Dep. legal ppi 201502ZU4636

Esta publicación científica en formato digital es continuidad de la revista impresa

Depósito Legal: pp 199202ZU44 ISSN:1315-0006

Universidad del Zulia


Cuaderno Venezolano de Sociología


En foco: Variaciones sobre el tema de la Juventud y la Violencia



Auspiciada por la International Sociological Association (ISA),

Vol.26 4

la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)

y la Asociación Venezolana de Sociología (AVS)

Octubre – Diciembre

2017


Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.26 No.4 (octubre - diciembre, 2017): 223-241


Nota del editor.

Continuamos la sección Separata con un texto de la socióloga venezolana Jeannette Abouhamad, quien nació en la Isla de Margarita en 1934 y falleció en Caracas en 1983. Formó parte del primer grupo de estudiantes que ingresó a Escuela de Sociología y de Antropología de la Universidad Central de Venezuela, egresando simultáneamente como socióloga y antropóloga en 1956. Desde ese año asume la docencia en esa recién creada escuela, en la cátedra de Metodología de la Investigación Social, teniendo en su dilatada carrera gran influencia como profesora y con su obra pionera en los campos de la sociología, la teoría social crítica, el psicoanálisis, la ideología y los estudios urbanos. Y consolidó su vocación investigadora a través del exigente trabajo de campo en una realidad que reclama métodos de análisis que permitan abordar la especificidad de un “mundo humano distinto, complejo y extraordinario”.

Entre 1965 y

1966, y luego

entre 1968 y

1969 permanece en Francia mientras asiste a seminarios y desarrolla su tesis doctoral en la Sorbona, que presenta

en junio del ’69, bajo el título “Los hombres de Venezuela, sus necesidades y aspiraciones”. En ella, con un profundo conocimiento histórico de la sociedad venezolana, la conecta con el resto del mundo, mediante un análisis sincrónico y diacrónico de la realidad explicando la singularidad del proceso de industrialización en el marco del subdesarrollo.

Jeannette Abouhamad se caracterizó por la permanente revisión y renovación y la riqueza reflexiva, a partir del riguroso trabajo de investigación que permite la interpretación sociológica del país asincrónico donde se expresan lo moderno y lo tradicional en diversos espacios. Con las historias de vida como instrumento principal intentó establecer vínculos entre los enfoques



sociológicos y psicoanalíticos, convencida de la imposibilidad de comprender al individuo al margen de la interacción con la sociedad en la cual vive.

Dejó entre sus obras los libros: Discusión sobre Ideología (1981); El psicoanálisis: discurso fundamental en la teoría social y la epistemología del siglo (1978); Fundamentos teóricos para el estudio de las necesidades y de las aspiraciones humanas (1972); Los hombres de Venezuela: sus necesidades, sus aspiraciones (1970); Amuay: su gente, su vivienda (1966); Apuntes de introducción a la sociología: Max Weber, Talcott Parsons (1966); Apuntes de métodos de investigación en ciencias sociales (1965); ¿Enseñamos sociología? (1961).

ARS.


Urbanización y Subdesarrollo1

Jeannette Abouhamad


“…Una civilización que se da como a-consumir no como a-crear” André Gorz (1967: 167)


Introducción


ESPECIFICIDAD DEL PROCESO DE URBANIZACIÓN EN EL SUBDESARROLLO. UN EJEMPLO: CARACAS

La Caracas actual, ciudad predominante, es el resultado típico del proceso de urbanización en el subdesarrollo. Es preciso investigar la razón por la cual, en los países subdesarrollados, la población urbana se concentra en escasas ciudades, alguna de las cuales adquiere una posición preponderante y se convierte en apariencia engañosa de un país inexistente, en la especificidad que tal situación histórica imprime al proceso de urbanización. Los cambios sociales que se producen en los países subdesarrollados no pueden ser comprendidos plenamente sino a la luz de la relación político-económica internacional particular en la cual ellos se insertan. Adoptar esto como principio metodológico supone que se rechace por posición antihistórica y anticientífica la idea de que esos procesos repitan otros, aparentemente análogos, ya ocurridos en los países desarrollados; que sus resultados futuros deban reproducir modelos (aun en el caso de que se admitan vías diferentes para la realización de esos modelos); que existe un proceso natural único cuya dinámica interna sería alterada solamente por las condiciones locales particulares. Esas posiciones no contribuyen a la explicación de los cambios sociales latinoamericanos.

En lo que concierne al proceso de urbanización, la primera de esas posiciones consiste en asociarla al desarrollo económico, en atribuir la secularización y la modernización, en un amplio sentido, al hecho urbano de nuestros países y, aun si se admite que este preceda cronológicamente toda modalidad de industrialización, a ver en sus ciudades el punto de partida del desarrollo.


1 Abouhamad, Jeannette 1970 “Urbanización y subdesarrollo” en Los hombres de Venezuela: sus necesidades, sus aspiraciones (Caracas: Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico) 1° edición.



La segunda posición supone que no puede hablarse de urbanización ligada a la industrialización sino en el desarrollo capitalista en su fase clásica, es decir, que no convendría llamar “urbanización” sino a la occidental europea o norteamericana de los siglos XVIII y XIX. La tercera no explica el proceso de desarrollo urbano sino a partir de las fundaciones coloniales como si él hubiera sido provocado exclusivamente por factores internos.

Creemos que es indispensable a los sociólogos latinoamericanos conocer y explicar su propia realidad rechazando suposiciones tales como: la urbanización implica desarrollo, modernización, progreso; indispensable igualmente abandonar la posición que consiste en construir una teoría basada en la analogía de fenómenos aparentemente “similares” haciendo abstracción de las diferencias existentes entre las estructuras económicas a las cuales pertenecen. Por ejemplo, una teoría de la urbanización que mezcle los tipos de crecimiento o de desarrollo urbano europeo, africano o latinoamericano. Indispensable aún no hacer análisis a partir de una comparación entre el fenómeno histórico que se estudia y otra tomada arbitrariamente como patrón. Pero aceptamos que el fenómeno que estudiamos actualmente nace del concurso de circunstancias históricas que no son precisamente las de un desarrollo nacional aislado y autárquico sino, por el contrario, ligado a un sistema socioeconómico capitalista dominante de carácter internacional y neocolonislista2: por ejemplo, en relación con la urbanización en los países latinoamericanos, ello implica aceptar que no existe repetición del proceso occidental, aun si se cree ver semejanzas en los problemas sociales engendrados por la urbanización.

Por vía de consecuencia, los estudios de la urbanización latinoamericana basados en comparaciones con la urbanización industrial occidental, o en hipótesis no comparables concernientes a un desarrollo urbano histórico haciendo abstracción de las alteraciones producidas por la relación neocolonialista, tienen un alcance explicativo limitado. Cuando él es aprehendido a través de esos patrones de comparación, el desarrollo urbano latinoamericano se encuentra deformado, ya que esos estudios se refieren más a lo que él no es que a su propia especificidad.


EL CARÁCTER DE LA URBANIZACIÓN EN LOS PAÍSES SUBDESARROLLADOS


Un sistema capitalista impuesto


  1. Quizás sea necesario explicitar aquí la actitud del sociólogo latinoamericano cuando quiere asumir la situación histórica actual y renunciar a compararla con lo que ella hubiera podido ser en función de un desarrollo natural e histórico. Esta actitud no debe confundirse con una posición cómoda que podría calificarse ideológicamente, hasta un cierto punto, de conservadora o entreguista. No se trata de reducir el rol del sociólogo al de un simple observador de los hechos históricos sino por el contrario, hacer que a través de una buena comprensión de los hechos, él pueda intervenir en la modificación de la realidad histórica, modificación posible ya que esta realidad es producida por los hombres mismos y no de una manera independiente y exterior a ellos.



    Parece indispensable, antes de abordar ese problema que concierne a la América Latina y más concretamente a Venezuela, dar algunas precisiones respecto al uso de la expresión “subdesarrollo” y de su repercusión en la situación a la cual se refiere en la caracterización de la urbanización y de la ciudad.

    El término subdesarrollo tiene un origen eminentemente político y táctico. Los países oprimidos, pobres, económicamente atrasados han recibido todos, indiscriminadamente, ese nombre sin que sean consideradas sus características internas particulares. Ellos mismos lo esgrimen para poner en evidencia su situación internacional desventajosa; sus grupos revolucionarios lo han tomado como estandarte para dividir el mundo en países desarrollados y subdesarrollados, como distinción que se sobrepone a la de opresores y oprimidos.

    Cuando se trata del empleo estratégico y político del término, se le sustituye por el de “en vía de desarrollo”, aplicando estas palabras también a un gran número de países cuyas situaciones culturales históricas y económicas son muy diferentes de las de los países del “tercer mundo”; se supone y se divulga, que esos países se encuentran en una etapa previa dejando prever para un futuro más o menos próximo un bienestar social mayor y cualitativamente diferente al de la situación presente. Se piensa entonces que los países africanos, asiáticos y latinoamericanos se encuentran en una situación similar y que tienen en sí mismos la posibilidad de llegar a una situación diametralmente opuesta a la de subdesarrollo y semejante a la de los países desarrollados.

    Evidentemente, esas utilizaciones del término “subdesarrollo” han tenido y tienen un valor estratégico para los países así calificados y para sus “opuestos”, los países desarrollados. Para los primeros, ha significado un punto de apoyo a ideologías “nacionalistas” sobrepuestas a ideologías de clase; para los segundos, una base falsa sobre la cual se edifican planes de “ayuda” para los países subdesarrollados tendientes a superar lo que se considera solo como una etapa.

    La investigación científica sobre el subdesarrollo es posterior al empleo político del término, el mismo necesariamente gravado por la insuficiencia de los análisis que lo sustentan. La actividad científica por no ser independiente de orientaciones políticas, no hay que extrañarse de que el mismo término haya sido usado por algunos para designar una etapa (Rostow) y por otros, para trazar los límites entre subdesarrollo y desarrollo y formular las bases objetivas de una acción de los países subdesarrollados: desde conquistas irreversibles por medios políticos reconocidos, hasta la violencia extrema de una revolución.

    Cuando la noción de subdesarrollo ha sido comprendida (no como programa político sino como eje de investigación) en el sentido de desarrollo con su concepción de un desarrollo progresivo y necesario, los resultados han sido muy poco convincentes.



    Por el contrario, el análisis estructural3, que se refiere fundamentalmente a la estructura económica, alcanza relativamente una mayor profundidad en el análisis y proporciona explicaciones sólidamente sustentadas (Cf. Córdova, 1973) a las cuales nos suscribimos en las consideraciones siguientes.

    El subdesarrollo latinoamericano es “una realidad histórica consecuencia de la difusión de las técnicas modernas en el proceso de constitución de una economía a escala mundial. El subdesarrollo debe ser comprendido como un fenómeno de la historia moderna contemporánea del desarrollo, como uno de los aspectos de la difusión de la revolución industrial” (Furtado, 1968: 3-4, énfasis propio). Corresponde a la etapa imperialista del desarrollo capitalista.

    El subdesarrollo no es solamente la ausencia de desarrollo en ciertos países sino la creación, en esos países, de una situación específica consecuencia directa del mecanismo mismo de desarrollo industrial de los países avanzados. El subdesarrollo no significa estar al margen del desarrollo, sino el hecho de estar afectado por el imperialismo, lo cual no sucede ni en el mismo momento ni de la misma manera en todos los países4.

    Es necesario, por lo tanto, tomar en consideración las diferencias que la situación de cada país impone a la situación de subdesarrollo5; lo cual supone, más allá de los rasgos comunes, la existencia de situaciones diferentes de subdesarrollo. No creemos necesario reunir aquí hipótesis sobre la estructura económica del subdesarrollo, ya tan conocidas y criticadas. Retengamos la idea de que esa estructura es particularizada por las condiciones internas de cada país6, la cual depende del desarrollo de sus fuerzas productivas en el


  2. Es preciso advertir que cada vez que se hace referencia al análisis estructural en este contexto, es a propósito de

    una tendencia de algunos economistas latinoamericanos que no es comparable al “estructuralismo”.

  3. Para Venezuela a partir de 1920, el capital norteamericano, invertido en gran parte en el sector petrolero, adquiere una significación cualitativa; posteriormente, él se orientará también hacia la industria y las actividades financieras, aumentando así la dependencia política y económica del país. Sin embargo, creemos que es después de la Segunda Guerra Mundial cuando la dominación del capitalismo norteamericano llega a ser evidente. No solamente para Venezuela, sino para la América Latina en general, a partir de esta fecha, los Estados Unidos de Norteamérica emerge como primera potencia mundial. Sus inversiones en el extranjero han aumentado de la cifra de 12.500 millones de dólares en 1939 a 44.900 millones en 1955. La América Latina es zona de influencia de esta gran expansión imperialista. En Venezuela, ya en 1926, el 46 por ciento de las exportaciones de petróleo fueron efectuadas por empresas norteamericanas.

  4. Véase Córdova, 1973 (sobre las características de la economía del país receptor).

  5. En la economía resultante de un crecimiento económico simple, hacia el exterior y no acumulativo (como ocurrió en Venezuela durante el período 1920-1936), los rasgos dominantes son “una estructura económica compleja, con un alto grado de concentración de la producción en el o los bienes explotados por el sector extranjero; técnica y socialmente deformada y ligada por una estrecha relación de dependencia a las decisiones tomadas en los centros metropolitanos originarios de las inversiones” (Córdova, 1973: Cap. IX, énfasis propio). En una fase posterior el crecimiento simple “hacia fuera” para Chile y Argentina en el siglo XIX y para Venezuela en 1958, comienza una fase de crecimiento “hacia adentro” a través de la industrialización por sustitución de importaciones; esto no elimina, por el contrario confirma, la dependencia del país subdesarrollado por intermedio de las filiales de las empresas extranjeras asociadas al capital nacional, de la utilización de patentes y tecnología importadas, es decir, lo que se ha denominado alienación tecnológica; el país subdesarrollado, en camino de industrialización, sigue en relación de dependencia.



    momento histórico en que interviene el imperialismo económico (es decir, la sujeción al país imperialista por medio de sus inversiones en el territorio nacional), del control de la producción y del mercado exterior de este, de la determinación de la importancia de la demanda interna (tamaño del mercado) y la orientación del consumo (alienación del patrón de consumo).Los análisis estructurales del subdesarrollo, como dirigidos hacia el estudio de la economía, ratifican la unidad dialéctica desarrollo-subdesarrollo en el sistema económico capitalista mundial, en el cual los países subdesarrollados latinoamericanos no son sino la periferia del capitalismo de los países industriales y, sobre todo, de los Estados Unidos de Norteamérica.

    El análisis estructural conduce, además, a concebir la dinámica de la unidad “desarrollo y subdesarrollo” en función de las clases sociales. Las clases dominantes de la estructura económica del país desarrollado se aprovechan del excedente creado por las clases trabajadoras del país subdesarrollado a través del vínculo antinacionalista que ellas establecen con el conjunto de clases explotadoras en este (burguesía industrial, financiera, mercantil, latifundistas).

    Conviene añadir a esa explicación del análisis estructural del subdesarrollo latinoamericano algo que constituye una particularidad del capitalismo y que, en consecuencia, conforma el aspecto particular de nuestro subdesarrollo al modificar las estructuras físicas, técnicas y económicas, demográficas y de “encuadramiento” del país dependiente. Nos referimos al trabajo de Gorz cuando escribe: “Me parece importante subrayar que las fronteras entre desarrollo y subdesarrollo, entre potencias económicas dominantes y poblaciones dominadas, entre colonizadores y colonizados no existen solo entre las naciones sino también en el interior de cada nación del mundo capitalista” (Gorz, 1967: 156-157).

    Gorz, al tratar este tema, no se refiere solamente a la dimensión social, es decir, a las diferencias de clase, sino específicamente a la dimensión espacial mediante la cual, “la concentración geográfica del proceso de acumulación capitalista ha ido a la par, necesariamente, con el empobrecimiento relativo, incluso absoluto, de otras regiones. Estas han sido utilizadas por los polos industriales y financieros como reservas de mano de obra, de materias primas y agrícolas. A la manera de las colonias de los grandes imperios europeos, las regiones “excéntricas” han aportado a las metrópolis su ahorro, su fuerza de trabajo, sus hombres, sin tener derecho a la reinversión en sus territorios de los capitales acumulados gracias a su actividad” (Gorz, 1967: 159). Se trata de un “colonialismo interno” provocado por la dinámica propia del desarrollo capitalista, orientado hacia la obtención de la mayor rentabilidad de los capitales invertidos, sin preocupación por su distribución social y espacial y que se encuentra en la política de los polos de desarrollo industrial, adoptada por la mayoría de los países capitalistas, la cual […] es, sin duda, ventajosa desde el punto de vista de los grandes grupos privados, pero no desde el punto de vista de la economía en su conjunto. El polo de crecimiento es generalmente una ciudad grande o mediana en cuya periferia el Estado establece, a expensas de la colectividad, zonas industriales en las cuales la industria privada sería luego “incitada” a instalarse mediante desgravaciones fiscales, subvenciones, donaciones de terreno, edificios, carreteras,



    etcétera. Estas industrias, implantadas según el cálculo de rentabilidad a plazo mediano, provocan migraciones hacia el “polo” a decenas de kilómetros a la redonda. La población rural que afluye no es contratada únicamente, ni siquiera principalmente, por la industria. Una proporción importante se precipita hacia las actividades parasitarias y terciarias… (Gorz, 1967: 161-162)

    Parecería, pues, que las dramáticas asincronías regionales del subdesarrollo sean debidas, como sus otras características (deformación técnica, complejidad de las estructuras y dependencia), a la imposición del sistema económico capitalista dominante; en vez de constituir una diferencia respecto a los países desarrollados es otra semejanza, no aparente sino esencial, que proviene del sistema económico mundial que los engloba. Las consecuencias objetivas de una política que promueve desarrollos regionales parecen ser también similares77 para los países subdesarrollados y desarrollados. El hecho de aceptar que las características fundamentales del subdesarrollo latinoamericano surgen de la dinámica interna del sistema económico dominante, no significa que las consecuencias objetivas de esta dinámica sean cualitativamente similares en los países desarrollados y en los países subdesarrollados. La coexistencia de sistemas económicos precapitalistas y capitalistas, en los inicios del desarrollo industrial europeo, no puede ser asimilada a la complejidad estructural de un país subdesarrollado, en su relación con el capitalismo norteamericano.

    El tipo de diferencias interregionales que surgen aquí y allá no son, pues, asimilables, aun si se pueden describir todas por el efecto de “bomba succión” provocado por las regiones más desarrolladas a expensas de las más desfavorecidas8. En el país subdesarrollado, la imposición de las estructuras capitalistas sobre el espacio económico y geográfico tiene un impacto sobre las estructuras económicas, físicas, demográficas y sociales del país dominado; ella no produce una sociedad dual, una moderna, otra retrasada, una economía capitalista al lado de una economía precapitalista, sino una sociedad compleja con sus contradicciones internas. La pareja desarrollo-subdesarrollo, engendrada por el sistema socioeconómico, afecta la sociedad en su totalidad y no solamente su parte más desarrollada.


    LA DISTRIBUCIÓN URBANA Y LAS CARACTERÍSTICAS DE LA CIUDAD LATINOAMERICANA

    El sistema socioeconómico que se formó en américa Latina durante el período colonial y que ha prevalecido en la región hasta la mitad del siglo pasado, presentaba ciertas características que debemos tomar en cuenta si pretendemos explicar las fases sucesivas de crecimiento. La ocupación territorial, según ya lo observamos se hizo general a partir de la instalación de pequeños núcleos urbanos, que constituyeron una proyección del poder


  6. Sobre los efectos de los desarrollos regionales no controlados, dejados a la ley de la mayor rentabilidad de las

    inversiones y su influencia en el desarrollo del país subdesarrollado, véase Casanova, 1962: 205-231.

  7. Ese fenómeno tiene un aspecto universal, ya que es producido por el sistema económico dominante. Por lo tanto, está presente también en los países capitalistas desarrollados, producido por la dinámica interna de ese tipo de sociedad.



    metropolitano. Esos núcleos formaban una cadena que constituía un sistema de defensa del territorio contra las frecuentes incursiones de enemigos externos e internos. (Furtado, 1968: 55-56)

    La función de los núcleos urbanos9, tanto en esa etapa como actualmente, condiciona su situación geográfica y el tipo de localización urbana resultante. Si agregamos a las funciones defensivas y administrativas indicadas por Furtado, la de ser centros de comunicación para la circulación de las materias primas extraídas para el provecho de la Metrópolis se comprende que la penetración hacia el interior del continente de las fundaciones coloniales, haya sido limitada; en razón de que el interior de la región no interesa sino como proveedor de materias primas, las ciudades cuya función era la de crear un lazo con el país dominante, se sitúan en las zonas periféricas que permiten establecer comunicaciones relativamente fáciles con el exterior; son ciudades puertos, ciudades administrativas y de almacenaje.

    Los países latinoamericanos, que surgen como naciones políticamente independientes a comienzos del siglo XIX, heredan una estructura de localización de comunidades que persiste una vez pasadas las vicisitudes del período independentista. Los grupos sociales más poderosos no usaron su influencia para modificar la orientación hacia el exterior de las implantaciones urbanas de la época, ya que, tras los intereses políticos, existían intereses puramente económicos; para las clases detentadoras de esos intereses, la ciudad continuó desempeñando su papel de vínculo con la economía mundial por el intermedio de una burguesía urbana y comerciante que financiaba las transacciones internacionales de los productos agrícolas10.

    Conviene observar que se revela también, durante el período de la independencia, el vínculo entre el fenómeno de localización periférica y el de la ciudad predominante11. Esto


  8. Debe entenderse que ellos son muy diferentes entre sí, y no sólo en tamaño.

  9. “La rápida integración de las economías latinoamericanas en las corrientes del comercio internacional, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo pasado se debe, en buena medida a la existencia de ese sector “liberal” en las clases dirigentes de la región. No queda lugar a dudas que el factor básico de ese proceso de integración económica debe ser buscado en el propio dinamismo de las economías capitalistas avanzadas de la época. Se trataba, en última instancia, de un desplazamiento de la frontera económica europea. Con todo, la rápida respuesta latinoamericana solo se explica teniendo en cuenta la dicotomía interna que existía en la clase dirigente de la región. El grupo liberal, constituido principalmente por elementos urbanos, se encontraba abierto a las influencias externas. Mientras que el grupo de propietarios de terrenos conseguía expandir su poder a través de un proceso de crecimiento vegetativo, ocupando nuevas tierras y recaudando los recursos de la población que se iba instalando en ellas; la burguesía urbana, para sobrevivir, dependía esencialmente de las relaciones económicas externas. A ella le cabía la doble función de descubrir nuevas modalidades para el comercio y actuar sobre el interior con medios financieros y de otro tipo, para promover la producción de aquello que podía ser comercializado” (Furtado, 1968: 54).

  10. Al respecto puede citarse la siguiente afirmación del Secretario General del Centro Inglés Americano de Investigaciones en Ciencias Sociales: “La privilegiada posición de la ciudad tiene su origen en la época colonial. Ella fue fundada por el conquistador para servir a los fines que todavía cumple en la actualidad: incorporar la población indígena a la economía traída y desarrollada por ese conquistador y sus descendientes. La ciudad regional fue un instrumento de conquista y es hoy un instrumento de dominación” (Revista América Latina, 1963: 8).



    es debido, en parte, al hecho de que los países latinoamericanos nacen de la desintegración de la unidad política imperial en regiones que organizan su vida nacional alrededor de los centros administrativos impuestos por la colonia. La intención de una integración política latinoamericana, sobrepasando los límites provinciales coloniales, no ha existido sino en el fracasado ideal bolivariano llevado al Congreso de Panamá12.

    Así la correlación, establecida por algunos especialistas de la urbanización, entre una distribución urbana que permita hablar de un sistema de ciudades y el desarrollo económico, parece ser históricamente espúrea y provenir fundamentalmente del proceso de formación de los países que son antiguas colonias; está asociado al proceso de desintegración de las unidades políticas imperiales; y por el contrario, el sistema de ciudades interrelacionadas, de los países desarrollados, se relaciona con el proceso de formación de los países por integración de unidades políticas menores (como ocurrió en Alemania e Italia) o por las conquistas de provincias internas (Estados Unidos) (Cf. Pizorno, 1962: 48).

    Es sobre el modelo de localización urbana periférica y la acentuada importancia de un centro administrativo que se ha edificado el peculiar crecimiento urbano de los países latinoamericanos; en todos ellos ha ocurrido lo mismo: los modelos espaciales de comunicación, de inversiones, de decisiones políticas, de asignación del gasto público, de localización de los más altos niveles de las instituciones principales convergen hacia las ciudades de la periferia y aumenta cualitativamente la importancia de uno o de pocos centros urbanos, los mismos que se vinculan a la economía europea desde el siglo XIX y a la economía norteamericana desde principios del siglo XX en tanto que productores dependientes y consumidores obligados.

    En cada uno de ellos el crecimiento urbano y el aspecto de las ciudades adquieren su propia peculiaridad que depende de todo un conjunto de factores: la persistencia de una cultura indígena de organización tribal, de un sistema de producción precapitalista en el medio rural, de la especialización del mercado exterior del país subdesarrollado hacia productos mineros, agrícolas, etcétera.

    Todos ellos influyen de manera diversa en la urbanización y en el tipo de ciudades resultantes. La migración rural hacia las ciudades, que afecta a todos los países latinoamericanos, es probablemente más rápida en aquellos que son eminentemente agrícolas, en virtud de que ese tipo de explotación, llevado a cabo en el sector capitalista externo de la estructura económica, acelera el proceso de concentración de los ingresos en determinadas regiones (a través del gasto público: obras de infraestructura, burocracia administrativa e inversiones privadas que aprovechan sus efectos) y también para determinadas capas sociales; de este modo, surgen polos urbanos de atracción. Es posible que la migración indígena hacia la ciudad se traduzca en la existencia de una segregación étnica en el espacio urbano y en un plan de urbanismo que la mantiene. Es probable también que el campesino que emigra se radique más fácilmente en la ciudad que el indígena sometido a lazos tribales. Todo lo cual nos lleva de nuevo a nuestra observación


  11. Sobre el problema de la desintegración y de las tentativas de integración en América Latina véase Kaplan, 1968.



    precedente sobre la intención, a veces estéril, de teorizar sin considerar lo particular, en relación con el heterogéneo conjunto de países latinoamericanos.

    Sin embargo, es posible generalizar ciertos rasgos estructurales que configuran el proceso de urbanización, aun si las condiciones internas de cada país le confieren un aspecto particular.


    Conclusiones

    Podemos decir que en los países latinoamericanos, a partir de la imposición de un sistema capitalista externo para la explotación de productos agrícolas o mineros, se acentúa la diferencia cualitativa entre la ciudad administrativa y el resto del país; generalmente se trata de la capital del país subdesarrollado, herencia de la política administrativa centralista de la época colonial, ya que en ella se llevan a cabo las actividades burocráticas y políticas necesarias a las transacciones económicas internacionales que, precisamente en el caso de los países subdesarrollados, tienen por protagonistas los estados nacionales o las poderosas empresas privadas del país desarrollado y el gobierno del país latinoamericano. Esto tiene como consecuencia el aumento de la importancia tradicional de la administración central y, por ende, la de la ciudad sede de las instituciones públicas nacionales.

    La explotación minera o agrícola, realizada por un sector capitalista externo, tiene efectos regionales indirectos ya que provoca un aumento de la oferta de empleo administrativo en la capital y, de otra parte, porque provoca directamente el crecimiento de nuevos núcleos urbanos al lado de las zonas de explotación, ciudades mineras, petroleras y puertos por los cuales se exportan las materias primas. Probablemente estos núcleos urbanos, con excepción de las ciudades petroleras, existían antes de las inversiones extranjeras bajo la forma de explotaciones extractivas y, en ese sentido, el crecimiento urbano se efectúa sobre esas localizaciones de origen colonial. Así, lo que es diferente no es la localización en sí misma, sino el crecimiento rápido de los núcleos preexistentes provocados por el empleo creado tanto por las actividades extractivas (ciudades petroleras) como por las actividades inducidas (distribución de la producción primaria, servicios) en todos los tipos de ciudades; ese crecimiento rápido es provocado también por la concentración del gasto público en una región precisa gracias a los salarios de una burocracia administrativa principalmente en la capital. La localización geográfica de los ingresos, provenientes directa o indirectamente de las actividades primarias, hace de los centros urbanos mineros, petroleros, portuarios o administrativos, los mercados internos de más alto poder adquisitivo del conjunto del país; ello, unido al desplazamiento de la población joven activa hacia las zonas urbanas, crea las condiciones de oferta de mano de obra barata y de demanda de bienes materiales. De este modo se alcanza un nivel de consumo de lujo propio para la instalación en las ciudades de una industria liviana que caracteriza en sus inicios el proceso de industrialización por sustitución de importaciones, única “revolución industrial” que es posible asociar a la urbanización latinoamericana después del período de crecimiento hacia el exterior, exclusivamente por las exportaciones de los productos primarios.



    Si una red de comunicaciones, por primitiva que fuera, existía en el país latinoamericano antes de la penetración del capital extranjero, ella ligaba a los principales núcleos urbanos; el patrón de comunicaciones, que convergía ciertamente hacia la capital, adquiere importancia y mejora materialmente en la medida en que se desarrolla el sistema económico capitalista; las inversiones privadas y públicas se llevan a cabo, preferentemente, en las regiones más urbanizadas solo a causa de una rentabilidad superior a la que podría obtenerse en las zonas rurales del país subdesarrollado, sino también en razón de la proximidad de las instituciones políticas y económicas (aparato gubernamental, bancos, compañías financieras, seguros, etc.) de las cuales dependen las decisiones que afectan las inversiones. Por eso, cuando surgen las primeras industrias destinadas a sustituir los productos de importación, estas se establecen en las ciudades, a causa de la proximidad del mercado, de la mano de obra y de las facilidades institucionales.

    A lo largo de una primera etapa, la de crecimiento simple hacia el exterior a través de las exportaciones, los núcleos urbanos principales de los países subdesarrollados se orientan cada vez más “positivamente” hacia afuera y “negativamente” hacia el país mismo. Es posible que, durante ese período, se produzca en las regiones urbanas un cambio significativo en los comportamientos de consumo, debido al mercado de importación de los bienes producidos en el país desarrollado dominante, quien controla así la producción primaria principal del país subdesarrollado, su mercado, y la satisfacción de la demanda interna de bienes materiales, desde los más esenciales hasta los que podrían llamarse de consumo “ostensible”.


    De allí la imagen familiar, en América y en Europa, de los ranchos con televisión, de las “villas miseria” con automóviles particulares, del alojamiento sin agua ni WC, pero con refrigeradoras, del analfabetismo con radio de transistores… Lo que es criticable no es, el consumo “opulento” en sí mismo, es la prioridad que se le da, es la esterilización por ella de una parte importante del excedente económico, aun antes de que hayan podido satisfacerse necesidades más fundamentales y crearse las condiciones de un desarrollo libre de las facultades humanas. (Gorz, 1967: 164-165-166)

    La localización urbana de las actividades económicas, en el interior de un modo de producción capitalista, no significa que la ciudad sea eminentemente capitalista por oposición al campo sometido a una explotación económica precapitalista, al menos hasta tanto no se produzca una modificación sustancial del sistema de propiedad de la tierra. La ciudad contiene las contradicciones del país subdesarrollado: actividades artesanales al lado de actividades industriales y, dentro de estas, la contradicción muy grave entre la tecnología adoptada, importada de los países desarrollados, y el desarrollo del hombre; es este uno de los sentidos de la expresión “alienación tecnológica”.


    El carácter sustitutivo de las importaciones constituye una de las causas básicas de la especificidad de la industrialización latinoamericana. Otra causa deriva del hecho de que la industrialización se desarrolla en una época en que la tecnología disponible hace extraordinarios progresos en el sentido de una



    economía de mano de obra. Contrariamente a los países que se desarrollaron durante la fase clásica en que el progreso de la técnica estaba íntimamente ligado a los otros factores, causantes de la aceleración del progreso de desarrollo económico y de cambio social, en la actual transformación de las estructuras subdesarrolladas, la tecnología ha constituido un factor exógeno de reducida flexibilidad. (Furtado, 1968: 8-9)

    En consecuencia, en las actuales regiones urbanas industriales, se agudiza cada vez más la crisis del empleo debido al papel de la tecnología en esta industrialización de sustitución, pues al dejar la elección de la misma al criterio del empresario privado, este escogerá aquella que le permita reducir lo más posible el costo del producto bajo la forma de economía de la mano de obra. Así nace lo que se denomina paro tecnológico, agravado por la circunstancia de que las industrias no producen a capacidad plena por ser los mercados internos de tamaño menor que el supuesto por el desarrollo tecnológico adoptado. Es también una característica de las regiones urbanas el paro encubierto, resultante de la proliferación de servicios improductivos, esa amplia gama de trabajos marginales, esencialmente comerciales, es decir, orientados por el carácter de consumo propio de la ciudad latinoamericana.


    CARACAS, CIUDAD PREDOMINANTE

    En Venezuela, desde el período colonial está definido el espacio efectivamente ocupado; se trata de la zona costero-montañosa, donde desde la conquista hispánica se fijaron los primeros núcleos urbanos.


    […]La segunda fase de poblamiento se prolongó de 1.500 a 1.600 aproximadamente y resultó ser decisiva. Durante ese intervalo, relativamente breve, se fundaron algunas de las más importantes ciudades de Venezuela […] Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, Valera, Mérida y Puerto Cabello […] El poblamiento de dichas regiones se aceleró grandemente durante el siglo XVII. El señuelo de las explotaciones mineras en busca de oro y de plata se había disipado en gran parte, y de pronto el interés se desplazó hacia el cultivo y exportación de productos tales como el azúcar, el algodón, el tabaco y el cacao. Se buscaban los terrenos más feraces y se fundaron las nuevas ciudades en los puntos principales de acceso a la tierra. (Friedman, 1962: 148-149)

    La hipótesis formulada, precedentemente, alude a ese tipo de localización en la periferia de la región, y pone en evidencia que debe su origen, no solo a las condiciones topográficas, sino también y fundamentalmente, a la condición colonial del país y a la función que desempeñaban los núcleos urbanos para la metrópoli: vinculación con la economía exterior, administración y control de la producción de la colonia —agrícola o minera—, exportación de esa producción.



    Evidentemente, la intención de nuestra hipótesis no es la de considerar similares los núcleos urbanos primitivos y los que constituyen hoy las ciudades venezolanas más importantes, ni siquiera en los casos donde la localización es la misma. Queremos destacar, en primer lugar, la estabilidad del patrón de localización urbana y luego, su relación con el carácter “periférico” de la ciudad venezolana; sin por ello simplificar de manera excesiva, por cuanto admitimos que el mismo fenómeno cambia de naturaleza según el tipo de “vinculación” de la región con las economías externas: relación colonia-metrópoli hasta el siglo XIX; dependencia de la economía europea (a través de inversiones de capitales holandés e inglés y de su control del mercado exterior) desde fines del siglo XIX; relación subdesarrollo-desarrollo a lo largo del presente siglo, en tanto que periferia del capitalismo norteamericano.

    La dependencia del país se define como la subordinación de una economía a las decisiones autónomas —centralizadas o no— de otra economía. Entonces se establece un sistema de relaciones que, de una parte institucionalizan la subordinación misma y, de otra, la posibilidad de ejercer una acción similar en sentido contrario (Córdoba, 1973: Capítulo IX). La dependencia se hace mayor en la medida en que la concentración de las exportaciones creadas por un sector extranjero se acentúa, en que la capacidad de importación del país aumenta y el consumo interno se aliena a la producción de bienes extranjeros1313.

    En Venezuela, la concentración de las exportaciones, a causa de la explotación petrolera, ha aumentado sensiblemente la capacidad de importación. Además, las tendencias hacia la localización econó – mica, explican la relación de dependencia (neocolonialismo) que, en Venezuela, está representada por la región norte-centro, aparece limitada por la cordillera costera y representa el 5 por ciento de la superficie total del país. Ella aglutina el 42 por ciento de la población y percibe, aproximadamente, el 65 por ciento de los ingresos nacionales (18 por ciento de la población y aproximadamente un 35 por ciento del ingreso nacional para el área metropolitana de Caracas).

    En esta región, como en otras regiones muy urbanizadas: Valencia, Maracaibo, se constata un aumento de la demanda interna de bienes materiales

    y de servicios como consecuencia de una mayor capacidad adquisitiva; ello conduce al aumento de las importaciones y a la adopción de un nuevo patrón de consumición.

    El producto principal de exportación así como la localización de las actividades económicas inherentes a su explotación, han cambiado radicalmente desde el siglo XVIII. Fue, primero, el cacao hasta fines del siglo XVIII, y el café, hasta principios del siglo XX. Esos productos se cultivaban en los estados andinos, en Miranda y en Sucre. Desde principios de este siglo es el petróleo, explotado en los Estados Zulia, Barinas, Monagas y


  12. Sobre las implicaciones sociopolíticas de la dependencia, característica de la situación de subdesarrollo, véanse los primeros intentos de sistematización y de análisis —como lo califican sus mismos autores— en los trabajos de Cardoso y Faletto, 1967; y Cardoso, 1968.



    Anzoátegui, el que predomina. Se suma al petróleo, recientemente (1960), la explotación del hierro guayanés.


    Hay una constante, sin embargo, en estos cambios de localización: la región costero-montañosa cuyo núcleo es el área metropolitana de Caracas alberga a la población que goza de mayor nivel de vida y que demanda la proporción más alta de servicios; es también la población que consume la mayor parte de las importaciones. Aquí se concentran los poderes públicos nacionales, las direcciones de las empresas que operan en el resto del país, los rentistas, las fuerzas armadas, los estudiantes. Esta concentración es sostenida, en su mayor parte, con los beneficios del petróleo. (Maza Zavala, 1966: 21)

    La capital, ya núcleo urbano administrativo en la época colonial, sufre la influencia directa de la explotación petrolera, a través de la concentración del gasto público bajo la forma de obras de infraestructura y de empleos burocráticos; ella pasa brutalmente de 92.000 habitantes en 1920 a más de medio millón en 1950 y a dos millones aproximadamente, en nuestros días. Desde el punto de vista demográfico ella constituye un ejemplo de la concentración urbana y aglutina, con otras pocas ciudades, una proporción significativa del crecimiento urbano del país; es decir, que la inversión de la composición rural-urbana a favor de los centros denominados urbanos (habitantes 2.500 y más) se ha producido sobre todo en los centros mayores y medianos que presentan tasas de crecimiento superiores a la de la población total, ya de por sí muy alta. Es, por demás, bastante significativo constatar que durante el último período intercensal (1951-1960) no ha variado la concentración urbana en las pocas ciudades que conservan los primeros cinco lugares en cuanto a población.

    Considerada en una forma descriptiva, la urbanización es un fenómeno más vasto que la concentración demográfica. Ella ha implicado, a la vez, una concentración de las actividades económicas, del poder político, de los grupos representativos de los intereses económicos y en última instancia, de las clases sociales.



    En lo que se refiere a las actividades económicas, ubicadas lógicamente en las regiones más urbanizadas, en el centro-norte cuyo núcleo es Caracas, ellas conjugan lo esencial del sector terciario. En efecto, la urbanización venezolana corresponde a la deformación estructural de la economía nacional en la medida en que se desarrolla el sector terciario — calculado según la población activa que allí participa— como consecuencia de la orientación hacia el consumo y de las necesidades administrativas (burocracia privada y pública) y no como un efecto de la distribución de la producción creada en el sector secundario. La modificación de la pirámide de la población activa por sectores de actividad económica proviene del paso de las actividades primarias agrícolas a las actividades terciarias, representadas esencialmente por los servicios improductivos de las ciudades.

    Las actividades económicas industriales, actividades de manufactura en su mayor parte muy recientes, ocupan en Venezuela una situación bien definida en el espacio; se trata aún de la zona centro-norte, según un arco establecido entre dos puertos principales: La Guaira y Puerto Cabello; entre ellos, Caracas, La Victoria, Cagua, Maracay, Valencia y Morón son los lugares de localización industrial.

    A pesar de las desventajas de Caracas como zona industrial (escasez de terrenos aptos para la industria, costo elevado de su acondicionamiento, problemas de alojamiento para la clase obrera, insuficiencia de los servicios indispensables, altos impuestos municipales), ella se destaca como un centro de localización industrial; sobre todo en lo que concierne a las industrias de bienes de consumo (44%), industrias intermedias dirigidas a la producción de materiales de construcción (33%) y de artes gráficas (8%) (Maza Zavala, 1966: 126). La localización y la concentración de industrias en Caracas se explica, esencialmente, por la concentración de la demanda —la ciudad percibe aproximadamente un tercio del ingreso nacional— y por la disponibilidad de mano de obra: cerca de un tercio de la población activa nacional incorporada al sector terciario se encuentra en Caracas.

    Lo mismo puede decirse respecto al sector secundario. La población económicamente activa de Caracas es cerca de un quinto de la población activa nacional.

    El atractivo de Caracas como zona industrial ha aumentado la concentración en ella de los más altos servicios administrativos y de los financieros. Además Caracas es el punto de convergencia de las comunicaciones internas y externas.

    La posición de Caracas en la economía nacional puede ser constatada, con mayor detalle, mediante la ayuda de las cifras14 obtenidas al comparar la importancia relativa del empleo en Caracas y su equivalente nacional, en diversas ramas industriales y comparando también el empleo local y el empleo nacional en esas mismas ramas. La primera comparación nos da una idea de la localización15 de los diversos sectores industriales en Caracas. La segunda nos señala la importancia relativa de esos sectores en relación con


  13. Véase el Cuadro No. 5

  14. Coeficiente de localización: Empleo local en la actividad i x 100 / Empleo local total / Empleo nacional en la actividad i x 100 / Empleo nacional total. Un coeficiente de localización i señala la importancia de la actividad industrial determinada en una localidad.



    la economía nacional16. El Cuadro Nº 5, que se refiere a los coeficientes de localización y de base económica en distintos sectores de la industria en Caracas, pone de relieve la importancia local de algunas industrias y corrobora la polarización de la actividad económica nacional en la capital.

    La demanda interna, concentrada geográficamente, ha hecho de Caracas la ciudad de las industrias livianas, situación imposible de conservar. La generalización, en todas las capas sociales, de un modo de consumo anterior a esta industrialización y ligado a la producción extranjera importada, provoca la creación sistemática de necesidades que, materialmente, van desde los bienes más indispensables hasta los que dependen de un consumo opulento.

    Es también una generalidad aplicable a todas las capas sociales que la obtención de esos bienes, y la satisfacción de las necesidades, se traducen en una relación utilitaria que descansa en el dinero y no en una relación creadora proveniente del trabajo. Esto llega a ser flagrante cuando se trata de las masas proletarias que han surgido, como dice el sociólogo italiano Pizzorno, más por un hecho urbano que por un hecho industrial. Esas masas sufren las necesidades más elementales de vivienda y de alimentación y “aprenden”, bajo la influencia de la publicidad, otras necesidades que ellas no pueden satisfacer sino mediante un “inmediatismo violento”, ratificando lo que avanzamos precedentemente al destacar esta frase de Gorz: “El inmediatismo violento es la respuesta espontánea a una civilización que se da como a-consumir y no como a-crear”17.


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    (Santiago: Editorial Universitaria).

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    Friedman, J. 1962 “El crecimiento económico y la estructura urbana de Venezuela” en Revista Latinoamericana de Economía (Caracas: Banco Central de Venezuela) Nº 6, pp. 148-149.

    Furtado, C. 1968 Subdesenvolvimento e estagnação na America Latina (Rio de Janeiro: Civilização Brasileira) 2º edición, pp. 3-4. 16


  15. Coeficiente de base económica = Empleo local en la actividad i x 100. Empleo nacional en la actividad i x 100. Un coeficiente de base económica > 0,5 señala una mayor importancia de actividad local.

  16. Gorz, A.: op. cit. p. 167.



Gorz, André 1967 “Le colonialisme au-dedans et au-dehors” en Le socialisme difficile


(París: Editions du Seuil).


Kaplan, M. 1968 Problemas del Desarrollo y de la Integración en América


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Landaz, L. y Funes, J. C. 1966 “Urbanización y desarrollo” en Sexto Congreso


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Mata Mollejas, Luis 1967 Estudio de Caracas (Historia, tecnología, economía y


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Maza Zavala, D. F. 1966 Condiciones generales del Área Metropolitana de


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Pizorno, A. 1962 “Sviluppe economico e urbanizzazione” en Quaderni di Sociología


(Torino: Taylos) Vol. XI, Nº 1, p. 48.


Revista América Latina 1963 Año 6, Nº 4, octubre-diciembre, p. 8.



Vol 26, N°4


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en diciembre de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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