recalco que hay un desconocimiento del contexto. ¿Cohesionados? Sugerimos a la Profesora González revisar lo que fueron – según la historiografía regional – los Independientes y los Incondicionales en las tendencias liberales de la política coriana. Y averiguar porqué Bruno Riera mató a Ángel Evaristo Tellería en el Palacio Federal Legislativo de Caracas, quedándose Falcón sin diputados en 1891. Ese asesinato, ampliamente reseñado en la prensa de la época, contradice las generalizaciones de la docente sobre cohesión y fines comunes entre los hombres de la política y las letras corianas de finales del XIX.

Culmina Emilis González su artículo señalando: “Son militares de armas, que incluso luchan en las guerras federales, pero que a su vez escriben y publican, poemas, biografías, cuentos con la intención de construir una patria moderna. El intelectual orgánico y el político que vivía en la ciudad en el siglo diecinueve está empeñado en construir la nación a través de la literatura y la prensa”.(13) ¿Hay militares que no son de armas? ¿Cuántas guerras federales vivió Venezuela además de la de 1859-1863? ¿Qué concepción de patria moderna tendrían hombres como Silvestre Colina, Diego Colina o Ceferino Castillo, caudillos macheteros sin ninguna formación intelectual a decir del historiador Pedro Manuel Arcaya en sus Memorias? Hasta tanto no se argumente con rigor al respecto, pareciera exagerado atribuir tal intención de creación de nación moderna a los escritores, políticos y generales corianos de finales del siglo XIX. Insisto, esta escritura está signada por un afán de exaltación regional que no parece coriano. El trabajo de Emilis González para el suplemento Gente de Palabra incluye un listado de “Publicaciones del siglo XIX”. No hay referencia a fuentes de dónde se extrae tal lista. ¿Es tomada de la Biblioteca Febres Cordero de Mérida o de la Biblioteca Oscar Beaujon de Coro, donde existe una colección microfilmada de los materiales recopilados por Tulio Febres Cordero? Pero, contradiciendo



esa lista, – y de acuerdo al trabajo de Zénemig Giménez, ya citado-, existieron en el siglo XIX en Paraguaná mucho más que dos periódicos. Por ejemplo el periódico “Perlas y Flores” de 1894, administrado por Corina Mórrell, madre de la poeta Genoveva De Castro. Pero también en fecha anterior periódicos manuscritos en Buena Vista y Moruy.

Si los anteriores son trabajos de investigadoras en literatura, la periodista Adriana Pérez Gilson es capaz de decirnos que: “El siglo XX llegó a Coro arrastrando la melancolía. Sus habitantes se recuperaban de la Guerra Federal, un conflicto civil que durante cinco años (1859-1863) azotó la región.”(22) ¿Cuántos años hay entre 1863 y 1900? ¿40 años?

¿Tanto tardó Coro en recuperarse de la Guerra Federal? ¿Y entonces en que se basaba el auge de publicaciones que otros trabajos aquí presentados reseñan para finales del siglo XIX? Más adelante apunta Pérez Gilson: “La obra literaria de las dos primeras décadas del siglo XX heredó características del romanticismo francés que a esta región entraba por las Antillas, especialmente por Curazao, a donde algunos jóvenes corianos iban a estudiar. Ese romanticismo, como explica la profesora Oly Morales, catedrática de literatura falconiana, pasaba por una especie de filtro afroantillano para dar lugar al propio romanticismo hispanoamericano con un contenido nacionalista, ‘es que la literatura venezolana sale de los textos de los independentistas’.”(22)

Pareciera que cualquier cosa puede escribirse. Por ejemplo decir que en las primeras décadas del siglo XX hubo en Coro una gran influencia de la literatura de Francia a través de Curazao, que los descendientes del grupo sefardita traían libros de la Biblioteca Betancourt a Coro, que la existencia en la región de apellidos de origen holandés supone la lectura de libros en ese idioma. El asunto es demostrar lo que se señala. Apuntar la presencia de un romanticismo francés en Coro a través de Curazao por los estudiantes que allá iban a cursar estudios, requiere comprobación, demostración, argumentación, sino parece invento. Y volver con que “la literatura venezolana sale de los textos de los independentistas”, es un intento de borrar la historia literaria de este país, que produce pena. Me pregunto: ¿Lo que leemos en Gente de Palabra es lo que se imparte en clases de literatura de la Mención Lengua, Literatura y Latín de la Universidad Francisco de Miranda?

El texto “La palabra multifacética y sentimental”, de Adriana Pérez Gilson sostiene que: “Polita y Virginia estuvieron acompañadas de otras insignes mujeres, entre ellas, Antonia De Lima quien resaltó en el ensayo literario. También fundadora de la Sociedad Alegría, Carmen Brigé (1868-1943) forma parte de esta generación en cuya obra, como refiere Nancy Moreno de Gutiérrez en su publicación Presencia de la mujer coriana en las letras venezolanas, se produce ‘la conjunción de la herencia francesa y el alma criolla’.”(23) Repito, todo puede decirse, el asunto es demostrar esa influencia de la herencia francesa en las letras corianas. Adriana Pérez Gilson – al contrario de las investigadoras Morales y González – si coloca en su texto para Gente de Palabra las “fuentes consultadas”. Se trata del Diccionario General de la Literatura Venezolana, publicado por el Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” de la ULA, una compilación de poesía femenina falconiana de Luis Alfonso Bueno, el trabajo de Emilis González sobre las escritoras corianas de finales del siglo XIX, un trabajo sobre Elías David Curiel de María



Cristina Solaeche Galera, otro de Dunia Galindo – que no Duria como lo escribe Pérez Gilson – en torno a las Sociedades Armonía y Alegría, y otro de Laura Antillano sobre mujer y escritura. Llama la atención que se escriba “Diccionario General de la Literatura Venezolana Tomo I. Libro de la Universidad de Los Andes...”(23) ¿Dónde se cita así?

¿Dónde aprendieron los periodistas de Nuevo Día el oficio de la redacción de textos?

La periodista Yaneth Chacón escribe en Gente de Palabra un artículo dedicado a “De los diarios al libro. Paraguaná en puño y letra”. Allí comienza señalando: “En las clases de los institutos San Rafael y Fermín Toro de Punto Fijo en la década de los 50, dos profesores Carmelo Duarte (Canaria-España) y Vladimiro Rivas (Colombia) enseñaron buena literatura y despertaron en sus alumnos el amor por la escritura. En ese contexto se habla del nacimiento de la literatura en Paraguaná.”(86) Siembra de falsa memoria. Irresponsabilidad a la hora de ofrecer información por profesionales formados en las aulas universitarias, un trabajo lamentable ofrece aquí Yaneth Chacón. Señalando para 1950 el nacimiento de la literatura en Paraguaná con Rivas y Duarte, eliminando Chacón figuras como las de Justiniano Madriz, Telasco Sierraalta, León Bienvenido Weffer, Rafael Cayama Martínez – al que otro trabajo de esta revista menciona-, Guillermo Croes, o Genoveva De Castro – a quien se coloca de 11 en listado adjunto de su artículo-, cuya obra se publicó décadas antes que Carmelo Duarte y Vladimiro Rivas llegaran a Paraguaná.

¿Qué pasó con el trabajo de corrección del profesor Gilmer Contín en esta revista de Nuevo Día? ¿Qué pasó con la necesaria corrección de unos textos que iban a ser difundidos en grandes cantidades a toda la geografía falconiana? ¿No hubo realmente trabajo de equipo en la realización de este proyecto?

Más adelante, Yaneth Chacón vuelve a la siembra de desinformación, al indicar que: “El poeta Guillermo De León Calles precisa que Vladimiro Rivas publicó el primer poemario que se conoció en Paraguaná: Rebato de la tierra (1960), que está referido a la situación de Punto Fijo y al ámbito petrolero. También publicó una novela llamada Cuando maduren los mangos.”(86) ¿Ósea que el poeta Guillermo De León Calles es el responsable de tal desinformación? ¿Desconoce el escritor la existencia de publicaciones como Peregrinación de León B. Weffer en 1905, de Pájaro de barro de Genoveva De Castro en 1942, o Vendimias del ayer de Guillermo Croes en 1947? ¿Ósea que Guillermo De León Calles no sabe de la obra de poetas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX en Paraguaná como Justiniano Madriz o Telasco Sierraalta, quienes publicaron en las páginas de El Peninsular en 1888? ¿Hasta cuándo escritores que nos merecen la mayor estima como Guillermo De León Calles se prestan esta siembra de desmemoria? ¿Que mueve a estas voces públicas a participar sin crítica en la difusión de semejantes contenidos? Lamento profundamente, de ser cierta, esta actitud de Guillermo De León Calles. Lo desconozco.

Luego de hacer mención a la actividad y libro titulados Presencia Puntual de los Amigos, organizado y editado – en ese orden – por el Grupo Tiquiba en Paraguaná, Yaneth Chacón recoge las palabras del escritor Víctor Hugo Bolívar para decir: “Hoy en día ese encuentro ha dado muchos frutos, (...) Es un trabajo literario muy importante en el que tienen cabida muchos jóvenes que ingresan en el mundo del arte.”(86) Tal aseveración es incierta. El Encuentro Puntual de los Amigos se organizó entre 1996 y 2005 por el Grupo



Tiquiba, es decir hace más de una década que no se celebra. No era un trabajo literario, aunque incluyera actividades de creación, reflexión y divulgación. Era un encuentro de la gente de Paraguaná con creadores del país, organizado por el Grupo Tiquiba con quienes trabajo desde 1985. Como otras actividades de ese colectivo se vio afectado y desapareció por la intolerancia y presiones del chavismo en el poder.

¿Le estoy dando demasiada importancia a un material como Gente de Palabra, publicación aniversaria de del diario falconiano-marabino Nuevo Día?, donde Yaneth Chacón primero señala que el primer libro de poesía en Paraguaná es Rebato de la tierra de 1960, de Vladimiro Rivas (86), y luego que: “La historia en la web registra la primera publicación de la paraguanera Genoveva de Castro en 1942. Bajo el seudónimo Yajaira sale su poemario Pájaro de Barro en el volumen Nº 34 de los Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos...”(88) ¿Cuántos ejemplares de este material circularon por el Estado Falcón cargados de desinformación, desmemoria e inventos, avalados por investigadores y docentes de Literatura de la Universidad Francisco de Miranda? ¿Si se distribuía una revista con cada diario, de cuántas revistas estamos hablando? ¿Puede llamarse a todo esto “información de calidad” como lo hace el dueño de la empresa en el Editorial?

Para completar el cuadro, la investigadora Egla Charmell, egresada de la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes, presenta el trabajo «Elías David Curiel: la ciudad en su poesía». Comienza Charmell señalando: «Al final del siglo XIX y principios del XX Coro brilló en Venezuela por su intelectualidad, su discurso cultural femenino, sus juristas, sus médicos, sus poetas y su paisaje. No fue una ciudad oculta ni olvidada. Así lo atestigua El Cojo Ilustrado, revista caraqueña que circuló entre 1892 y 1915 a nivel intercontinental.”(26) ¿De verdad eso es exclusivo para Coro? ¿No puede decirse lo mismo de Barquisimeto, Maracaibo o Mérida para el mismo momento? ¿No son muy localistas y provincianas esas miradas? Ese «reconocimiento de lo nuestro» no puede hacer que miremos lo «nuestro» como algo exclusivo, como si en otras partes del país no se hubiera dado igual. No hay nada peor para el investigador que produce y difunde contenidos que caer en la exaltación regionalista, el parroquialismo o el chauvinismo. Eso no es parte de la tradición coriana.

Egla Charmell señala: «Entre sus nativos está Elías David Curiel (1871-1924), educador, catedrático de Latín y poeta, quien en ese año de 1893 arribaba a sus 22 años. Ya él se había iniciado en la literatura y el periodismo con el rigor que el oficio exigía: pureza de expresión. Destacará entre sus compañeros y contemporáneos por un estilo inigualable, al otorgar a su cantar poético – género al que se dedicó – un tratamiento a partir de los asuntos cotidianos, mostrados en temas existenciales y, figuras y formas literarias que extienden la musicalidad buscada.»(26) ¿Esto es realmente cierto? ¿No hay aquí exageración y falta de contraste con referentes de otras partes del país? ¿Exaltación de personajes, regionalismo a ultranza, limitada visión del fenómeno?

Más adelante señala la autora: «Curiel se diferencia de la mayoría de los poetas de su época en que no publicó en vida un libro con sus obras, tampoco fue un escritor oficialista, vivió apartado del poder y la política. Sin embargo, obtuvo reconocimiento oficial con



la designación que hizo el Presidente del estado Falcón Pedro Linares en 1905 para que compusiese el himno del estado, y ahí está la huella de lo popular, oído y cantado por la población de nuestra entidad regional, como un desafío a la sentencia de Juan Ángel Mogollón en su ensayo «Un poeta hechizado», cuando señala que ‘Curiel (...) nunca fue popular y tal vez, no lo será nunca’».(27) Contradictorio e incoherente ese planteamiento. Idealización extrema de un elemento, asunto que también extrañamos en el hacer de una investigadora como Egla Charmell, egresada en 1984 de la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes. No sé si Curiel sería «oficialista», pero lo cierto es que gozaba del aprecio oficial, de la estima de una élite social y política, por lo cual pareciera haber evidencia de que convivió con los círculos del poder político y social de su momento. No otra cosa dice su participación en variedad de revistas y periódicos de la época. Si publicaba y participaba de los eventos de las Sociedades Literarias de finales del siglo XIX, cómo podía ser un hombre apartado de los círculos que esas organizaciones representaban. Interesadamente, desde la izquierda regional, se ha construido, sin embargo, una imagen de Curiel como poeta extraño y huraño, asocial, e irreverente.

Egla Charmell complace la estrategia. Igual – como acabo de hacerlo – podría decirse lo contrario, pero mientras no se presenten evidencias cualquier cosa podemos decir desde nuestra perspectiva de construir un personaje a nuestro antojo. Pero eso no es historia. En ese sentido la reconstrucción del momento coriano de Elías David Curiel es fundamental. Esa es tarea de los historiadores, y no la de secundar versiones interesadamente instituidas. Como sabemos, el Himno del Estado Falcón, – y esto lo subrayan Luis Alfonso Bueno por una parte en Desde aquí salió Falcón (2002), y Carlos González Batista por la otra en “Juan Crisóstomo Falcón y su tierra” (2009) – cuya letra escribe Elías David Curiel, más que un canto a la historia y características de la región, es una loa o exaltación a Juan Crisóstomo Falcón y a la Guerra Federal. Es decir: a los círculos de poder político de la región, que tenían a Falcón como su símbolo. Al respecto es importante seguir el debate en la prensa regional sobre la vuelta a la Constitución de 1864, y lo que allí se esgrimía. Por otra parte, como Curiel es para algunos investigadores centro de adoración y no admite críticas, hay que señalar sin embargo su extraño proceder con semejante canto adulatorio

– a pesar de las justificaciones que quieren darnos tanto González Batista como Bueno

– ante una Comunidad Judía de Coro cuyos descendientes – y Curiel lo era – siempre sostuvieron una memoria que vinculaba a Juan Crisóstomo Falcón con los disturbios en su contra de 1855. ¿Popular, Curiel y el himno regional? Me recordó tal disquisición a Conny Méndez con aquello del arrullo de las madres venezolanas con el Himno Nacional. Si te obliga el sistema educativo a cantarlo durante seis años desde que tienes siete años, de se queda se queda.

La periodista Adriana Pérez Gilson tiene a su cargo otro de los artículos de Gente de Palabra, se titula «Coro del 56. Semillero de poesía falconiana». En el mismo expresa:

«Mientras que en Caracas se forjaba Sardio, en la capital falconiana, otro grupo cobraba vida. El Coro del «56» se constituyó como una referencia de esa década en cuanto a su producción y promoción literaria.»(40) Y más adelante apunta la autora: «Mucho se ha dicho sobre el grupo literario Coro, al que también han llamado Coro del 56, pero como dice el poeta Luis Alfonso Bueno, miembro fundador de esta agrupación, «más daño



que el olvido hace la inexactitud»».(40-41) Y luego de dar la nómina de sus principales integrantes, indica Pérez Gilson: «Otros poetas darían a conocer su trabajo ese año, Juan Estevez, (sic) nativo de Adícora, publicaría Itinerio Lírico...».(41) Si de inexactitudes se trata, esta publicación Gente de Palabra es nociva, dañina, perjudicial para la memoria cultural falconiana. El poeta Bueno señala en conversación con nosotros que jamás se dio a ese grupo el nombre de «El Coro del 56», y como es constatable con sólo revisar la tapa de alguno de sus libros, Juan C. Esteves era nativo de El Hato, no de Adícora. Sin embargo, hay que decir que entre las fuentes de este trabajo se anota: «Entrevista con Luis Alfonso Bueno (22/08/2016)». Así que tendríamos que hacer a Luis Alfonso Bueno igual requerimiento que a Guillermo De León Calles. Mientras nuestros hombres de letras e investigadores literarios se presten a estos manejos, y no exijan seriedad de sus ejecutantes, serán cómplices de tales vilezas contra la cultura falconiana.

¿Cómo se hace periodismo en Falcón? ¿Cómo se concibe y monta un especial sobre la Historia de la Literatura Falconiana con tantas deficiencias? ¿Dónde están los estudiantes y profesores de Educación, Mención Lengua, Literatura y Latín que no critican estos contenidos? ¿Por qué escritores y promotores culturales no critican ni cuestionan la difusión de contenidos como estos? ¿Por el poder que representa el diario Nuevo Día en la región? Mientras Adriana Pérez Gilson señala que «El accionar del Grupo Literario Coro marcó pauta en la región convirtiéndose en una referencia del quehacer artístico de esa época»(41); otro periodista, Gerardo Morón, indica páginas más adelante que:

«Kasega surgió después del Grupo Coro, fundado en 1956 en torno al neo romanticismo y surrealismo, grupo que no tuvo mucha trascendencia debido a las incongruencias de su temática, liderazgo, rumbo y destino.»(48) ¿En qué quedamos? Me imagino este material en manos de profesores de los liceos de Churuguara, Punto Fijo, Cumarebo, San Juan de los Cayos, Santa Cruz de Bucaral o Capatárida.

Preferimos dejar hasta aquí la consignación de nuestra lectura. La mayoría del contenido de la revista Gente de Palabra tiene las mismas características de los textos anotados. Si bien es justo señalar otras contribuciones menos desafortunadas que las indicadas, las cuales ofrecen semblanzas y aproximaciones a períodos, obras y autores, dirigidas a un público no especializado, pero con base a información rigurosamente planteada y escrita, como las de José Barroso sobre la poeta Reyna Rivas, la de Maylen Sosa sobre Rafael José Álvarez, o la de Raquel Tirado sobre Francisco Domínguez, aunque un anexo de su artículo contiene una numeración de creadores falconianos de los años cuarenta bastante cuestionable, donde se presenta a Rafael Cayama quien escribió desde finales del siglo XIX, y Obdulia Pulido que parece no haber existido nunca.

Gente de Palabra, revista editada por la Editorial Nuevo Día, elaborada por periodistas y docentes de la Universidad Francisco de Miranda, está dedicada a presentar una panorámica de la literatura regional para conmemorar el aniversario del periódico en 2016. Hay que ser franco: produce malestar, asombro y tristeza que esa publicación responda al hacer de nuestra universidad. Produce malestar, asombro y tristeza que nuestros escritores y docentes no se hayan manifestado criticando la calidad de esta publicación. La base de esta reseña son los contenidos de varios post compartidos en mi página de Facebook el



año pasado. Lamento que mis contactos implicados en Gente de Palabra hayan guardado silencio o dado tímidas y escurridizas respuestas, también que algunos me hayan eliminado y bloqueado de esa red social por mis señalamientos. Pero lo que más lamento es la terrible labor de la Editorial Nuevo Día y sus implicaciones en nuestras jóvenes generaciones. Desde la lectura de la obra de Germán Carrera Damas soy consciente de lo que el ejercicio de la crítica historiográfica reporta, pero sigo considerando una responsabilidad ejercerla, en especial sobre materiales que en forma masiva llegan a todos los rincones de la región coriana sembrando desmemoria y falsedad. Ser universitario implica una responsabilidad con nuestro pueblo, con nuestras comunidades, nuestras regiones y el país. Por no asumirla hemos llegado a este estado de cosas en que hoy vivimos.

Material grotescamente plagado de publicidad oficial y comercial, uno supone que una edición especial no está signada por la inmediatez del diarismo, supone una preparación, y más cuando en las propias páginas de la publicación se subraya el aporte de expertos provenientes de centros de investigación literaria de nuestras universidades. Llama la atención el que especialistas en Literatura de la UNEFM secunden proyectos tan precarios como este. Cuando los estudiantes de liceos y universidades falconianos leen este material en ediciones de cientos de ejemplares, ¿no copian y difunden acaso semejantes formas?

¿Cuál es entonces la labor cultural del diario Nuevo Día? ¿Cuál la responsabilidad de los profesores de la Universidad Francisco de Miranda implicados en esta publicación?

¿Qué tipo de investigación se hace en la Universidad Francisco de Miranda en el área de Literatura entonces? Textos descuidados, nombres cambiados de autores y libros, fallas de redacción, problemas de expresión y coherencia, sistema de citas anacrónico e infuncional, son parte de las características que a nivel formal tienen los trabajos contenidos en la edición aniversario de Nuevo Día 2016. Escritores, docentes, e investigadores de Falcón han sido cómplices al no hacer pública su voz de protesta por un material –que salvo las contadas excepciones apuntadas – es limitado y carente de rigor investigativo. La mejor actitud que pueden tener los docentes e investigadores presentes en este material titulado Gente de Palabra que hoy reseñamos no es la de coincidir con nosotros o la de someter a la invisibilidad sus señalamientos, sino saber recibir la crítica y sopesar los argumentos. El mejor aporte que Editorial Nuevo Día pudiera hacer a la memoria cultural falconiana sería recogerlo e incinerarlo, por respeto a un pueblo que no merece semejante cúmulo de desinformación.

Isaac López.

Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. E-mail:

isaacabraham75@gmail.com



Vol 27, N°1


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en marzo de 2018, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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