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Revista Cuadernos Latinoamericanos. Universidad del Zulia. Vol 31, N° 56, julio-diciembre, 2019, págs: 13-32.
Maracaibo-Venezuela. ISSN 1315-4176
Minería, ética y progreso social / 13-32
Antonio Enrique Tinoco Guerra y Caribay Delgado Medina
trabajo y una estética de la vida. Aunque no es aceptada como verdad absoluta la tesis de
Max Weber en su obra, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, se puede compartir
la visión de este sociólogo alemán en relación al principio, según el cual, la visión que tenga
un grupo humano del trabajo, de la responsabilidad y la honestidad conforman una ética,
aunque se diere de este autor en el hecho de que no es la religión la que determina el
progreso, sino que éste elemento junto a otros, de distintas índoles, son los que condicionan
los procesos de desarrollo (Weber, 2008).
La prosperidad, es una condición que se logra a través del trabajo sostenido, de la disciplina
y la honestidad, en todo caso, se podría hablar de prosperidad transitoria o temporal. El
pasaje bíblico de la siete vacas acas y las siete vacas gordas, en el sueño de José, señala
el sentido de una prosperidad transitoria, pero, por encima de cualquier elemento temporal
se puede armar, sin temor a dudas, que la prosperidad es una condición producto del
trabajo y de una ética colectiva ante la vida. La verdadera prosperidad está asociada al
desarrollo.
Sin embargo, no se debe idealizar el desarrollo. Los países altamente desarrollados
también tienen cientos y miles de problemas. Un país desarrollado, no es sinónimo de
país feliz, país desarrollado es sinónimo de orden y progreso, según la consigna de los
pensadores positivistas decimonónicos. Todos los países que conforman el planeta,
confrontan problemas, vicisitudes, calamidades, pero la racionalidad lograda a través del
estudio y la disciplina sistemática permiten, de una u otra manera, solventar de forma rápida,
ecaz y eciente cualquier crisis.
Por el contrario, los países subdesarrollados, o mal llamados países en vías de desarrollo,
no han logrado alcanzar altos niveles en la calidad de vida de sus habitantes, tampoco
han logrado una calidad en el ambiente, menos aún una seguridad social efectiva, ni una
seguridad personal satisfactoria, menos aún una educación de calidad acorde con los
tiempos actuales y futuros. Predomina la improvisación, la falta de planicación, la falta de
consecución en las políticas públicas, esto debido a que el gobierno de turno, descalica
y elimina todo cuanto hizo el gobierno predecesor. El provenir no preocupa tanto en los
países subdesarrollados, ya que la concepción del tiempo diere en importancia, el dicho
popular de “el tiempo es oro” no es norma que rija las conductas de los habitantes de los
países subdesarrollados.
Los países en vías de desarrollo, pueden ser clasicados de dos tipos: el primero, países
subdesarrollados pobres, carentes de minerales o hidrocarburos, es decir de riquezas
estratégicas. El segundo, países subdesarrollados ricos, son aquellos que poseen minerales
y/o hidrocarburos, es decir riquezas estratégicas. La diferencia entre uno y otro, no es la
pobreza, sino el crecimiento, es decir el producto interno bruto (PIB), en unos es alto y
en otros es bajo, pero la visión del mundo, de la vida y del progreso es la misma. Con
rara excepciones. Generalmente, se tiende a confundir, desarrollo con crecimiento, pero en
términos reales, el desarrollo es un proceso complejo de tiempo y maduración, mientras que
el crecimiento es un elemento coyuntural que uctúa según las condiciones intrínsecas o
extrínsecas que afectan a los países.
Como se ha recalcado en otras investigaciones, se rechaza de manera absoluta cualquier
teoría determinista que sirva para explicar el desarrollo y el progreso de los pueblos (Tinoco,
2017). No aceptamos el determinismo geográco, ni el determinismo racial, menos aún el