Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.26 No.1 (enero - marzo, 2017): 5-26


Perfiles sociales de la marginalidad económica: aproximaciones a su evolución en el caso argentino bajo distintos regímenes económicos (1992-2012).


Santiago Poy*


Resumen

Durante la última década, y en contraste con la experiencia neoliberal de los años noventa, la Argentina experimentó una recomposición de varios de sus indicadores socioeconómicos. Sin embargo, diversos autores señalan la existencia de niveles altos de pobreza en términos históricos y de desigualdades estructurales aún en el marco de una activa política estatal en materia laboral y de gasto social. En esta línea, el artículo aborda la evolución y las características de la fuerza de trabajo en condiciones de marginalidad económica bajo dos regímenes económicos diferentes en la Argentina: el ciclo neoliberal (1992-2001) y el post- reformas estructurales (2002-2012). Para ello, se retoman los aportes de la teoría social latinoamericana acerca de la noción de marginalidad, la cual permite inscribir al fenómeno entre los rasgos estructurales del patrón de desarrollo. El artículo adopta una metodología cuantitativa y la evidencia presentada se construye a partir de la Encuesta Permanente de Hogares de la Argentina. La hipótesis es que los mencionados rasgos de “larga duración” del régimen de acumulación se asocian

–si bien ello no agota el fenómeno– a la existencia de un grupo de trabajadores en condiciones de marginalidad económica cuya evolución se mantendría pese a los cambios de políticas macroeconómicas. Los resultados muestran que, si bien la evolución de la marginalidad no fue insensible a los ciclos y a las crisis, su incidencia se expandió y cambió su composición: en los años post-reformas ganaron peso las ocupaciones de subsistencia frente al desempleo tecnológico y estructural que primó en el ciclo neoliberal.

Palabras clave: Marginalidad económica; pobreza; mercado de trabajo; Argentina; exclusión social; teoría social latinoamericana


Recibido: 25-07-2016 / Aceptado: 06-11-2016


¿Cómo interpretar las relaciones entre los cambios en el régimen macroeconómico y lo ocurrido con la marginalidad económica? El ciclo de reformas iniciado en los años setenta y profundizado en los noventa indujo una profundización de la heterogeneidad estructural y el desarrollo desigual en la Argentina, al propiciar la apertura al comercio exterior y la


  1. Estas afirmaciones enfatizan el carácter contrapuesto de las tendencias socioeconómicas registradas durante el período. Cabe agregar la expansión del empleo “protegido” (registrado en la seguridad social), la recomposición de los sectores de clase obrera calificada y la recuperación de ingresos durante del período (e.g., Chávez Molina y Sacco, 2015); junto con un aumento de la labor de contralor, por parte del Estado, lo que permitió la reducción de la precariedad laboral (Beccaria y Maurizio, 2012).

  2. Cifras alternativas ofrecidas por el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (2015) señalan para el año 2012 una tasa de incidencia de la pobreza por ingresos de 18,8%.



    desregulación de la economía (Salvia, 2012). En esta línea, cabe suponer, de acuerdo a la teoría, un incremento de la generación de posiciones de marginalidad económica. El ciclo más orientado al mercado interno y al crecimiento del empleo que tuvo lugar en el período post-reformas habría operado en sentido contrario, hacia una reducción de la heterogeneidad estructural (Chena, 2010). Pero, como se adelantó, en la medida que no implicó un cambio sustantivo en la matriz productiva, es de esperar que, si bien no se hayan incrementado las posiciones marginales, el propio crecimiento económico no haya bastado para revertir lo ocurrido en la década anterior.

    Para dar cuenta de esta hipótesis nos preguntamos: ¿qué ocurrió con la marginalidad económica? ¿Cuál fue su comportamiento bajo dos fases macroeconómicas muy diferentes en términos de la dinámica del empleo y qué relación guarda con la persistencia de la pobreza por ingresos en el caso argentino?


    Tabla 2. Incidencia de la marginalidad económica en la fuerza de trabajo. Gran Buenos Aires, 1992-2012.

    En porcentaje de la Población Económicamente Activa.


    1992

    1994

    1998

    2001

    2004

    2007

    2012

    Desempleo estructural / friccional de bajo nivel educativo


    3,8


    5,8


    11,2


    12,1


    10,1


    5,9


    3,8

    Empleos marginales en el sector microempresario


    2,9


    4,4


    6,6


    7,3


    14,6


    13,2


    10,8

    Empleos públicos de subsistencia

    0,4

    0,2

    0,9

    0,7

    4,1

    1,6

    0,8

    Total masa marginal

    7,0

    10,4

    18,7

    20,1

    28,8

    20,7

    15,4

    PEA

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    Fuente: Elaboración propia en base a microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Disponibles en <www.indec.gov.ar>.

    Nota: para los años 1992-2001, se utilizaron los datos de ondas Mayo de EPH-Puntual. Para 2004-2012 se utilizaron datos del Segundo Trimestre de EPH Continua.

    La Tabla 2 presenta la incidencia de la marginalidad económica –tal como la definimos operativamente en la segunda sección– sobre el conjunto de la fuerza de trabajo urbana del Gran Buenos Aires, durante los dos períodos político-económicos examinados.

    En primer lugar, observamos que durante la fase de ajuste y reformas estructurales, la incidencia de la marginalidad económica pasó de 7 a 20,1% sobre la fuerza de trabajo en el principal aglomerado urbano argentino. Un análisis detallado muestra que, detrás de este fuerte aumento, se esconden al menos dos comportamientos. Por un lado, un incremento del desempleo estructural y friccional de bajo nivel educativo que habría estado asociado tanto a los trabajadores adicionales que los hogares debieron volcar al mercado ante el deterioro de ingresos en los noventa, como a los trabajadores despedidos en los procesos de modernización y reconversión productiva que tuvieron lugar. Por otro lado, se observa un



    incremento sostenido de los empleos marginales en el sector microempresario informal. Esta dinámica es consistente con las evidencias presentadas anteriormente acerca del deterioro y saturación de dicho sector durante el período de reformas estructurales. En efecto, diversos estudios han mostrado el despliegue de estrategias domésticas de reproducción en contextos de profundización de la pobreza durante los años neoliberales, así como el empobrecimiento significativo del sector informal urbano de la economía como resultado de las dificultades para enfrentar el nuevo contexto de apertura económica (Persia, 2010; Salvia, 2012).

    Al comienzo de los años post-reformas, la marginalidad económica tuvo un crecimiento que se explicó, principalmente, por un incremento de los beneficiarios de programas de empleo. Esto estuvo asociado a la vigencia y amplia cobertura del Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados, que procuró paliar los efectos de la devaluación sobre los hogares más empobrecidos durante la gran crisis económico-social que atravesó al país12. De esta forma, en el año 2004, casi 3 de cada 10 trabajadores en el Gran Buenos Aires ocupaban posiciones marginales al régimen de acumulación dominante. A ello contribuyó, en el marco de una caída general de los ingresos, un aumento de los empleos marginales en el sector microempresario informal. Se trata de lo que la literatura ha registrado como una expansión de diferentes actividades de subsistencia durante los años más profundos de la crisis: venta callejera, “changas” (empleos temporarios), pequeña producción mercantil para la subsistencia, etc. (Chávez Molina, 2005; Chávez Molina y Raffo, 2005)13. Entre 2004 y 2007 la incidencia de la marginalidad comenzó su retracción, pasando de 28,8 a 20,7% de la PEA, y lo mismo ocurrió entre 2007 y 2012, cuando volvió a decrecer, pasando de 20,7 a 15,4%. En esta reducción, se destacó principalmente lo ocurrido con el desempleo estructural y con los beneficiarios de planes de empleo. Con respecto al primero de estos elementos, y tal como se discutió en la sección previa, se comprueba la mayor capacidad de absorción de fuerza laboral de un régimen de acumulación más orientado al mercado interno en el contexto de una economía heterogénea o con un patrón de desarrollo desigual. Por su parte, los planes de empleo cambiaron su composición, y las transferencias económicas del Estado a los hogares dejaron de basarse en un paradigma de workfare para pasar al welfare14, lo que también se tradujo en la reducción de esta fracción de la marginalidad económica.

  3. Ya a mediados de los años noventa se había lanzado el programa “Trabajar” que tuvo distintas etapas y llegó a tener 200.000 beneficiarios. Ante la fuerte crisis económico-financiera de 2001-2002, fue reemplazado por el Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados. Este programa llegó a incluir a 2 millones de hogares en todo el país en el año 2003, cuando fue cerrado a nuevos beneficiarios.

  4. Cabe conjeturar que una parte de este incremento puede deberse a la inicial falta de actualización de ingresos que siguió a la devaluación, además de la proliferación de actividades de subsistencia en el nuevo contexto económico.

  5. Los programas de transferencia de ingresos desplegados por el Estado pueden dividirse en aquellos de tipo workfare y de tipo welfare. Mientras que los primeros incluyen a los programas de empleo que exigen una contraprestación, los segundos se vinculan con la promoción social y suelen requerir algún tipo de condicionalidad. Durante el ciclo post-reformas estructurales coexistieron ambos, pero el paradigma pasó de los primeros a los segundos. Algunos programas de empleo mantuvieron su importancia, entre los cuales se destacó el Programa Ingreso Social con Trabajo – “Argentina Trabaja”.



    De todas formas, un hallazgo de esta investigación es que el análisis en clave comparativa permite observar que, si bien durante el segundo período estudiado se detuvo la tendencia ascendente de la incidencia de posiciones de marginalidad económica, al término del período duplicaba a la que se verificaba a comienzos del ciclo de ajuste estructural. Al mismo tiempo, se explicaba por factores distintos a los de los años noventa: mientras que en el ciclo neoliberal la marginalidad se debió principalmente al incremento del desempleo, en el período reciente obedeció al mayor peso de los empleos marginales en el sector microempresario informal. En otras palabras, entre ambos períodos tuvo lugar un cambio de composición de la marginalidad económica, la que pasó de estar asociada a una expulsión de fuerza de trabajo en el contexto de reestructuración productiva a la proliferación de empleos que funcionan como “satélites” del proceso global de acumulación de capital y que se asocian a empleos de pobreza extrema15.

    ¿Cuáles son las actividades económicas en las que se inserta la fuerza de trabajo ocupada en condiciones de marginalidad económica? La Tabla 3 permite observar la estrecha asociación que existe entre las inserciones marginales y las ramas de actividad vinculadas a actividades de “refugio” o subsistencia económica. Se observa que la población ocupada en posiciones de marginalidad económica se empleaba principalmente –a lo largo de los dos períodos analizados– en actividades de servicios y comercio minorista. Entre los primeros, se destaca la participación en actividades del servicio doméstico y una amplia gama de servicios personales, pero también en ocupaciones de transporte. La investigación cualitativa ha dado cuenta de este fenómeno a partir de la descripción de las inserciones laborales de una amplia gama de feriantes, trabajadores ocasionales del comercio, remiseros en empleos precarios, entre otros (Chávez Molina y Raffo, 2005; Pregona, Stefani y Tinoboras, 2007). Pero la Tabla 3 permite observar que, a lo largo de la serie, cerca de 3 de cada 10 trabajadores marginales se desempeñaban también en la industria y en la construcción: se trata, probablemente, de peones de albañil, ocupados ocasionales y trabajadores de talleres de confección textil, que han sido descriptos por algunos autores (cfr. Salvia Ardanaz, 2005). Se advierte una relativa estabilidad entre los años neoliberales y post-reformas en cuanto a la distribución de la fuerza de trabajo en condiciones de marginalidad económica según ramas de actividad. No obstante, puede subrayarse que la rama de comercio minorista incrementó casi 10 p.p. su peso en la marginalidad económica.

    Si bien señalamos anteriormente que el enfoque de la marginalidad económica no busca definir a los individuos que son “soportes” de las ocupaciones marginales, resulta adecuado incluir una descripción de esta parte de la fuerza de trabajo. Ello es así debido a que, como señala Salvia, “de acuerdo con la evidencia, los sectores que dominan el nuevo escenario de la marginalidad socioeconómica han acumulado dos o más generaciones de miembros

  6. Estos hallazgos contribuyen alargumento de Salvia (2007) quien, en discusión con las teorías de la modernización, que veían a la marginalidad como un fenómeno “transicional”, postula que se ha pasado a una marginalidad persistente “económicamente asistida”. Esto último se debería a la configuración de un régimen de acumulación crecientemente concentrado que requiere menos fuerza de trabajo en sus actividades más dinámicas.



    impedidos de acceder a efectivas oportunidades de movilidad social” (2005: 32)16. Para que esta comparación permita componer una descripción del perfil sociodemográfico de estos trabajadores, se los compara con el quintil más pobre de los trabajadores ocupados.


    Tabla 3. Trabajadores marginales ocupados según rama de actividad en la que se insertan. Gran Buenos Aires, 1992-2012.

    En porcentajes.


    1992

    1994

    1998

    2001

    2004

    2007

    2012

    Industria y construcción

    31,5

    30,6

    32,2

    32,0

    26,1

    25,8

    29,5

    Comercio

    23,9

    21,2

    20,0

    25,2

    29,7

    32,3

    32,6

    Servicios

    18,7

    24,3

    21,6

    22,0

    19,6

    17,1

    15,4

    Servicio doméstico

    13,8

    14,5

    12,6

    11,2

    12,9

    18,3

    13,3

    Otros

    12,0

    9,4

    13,6

    9,6

    11,7

    6,5

    9,3

    Total masa marginal

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0

    100,0


    Fuente: Elaboración propia en base a microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Disponibles en <www.indec.gov.ar>.

    Nota: para llevar adelante este análisis se compatibilizaron los clasificadores de ramas de actividad utilizados a lo

    largo del período.


    Uno de los primeros elementos relevantes que surge del análisis es que alrededor de 4 de cada 10 trabajadores en condiciones de marginalidad económica eran jefes de hogar (Tabla 4). Esto supone que si bien la mayoría eran trabajadores adicionales o secundarios de los hogares, una parte no desdeñable de la fuerza laboral ocupada en posiciones marginales era, en rigor, quien tenía a su cargo a la unidad doméstica. Al mismo tiempo, se advierte una tendencia incremental en este indicador a lo largo de toda la serie, dado que la proporción de trabajadores marginales jefes de hogar pasó de 38,7% a 42,9% entre puntas del período.

    En la Tabla 4 se advierte que el número de perceptores de ingresos (tanto laborales como no laborales) de las unidades domésticas en las que había trabajadores marginales tendió a variar de acuerdo con el ciclo económico. En los años neoliberales, tuvo lugar una retracción del número de perceptores, que marchó a la par de lo ocurrido con los ingresos. De acuerdo con la literatura, este comportamiento fue característico de la década de reformas: los hogares no pudieron incrementar de manera significativa sus perceptores de ingresos pese a un escenario de caída del poder adquisitivo (Poy, Vera y Salvia,


  7. Por su parte, investigación cuantitativa reciente para el caso argentino muestra evidencias acerca de las tendencias de la movilidad laboral de la población marginal. De acuerdo con Vera (2015: 104), “la intensa y permanente articulación entre situaciones de desempleo, inactividad por desaliento, percepción de planes de empleo y la inserción en la informalidad da cuenta de la conformación de un núcleo duro de marginalidad que difícilmente logre alcanzar empleos de calidad e ingresos suficientes para el proceso de reproducción social”.



    2015). En los años post-reformas estructurales, en cambio, se advierte que las unidades domésticas en las que había trabajadores en condiciones de marginalidad económica pudieron aumentar su número de perceptores de ingresos, a lo cual contribuyó tanto la ya mencionada recuperación del mercado de trabajo cuanto una expansión del sistema de transferencias económicas por parte del Estado. Al respecto, las capacidades de captación de ingresos de los hogares donde hay trabajadores marginales y los del conjunto de los trabajadores más pobres no exhiben diferencias significativas.


    Tabla 4. Características seleccionadas de los trabajadores marginales y del quintil más pobre de la fuerza de trabajo. Gran Buenos Aires, 1992-2012.


    1992

    1994

    1998

    2001

    2004

    2007

    2012

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    TM

    Q1

    Jefes de hogar (%)

    38,7

    52,3

    37,2

    51,7

    39,0

    52,1

    38,5

    52,0

    41,0

    52,5

    40,8

    51,5

    42,9

    51,0

    Promedio de perceptores por hogar


    2,1


    2,2


    2,1


    2,2


    2,0


    2,2


    1,9


    2,1


    2,0


    2,2


    2,2


    2,3


    2,2


    2,3

    En hogares con presencia de menores de 10 años (%)


    48,4


    40,8


    43,4


    39,1


    43,7


    38,0


    45,8


    37,9


    43,0


    37,5


    45,5


    38,2


    41,0


    38,6

    Promedio de edad

    35,6

    37,9

    36,2

    38,0

    37,7

    38,8

    38,9

    39,1

    37,9

    39,8

    39,3

    40,0

    38,0

    40,4

    Mujeres (%)

    43,1

    35,8

    45,8

    36,5

    44,5

    38,5

    42,0

    39,3

    52,0

    42,1

    53,3

    41,6

    46,7

    42,5

    En hogares con hacinamiento (%)

    18,0

    8,4

    16,2

    7,9

    14,1

    7,1

    17,0

    8,5

    16,5

    9,9

    14,5

    7,7

    14,8

    7,9

    Fuente: Elaboración propia en base a microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Disponibles en <www.indec.gov.ar>.

    Nota: el quintil más pobre surge de la distribución del ingreso por la ocupación principal descartados los ingresos cero


    Si consideramos la presencia de menores de 10 años como un indicador del ciclo vital del hogar, es posible observar que, en general, la fuerza de trabajo en condiciones de marginalidad habita en hogares de ciclo más joven, esto es, en los que suele haber menores con mayor frecuencia. Esto supone no sólo mayores requerimientos económicos y de cuidado, lo que supone la necesidad de arreglos laborales más “flexibles” y estrategias domésticas que permitan afrontar las responsabilidades familiares. Por lo demás, existen sobradas evidencias de que el Estado argentino no garantiza condiciones de acceso suficientes –en cantidad y calidad– para el cuidado de niños/as, lo que afecta particularmente a familias numerosas y de bajos recursos (Tuñón, 2015).

    Estos hallazgos son consistentes cuando se consideran diferencias por género y edad de los trabajadores marginales. Si se toma al conjunto de los trabajadores pobres como parámetro de comparación, se advierte que los trabajadores en condiciones de marginalidad económica tienden a ser más jóvenes que aquellos y que tal tendencia se mantiene en el tiempo. Es posible conjeturar que, así como a nivel agregado los jóvenes muestran una propensión a la precariedad laboral más alta que los adultos, aquellos que provienen de



    familias que han permanecido en empleos en el sector informal reproduzcan con mayor frecuencia inserciones en ocupaciones marginales. Cuando se considera el género, observamos que más de 40% de los trabajadores marginales, a lo largo de toda la serie, son mujeres. Se advierte, en este sentido, una mayor “feminización” de los trabajadores marginales en relación a los ocupados del quintil más pobre. En América Latina se encuentran evidencias acerca de un proceso general de feminización de la exclusión social (Pérez-Sáinz y Mora Salas, 2006). Las mujeres se encuentran particularmente expuestas a las desigualdades en el mercado laboral, no sólo en términos del tipo de ocupaciones que cubren, sino también en relación con las remuneraciones y los empleos de calidad. En este sentido, esta “feminización” de la marginalidad estaría dando cuenta no sólo de tal desigualdad a nivel global, sino de algunos aspectos ya analizados: en particular, el hecho de que una parte de los trabajadores en condiciones de marginalidad son ocupados “secundarios” –papel típicamente relegado a las mujeres según el momento del ciclo familiar– y en actividades como el servicio doméstico o el comercio.

    Por último, tomamos en cuenta la situación de hacinamiento (esto es, residencia en hogares en los que viven tres o más personas por cuarto habitable), para aproximarnos a las condiciones de vida de los trabajadores marginales. Al respecto, observamos que estos trabajadores más que duplican los niveles de hacinamiento del quintil más pobre de los ocupados. Si bien esta situación de desventaja se mantuvo entre 1992 y 2012, se advierte una clara mejoría hacia el fin de la serie. Esto se puede deber tanto a un incremento del bienestar como a un cambio de la composición interna de los trabajadores en condiciones de marginalidad económica.


    Reflexiones finales

    A lo largo de la última década, la Argentina logró recomponer algunos de los indicadores socioeconómicos tras un período de deterioro social registrado en los años noventa. Este artículo inscribió sus preocupaciones en uno de los hechos actualmente señalados por diversos autores: la persistencia de niveles elevados de pobreza por ingresos, aun cuando tuvo lugar una importante política pública en términos de intervención sobre el mercado laboral e incremento del gasto público social.

    La hipótesis de este trabajo ha sido que una parte de estos fenómenos de “larga duración” tiene su origen en la conformación de un núcleo de trabajadores en condiciones de marginalidad económica. De acuerdo con la teoría, se trata de una parte de la fuerza de trabajo que ocupa posiciones laborales redundantes al régimen de acumulación o bien que directamente no consigue ocupación. La insuficiente absorción de fuerza de trabajo, que es un rasgo de las economías heterogéneas y desiguales como la argentina, se habría potenciado durante el ciclo de reformas estructurales de inspiración neoliberal, dando lugar a una expansión de la marginalidad económica. Por su parte, la ausencia de un significativo cambio estructural en relación con la matriz productiva durante los años post-reformas explicarían que el crecimiento económico por sí solo no permitiera disolver la existencia de un conjunto de trabajadores ocupados en posiciones marginales.



    Este artículo permitió observar la existencia y perdurabilidad de un núcleo “duro” de la fuerza de trabajo en condiciones de marginalidad en el caso del Gran Buenos Aires (restricción debida a la disponibilidad de información). Sin embargo, entre la fase neoliberal y la post-reformas tuvo lugar un cambio en la composición de la marginalidad: de estar centrada en el desempleo estructural, pasó a estar explicada principalmente por los trabajos de subsistencia del sector microempresario/ informal. Otro de los hallazgos ha sido la relativa “invariabilidad” de las ramas o sectores de actividad económica en la que tienen lugar las ocupaciones marginales: se trata de sectores tradicionalmente considerados como “refugios”, tales como el pequeño comercio, la venta callejera, los servicios personales y el servicio doméstico.

    Asimismo, el artículo evidenció algunas peculiaridades de la fuerza de trabajo marginal. Una parte relevante de la misma está compuesta por trabajadores secundarios de los hogares, lo que explica también una relativa mayor presencia de trabajadores más jóvenes –tomando en cuenta como referencia a los trabajadores pobres en su conjunto– y de mujeres. De esta manera, los resultados aquí presentados han aportado evidencias al nuevo ciclo de reproducción de la marginalidad económica en el caso argentino. En una etapa caracterizada por la globalización, se trata de una posible explicación para entender la persistencia de la pobreza y la desigualdad, y las razones por las que el crecimiento económico no es suficiente para superarlas. Si bien en próximos trabajos se espera continuar indagando acerca de los perfiles de trabajadores que son más proclives a encontrarse en condiciones de marginalidad, tanto por medio de técnicas multivariadas como de análisis longitudinales (trayectorias), los hallazgos del presente artículo permiten fortalecer los argumentos acerca de las dificultades que afronta una parte de la fuerza de trabajo argentina para garantizar sus condiciones de reproducción.


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Vol 26, N°1


Esta revista fue editada en formato digital y publicada en marzo de 2017, por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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